Entre 1835 y 1840, Alexis de Tocqueville (1805-1859) publicó los dos tomos de su obra "De la démocratie en Amérique" (La democracia en América). El jurista y político francés -defensor a ultranza del liberalismo, promotor de la meritocracia, teórico del colonialismo y devoto de la religión como garantía de estabilidad entre el Estado y los ciudadanos-vislumbraba ya entonces la desintegración social que el individualismo desmesurado podría llegar a producir en una nación. Para amortigüar esas discordias proponía la utilización de ciertos correctivos. Esa función enmendadora, hoy, en las sociedades atomizadas por el mercado y plagadas de conflictos desencadenados por la neoliberalización, parece estar en manos del neoconservadorismo imperialista. Así lo considera el geógrafo inglés David Harvey (1935), experto analista de la ciudad contemporánea e investigador de la distribución y organización del territorio en las economías capitalistas avanzadas en su "A brief history of neoliberalism" (Breve historia del neoliberalismo), uno de los estudios más integrales y reveladores de la expansión capitalista posterior a la crisis de 1973. Conocido por su teoría sobre la "acumulación por desposesión" como suculenta forma de alimentación del último capitalismo, Harvey analiza cómo logró desarrollarse la contrarreforma más exitosa de la historia: el desmantelamiento del capitalismo keynesiano de posguerra y de las economías comunistas a lo largo y ancho del mundo, en particular en Estados Unidos y China -los dos principales propulsores de la economía global-, países donde la neoliberalización ha provocado los mayores déficits presupuestarios con intención anticíclica de la historia: en militarismo y consumismo al primero y en enormes inversiones de infraestructura y activos fijos al segundo. Luego de los ensayos de reformas neoliberales practicados en latitudes periféricas del capitalismo en los años '70 (Chile y Argentina con sus respectivas dictaduras militares fueron pioneros), se inició un proceso de "financiarización" que tuvo su pico máximo de desarrollo en los '90 y, cuando se derrumbó en 2008, dio lugar a las actuales pesadillas sociales: crisis alimentaria y energética, elevada inflación, recesión económica, aumento del desempleo y crecimiento de la pobreza y la indigencia en mayor o menor medida en todo el mundo. Harvey editó su libro en 2005. Los años que siguieron confirmaron la importancia de la confabulación de las grandes corporaciones en el desarrollo del capitalismo neoliberal que el autor entreveía cuando lo publicó. Los primeros días de abril de 2009 se llevó a cabo en Londres la cumbre del G20 (el G8 más doce países industrializados o con economías "emergentes" invitados) con el propósito de instrumentar planes de rescate para las entidades financieras, "incrementar la transparencia y obligar a los mercados financieros a rendir cuentas". El documento final dice en uno de sus párrafos: "El único crecimiento sostenible y una prosperidad creciente para todos es una economía mundial abierta, basada en los principios de mercado, en una regulación eficaz y en instituciones globales fuertes. Los reguladores deben proteger a los consumidores y a los inversores, apoyar la disciplina de mercado, fomentar la competencia, el dinamismo y mantenerse al día con las innovaciones de mercado". Dos años después, el declinar económico mundial continúa su marcha como si la reunión del G-20 nunca hubiera ocurrido. Grecia, Islandia, Portugal, Bielorrusia, Irlanda, España, Hungría, Polonia, Ucrania y hasta Estados Unidos están sumergidos en una terrible crisis cuya solución no se vislumbra. Democracy Now! es un programa de difusión diaria nacional en Estados Unidos que se transmite a través de más de novecientas emisoras de radio y televisión a todo el mundo. Su conductora, la periodista Amy Goodman, entrevistó el 8 de abril de 2009 a David Harvey para analizar la reunión del G-20, la marcha de la economía global, la crisis financiera y el neoliberalismo. Lo que sigue es la primera parte de dicha entrevista.
¿Qué piensa que se proponen los dirigentes del G20? ¿Y qué hay que hacer en este país?
Lo que tratan de hacer es reinventar el mismo sistema. Pienso que es una preocupación colectiva y que hay mucho regateo sobre los detalles. Pero el argumento fundamental que presentan es: ¿cómo podemos realmente reconstituir el mismo tipo de capitalismo que teníamos y que hemos tenido durante los últimos treinta años de un modo ligeramente más regulado, benevolente, pero sin cuestionar lo fundamental? Y pienso que es hora de que cuestionemos lo fundamental.
¿Qué es lo fundamental?
Lo fundamental tiene que ver con el increíble aumento en la consolidación, si se quiere, del poder de clase. Quiero decir que, desde los años '70, hemos visto un tremendo aumento en la desigualdad, no sólo simplemente en este país, sino en todo el mundo. Y, en efecto, los recursos del mundo han sido acumulados más y más y más en pocas manos. Y pienso que si uno considera la naturaleza de los programas de rescate, los programas de estímulo y todo el resto, lo que realmente hacen es tratar de mantener intactos esos recursos mientras hacen que el resto de nosotros paguemos la cuenta. Y por lo tanto, creo que es hora de poner fin a eso y, en realidad, deberíamos sacar más de los recursos y lograr mucho más igualdad.
¿Y cómo hacemos para sacar más de los recursos? ¿Cómo habría más igualdad?
Pienso, por ejemplo, que la naturaleza del rescate de los bancos y el tipo de reestructuración que tienen lugar tratan de salvar a los bancos y salvar a los banqueros, y darle duro a la gente. Quiero decir, que a la larga somos los que vamos a tener que pagar por esto. Por eso lo que pido es una conciencia política de lo que está sucediendo. De hecho, ha estado sucediendo durante los últimos treinta años, paso a paso. Ha sido disfrazado en este tipo de retórica sobre la libertad individual y la libertad de los mercados y todo ese tipo de cosas. Pero si se mira en retrospectiva, se ve que no es la primera crisis financiera que hemos tenido. Hemos tenido muchas de ellas durante los últimos treinta años, y todas tienen el mismo carácter. Tuvimos nuestra crisis de ahorros y préstamos en los años '80. Hubo una crisis de la deuda mexicana en 1982, cuando México iba a ir a la quiebra. Y si hubiera ido a la quiebra, los bancos de inversión de Nueva York se habrían derrumbado. ¿Y qué hicieron? Rescataron a México, rescatando al hacerlo a los banqueros de inversiones de Nueva York, y luego hicieron que lo pagara el pueblo mexicano.
¿Por qué se hubieran derrumbado los bancos en Nueva York?
En primer lugar, porque habían prestado el dinero a México. Y si México simplemente hubiera incumplido su deuda, ¿qué hubieran hecho los banqueros? Habrían perdido una suma tremenda.
Si usted fuera Timothy Geithner, el Secretario del Tesoro, ¿qué haría exactamente?
Oh, tomaría un montón de ese dinero y lo pondría en una especie de corporación de reconstrucción nacional. Y diría: "Miren, su primer deber es encargarse de la crisis de las ejecuciones hipotecarias y de la gente que ha sido embargada. De modo que tienen que ir a ciudades como Cleveland y otras semejantes que han sido devastadas, y entrar en áreas en California y otras semejantes y ocuparse de la crisis hipotecaria".
¿Y cómo lo haría?
Bueno, pienso que una de las maneras como se podría hacer eso es comenzar a comprar todas esas casas a punto de ser embargadas y colocarlas en algo como, no sé, una asociación habitacional municipal o alguna forma colectiva de ese tipo, y luego permitir que la gente permanezca en esas casas, a pesar de que ya no sean necesariamente propietarios. De modo que los derechos de propiedad cambiarían de mano. Quiero decir, tenemos un mito en este país de que la propiedad de la vivienda es el evangelio, como si lo fuera. Pero para mucha gente, la propiedad de su casa no es una buena idea. Y pienso, realmente, no es una buena idea en general.
¿Por qué?
Por dos motivos. Hace que uno sea realmente muy vulnerable si es propietario de una casa fuertemente lastrado por deudas. Y, en realidad, la legislación inicial era interesante, el debate al respecto en los años '30, cuando en cierto modo decían que los propietarios de casas no se declaran en huelga, y el motivo era que tenían que pagar su hipoteca. Y así, se convierte en una cruz sobre sus espaldas. Y eso hace que sean muy vulnerables a las fluctuaciones en el mercado como las que vemos ahora mismo, particularmente si tienen hipotecas con interés variable, cosas de ese tipo, y pueden ser fácilmente atrapados. De modo que, en efecto, lo que hemos visto en el mercado de la vivienda es un tremendo saqueo de los recursos de algunos de más vulnerables del país. Quiero decir, ha sido la mayor pérdida de riqueza de activos de la población afro-estadounidense que haya habido en la historia.
¿Y la reacción de algunos que dicen que nunca debieron haberse comprado casas, para comenzar, porque no se lo podían permitir?
Bueno, vale para algunos de ellos, pero es una historia familiar. La primera ola de embargos sucedió realmente en vecindarios empobrecidos, afro-estadounidenses, inmigrantes y, muy a menudo, hogares de madres solteras. Y sí, no debieron haberse convertido en propietarios de casas. Pero, por otra parte, estaban tomando un riesgo. ¿Pero quiénes tomaron los verdaderos grandes riesgos en la economía si no fueron los banqueros? De modo que, en cierto sentido, son los que se ven obligados a pagar, mientras los banqueros se siguen llevando una tremenda cantidad de dinero.
¿Cuál es la conexión entre el aburguesamiento urbano y la crisis hipotecaria?
El proceso de aburguesamiento urbano, aquí en Nueva York y sitios parecidos, tuvo que ver con una especie de reconstrucción de entornos urbanos, y gran parte de esa reconstrucción representó, en particular cuando fue dirigida por las corporaciones, una gran inversión en viviendas. Entonces existe el problema de quién va a comprar esas viviendas. Y no es sólo aburguesamiento urbano, también es mucha nueva construcción, nuevos condominios y todo lo demás. Y es algo interesante. Las finanzas controlan la creación de viviendas, la producción de viviendas, y también su consumo. Se presta dinero a las empresas constructoras. Van y aburguesan un vecindario. Prestan dinero a la gente que va a ocupar las viviendas. E incluso si no lo tienen, tienen que encontrar ese mercado para el aburguesamiento una vez que el proceso está en marcha. Y así es la conexión, los operadores financieros juegan a ambos lados de la cancha, si se quiere.
¿Puede hablar de lo que llama "el derecho a la ciudad"?
Lo que quiero decir con el derecho a la ciudad es que ahora tenemos, creo, una verdadera necesidad de democratizar las decisiones sobre cómo ha de ser una ciudad y de qué debe tratar, para que podamos tener realmente un proyecto colectivo sobre el rediseño urbano, del mundo urbano. Quiero decir, aquí en esta ciudad, efectivamente, el derecho a la ciudad ha sido controlado por el alcalde y la Oficina de Desarrollo y las constructoras y los financistas. La mayoría de nosotros en realidad no tenemos mucho que decir. Quiero decir, hay especies de organizaciones comunitarias, etcétera. De modo que pienso que la democratización de la ciudad, del proceso de toma de decisiones en la ciudad, es crucial. Y pienso que queremos recuperar el derecho a la ciudad para todos nosotros, para que todos podamos tener acceso no sólo a lo que existe en la ciudad, sino también para que podamos reformar la ciudad con una nueva imagen, de un modo diferente, que sea más justo socialmente, más sustentable en lo medioambiental, etcétera.
¿Qué significa la actual crisis para el futuro del capitalismo?
Ya sabe, las crisis son terriblemente importantes en la historia del capitalismo. Son lo que yo llamaría una especie de racionalizadoras irracionales del sistema. Lo que pasa es que el capitalismo se desarrolló de una cierta manera, tiene problemas reales, luego entra en crisis, y sale como el ave fénix en otra forma. Pasamos por una larga crisis en los años '70. Hubo una larga crisis en los años '30. De modo que una crisis es un impulso de reconfiguración de lo que va a ser el capitalismo. Y ahora mismo, como he dicho, los que mandan se ocupan más de tratar de reconstruir la estructura preexistente del poder o de salvar la estructura preexistente del poder sin intervenir en ella de ninguna manera. Tal como lo veo ahora mismo, sin embargo, podríamos estar en un tipo diferente de mundo. Véalo de esta manera: el capitalismo ha crecido históricamente a una tasa de crecimiento compuesta de un 2,5% desde 1750. Y en años buenos, crece a un 3%. Obama dijo el otro día: "Bueno, en un par de años, volveremos a un crecimiento de un 3%". Gordon Brown dice: "Bueno, en realidad, la economía se duplicará en los próximos años". Ahora bien, cuando el capitalismo fue constituido por todo lo que pasaba alrededor de Manchester y unos pocos otros sitios álgidos en 1750, una tasa compuesta de crecimiento de un 3% no era ningún problema. Ahora estamos ante una situación en la que se va a hablar de una tasa compuesta de crecimiento de un 3% para todo lo que pasa en Asia del Este y del Sudeste, Europa, Norteamérica y todo el mundo. Estamos frente a un mundo diferente. La economía total en, digamos, 1750 era de unos 135.000 millones de dólares. Fue de 4 billones de dólares al llegar a 1950. Es de 40 billones de dólares al llegar al 2000. Ahora es de 56 billones de dólares. Si se duplica el próximo año, estamos hablando de 100 billones. Y al llegar el año 2030, habrá que encontrar empleos para 3 billones, si se quiere, oportunidades rentables para que el capital opere en ese momento. Ahora bien, hay límites, y pienso que estamos llegando a esos límites desde el punto de vista medioambiental, social y político. Y pienso que es hora de que comencemos a pensar realmente en una alternativa. En otras palabras, tenemos que pensar en una economía de crecimiento cero.
¿Qué significa eso?
Significa que en lugar de crecer a un 3% por año, la economía sólo se mantiene constante.
¿Y cómo se hace eso?
Eso significa que tiene que ser no-capitalista, porque eso significa que no va haber lucro para nadie. En efecto, se tendrá que tener una economía sin fines de lucro. Y cómo se hace eso, claro está, es una pregunta muy, muy grande. Yo no tengo el anteproyecto para eso. Pero pienso que es una de las preguntas cruciales en las que deberíamos comenzar a pensar desde ahora mismo. Y lo que me inquieta es que ahora mismo pasamos por esta crisis y no nos hacemos ese tipo de grandes preguntas que debiéramos estar formulándonos.