Vicente Battista (1940) formó parte de la redacción de la revista literaria "El Escarabajo de Oro", y fue fundador y codirector de la revista de ficción y pensamiento crítico "Nuevos Aires". Autor de varios libros de cuentos y novelas, en 2008 recibió el encargo de escribir una novela histórica sobre el mítico comisario de la década del '60 Evaristo Meneses (1907-1992). El resultado fue, un año después, "Cuaderno del ausente", una obra con poco de novela histórica y mucho de policial áspero -como los mejores del género- que transcurre en tiempo presente. La trama de la novela es la historia de un encargo que termina en una obsesión lindante con la locura. Raúl Benavides, un solitario periodista free-lance recién abandonado por su pareja, debe escribir una nota sobre Meneses. Cumple con el pedido, envía la nota y trata de olvidarse del asunto. Pero cuando conoce a Erika, una vieja prostituta que asegura haber sido amante de Meneses, comenzará a enredarse en la sutil telaraña que ella teje, dispuesta a seducirlo hasta las últimas consecuencias. Battista cuenta algunos pormenores de la escritura de "Cuaderno del ausente" y otros aspectos del género policial en la entrevista que sigue, una edición de la nota publicada en "Página/12" el 29 de mayo de 2009 sin mención del autor, y del diálogo mantenido con Sergio Varela para el nº 24 de la revista "Quid" correspondiente a octubre/noviembre de 2009.
¿Cómo surge "Cuaderno del ausente"?
No es que me senté y dije "voy a escribir". Fue una novela por encargo. Hace muchos años escribí una nota en la que planteaba que toda literatura era por encargo; que cuando alguien se acerca y te cuenta el sueño que tuvo y te pide que lo escribas, ya te están encargando algo. Yo no estoy en contra del encargo; en aquel momento recordaba que a Miguel Angel le encargaron que hiciera la Capilla Sixtina. Y la hizo de mala gana, pero le salió bien.
¿Por qué eligió contar la historia del comisario Meneses?
Meneses es un referente, el disparador que pone en marcha el relato, pero no se puede decir que "Cuaderno del ausente" cuente la historia del célebre comisario. En la novela esa historia se articula por medio de tres ejes: el relato de Erika, una ex prostituta que asegura haber sido su amante perpetua, la información de los diarios de la época y la pomposa biografía, "Meneses contra el hampa", escrita por una señora también de nombre pomposo: Yderla Anzoátegui. Un detalle a tener en cuenta: después de haber sostenido que el comisario era un paladín de la honradez y de la justicia, Yderla Anzoátegui inició una causa en contra de Meneses, en reclamo de derechos de autor. Nos enfrentamos a un deambular de verdades y mentiras, y eso fue lo que realmente me interesó a la hora de escribir la novela: la construcción de un texto formado con datos en donde lo verdadero y lo falso se confunden permanentemente.
¿Qué fue lo que le interesó de este personaje tan violento?
Por lo que dicen las crónicas y aseguran quienes lo conocieron, se trataba de un individuo especial. Es cierto que era un duro de verdad, con la violencia que eso implica, pero también es cierto que pintaba cuadros y tenía a Verlaine como su poeta favorito. ¿Paul Verlaine, el desesperado amante de Arthur Rimbaud, como favorito de un comisario de la Federal? Son puntas interesantes que tendrá en cuenta Raúl Benavides, el periodista al que le encargan una nota acerca de Meneses, porque se han cumplido quince años de la muerte del comisario. Como consecuencia de esa nota, Benavides conocerá a Erika, escuchará su relato y estará pendiente del cuaderno que según ella ha escrito Meneses y que le promete entregar. A medida que pasan los días y las páginas crecerá la intriga y Benavides, que parecía ajeno a todo, se verá involucrado en una historia de la que no quería ser parte.
Benavides, el periodista free-lance, especie de Quijote porteño empeñado en vivir las aventuras de Meneses, prácticamente no tiene amigos, excepto Eugenio, el responsable de haberlo llevado al prostíbulo decadente de Erika.
No es un solitario que elige su soledad, sino que está solo porque Laura lo "pateó", ni siquiera es un antihéroe. Marlowe elige ser solitario, en la última novela se termina casando y así le va. Siempre el detective privado, por lo general en la línea norteamericana, está solo. Y no hablemos de Sherlock Holmes, que es un solitario misógino.
Benavides, solitario "made in Buenos Aires", se enrolla con las mentiras de Erika...
Al principio, lo que ella le cuenta le parece ridículo, pero poco a poco lo va seduciendo con una oculta perversidad, pese a ser una mujer de casi ochenta años. Hay muchos policiales con tipos que enloquecen como "Farewell, my lovely" (Adiós muñeca). El famoso comisario Meneses era un duro de verdad. Este tipo de policía hoy no existe, como no existen los ladrones que perseguía Meneses. Esos ladrones tenían códigos; ninguno de ellos consumiría paco, quizá marihuana, heroína o coca. Esos ladrones valoraban mucho su propia vida y trataban de cometer los delitos sin matar. Hace unos años, si yo tenía enfrente de mi casa a un ladrón, estaba seguro de que no me iban a robar. La gente que hoy vive en una villa es asaltada por los propios ladrones villeros.
¿Podría considerarse a "Cuaderno del ausente" como un policial clásico?
Es un policial un tanto desviado o "anómalo", si se tiene en cuenta que al final de la novela hay un crimen perfecto que no tiene resolución. Y que deja abierto otro enigma: alguien le envía a Benavides un supuesto cuaderno que era de Meneses. Ese enigma no tiene resolución porque no tengo la menor idea quién hizo ese envío. Una vez a Beckett le preguntaron cómo era Godot. Beckett contestó que si supiera cómo era Godot lo hubiera hecho entrar. Hay un montón de cosas que no tienen por qué quedar claras.
¿Qué es lo que le atrae del formato del policial, que lo ha frecuentado con asiduidad y eficacia desde sus trabajos periodísticos?
Alguna vez Poe, que inventó el género policial y a sus lectores, dijo que, después de la poesía, el cuento es la forma literaria que más se acerca a la perfección. Años después Quiroga, admirador de Poe, señaló que el cuento es una novela sin ripios. Se trataba de una broma de Quiroga pero, como toda broma, no deja de tener algo de cierto. Tal vez por eso me gustan los buenos textos policiales, porque a la manera de los cuentos perfectos, carecen de ripios: no les sobra ni les falta nada. Y esto no es exclusivo de los relatos cortos, también lo encontraremos en las novelas. Me refiero a las novelas escritas por autores como Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Jim Thompson o Georges Simenon; por suerte, hay muchos más. Pienso que escribir un buen texto policial es todo un desafío, el mismo que escribir un buen cuento.
¿Y cuáles serían sus ventajas?
Una de las ventajas del género policial es esa elasticidad que le ha permitido sobrevivir a todos los pronósticos sombríos. El policial tal como lo fundara Poe con los cuentos "The murders in the Rue Morgue" (Los crímenes de la calle Morgue) o "The purloined letter" (La carta robada), establecía un código y unas reglas a cumplirse, que tenían en cuenta el enigma y la inteligencia por sobre la fuerza bruta. Si se hubiese quedado en esas reglas, ahora no estaríamos hablando del género policial, o estaríamos hablando del género policial como hablamos del género epistolar. Hammett saca el policial del jarrón del living y lo pone en el barro, como cuenta Chandler, y el enigma deja de tener importancia y empieza a aparecer la violencia, la traición, la cosa mafiosa.
Un actor de reparto en esta novela, un viejo cronista de policiales, el Tete Arcidia, en un momento clave -en que Benavides un tanto impaciente lo acorrala y le pide que le cuente todo lo que recuerde- lanza la frase: "¿Qué apuro tenés? A la hora de narrar no se debe prescindir del suspenso, es un elemento clave. Creo que la falta de suspenso es el mayor defecto de nuestra actual narrativa". ¿A la literatura argentina le falta suspenso?
No a toda, pero es cierto que falta algo de suspenso, aunque el personaje es un poco exagerado. Hay una corriente bastante impuesta, que sospecho viene de Puán, de Letras, seguramente inaugurada por Beatriz Sarlo, una respetable profesora y una mujer inteligente, que no es narradora ni lo va a ser nunca. Es una mujer que piensa el texto de los otros. Actitud y profesión noble, pero no es narradora. Pareciera ser que todo este grupo está en contra de la narración y aparecen jóvenes y no tan jóvenes que cuestionan a Cortázar, pero no se meten con Borges porque es un personaje muy sagrado y nadie se atreve. Pero ignoran a Marechal y todo lo que sea narrativa. Y dicen que ya no se puede contar. Si no se puede contar más, diría Wittgenstein, callate, pero no pongas en un texto cosas que no tienen ningún sentido y que aburren al lector. Siempre aparecen grupos así, no es una novedad de nuestro presente. En algún momento se dijo que la novela había muerto y que venía otra forma; la novela había muerto con Flaubert, con "Bouvard e Pécuchet" (Bouvard y Pécuchet), esa era la última novela y todo lo que seguía ya no lo era. Y todo lo que seguía era nada menos que Thomas Mann, Joyce y Kafka. Este país, que es un país de cuentistas y de cuenteros, que tiene a sus mayores escritores que escribieron cuentos -como Borges-, empezó a negar el cuento y a preferir la novela. Acá te encontrás con gente que hasta repudia el término cuento. A mí me da risa, pero mucha gente te dice: "es un libro de relatos". ¿Qué tiene decir cuento?, ¿es una mala palabra?. Me acuerdo de que el viejo Marechal tenía una frase genial: "Me siento en la puerta de casa a ver pasar el cadáver de la última estética". A mí las modas me revientan. La gente que hace algo serio en literatura no está pensando qué es lo que le interesa ahora a los lectores.
¿Qué es lo que mueve a los personajes en las acciones y motivaciones de una novela policial en general?
Entiendo que es el deseo el que tiene un papel fundamental, esencial diría, en ese tipo de historias. Los conflictos policiales fatalmente se originan a partir de un deseo: el deseo de esa fortuna o de aquella herencia, el deseo hacia una mujer que rechaza a quien la desea o el deseo de vengarse de aquel que le ha jugado sucio. No creo que exista una novela policial en donde el deseo esté ausente.
¿Y en "Cuaderno del ausente" en particular?
A pesar del título, el deseo está presente de un modo singular. Benavides, el periodista que debe escribir acerca de Meneses, conoce a una ex prostituta, de casi ochenta años, que dice haber sido amante del comisario. Ahora es una mujer pintarrajeada y ridícula, pero cuando joven fue una mujer bellísima. Benavides lo advierte al ver una foto de Erika, de la época en que era una muchacha de casi veinte años, le impacta su figura y su belleza, la compara con una mujer pintada por Botticelli. También descubre que cuando era una prostituta no lo parecía y ahora, que por culpa de su edad no lo es, lo parece. Comienza a desear a aquella joven mujer que fuera la amante de Meneses cuando Benavides aún ni había nacido. Por supuesto, a medida que ella le cuenta sus historias con el comisario, él tiene celos de Meneses, lo envidia. Nos encontramos entonces con un modo singular del deseo, podríamos denominarlo "deseo retroactivo": desea a una mujer tal como era hace cuarenta años.
¿Las novelas policiales imitan a la realidad o hemos llegado a una etapa en que la realidad imita a las novelas policiales, tratando de replicar sus clisés, sus códigos, sus estilos?
Pienso que se trata de un viaje de ida y vuelta. A mí me interesan mucho las noticias policiales porque a partir de ellas surgen múltiples temas para desarrollar. Escribí más de un cuento gracias a esas noticias. Por otra parte, siempre estamos ante situaciones límites, en la mayoría de los casos son hechos trágicos, incluso tragicómicos. Recuerdo, por ejemplo, aquel comisario de la policía de la provincia que fue sorprendido en un local de Santa Fe y Coronel Díaz robando pantalones; por el solo hecho de ser policía debería saber que esos negocios tienen sofisticados sistemas de vigilancia. Es decir, se equivocó por partida doble: como ladrón y como policía. Sin duda, el error de ese comisario es una historia que está esperando ser contada.
Los periodistas, como el protagonista de su novela, ¿son los nuevos "detectives de serie negra"? ¿Cuál es el sentido de la literatura policial, en medio de la cultura "light" de la "vida-de-diseño"?
En los Estados Unidos de América hay una fuerte tradición de detectives privados. Un Spade o un Marlowe -los célebres personajes de Hammett y de Chandler- son leídos con naturalidad, resultan ciertos. No sucede lo mismo en nuestro país, los detectives aquí van detrás de los maridos o de las esposas infieles, y poco más que eso. No tienen suficiente prestigio como para ser personajes de una novela policial. Entonces a la hora de narrar un
"thriller", a falta de un investigador privado que sea verosímil, se hace necesario acudir a individuos que tengan profesiones vinculadas al crimen: abogados penalistas, médicos forenses y, sobre todo, periodistas. Esto es tal vez lo que sucede en "Cuaderno del ausente". Pero, claro, de aquellos tugurios de entonces, invadidos por el humo de los cigarrillos, a los ascéticos bares de hoy, en donde está prohibido fumar, ha pasado mucho tiempo y mucha tecnología. Pero aunque ya no haya ni barro ni luces de neón, la violencia sigue a flor de piel, incluso con códigos desconcertantes. No hay policías como Meneses ni delincuentes como los que Meneses combatía, pero no por eso las historias policiales han perdido vigencia: mientras haya una víctima y un victimario habrá un tercero que querrá saber cómo y por qué se cometió ese crimen. El asunto viene de tiempos anteriores a Caín y Abel y no parece que vaya a concluir.
¿Qué opina de las últimas novedades del género? Henning Mankell, por ejemplo, plantea un policial que sorprende, en principio, por su cantidad de páginas. La novela policial clásica, ya sea de enigma o la negra, se resuelve en 200 o 250 páginas, cuando Mankell anda por las 600 o 700. Stieg Larsson, el último fenómeno sueco con su trilogía "Millennium", escribió novelas de más de 700 páginas.
Tanto en el caso de Mankell como en el de Larsson volvemos a la narración dickensiana, al placer de leer. Creo que se está juntando el policial duro con la narración clásica. Volveríamos otra vez a lo que nunca deberíamos haber dejado, que es narrar. Se trata de narrar una historia; según como la narres, esta historia tendrá valor o no.