Idea Vilariño (1920-2009) nació y falleció en Montevideo, Uruguay. Hija de un poeta anarquista, desde la publicación de su primer libro, "La suplicante", se convirtió en una de las voces más intensas de la literatura hispanoamericana y de la llamada Generación del '45. Traductora, ensayista y docente, fundó y dirigió las revistas "Clinamen" y "Número" junto a otros integrantes de ese movimiento literario como Manuel Claps (1920-1999), Emir Rodríguez Monegal (1921-1985) y Angel Rama (1926-1983). Su obra poética abarca, entre otros, "Poemas de amor", "Pobre mundo", "Nocturnos", "Paraíso perdido", "No" y "Por aire sucio", libros reeditados en América y en Europa. Publicó los ensayos "Grupos simétricos en poesía", "Las letras de tango", "Antología de la violencia", "Literatura bíblica", "El tango" y "El tango cantado".
Profundamente humana, profética y triste, su poesía se nutrió de un doble y complementario impulso de creación: el amor y la muerte. Su obra es un manifiesto testimonio de ese permanente vaivén entre ambos ímpetus. "Lo que siento por ti es tan difícil./ No es de rosas abriéndose en el aire,/ es de rosas abriéndose en el agua./...Lo que siento por ti, tan doloroso/ como pobre luz de las estrellas/ que llega dolorida y fatigada./ Lo que siento por ti, y que sin embargo/ anda tanto que a veces no te llega", escribió. Y también: "Nunca tan lejos de la vida. Nunca/ Nunca tan grande como hoy la muerte,/ sobre todo, ante todo, al fin de todo,/ y yo, sintiéndome ir trágicamente". O: "Si ahora/ entornando los ojos me muriera/ sintiera que ya está/ que ya el afán cesó/ y la luz ya no fuera un haz de espadas/ y el aire ya no fuera un haz de espadas/ y el dolor de los otros y el amor y vivir/ y todo ya no fuera una haz de espadas". "Escribir poesía es el acto más privado de mi vida -dijo-, realizado siempre en el colmo de la soledad y el ensimismamiento, realizado para nadie, para nada".Un año antes de la muerte de la poetisa uruguaya se editó en Montevideo "Idea Vilariño: la vida escrita". El libro reúne testimonios y valoraciones sobre su producción, entrevistas, fotografías de su álbum familiar, cartas y fragmentos de diarios, e incluye escritos de, entre otros, Juan Gelman (1930), Elena Poniatowska (1932), Eduardo Galeano (1940), Hugo Achugar (1944) y Antonio Muñoz Molina (1956). Gelman, probablemente el más importante poeta vivo de Argentina y ganador del Premio Cervantes 2007, escribió para el libro un conmovedor texto, al que tituló "Idea Vilariño o la memoria de mañana".
La poesía de Idea Vilarino es única en la lengua castellana por su temblor austero. Y mucho más. Hay quienes la dividen en etapas, pero su voz desde el inicio ha convocado a la memoria y la esperanza. Insiste en el arte de no dejarse morir, ese vértigo que sabe que va a morir. Ha vagado por los arrabales en ruinas del amor para encontrarlo en cada piedra. ¿Con qué comparar esa lealtad a lo que no se sabe y no se puede negar? Su poesía nos deja entrar, pero no salir. No hay trucos ni espejismos, hay espejos. Hace la memoria de mañana y funda un destino en la lengua. No informa, encuentra y logra que el otro participe en el encuentro. Internarse en ella es como tocar en vez de oír o ver "las materias desgarrantes". Más que comunicación, hay comunión. El otro descubre en ella un espacio ignorado de sí mismo, ya bautizado para siempre en las palabras de Idea que lo develaron. Despierta lo que dormía en cada quien, le abre tierras que no sabía que tenía y por eso no sabía tener. Las inunda empujada por un hambre feroz e inexplicable en movimiento perpetuo. Es decir, tiene confianza en avenidas posibles de infinito.
Buscar lo que ha muerto para que no se muera es una ética de la memoria. Es la ética de esta poesía. Es la estética de una escritura impecable que emociona y "hace brotar la fuente de la roca", como quería Reverdy. Una escritura que sueña y por eso está perfectamente despierta. En la búsqueda de sus vértigos busca a todos y a cada uno de nosotros. ¿Somos sus vértigos? ¿Así le somos? ¿Qué nos mueve esta poesía? No enseña, nos hace ver lo que no está allí. Así es esta poesía. Lleva las palabras a la verdad y nos arrastra a ver el mundo sin nosotros. El fulgor que nace de la cicatriz de sus palabras aleja la desdicha. Es una hazaña del dolor. El envés indeseado y terrible del amor, esa bestia negra que aparece en sus vacíos es derrotada en esta poesía. Mata a esa bestia una desesperación en estado de delirio. ¿No alumbra acaso el dolor del amor? ¿Y qué otro cielo que el amor tiene la poesía? Amor y poesía se dan mutuamente razón de su existencia.
¿Y ese extraño misterio de ser en la palabra y ser fuera de ella al mismo tiempo porque la realidad? ¿Sobre cuánto valor y dignidad esta poesía se levanta? Idea Vilariño da todo sin conservar nada. Esto que algunos llamarían martirio es heroísmo, no el heroico -más supuesto que real- de los campos de batalla, sino el humilde de un hacer que quien lo hace sabe inexpresable. Perseguir la palabra para dar sin pedir. Como toda gran poesía, ésta abre puertas nunca dichas. El poeta crea lo que no es, lo saca del vacío donde flota y así da forma a lo que no tiene voz. ¿Pero qué voz es la de Idea? No está rota: es una pese a todas las rupturas porque crea otras nuevas y les da palabra. "Nombrar alcanza", dice. Y nombra con rigor, con una difícil sencillez que entraña el despojo más extremo.
Esta poesía es una palabra de hueso a la intemperie, calcinada por los soles del amor y del dolor. ¿O es un único sol? Llama a la palabra más pobre, más escueta, más desprovista de peso material para convertirse en materia ella misma. Materia de belleza. Tiene un no que da fuerza al sí contra la precariedad de la vida y de lo vivo. Crea relaciones desconocidas antes, versos que no se habían escrito nunca. Da de nacer. ¿Sostener la palabra para atravesar el dolor? ¿Sostener el dolor para atravesar la palabra? "Verdad habla quien sombra habla", sabía Paul Celan. "Los abismos me nombran", dice Idea. Sí. Pero también siega "las mieses que el frío dejó intactas". "Haberse muerto tanto y que la boca/ quiera vivir un poco todavía", dice.
La palabra quiere a esa boca viva. "Este fardo sombrío/ que me he echado a la espalda", dice. ¿Será también la poesía, el demonio de las tradiciones árabes que monta al poeta para obligarlo a decir lo que en la lengua no existe? "El amor... ah, qué rosa, qué rosa verdadera".
Poesía lujosa de silencios cargados de sentido y de otro sentido, es decir, de más poesía. "Hoy me hundo en la nada", dice. Y de la nada, de lo más deshumano y del "aire más duro", extrae canto de la lengua para cerrarles el camino. Habla de la vida perdida en "tareas sin luz". Entonces desgarra las entrañas de la sombra para que la luz entre y las abrigue. Ha quemado "los candores más íntimos". Esta poesía calla sus palabras para que hablen y pone su cuerpo a lo que va a venir. No existe como territorio sino como tiempo interior y del deseo, atisbo de un mundo que hasta ahora han negado todos los sistemas. "Por qué soportamos esta historia", esta "basura acumulada de los días", dice.Los animales del amor tienen prohibido llorar. La poesía de Idea Vilariño da cuenta del enigma. Poesía que convierte a una pequeña habitación en todo el mundo. En este tiempo de la despasión muestra, clara, que sin pasión no hay palabra verdadera. Sólo la palabra sucia de pasión sabe vivir, puede vivir. "Soledad como una sopa amarga", dice, y se alza contra el discurso del Amo que decreta la inexistencia del Otro. Es un habla de alteridad posible en su imposible, llena de viajes y contradicciones, de ascensos y descensos al infierno personal, que sabe que el otro participa de uno sólo para diferenciarse. Posee tal deseo y fuego de diamante que su mensaje se torna en total ausencia de mensaje para dar en sustancia de palabra, ese lugar necesario para que la palabra nazca nuevamente. Cesa el lenguaje para darle paso otra vez. Trae visceras profundas de la lengua. Gaspara Stampa, la gran poeta italiana del Renacimiento, quería "vivir ardiendo sin sentir el mal". A Idea Vilariño sólo le fue concedido lo primero.