Allí escribió "El beso de la mujer araña", otro gran éxito, esta vez mundial y con adaptaciones fílmica, operística, teatral y de comedia musical. Entre 1978 y 1980 vivió en Nueva York y publicó "Pubis angelical", para radicarse luego en Río de Janeiro. Sus siguientes novelas, "Maldición eterna a quien lea estas páginas", "Sangre de amor correspondido" y "Cae la noche tropical" no recibieron buenas críticas en la Argentina. Tras un breve paso por Italia a finales de 1989, Puig se radicó en Cuernavaca, México, donde pasó sus últimos meses de vida. Tras su muerte, la escritora argentina Tununa Mercado (1939) escribió: "Manuel Puig, ya no podrá hacer lamentablemente lo que nos gustaba que hiciera: una perspectiva captación de un aire difuso e inconsistente que se respiraba en ciertas relaciones humanas y que él hacía suyo para darle cuerpo en el texto. Se apoderaba de la situaciones sin atender a su valor social, más bien tomando a su cargo una medianía huérfana de luz, y adoptaba esos seres cándidos pero intercambiablemente perversos que en su inmanencia profieren, sin saberlo, el horror al que los ha confinado su manera de pensar, vivir, hablar o corresponderse. Estar a la escucha de ese imaginario que hablaba por esas bocas y hablarlo con su propia palabra era para Puig una disciplina, la que necesitaba para crear un texto desnudo, que era despojado ex profeso de los recursos que suelen soldar un relato, para crear una suerte de en sí descarnado, condición para llevar hasta sus últimas consecuencias el conflicto humano. Esa manera de estar con la Realidad, robándole los argumentos; esa devoción por el diálogo retratado o, mejor dicho, en su caso, por la película del diálogo, por su alto grado de representatividad, llegó a ser un delirio, llegó a ser casi una obstinación barroca". Acusado muchas veces de no representar la tradición literaria rioplatense, la originalidad de su obra, sin embargo, es absoluta y evidente. Puig reeditó un proceso muy rioplatense, muy latinoamericano, pero sobre todo muy argentino: el del escritor que escribe sobre su tierra, en su idioma, con la mirada puesta en el exterior. En su caso, el cine, la radio, los estereotipos sexuales modelados por los medios masivos de comunicación, la voracidad consumista y la paulatina desaparición del sujeto individual en el cruce de discursos y mensajes publicitarios propios de la cultura de masas estadounidense, fueron decisivos en la elaboración de su obra. Muchos ven a Puig como el epígono de Roberto Arlt (1900-1942) por su capacidad de presentar problemas vistos "desde adentro" de ellos mismos. La crítica literaria Beatriz Sarlo (1942), retoma idea de que la vinculación entre estos dos escritores es que escribían "desde afuera" de la literatura y afirma que "es un mito sostener que no sabían literatura. Arlt escribió desde el periodismo, el folletín y la novela rusa; Puig lo hizo desde la novela sentimental y el imaginario del cine". Antonio Tabucchi escribió para la revista "Ñ" nº 425 del 19 de noviembre de 2011 el siguiente texto:
LA AMERICA QUE PUIG NOS CONTO
Después de la muerte de Cortázar, que pertenecía a la vieja generación pero que de una manera absolutamente extraordinaria conseguía mantener una juventud narrativa increíble (creo que incluso en virtud de su gran atención hacia lo social), tengo la impresión de que hoy recae en Manuel Puig, junto con Osvaldo Soriano y Vargas Llosa, la tarea de devolvernos en la narrativa lo que constituye el clima, la atmósfera y los problemas de la actual sociedad latinoamericana. No quiero con esto decir que Puig es un escritor comprometido en el sentido más estricto del término. Es capaz de prescindir incluso del argumento y la realidad más inmediatamente política; y sin embargo consigue palpar el pulso de la sociedad, mide su temperatura en forma oblicua y curiosa: y siempre lo hace partiendo de lo privado, de historias aparentemente banales y cotidianas.
Una historia banal y cotidiana era el tema de una frase de apenas una línea ("Boquitas pintadas"), que hablaba de pasiones, enamoramientos, desilusiones y veladas danzantes en una pequeña ciudad de Argentina entre los años treinta y cuarenta del siglo pasado, en cuyo centro se halla la figura burlona y fúnebre de un donjuán de provincia enfermo de tuberculosis. Y sin embargo de esas historias banales de amores provincianos, Puig sabía extraer a la perfección la identidad social y cultural de todo un país. Así como el Estados Unidos del último espectáculo de Bogdanovich era un Estados Unidos listo para Corea, del mismo modo la Argentina de una frase de apenas una línea era una Argentina lista para el populismo de los "descamisados": no sólo Perón estaba hecho para los personajes de esa novela, sino que esos personajes estaban hechos justamente para Perón.
Otra historia, un poco menos banal, pero también tremendamente cotidiana, en la América Latina de las dictaduras, es la aventura de "El beso de la mujer araña" (en el que se basó la película homónima, dirigida por el también argentino Héctor Babenco, cuyo protagonista, William Hurt, ganó el premio Oscar a la mejor interpretación masculina). La novela narra el encuentro en la cárcel de un homosexual y un preso político, para contar, efectivamente, una historia mucho más amplia, hecha de violencias, torturas, de vejación y de muerte. Una novela alucinada y febril donde el lirismo y la ternura siempre son mantenidos a raya por un curioso antídoto: la exhibición del mal gusto y del "folletín" que funcionan en un sentido de alejamiento, despertando a cada paso la atención crítica del lector. También una de las últimas novelas de Puig, "Sangre de amor correspondido" (1981), es una novela alucinada y febril que habla, como las anteriores, de una historia banal y cotidiana: la rememoración de un amor adolescente, muchos años después de esa experiencia.
Es ocioso hacer comparaciones porque cada libro de un escritor cuenta por lo que es y no en relación con los precedentes. No obstante, el lector que busque en esta novela la misma tensión sobria de "El beso de la mujer araña" podría emprender la lectura desde una perspectiva equivocada. Aquella era una novela compacta y dialéctica, hecha de contraposiciones y dicotomías y animada de un espíritu casi iluminista; ésta es una novela desmenuzada y acorazada, con una escritura jadeante y un alma barroca, en el sentido de un horror del vacío que el protagonista trata de llenar a toda costa inventando una historia que no existe. Porque la historia del amor adolescente que el pobre Josemar rememora, entre canciones de Roberto Carlos y bailes en el Club Municipal, efectivamente no existe y quizá nunca existió. Así como es inexistente la María da Gloria en cuya boca pone una parte de la historia contada y que habría enloquecido cuando él la abandonó después de haberle robado la virginidad. Toda esta historia tiene en el fondo el valor de las películas lánguidas y vulgares en las que el homosexual Molina (uno de los dos protagonistas de "El beso de la mujer araña") proyectaba su existencia y su deseo de ser feliz.
La "falsa" historia que ocupa todo el libro oculta por ende la historia que está fuera de la novela y que es por el contrario la protagonista efectiva: la verdadera historia del bastardo Josemar, que significa desocupación, infelicidad, hambre, soledad, desesperación. La América Latina contada por Puig: un continente visto por un gran narrador que escribe ahorrándonos el folclore, las especias y la magia de una América Latina convencional e inflada por narradores de un talento que suele ser por momentos incauto.