En la actualidad, la soja transgénica, por ejemplo, ocupa la mitad de las tierras cultivadas de la Argentina: son 17 millones de hectáreas, que requieren la fumigación de 168 millones de litros de Roundup, plaguicida altamente tóxico. Las fumigaciones a las plantaciones de soja se realizan vía aérea o a través de los "mosquitos" (aparatos agrícolas tirados por tractores que esparcen el herbicida por los campos). Los casos más graves de contaminación fueron denunciados por los habitantes de Ituzaingó Anexo, un barrio en las afueras de Córdoba poblado por 5.000 personas, de las cuales 200 presentan distintos tipos de cáncer. Allí se constató que la zona estaba contaminada con PCB y plaguicidas en los tanques domiciliarios. La repercusión mediática llevó a las autoridades a emitir un decreto en enero de 2009 dando creación a una Comisión Investigadora dependiente del Ministerio de Salud de la Nación para realizar un relevamiento de la situación y proveer ayuda a los damnificados. Aún no está en funciones. La sojización también provocó disputas entre los vecinos de Desvío Arijón, en la provincia de Santa Fe, donde campesinos se interpusieron ante una máquina fumigadora y fueron denunciados por "invasión a la propiedad privada" entre otros cargos. El modelo sojero en la Argentina, signado por un colosal aumento de la concentración de la tierra y la riqueza en unas pocas manos bajo la órbita de los "pools de siembra", amenaza con convertir al mítico "granero del mundo" en un "desierto verde". Otro tanto ocurre con las 80.000 hectáreas cultivadas con maíz transgénico en Catalunya y Aragón, las 58.000 hectáreas en Castilla la Mancha, Madrid y Navarra, y una menor proporción en Andalucía y Extremadura, España, el único país de Europa que acepta cultivos transgénicos mientras otros países (Alemania, Austria, Francia, Grecia y Luxemburgo) han prohibido expresamente el cultivo de las variedades de Monsanto inscritas en el Catálogo Europeo, que daba luz verde a su cultivo en toda la Unión Europea. O en Perú, donde el 65 % de su agricultura depende de su diversidad biológica porque la exportación de esos productos nativos generan enormes divisas. Sin embargo, está permitida la importación de maíz y soja transgénicos destinados a la alimentación animal y a la elaboración de alimentos como aceites y leche de soja, por lo que se calcula que, aunque indirectamente, cada peruano consume 63 kg. de alimentos transgénicos cada año. Por su parte, en Brasil se produce soja transgénica sin contar con el amparo legal necesario (la producción está oficialmente permitida mediante medidas provisorias) y en todo el país se cultivan 16,2 millones de hectáreas, de las cuales el 71% es transgénica. A todo esto, las autoridades preparan ya el desarrollo de caña de azúcar transgénica y de un frijol genéticamente modificado que reduce los costos de producción y, consecuentemente, los precios de este alimento básico en la dieta diaria de los brasileños. Este proyecto se aprobó sin el debate suficiente para garantizar que no afecta la salud humana y el medio ambiente. Otro tanto ocurre en México, donde en dieciséis de sus estados en un área total aproximada de 200 mil hectáreas (de las cuales más del 90% pertencen a Monsanto), se cultiva algodón, jitomate, maíz, calabacita, papa, melón, trigo, papaya y soja transgénicos. El mayor productor de cultivos modificados genéticamente en el mundo sigue siendo Estados Unidos, cuya superficie de transgénicos supone el 69% del total mundial. Le sigue Argentina, con un 20% de la superficie mundial de cultivos transgénicos. Hija de agricultores, periodista y cineasta, Marie Monique Robin es una investigadora tenaz sobre estas cuestiones. En su último libro y el posterior documental, desenmascara a Monsanto, la multinacional que controla el 80% de la producción de semillas transgénicas en el mundo. En la segunda parte de la síntesis de entrevistas, la investigadora francesa aborda las claves para contextualizar el monocultivo de alimentos transgénicos y el uso de agrotóxicos a nivel global, haciendo hincapié en sus consecuencias sociales y sanitarias.
¿Cuáles son las prácticas comunes de Monsanto en el orden global?
Tiene prácticas comunes en todos los países donde actúa. Monsanto esconde datos sobre sus productos, pero no sólo eso, también miente y falsea estudios sobre sus productos. Otra particularidad que se repite en Monsanto es que cada vez que científicos independientes tratan de hacer su trabajo a fondo con los transgénicos, tienen presiones o pierden sus trabajos. Eso también sucede en los organismos de Estados Unidos como son la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos) o EPA (Agencia de Protección Ambiental). Monsanto también es sinónimo de corrupción. Dos ejemplos claros y probados son el intento de soborno en Canadá, que originó una sesión especial del Senado canadiense, cuando se trataba la aprobación de la hormona de crecimiento lechera. Y el otro caso es en Indonesia, donde Monsanto fue condenada porque corrompió a cien altos funcionarios para poner en el mercado su algodón transgénico. No dudamos que hay más casos de corrupción donde Monsanto es quien corrompe.
Monsanto fabricó el agente naranja, el PCB y el glifosato. Y tiene condenas por publicidad engañosa. ¿Por qué tiene tan buena prensa?
Por falta de trabajo serio de los periodistas y la complicidad de los políticos. En todo el mundo es igual.
¿Por qué Monsanto no habla? ¿Ha probado llamarlos?
Sí, pero no aceptaron preguntas. También es lo mismo en todo el mundo. Ante cualquier periodista crítico, Monsanto tiene una sola política: "No comments" (sin comentarios).
¿Qué significa Monsanto en el mercado mundial de alimentos?
La meta de Monsanto es controlar la cadena alimentaria. Los transgénicos son un medio para esa meta. Y las patentes una forma de lograrlo. La primera etapa de la "revolución verde" ya quedó atrás, fue la de plantas de alto rendimiento con utilización de pesticidas y la contaminación ambiental. Ahora estamos en la segunda etapa de esa "revolución", donde la clave es hacer valer las patentes sobre los alimentos. Esto no tiene nada que ver con la idea de alimentar al mundo, como se publicitó en su momento. El único fin es aumentar las ganancias de las grandes corporaciones. Monsanto gana en todo. Vende el paquete tecnológico completo, semillas patentadas y el herbicida obligatorio para esa semilla. Monsanto hace firmar un contrato por el cual prohíbe conservar semillas y obliga a comprar Roundup, no se puede utilizar un glifosato genérico. En este modelo Monsanto gana en todo, y es todo lo contrario de la seguridad alimentaria. De paso, recordemos que la soja transgénica que se cultiva en la Argentina, por ejemplo, no es para alimentar a los argentinos, es para alimentar a los puercos europeos. Y qué pasará en Argentina cuando las carnes de Europa deban etiquetarse con que fueron alimentadas con soja transgénica. Se dejará de comprar carnes de ese tipo y Argentina también recibirá el golpe, porque le bajará la demanda de soja.
Estuvo en Argentina, Brasil y Paraguay. ¿Qué particularidades encontró en la región?
Hay que recordar que Monsanto entró en la Argentina gracias al gobierno peronista de los años '90, que permitió que la soja transgénica entrara sin ningún estudio. Fue el primer país de América Latina. Luego desde Argentina se organizó un contrabando de semillas transgénicas, de grandes productores, hacia Paraguay y Brasil, que se vieron obligados a legalizarlo porque eran cultivos que luego se exportaban. Y luego llegó Monsanto a reclamar sus regalías. Fue increíble cómo se expandió la soja transgénica en la región, y en tan pocos años. Es un caso único en el mundo.
En esa década la Argentina era denominada como alumno modelo del FMI. Hoy, con 17 millones de hectáreas con soja transgénica y la utilización de 168 millones de litros sólo de glifosato, ¿se puede decir que Argentina es un alumno modelo de los agronegocios?
Sí, claro. Argentina adoptó el modelo Monsanto en tiempo record, es un caso paradigmático. Pero también hubo algunos problemitas con el alumno modelo. Como las semillas transgénicas son patentadas, Monsanto tiene el derecho de propiedad intelectual. Eso significa, como lo vi en Canadá y Estados Unidos, que les hacen firmar a los productores un contrato en los que se comprometen a no conservar parte de sus cosechas para resembrar el año próximo, lo que suelen hacer los agricultores de todo el mundo. Monsanto lo denuncia como una violación de su patente. Entonces Monsanto envía la "policía de genes", que es algo increíble, detectives privados que entran a los campos, toman muestras, verifican si es transgénico y si el agricultor ha comprado sus semillas. Si no las han comprado, realizan juicios y Monsanto gana. Es parte de una estrategia global: Monsanto controla la mayoría de las empresas semilleras y patenta las semillas, exigiendo que cada campesino compre sus semillas. Lo que pasó en la Argentina es que sus leyes no prohíben guardar las semillas de una cosecha y utilizarlas en la próxima siembra. En un primer momento Monsanto dijo que no iba a pedir regalías, y dio semillas baratas y Roundup barato. Pero en 2005 comenzó a pedir regalías, rompió el acuerdo inicial y por eso mantiene un enfrentamiento judicial con su alumno preferido.
El Roundup tiene un papel protagónico en este modelo. Muchas comunidades campesinas e indígenas denuncian sus efectos, pero hay pocas prohibiciones.
Es un impacto increíblemente silenciado. Nadie puede negar lo que traen aparejadas las fumigaciones con este herbicida, totalmente nocivo. Tengo la seguridad de que va a ser prohibido en algún momento, como fue el PCB, estoy segura de que llegará ese momento. De hecho en Dinamarca ya fue prohibido por su alta toxicidad. Es urgente analizar el peligro de los agroquímicos y los organismos genéticamente modificados.
Sin embargo, las grandes empresas del sector prometen desde hace décadas que con transgénicos y agrotóxicos se logrará aumentar la producción, y así se acabará con el hambre del mundo.
Argentina es el mejor ejemplo de esa mentira. ¿Qué tal le ha ido con la sojización del país? Se ha perdido en la producción de otros alimentos básicos y aún hay hambre. Este modelo es el modelo del monocultivo, que acaba con otros cultivos vitales. Es una transformación muy profunda de la agricultura que lleva directo a la pérdida de la soberanía alimentaria, y lamentablemente ya no depende de un gobierno para poder revertirlo.
¿Y en España, que cultiva maíz transgénico? ¿Por qué España es el único país de Europa que acepta cultivos transgénicos? ¿Por qué esta falta de conciencia?
España está en la misma fase que Francia hace veinte o treinta años. España vivió esta revolución mucho más tarde. Es como si estuviera atrasada. La normalidad es la ecología, lo verde. El Partido Verde en Francia está ganando cada vez más votos. Cuando estuve en España para presentar mi investigación, me di cuenta de que los periodistas no saben nada y la sociedad civil tampoco. Hay mucha desinformación. La clase política española vive una fascinación por la tecnología, cuando ahora estamos en otra fase. Además, en el Gobierno de España hay ahora cuatro personas relacionadas con Monsanto. Estoy contrastando los datos y pronto publicaré sus nombres.
¿Ese maíz es un OGM de Monsanto?
Sí, se le llama maíz Bt, iniciales de Bacillus thurigiensis. Esa bacteria está en el suelo de forma natural y es insecticida. Si se usa en preparados pulverizados es eficaz, y el sol la degrada pronto: resulta inocua para el medio ambiente. Pero los de Monsanto tomaron de la bacteria el gen que produce la toxina, y lo insertaron en el genoma del maíz.
Brillante idea: de este modo, ese maíz queda blindado contra los insectos, ¿no?
Sí, pero a un coste peligroso: la toxina intoxica no sólo al piral -insecto perjudicial para el maíz-, sino también a los insectos predadores del piral (como la crisopa), y a mariposas, mariquitas, microorganismos del suelo, pájaros insectívoros…
¿Y a los seres humanos?
¿Comerías insecticida? Pues ese maíz insecticida pasa a harinas, chips, tacos, cereales, sopas, tortas… ¿Por qué cada día hay más alergias? Son sobrerreacciones de nuestro organismo ante algo que no reconoce. Ese maíz poliniza cultivos de maíz ordinario, contaminándolos, convirtiéndolos también en transgénicos. Extinguirá el maíz natural. Y aunque uno no ingiriese ese maíz directamente… se lo dan como forraje a animales que luego uno sí comerá. Mis padres eran campesinos, líderes sindicales agrarios en Francia. Adoptaban abonos, pesticidas, convencidos de que hacían progresar la agricultura. Fueron parte de la "Revolución Verde" y se vendieron a lo moderno. Hoy están arrepentidos: la biodiversidad de variedades hortofrutícolas ha decrecido drásticamente y la mayor proporción de cánceres se da entre agricultores. El herbicida más vendido del mundo se llama Roundup, de Monsanto. Extermina toda la maleza pero no es biodegradable, y es promotor de cánceres y perturbador endocrino. ¿Cómo no vamos a padecer cada día más cánceres, diabetes, parkinson y alzheimer?
¿Los herbicidas y pesticidas dan cáncer?
¡Nacen bebés con residuos de dioxinas en sus células! Las dioxinas son derivados de síntesis químicas de laboratorio. Llegan a los bebés por lo que comen las madres. Estamos intoxicándonos. Mire lo que pasa con el pan, por ejemplo. Para que la espiga de trigo produzca más grano ha sido genéticamente modificada y protegida con ocho pesticidas y varias hormonas… cuyos restos uno lo come en el pan. ¡Claro que hay cánceres de mama y próstata, y el esperma pierde fertilidad! Siete amigas de mi edad tienen cánceres. Ninguna amiga de mi madre lo tuvo a esta edad.
¿Y por qué no reaccionamos?
Porque priorizamos la cantidad, la producción, la viabilidad económica, el negocio, los precios… Pero este sistema acabará también con los pequeños agricultores porque compran semillas genéticamente preparadas para ser fumigadas con Roundup, se obligan a comprar remesas nuevas cada año, y son caras. Perdemos miles de variedades tradicionales, y los campesinos acaban en manos de Monsanto, arruinándose muchos.
¿Qué pasará si se mantiene esta tónica?
Que Monsanto producirá todas las semillas y todos los productos fitosanitarios sin los que esas semillas genéticamente modificadas no fructifican (como el Roundup, que le reporta el 30% de sus ingresos). Un negocio redondo para Monsanto. Si se confirma que algún producto es peligroso, lo retirarán, dándoles tiempo para fabricar otro… hasta que vuelva a demostrarse que es cancerígeno o perturbador hormonal. Y así hasta que acabemos todos estériles y enfermos.
¿Cómo hemos podido llegar a este extremo? ¿Cómo nos hemos dejado embaucar?
Las semillas transgénicas tienen una particularidad: se pueden patentar. Hace treinta años ningún organismo vivo se podía patentar. Los OMG's son una desviación en el sistema de patentes, porque antes se podía patentar una invención técnica, una máquina, un proceso industrial... ¡pero no un organismo vivo! Patentar los transgénicos significa que los agricultores que siembran OMG's no pueden conservar una parte de su cosecha, como se suele hacer en muchas partes del mundo, sino que tienen que comprar cada año nuevas semillas.
¿Cuál es el papel de la ciencia en el modelo de agronegocios, donde Monsanto es sólo su cara más famosa?
Antes pensaba que cuando un estudio era publicado en una prestigiosa revista científica, se trataba de un trabajo serio. Pero no. Las condiciones en que se publican algunos estudios son tristes, con empresas como Monsanto presionando a los directores de las revistas. En el tema transgénico queda muy claro que es casi imposible realizar estudios del tema. En muchas parte del mundo, Estados Unidos o Argentina, los laboratorios de investigación son pagados por grandes empresas. Y cuando el tema es semillas, transgénicos o agroquímicos, Monsanto siempre está presente y siempre condiciona las investigaciones.
¿Los científicos tienen temor o son cómplices?
Ambas cosas. El temor y la complicidad están presentes en los laboratorios del mundo. En el libro dejo claro que hay científicos, en todos los países, cuya única función es legitimar el trabajo de la empresa.
Sin embargo, una gran parte de la comunidad científica asegura que los OMG's han sido testados con numerosas pruebas y no suponen ningún peligro para el planeta.
En primer lugar, tengo que aclarar que es una mentira total que los OMG's hayan sido testados. No pueden negar lo que revelé en el documental. Monsanto, con la complicidad de la FDA, la agencia encargada de la seguridad en los alimentos y los medicamentos, han normalizado el comercio de un producto sin haber comprobado sus perjuicios. En 1992 la FDA publicó un texto muy importante, que es la base de la no regulación de los transgénicos, donde se pone de manifiesto que "un transgénico es equivalente a una planta convencional". Esto se conoce a nivel científico como "principio de equivalencia sustancial". Es decir, ellos deciden que un OMG es como cualquier otro alimento y que por eso no hay que hacer estudios.
Muchos científicos aseguran que un cultivo OMG es como cualquier otra modificación genética a través de injertos.
Exactamente. Pero el proceso de fabricación de los OMG's no es nada natural. Se necesita un cañón de genes para poder introducir el gen de interés dentro de la célula, porque, si no, ésta lo rechaza.
Es decir, el principio de equivalencia no ha sido realmente demostrado...
Todos los cientificos independientes que han querido hacer investigaciones han sido expulsados de sus departamentos. Monsanto ha realizado estudios de veintiocho días que no sirven para nada. Sólo sirven para medir una toxicidad aguda pero no una toxicidad crónica. El ejemplo clave es el del profesor Arpad Pusztai, que dirigió una investigación de dos años alimentado ratas con patatas transgénicas. Este científico simplemente quería llevar a cabo un estudio que aún no se había realizado y resultó que dio problemas. Perdió su trabajo y su equipo de científicos fue desmantelado. Hay que seguir con estudios, dijo, pero no pudo.
En la Unión Europea acaba de ser aprobada la patata transgénica "Amflora", después de doce años de moratoria.
El cultivo de la patata Amflora, a pesar de que su uso sólo está destinado a almidón y productos industriales, es un retroceso increíble que no podemos permitir. Al principio en la UE se tomó como base el principio de equivalencia y se aceptaron los OMG's, pero a finales de los '90 la resistencia de la sociedad civil, encabezada por Greenpeace, obligó a la UE a decretar una moratoria. Hoy en día no se cultivan pero estamos importando OMG's -soja transgénica, sobre todo- para alimentar a nuestros animales en las granjas industriales. Para poder cultivar hay que pedir un permiso y pasar por la EPSA (autoridad europea de la seguridad alimentaria). El conflicto de intereses es muy fuerte. A día de hoy no ha ningún cultivo de OMG's en Europa excepto en España, sobre todo en Catalunya y Aragón.
¿Piensa que todo este tema alrededor de modificar la vida es consecuencia de una pérdida de valores espirituales y tradicionales?
Para mí, forma parte de una lógica capitalista, es una cuestión económica. Los transgénicos son un medio para controlar el mercado de las semillas, el primer mercado del mundo; porque cuando un ser humano come algo, significa que un agricultor lo ha sembrado. Es una lógica industrial cada vez más alejada de la vida y de la naturaleza, despreocupada de las consecuencias a largo plazo, donde el único fin es ganar dinero y controlar los mercados.