Vamos a retomar el asunto de la relación de Borges con las dos líneas de la literatura argentina que se nos quedó pendiente.
¿Qué decíamos? Por un lado la inserción en la gauchesca, la gran tradición oral y épica del siglo XIX y sobre esto hay mucho que hablar. Y por otro lado, el manejo de la cultura, el cosmopolitismo, la circulación de citas, referencias, traducciones, alusiones. Tradición bien argentina, diría yo. Todo ese trabajo un poco delirante con los materiales culturales que está en Sarmiento, por supuesto, pero también en Cané, en Mansilla, en Lugones, en Martínez Estrada, en Mallea, en Arlt. Me parece que Borges exaspera y lleva al límite, casi a la irrisión, ese uso de la cultura: lo vacía de contenido, lo convierte en puro procedimiento. En Borges la erudición funciona como sintaxis, es un modo de darle forma a los textos.
No sería ostentatorio.
No creo. Hay una cosa muy interesante en todo este asunto y es el estilo de divulgador en Borges. Borges en realidad es un lector de manuales y de textos de divulgación y hace un uso bastante excéntrico de todo eso. De hecho él mismo ha escrito varios manuales de divulgación tipo "El hinduismo, hoy", ha practicado ese género y lo ha usado en toda su obra. En esto yo le veo muchos puntos de contacto con Roberto Arlt que también era un lector de manuales científicos, libros de sexología, historias condensadas de la filosofía, ediciones populares y abreviadas de Nietzsche, libros de astrología. Los dos hacen un uso muy notable de ese saber que circula por canales raros. En Borges, como biblioteca condensada de la erudicción cultural al alcance de todos, la Enciclopedia Británica; y en Arlt, las ediciones populares, socialistas, anarquistas y paracientíficas que circulaban por los quioscos entre libros pornográficos y revistas deportivas. Las obras de Ingenieros se vendían así hasta no hace mucho.
Respecto al Borges "populista". El acompaña al yrigoyenismo hasta que se da una bifurcación. ¿Cómo fue eso?
Hay un momento de viraje hacia fines de la década del '30. Antes de eso, hay dos o tres datos muy divertidos. En el '27 o '28, la formación del Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes, donde están Borges, Marechal, González Tuñón, Oliverio, incluso Macedonio creo, y ese comité de hecho es el que rompe y liquida "Martín Fierro" porque la dirección de la revista publica una declaración para desvincularse de ese comité y entonces Borges renuncia. Eso es en el '28. Y después, en el '34 o '35, Homero Manzi lo invita a Borges a integrarse a la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), pero Borges no acepta.
¡Ah! ¿Fue invitado?
Sí. Y que se les haya ocurrido invitarlo prueba que en esos años era verosímil que Borges andaba cerca.
En su autobiografía Borges cuenta que Ernesto Palacio lo quiere presentar a Perón y él se niega. También era verosímil esa presentación.
No sabía. Parece más raro, porque en el '46 lo sacan de la Biblioteca Municipal y lo nombran Inspector de Aves. Algún borgeano que había en el peronismo supongo que habrá sido, porque es una especie de broma perversa, ¿no? Convertir a Borges en inspector de los mercados de pollos de la ciudad, seguro que era un lector de Borges el tipo, habrá leído "El arte de injuriar" y usó la técnica de la degradación irónica con el mismo Borges.
Una cesantía borgeana en todo sentido. Usted decía que el cambio se da durante la década del '30.
Sí, no hay un momento preciso. Durante la década del '30, por ejemplo, Borges colabora en "Sol y Luna" que es la revista del cursillismo católico, del nacionalismo, donde ya está Marechal. La guerra polariza todo después. Yo creo que hay un momento clave, un año muy interesante, habría que escribir un libro reconstruyendo ese año de 1942. Es el año que muere Arlt y las reacciones o no reacciones que provoca su muerte son un dato. Es también el año en que los expulsan a Cancela y a Marechal de la SADE por nacionalistas o medio fascistas. El presidente de la SADE era Martínez Estrada y se arma cierto lío con eso. Y además ese es el año en que Borges manda su primer libro de cuentos y no le dan el premio nacional y se arma un revuelo. Desagravios en "Sur", desagravios en la revista de Barletta. Y la declaración del jurado que estaba presidido por Giusti, creo, es increíble porque por supuesto dicen que Borges es un escritor extranjerizante, que escribe textos fríos, de puro razonamiento, sin vida. Todas las tonterías que se van a repetir sobre Borges durante años.
Antes de la revolución del '43 -usted decía- ya había una polarización.
Claro, una polarización rara. Borges es enfrentado con los aparatos oficiales de consagración. A la vez Marechal y Cancela excluidos de la comunidad de escritores. Arlt se muere casi sin ser notado. El peronismo agudiza, me parece, tendencias que ya están latentes en la cultura de esos años.
Los cambios y la persistencia de ciertos rasgos en Borges, ¿permitirían hablar de un núcleo ideológico básico?
Yo creo que sí. Aunque el problema es complicado, porque cuando uno dice ideología en literatura, está hablando de formas, no se trata de los contenidos directos, ni de las opiniones políticas. Lo que persiste es una problemática, digamos así, a la que Borges se mantiene fiel. Un conglomerado que se define en los años del yrigoyenismo. Y lo más interesante es que cuando cambia sus opciones políticas y se vuelve "reaccionario", digamos, lo que hace no es cambiar ese núcleo ideológico sino mantener la problemática pero cambiar de lugar. Vuelve a la polémica de los '20, para decirlo así, pero invierte su posición. Por eso se afilia al Partido Conservador, como si dijera soy anti radical. Sobre todo vuelve a Lugones, al Lugones anti democrático que es el gran antagonista intelectual del yrigoyenismo. Se hace cargo de la misma problemática que existía en los '20...
En la cual había estado del otro lado.
Digamos. Lo que hace es moverse en el mismo espacio, pasar a la posición antagónica, definirse como antidemocrático. Toda la historia de su compleja relación con Lugones se juega ahí. El día que se afilia al Partido Conservador lo que hace, por supuesto, es ir a dar una conferencia sobre Lugones. El país, dice en esa charla, está en decadencia desde la Ley Sáenz Peña. El nihilista aristocrático como el gran enemigo del populista, su revés.
Sin embargo, dice usted que hay cuestiones que persisten.
Sin duda. Lo que persiste sobre todo es la tensión entre un mundo y el otro. Por ejemplo, la lectura, los libros, la biblioteca lleva siempre -en los relatos de Borges- a la enfermedad y a la muerte. Se trata de un elemento central en la construcción de la intriga. Basta pensar en los grandes textos de Borges, como "El Sur"; la lectura de "Las mil y una noches", que provoca el accidente de Dahlman, aparece siempre en los momentos claves del cuento para marcar la antítesis con la vida simple y elemental a la que el héroe no puede acceder sino al final y a costa de su vida. Lo mismo pasa con Lönrot en "La muerte y la brújula". Mientras Treviranus actúa como un descifrador intuitivo, que se maneja con la experiencia y el sentido común, Lönrot sólo cree en lo que lee y, porque no conoce otro modo de acceder a la verdad que la lectura, se equivoca y va hacia la muerte. Hay un anti intelectualismo muy firme en Borges y en esa tensión se juega a menudo toda la construcción densa y sutil de sus relatos. Ese contraste entre la cultura y la vida, digamos así, mantener la tensión, trabajar todos los matices de esos dos mundos es fundamental en la escritura de Borges, mantener unidos los términos, siempre en lucha, creo que eso es constitutivo en Borges y a la larga prevalece la idea de que la biblioteca, los libros, empobrecen y que las vidas elementales de los hombres simples son la verdad. Es una oposición ridícula, por supuesto, pero muy importante en la construcción de sus textos.
¿Sería quizás la función del "infelizmente soy Borges"? Con esa frase queda evidenciada la angustia, por el hecho de que la biblioteca y las palabras nunca sean la realidad posible.
Está lleno de ese tipo de reflexiones levemente irónicas y resignadas, pero lo más importante, lo que habría que analizar en detalle son las relaciones que se establecen. El contraste entre "Pierre Menard, autor del Quijote" y "Hombre de la esquina rosada" que son los relatos inaugurales de Borges, los que delimitan el mundo de la ficción, cuando se empiezan a integrar en un mismo texto, como pasa en los grandes relatos, ahí está construyendo una maquinaria complejísima, llena de recovecos y de matices. Porque al mismo tiempo el populismo es una ideología estética. El gusto de Borges por el relato popular, no sólo las policiales, sino Wells, Stevenson, Chesterton, Kipling, todos escritores de público masivo en sus años de formación, que trabajan un tipo de relato deliberadamente estereotipado, con fórmulas narrativas muy definidas.
Y la percepción de los mecanismos de la cultura de masas, como su inmediata incorporación al cine...
Claro, el "western", los policiales de von Sternberg. Pero la clave es mantener unidos los términos, Almafuerte y Valéry, Kafka y Eduardo Gutiérrez. Borges aparece todo el tiempo en los diarios para decir que los diarios y el periodismo han arruinado la cultura.
¿Y cómo funciona allí la cuestión de lo "otro" que a usted lo llama y lo seduce? ¿Se podría decir que, en un sentido general, sería lo "bárbaro"?
La seducción de la barbarie es un gran tema, por supuesto, de la cultura argentina. Para Borges la barbarie, la vida elemental y verdadera, el destino sudamericano son antes que nada el mundo de la pasión. No porque no haya pasiones intelectuales -y eso Borges lo conoce mejor que nadie- sino porque del otro lado está la experiencia pura, la epifanía. La inglesa que se tira a tomar sangre de yegua en "La historia del guerrero y la cautiva"; lo vivido, la oralidad, las pasiones elementales, hay una poética ahí.
Pero aún así, de acuerdo con su hipótesis, eso no fue suficiente para ligarlo a la novelística del siglo XX.
No es tan así. Lo cierto es que a Borges la novela no le parece lo suficientemente narrativa. El relato puro está en el cine de Hollywood dice, y tiene razón. O en las formas breves que se ligan con las tradiciones arcaicas del relato oral. La novela moderna para Borges es Joyce, Faulkner, que en el fondo es lo mismo, con los que mantiene una relación de distancia. Sobre todo con Joyce, que no le parece un novelista. Demasiado experimental para su gusto. Pero es obvio que los grandes relatos de Borges están en la vanguardia de la narrativa contemporánea.
Usted busca, sin embargo, el origen de la novela argentina contemporánea en Macedonio.
Creo que es evidente para cualquiera que lo haya leído, que Macedonio es quien renueva la novela argentina y marca el momento de máxima autonomía de la ficción. Si volvemos a lo que hablamos al principio, diría que en ese sentido Macedonio es la antítesis de Sarmiento. Por un lado une política y ficción, los ve como dos estrategias discursivas complementarias. Por otro lado, subraya el carácter ficcional de la política, pone en primer plano la intriga, la conspiración, el complot, los espejismos de la verdad.
Se trataría entonces de pensar las relaciones entre Sarmiento y Macedonio.
Que son múltiples. Pero lo que importa en este caso es la relación entre "Facundo" y "Museo de la novela eterna". Entre un libro y otro, todo ha cambiado en la literatura argentina. Existe una relación con las prácticas de la verdad y existen también nuevas relaciones entre política y ficción. Pero a la vez muestran la persistencia de la literatura nacional. En el mundo conspirativo, delirante, politizado, utópico, ensayístico, de esos dos grandes libros se arma la otra historia de la novela argentina.
¿Cómo han sido, para la literatura nacional, estos años sin Borges?
En un punto, se ha vivido con un cierto alivio. No -naturalmente- porque se deseara la extinción física de Borges, sino porque todos teníamos una relación de fascinación y, al mismo tiempo, de distancia por el estándar altísimo que nos puso a todos su nivel de escritura. Pero había muchos que lo tomaban como un referente único...
¿Y eso no era bueno?
Borges pensaba que había una sola manera de hacer literatura. El decía que no le interesaba Marcel Proust, o despreciaba a James Joyce o Thomas Mann, porque tenía una idea clara de cómo tenían que ser sus textos: más bien breves, con criterios muy formales y claros, y que a él le producían un resultado extraordinario. Pero muchos imitaban este tipo de discurso y repetían, e incluso lo hacen hoy, muchas de sus posturas y reflexiones que, en ocasiones, tenían una importante carga de ironía en el contexto que había elegido Borges. Lo importante de este único escritor es que fue un milagro para todos, porque tenía a la literatura en el centro de su vida y marcó a la de nuestro país durante setenta años. Dejó tanto pero tanto que su legado aún se está acomodando entre nosotros. Y sus consecuencias, aún hoy, son difíciles de medir.