El filósofo francés Jacques Bouveresse (1940) ha centrado su labor ensayística en derredor de la filosofía de la ciencia, la epistemología y la filosofía analítica. Asimismo es conocido por sus obras críticas sobre las -a su juicio- imposturas científicas e intelectuales de la filosofía francesa de los años '70, particularmente la desarrollada por pensadores como Jean François Lyotard (1924-1998), Gilles Deleuze (1925-1995), Michel Foucault (1926-1984) y Jacques Derrida (1930-2004). Bouveresse estudió Filosofía en la Ecole Normale Supérieure y enseñó en la Sorbonne y en la Université de Paris I. Actualmente es profesor de Filosofía del Lenguaje en el Collège de France. Reconocido como un gran especialista en el pensamiento de Ludwig Wittgenstein (1889-1951), ha escrito varias obras sobre el filósofo austríaco, entre ellas "Wittgenstein. La rime et la raison, science, éthique et esthétique" (Wittgenstein y la estética), "Expérience, signification et langage privé chez Wittgenstein" (Experiencia, significación y lenguaje privado en Wittgenstein), "Philosophie, mythologie et pseudo-science. Wittgenstein lecteur de Freud" (Filosofía, mitología y pseudociencia. Wittgenstein lector de Freud), "Wittgenstein, la modernité, le progrès et le déclin" ( Wittgenstein, la modernidad, el progreso y la decadencia) y "Wittgentstein ou les sortilèges du langage" (Wittgentstein o los sortilegios del lenguaje). Bouveresse es también un acérrimo crítico del periodismo sensacionalista y de la prensa en general, a la que le reprocha su falta de independencia. En esa línea, publicó en 2007 "Satire et prophétie. Les voix de Karl Kraus" (Sátira y profecía. Las voces de Karl Kraus), libro en el que presenta cuatro estudios que realizó sobre el célebre periodista satírico austríaco. Karl Kraus (1874-1936), para muchos el espíritu más ingenioso, cáustico y mordaz de la Viena de comienzos del siglo XX, se encargó de fustigar y ridiculizar a la decadente burguesía y a los medios artísticos, literarios y periodísticos germánicos de su época desde las páginas del periódico "Die Fackel". Kraus, quien veía en el tratamiento desaliñado de sus contemporáneos hacia el lenguaje un síntoma de descuido negligente hacia la mayor parte de las cosas, publicó numerosos ensayos y artículos entre los que cabe mencionar "Die demolirte literatur" (La literatura demolida), "Literatur und lüge" (Literatura y mentira) y "Die sprache" (La lengua). La crítica que ejerció Kraus sobre el papel de la prensa a finales del siglo XIX y principios del XX, claramente interesada y controlada por los poderes políticos y económicos, mantiene su vigencia en la actualidad. En su anterior ensayo sobre este tema -en el que también se apoyó en la obra de Kraus- "Schmock ou le triomphe du journalisme. La grande bataille de Karl Kraus" (Schmock o el triunfo del periodismo. La gran batalla de Karl Kraus) advierte Bouveresse: "Como todas las empresas que están orientadas principalmente a la búsqueda de la ganancia, las de prensa tienen obviamente una necesidad esencial de hacer creer a la opinión pública que realmente desempeñan una función noble, y que trabajan, de hecho, sólo para el mayor beneficio de todos. Pero la diferencia con las demás empresas es que disponen de medios excepcionalmente poderosos y eficaces para imponer esa mentira". Sobre estas cuestiones se explaya Bouveresse en las entrevistas efectuadas por Bibiana Ripol e Ima Sanchís y publicadas por el diario español "La Vanguardia" los días 30 de octubre y 8 de noviembre de 2011 respectivamente.
¿Qué herramientas puede aportar la filosofía a la sociedad? ¿Cuál podría ser el papel del filósofo actualmente?
Siempre me ha sorprendido el magisterio supremo que los filósofos están convencidos de poder ejercer cuando se trata de cuestiones sociales y políticas, y de la contribución determinante que creen ser capaces de aportar para resolver estos problemas. Al igual que Wittgenstein, estoy convencido de que la filosofía no tendría demasiado interés si únicamente consiguiera que la gente fuese capaz de plantearse cuestiones de lógica abstrusa y no contribuyera también a mejorar su forma de pensar y hablar sobre aspectos más importantes de la vida cotidiana. Como también decía Wittgenstein, raramente se sabe exactamente lo que hay que decir, pero en muchos casos es posible saber con certeza lo que no hay que decir o al menos no decirlo de la forma en que suele hacerse. En tanto que filósofo, debo reconocer que a menudo me sorprende cómo a veces se habla para proclamar contraverdades evidentes o simplemente para no decir nada sobre las cuestiones que precisamente son las más importantes. Por desgracia, esto es lo que ocurre con frecuencia en el caso de la política.
¿Qué le llevó a estudiar a Karl Kraus?
Si no recuerdo mal, Pierre Juquin, un germanista destacable y mi profesor de alemán en el Liceo Lakanal durante los años 1959/1961, fue el primero que me habló de Kraus. Paulatinamente fui adquiriendo toda la obra del autor vienés, y podría decirse que desde principios de los sesenta no he dejado de leerlo. Quizá porque la actualidad nos brinda constantemente motivos para hacerlo.
¿Qué significó el periódico "Die Fackel" creado por Kraus para la sociedad vienesa de la época?
Para mucha gente era el defensor por excelencia de la verdad y la moral contra todas las formas de la mentira y la corrupción, ya fuese política, moral, intelectual o artística. El estaba convencido de que primero hay que barrer la propia casa, una actitud que desgraciadamente es poco habitual y que sería muy recomendable para todos los individuos y todas las naciones. Parece lógico que con su comportamiento fuese objeto tanto de admiraciones desmedidas como de manifestaciones de ira de una violencia inusitada. Para Kraus, el verdadero problema de la corrupción no era tanto que exista, ya que no se puede esperar que desaparezca completamente, sino la tolerancia y la indulgencia de las que se beneficia por parte de la gente corriente y a menudo incluso por parte de aquellos que son sus víctimas. Esto es más cierto que nunca en las sociedades regidas por los principios del neoliberalismo triunfante, en las que el reino del individualismo, del dinero, del provecho y de la competencia más o menos salvaje lleva a que la honradez tenga cada vez menos peso frente al cinismo.
¿El periodismo del que hablaba Kraus difiere mucho del periodismo de hoy en día?
En algunos aspectos las cosas son distintas, pero en otros lo son apenas o incluso no lo son en absoluto. En general, la prensa está más controlada y reglamentada de lo que lo estaba en Austria en la época de Kraus. El percibía que la prensa iba camino de convertirse en una especie de poder absoluto al que no se le oponía ningún contrapoder real y ante el cual el Estado había optado por abdicar completamente. Cuando atacaba a la Neue Freie Presse y a su propietario, Moritz Benedikt, estaba anunciando a los Rupert Murdoch y a los Berlusconi de la actualidad. Da la sensación, a pesar de los evidentes cambios que ha habido desde la época de Kraus, que la prensa sigue comportándose esencialmente del mismo modo. Recientemente hemos tenido una confirmación de ello en el llamado "caso Dominique Strauss-Kahn". En estas ocasiones resulta difícil saber si lo primero que han perdido los medios de comunicación es el sentido del ridículo, el de las proporciones o el del respeto más elemental por la vida privada y por los individuos.
La crítica de Karl Kraus apuntaba principalmente a la prensa. ¿Cuál cree que sería la opinión de Kraus sobre la radio y la televisión?
No creo que le tranquilizara en absoluto ver que vivimos en el mundo de la televisión (que evidentemente no conoció, aunque sí conoció y utilizó sin aparente desagrado la radio), al menos tanto y a menudo más que en el de la realidad. El había comprendido anticipadamente que, lejos de desarrollar la imaginación y la sensibilidad, la omnipresencia y el poder absoluto de la imagen surten el efecto contrario: las debilitan y finalmente las anestesian. Lo impensable sucede por la incapacidad de imaginarlo y porque se es incapaz, cuando llega el momento, de percibirlo y verlo en todo su horror. Para Kraus, la propaganda nazi consiguió convencer a la gente de que incluso las atrocidades que había presenciado no habían ocurrido y que no eran más que una invención del enemigo.
¿Según usted, cómo inciden en la opinión pública les redes sociales como Facebook y Twitter?
Desde el punto de vista de Kraus, es posible que incluso haya motivos para alegrarse de que la prensa ya no disponga del monopolio para crear la opinión pública y se enfrente con una competencia cada vez más seria y con una capacidad de réplica que hasta ahora no conocía. Dicho esto, no creo que Kraus considerase una conquista real que todo el mundo, gracias a internet, pueda convertirse en un periodista aficionado. No hay que olvidar que él creía que el periodismo es un oficio difícil y comprometido que debería someterse a exigencias particularmente estrictas que desgraciadamente no suelen respetarse, como la comprobación escrupulosa de los hechos y el respeto absoluto a la vida privada de la gente. Pero, actualmente, parece que cualquiera puede afirmar prácticamente cualquier cosa sin sentirse obligado a comprobar nada y entregarse impunemente a la indiscreción, al exhibicionismo y al voyeurismo de la peor especie.
Según su opinión, el análisis que hizo Karl Kraus del nazismo fue malinterpretado. ¿De qué modo?
Los dos principales problemas de Kraus han sido, por un lado, que se ha malinterpretado su famosa frase "Sobre Hitler no se me ocurre nada", y por otro lado que, en 1932, Kraus rompió con la socialdemocracia y, en 1934, se alió con Dollfuss porque creía que él encarnaba la última esperanza para Austria de evitar la anexión con la Alemania nazi. Todavía hoy en día los prejuicios, el desconocimiento de la historia, la parcialidad y la mala fe hacen que, de forma absolutamente incomprensible para mí, se perdone antes la admiración que Heidegger sentía por Hitler y su adhesión explícita y prolongada al nazismo que el hecho de que Kraus se alineara al lado de Dollfuss.
¿Qué opina del sistema educativo en las universidades de Europa?
Desgraciadamente no conozco de forma precisa cuál es la situación en las universidades europeas; en realidad, ni siquiera en la universidad francesa, ya que no imparto clases desde 1995, año en que fui elegido para el Collège de France. Sin embargo, me sorprende que la información filosófica circule poco, mal y normalmente en sentido único entre los países de la Europa occidental, ya que teóricamente están muy cerca los unos de los otros. Otra circunstancia que me preocupa, y a la que soy particularmente sensible, es el terrible fracaso de la democratización de la enseñanza superior, que para mi generación representaba una aspiración fundamental y un motivo de esperanza. En ese aspecto soy más bien pesimista; me parece muy posible que acabemos padeciendo todos los inconvenientes del sistema norteamericano y prácticamente ninguna de sus ventajas.
¿Alguno de los medios de comunicación actuales le merece respeto particularmente?
Me parece que para ser respetado, en primer lugar hay que comportarse de manera respetable. Creo que, en su caso, deberíamos sentirnos muy satisfechos si al menos se comportaran de forma más o menos aceptable, lo cual desgraciadamente no es el caso. En ciertos momentos sería de agradecer que los profesionales de la comunicación reconociesen, como algunos de ellos hacen a veces, que sólo son comerciantes que venden un producto un poco especial, en vez de repetir una y otra vez que cumplen con el deber sagrado de la información, servidora únicamente de la transparencia, la verdad y la moral. Como dijo Kraus: "Los hipócritas de la moral no son despreciables porque actúen de forma distinta de la que profesan, sino porque profesan algo distinto de lo que hacen. Que esa gente beba vino no es lo que habría que desenmascarar, sino que prediquen el agua".
Usted ha dicho que entiende y aprueba los movimientos de rebelión que está produciendo la actual crisis. Toda una declaración de principios...
Kraus ya denunció a principios del siglo XX el fenómeno de la dictadura del mundo financiero. Me gustaría que las nuevas generaciones supieran que para realizarse en la vida no sólo cuenta el dinero. La vida es un esfuerzo digno de mejor causa.
¿Cree que no lo perciben?
Hay demasiada gente en el mundo que vive en condiciones miserables y se acepta tranquilamente; es espeluznante. A la crisis financiera se suma la crisis moral, esa incapacidad de mostrar sensibilidad hacia los demás, y tiene consecuencias catastróficas.
Culpa usted a la prensa de muchos de los males contemporáneos...
El principal problema es su falta de independencia. Kraus ya anticipó en 1899 el peligro de que el poder económico, el político y el mediático estuvieran en las mismas manos. Creo que lo más difícil es saber hasta qué punto la prensa refleja la opinión pública o la crea. La prensa estadounidense más seria se dejó manipular por el Gobierno para decir que había armas de destrucción masiva en Iraq y que era necesaria una guerra.
¿Qué hace falta para hallar un poco de paz, de felicidad?
En las sociedades en las que vivimos, cada vez es más difícil hacer esa distinción entre las necesidades esenciales y las que no lo son. Nos proponen cosas por todas partes, los objetos nos estorban. Nos creamos necesidades artificiales de las que somos cada vez más dependientes. Nos rodeamos de obstáculos que paradójicamente nos impiden llevar una buena vida. Déjeme que le cuente un cuento de Tolstoi. Es la historia de un campesino a quien el propietario le dice que le regalará la tierra que sea capaz de recorrer en un día. El campesino corre y corre. Cuando al final del día llega al punto del que había partido está tan exhausto que muere de agotamiento. Al final ha obtenido la extensión de tierra que necesitaba para poder yacer en ella.
En 2010 usted rechazó la Legión de Honor. ¿Cuál fue la reacción de la prensa y de la opinión pública ante su rechazo?
Por lo visto he llamado más la atención de la prensa por rechazar esta distinción que por los treinta libros que he publicado. En cuanto a las reacciones, he recibido cartas de felicitación de políticos de la izquierda por haberla recibido, y también cartas muy emotivas de gente anónima, de diversos ámbitos, que por el contrario me felicitaban por haberla rechazado. Pero lo más destacable es que, todavía hoy en día, en Francia, es muy difícil que le reconozcan a uno como un intelectual de izquierdas si se lo cataloga de filósofo analítico. De todos modos, el mundo político, ya sea de derechas o de izquierdas, no muestra demasiado criterio cuando se trata de elegir a sus intelectuales de referencia, que son más o menos los mismos que los de los medios de comunicación y entre los cuales no hay muchas posibilidades de encontrar a un filósofo de mis características. Si uno se atreve a criticar duramente determinados aspectos de nuestras glorias nacionales como Althusser, Derrida, Deleuze, Lyotard, Foucault, Badiou, etc., cuya obra, supuestamente, determina qué significa ser de izquierdas en filosofía, no puede uno ser, para sus admiradores incondicionales, más que un reaccionario o incluso un antipatriota.
Al renunciar a la Legión de Honor renunció también a una tentación de poder y éxito.
No fue un sacrificio. A los veinte años me tentó la carrera política, pero comprendí que no podría. Se trata de un oficio en el que hay que mentir constantemente. Es el caso de los partidos que están ahora en el poder en Europa; todos pretenden hacernos creer que ellos tienen soluciones. Me cuesta mucho creer en la política.
Como le ocurre a un gran número de ciudadanos corrientes...
Ese escepticismo en la política es un fenómeno muy peligroso. Existe la tentación de volver a soluciones arcaicas como el nacionalismo o el populismo, el regreso de los egoísmos nacionales.
¿El nacionalismo es egoísmo nacional?
Ha sido el responsable de las peores catástrofes del siglo XX. Por eso siempre deseé un debilitamiento progresivo del sentimiento de pertenencia nacional en provecho del de pertenencia a una comunidad mucho más amplia, Europa, y más adelante el de pertenencia a la comunidad humana.
¿Qué ha sido lo esencial en su vida?
El amor por las personas próximas, y de forma más general por el ser humano. No resulta fácil amar a los seres humanos en general. Jonathan Swift, el autor de "Los viajes de Gulliver", dijo: "Amo a X, a Y, a Z, pero no amo al hombre en general". A mí me ocurre lo mismo.
Es difícil empatizar con el sufrimiento de un desconocido...
La humanidad sigue dando gente extraordinaria. Pero cada vez que creemos haber superado un escollo decisivo volvemos a caer en él. Me sorprende el ansia asombrosa de dominarse los unos a los otros. La cualidad humana que más admiro es el altruismo. Lo que más me entristece es no haber sido capaz de ser más generoso, de amar a más personas. Lo más triste es no ser mejor, tener más comprensión y compasión. Pienso en la situación de Africa y me pregunto: ¿qué he hecho yo para ayudar?
Para enfrentarse a la vida, un buen equipaje es el espíritu crítico, la capacidad de amar a los otros. ¿Qué más?
El placer de conocer y comprender. Y el de rebelarse contra los aspectos de la realidad que son intolerables, algo muy cotidiano como es resistir a todos los mecanismos de propaganda que nos moldean. No sé hasta dónde llegará el movimiento de los indignados, ese fenómeno inesperado. Creemos que las nuevas generaciones han alcanzado un elevado nivel de resignación, pero estamos viendo su capacidad de rebelarse.
¿Qué idea ha iluminado más su vida?
Una entre muchas sería la máxima de Epicteto: "No son las cosas las que turban a los hombres, sino la idea que se hacen de ellas". Hay que estar dispuesto a trabajar seriamente en nuestro mundo interior.