El teórico naturalista e historiador de la ciencia Ernst Mayr (1904-2005) está considerado como uno de los más prominentes expertos en biología evolutiva. De nacionalidad alemana, Mayr desarrolló casi toda su carrera en Estados Unidos, donde sus trabajos durante las décadas de 1930 y 1940 en el American Museum of Natural History de Nueva York lo situaron de inmediato como una figura central en el estudio de la evolución de las especies y del origen de su diversidad. Este prolífico investigador, quien durante sus casi ochenta años de trabajo mantuvo una inquebrantable fidelidad hacia la teoría de la evolución de Darwin, rompió con una larga tradición familiar de dedicación a la Medicina y, después de graduarse como médico en 1925, se doctoró en Zoología en la Universidad de Berlín apenas un año después. Luego de realizar viajes de investigación por los Mares del Sur, Nueva Guinea y las Islas Salomón, en 1930 regresó a Berlín, y un año más tarde viajó a Estados Unidos, donde finalmente se radicó.
Mayr fue un notable articulador de conceptos e informaciones que surgían desde otros campos de la biología. Integró una generación de genetistas, zoólogos, botánicos y paleontólogos de principios del siglo XX, cada uno de los cuales aportaba diferentes ideas y evidencias que Mayr logró articular unas con otras. De esta manera se configuró la "teoría sintética de la evolución", aludiendo a la síntesis que se logró entre varias disciplinas. Aunando la teoría darwiniana con los descubrimientos en materia de genética, el autor de "Ecological factors in speciation" (Factores ecológicos en la especiación) contribuyó de manera central en el desarrollo de la teoría de la evolución de las especies y de las variaciones genéticas. En su teoría, Mayr explicó cómo se produce la especiación, el equilibrio entre las especies, y aportó conceptos como "especiación alopátrica", un mecanismo para comprender el nacimiento de una nueva especie. Según Mayr, cuando una población queda aislada por cualquier barrera geográfica (y por ende pierde la posibilidad de intercambiar genes con el resto de la especie) va acumulando cambios de forma lenta pero inexorable. Esto conduce a que, aunque desaparezcan las barreras geográficas, la población es lo suficientemente distinta de sus antiguos congéneres como para no poder cruzarse con ellos.
Su obra más importante se publicó en 1942: "Systematics and the origin of species" (La sistemática y el origen de las especies). A lo largo de ese trabajo avanzó en el plano teórico y logró formalizar un marco conceptual sobre la evolución, incluyendo sus mecanismos y el concepto biológico de especie. Para Mayr, dos individuos pertenecen a la misma especie si pueden producir descendencia fértil. También subrayó que las especies son entidades evolutivas reales, grupos o poblaciones naturales de individuos que pueden cruzarse entre sí, pero que están aislados reproductivamente de otras especies. Por lo tanto el "aislamiento reproductivo" es la barrera básica entre las especies. La evolución funciona entonces a partir de la selección que opera sobre grupos de individuos que quedan aislados de otros grupos y que, con el tiempo, generan una barrera reproductiva. Los mecanismos de aislamiento, por lo tanto, no siempre previenen el entrecruzamiento ocasional, pero sí la fusión completa entre las dos especies. No obstante, este concepto es inaplicable para, por ejemplo, organismos fósiles y para aquellos que se reproducen asexualmente.
Mayr fue un ensayista sumamente prolífico. Su obra se compone de más de veinte libros y alrededor de seiscientos artículos científicos. Entre los primeros sobresalen "Populations, species and evolution" (Poblaciones, especies y evolución), "The growth of biological thought. Diversity, evolution and inheritance" (El desarrollo del pensamiento biológico: diversidad, evolución y herencia), "Animal species and evolution" (Especies animales y evolución), "Principles of systematic zoology" (Principios de zoología sistemática) y "What makes biology unique? Considerations on the autonomy of a scientific discipline" (¿Por qué es única la biología? Consideraciones sobre la autonomía de una disciplina científica), publicada esta última pocos meses antes de su fallecimiento y en la que, a modo de legado, propuso que la biología debía estudiarse sin compararla con el patrón de la física, modelo de ciencia durante la primera mitad del siglo XX. Entre los segundos se destacan "Darwin and the evolutionary theory in Biology" (Darwin y la teoría de la evolución en Biología), "Species concepts and definitions" (Conceptos y definiciones de especie), "Changes in genetic environment and evolution" (Cambios en el medio ambiente genético y evolución) y "The philosophical foundations of Darwinism" (Los fundamentos filosóficos del Darwinismo).
Desde el tiempo de los filósofos clásicos griegos, los pensadores europeos enfatizaron la invariabilidad y estabilidad del mundo. La sola variedad que se reconocía como real consistía en la que separaba entre sí las "clases naturales", cada una uniforme en virtud de su "esencia" aunque sus individuos difirieran entre sí por sus "accidentes". La naturaleza de los miembros de cada clase se consideraba fija y constante, claramente distinta de las otras. Esta dificultad del pensamiento esencialista de lidiar adecuadamente con las variaciones entre los seres biológicos está en el meollo del concepto desconcertante y equívoco de "razas humanas". Para un esencialista, los caucásicos, africanos, asiáticos o esquimales eran tipos esencial y notoriamente diferentes de otros grupos humanos étnicos. Este modo de pensar conduce al racismo. Una ignorante aplicación de la teoría evolutiva conocida como "darwinismo social" a menudo es culpada de justificar el racismo, cuando es la adhesión al esencialismo la que, de hecho, puede llevar a un punto de vista racista.
Darwin lo rechazó totalmente y en su lugar inauguró el modo de pensar poblacional: todos los grupos de organismos vivientes, incluidos los humanos, constituyen poblaciones de individuos tan ampliamente diferentes entre sí que son de hecho inconfundibles. No hay dos seres humanos idénticos. Las poblaciones no varían por tener distintas "esencias" ni por sus "accidentes", conceptos filosóficos trasnochados y mitológicos, sino en virtud de diferencias puramente estadísticas. El pensamiento esencialista -o tipológico- es incapaz de adaptarse a la variación y establece las bases para una concepción errónea de las razas humanas. Al rechazar la constancia de las poblaciones y el concepto de clases naturales, Darwin introdujo de lleno la historia en el pensamiento científico. Sus ideas constituyeron una revolución conceptual, el advenimiento de un nuevo paradigma para las ciencias biológicas y una nueva filosofía de la naturaleza.
De todas estas ideas, la de evolución por selección natural, descubrimiento concurrente de Darwin y Wallace, reviste por sí mismo singular importancia. Es una idea filosófica que permaneció impensada por más de dos mil años de historia de la filosofía, desde los pitagóricos y Platón hasta grandes pensadores como Descartes, Hume y Kant. La selección natural supone la existencia de una población diversificada, contrariamente a la idea esencialista que considera que los miembros de una clase son esencialmente idénticos. Hacia mediados del siglo XIX prácticamente todos los científicos y filósofos eran cristianos. El mundo en que vivían había sido creado por Dios y, como los teólogos naturales argumentaban, éste había instituido leyes sabias que aseguraban la adaptación perfecta de todos los organismos entre sí y con su entorno. Al mismo tiempo, los arquitectos de la revolución científica habían construido una visión del mundo basada en el fisicalismo (una reducción a eventos espacio-temporales y sus propiedades), la teleología, el determinismo y otros principios básicos. Tal era el pensamiento del hombre occidental antes de la publicación en 1859 de "El origen de las especies". Los principios básicos propuestos por Darwin entraron en conflicto total con estas ideas predominantes.
Darwin rechazó todos los fenómenos sobrenaturales y causalidades. La teoría de la evolución por selección natural explica el ajuste y la diversidad del mundo con argumentos exclusivamente materialistas. Ya no se requiere a Dios como creador o diseñador (aunque uno sin duda sigue siendo libre de creer en Dios, incluso si se acepta la evolución). Darwin señaló que la creación como se describe en la Biblia y en las narraciones del origen del mundo de otras culturas, se contradicen con casi todos los aspectos del mundo natural. Cada aspecto del "maravilloso diseño" tan admirado por los teólogos naturales podía ser explicado por la selección natural. La eliminación de Dios en la ciencia dio cabida a las explicaciones estrictamente científicas de todos los fenómenos naturales; dio lugar al surgimiento del positivismo; produjo una revolución intelectual y espiritual de gran alcance cuyos efectos han perdurado hasta nuestros días.
Por otra parte, Darwin desarrolló también una nueva visión de la humanidad y, a su vez, un nuevo antropocentrismo. De todas sus propuestas, la que sus contemporáneos encontraron más difícil de aceptar fue la teoría de la descendencia común aplicada al hombre. Para los teólogos y filósofos, el hombre era un ser por encima y al margen de otros seres vivos. Aristóteles, Descartes y Kant, estuvieron de acuerdo en este sentimiento, sin importar de qué manera sus respectivas filosofías divergen a partir de este punto. Pero los biólogos Thomas Huxley y Ernst Haeckel revelaron, a través de un riguroso estudio de la anatomía comparada, que los humanos y los simios vivos claramente tienen un ancestro común, una evaluación que nunca ha sido seriamente cuestionada de nuevo en la ciencia. La aplicación de la teoría de la ascendencia común al hombre privó al mismo hombre de su anterior posición única. Irónicamente, sin embargo, estos acontecimientos no han conducido a ningún fin del antropocentrismo. El estudio del hombre puso de manifiesto que, a pesar de su ascendencia, ciertamente es único entre todos los organismos. La inteligencia humana no tiene parangón con la de cualquier otra criatura. Los seres humanos son los únicos animales con verdadero lenguaje, incluyendo la gramática y la sintaxis. Sólo la humanidad, como Darwin destacó, ha desarrollado verdaderos sistemas éticos. Además, a través de su gran inteligencia, el lenguaje y el prolongado cuidado de los padres, los seres humanos son las únicas criaturas que han creado una rica cultura. Y por estos medios, la humanidad ha alcanzado, para bien o para mal, un dominio sin precedentes sobre el mundo entero.
Ahora se sabe que en una especie social no sólo el individuo debe ser considerado: todo un grupo social puede ser el objeto de la selección. Darwin aplicó este razonamiento a la especie humana en 1871 en "El origen del hombre". La supervivencia y la prosperidad de un grupo social depende en gran medida de la colaboración armónica de los miembros del grupo, y este comportamiento debe basarse en el altruismo. Tal altruismo, favoreciendo la supervivencia y la prosperidad del grupo, también beneficia indirectamente a la aptitud de los individuos del grupo. El resultado es que la selección favorece el comportamiento altruista. La selección familiar y la ayuda recíproca, en particular, se verán muy favorecidas en un grupo social. Esta selección a favor del altruismo se ha demostrado en los últimos años como muy frecuente entre muchos otros animales sociales. Uno puede entonces quizá encapsular la relación entre la ética y la evolución al decir que la propensión al altruismo y la cooperación armoniosa entre los grupos sociales se ve favorecida por la selección natural. La vieja tesis del darwinismo social, el egoísmo estricto se basa en una comprensión incompleta de los animales, en particular de las especies sociales.
Una persona del siglo XXI ve el mundo de manera muy diferente de como lo hacía un ciudadano de la época victoriana. Este cambio se debe a múltiples causas, en particular los increíbles avances en la tecnología. En la actualidad, la biología es un campo de investigación en plena expansión. Hemos sido testigos de descubrimientos trascendentales sin precedentes en genética, biología celular y neurología, y de espectaculares avances en biología evolutiva, antropología física y ecología. El programa genético desempeña un papel decisivo en todos los aspectos de la vida de un organismo: estructura, desarrollo, funciones y actividades. Hoy en día, el concepto de raza es útil en tanto sea utilizado en forma estadística y dinámica, es decir como poblaciones variables que difieren de otras análogas de la misma especie por sus valores medios y por la frecuencia de ciertos caracteres y genes.
Toda persona culta debería estar familiarizada con los conceptos biológicos básicos: evolución, biodiversidad, competencia, extinción, adaptación, selección natural, reproducción, desarrollo, etc. La superpoblación, la destrucción del ambiente y la mala calidad de vida en las ciudades no se pueden resolver con adelantos técnicos, ni por medio de la literatura o la historia, sino sólo con medidas basadas en el conocimiento de las raíces biológicas de estos problemas. "Conocernos a nosotros mismos", como recomendaban los antiguos griegos, implica en primer lugar y por encima de todo conocer nuestros orígenes biológicos. Tomando prestada una frase de Darwin, hay grandeza en esta concepción de la vida. Nuevos modos de pensar han evolucionado y están evolucionando. Casi todos los componentes del sistema de creencias del hombre moderno son de alguna manera afectados por los principios de Darwin.