Eric Toussaint: "La humanidad está nuevamente en una encrucijada histórica" (2)
A medida
que evalúa la crisis internacional y las propuestas formuladas por la izquierda
para analizar el deterioro de la situación mundial, Eric Toussaint
distingue entre dos tipos de esa corriente de pensamiento que sugieren
diferentes maneras de resolver la crisis del capitalismo globalizado. Una
alternativa, explica, sigue preocupada por el socialismo y el medio ambiente, por lo que propone una forma de ecosocialismo y encuentra su expresión en los
movimientos sociales. La otra alternativa, la socialdemócrata-liberal, se encuentra en los gobiernos de los países europeos e incluso en algunos de América Latina. Estos, afirma Toussaint, mientras que todavía están atrapados en el modelo
económico neoliberal, no pueden percibir la profundidad de la crisis ambiental y siguen impulsando el modelo productivista sin siquiera considerar las medidas radicales necesarias. Una
característica de los últimos treinta últimos años ha sido la privatización de numerosas
empresas y servicios públicos. Desde los bancos y las empresas del sector industrial hasta la energía y los transportes, pasando por los correos, las telecomunicaciones, la minería, etc., los gobiernos
han entregado al sector privado sectores enteros de la economía, perdiendo
así toda capacidad de regulación de la misma. Esos bienes públicos -sostiene Toussaint- deben volver al dominio público. Se trata de
crear nuevas empresas públicas y adaptar los servicios según las necesidades
de la población. En definitiva, hay que considerar tres factores. En primer lugar, que las
fuerzas capitalistas están lejos de ser neutralizadas y que el control
económico y político de los grandes bloques del mundo aún está en sus manos.
Aunque sean gigantes con pies de barro, que corren el peligro de crisis peores, tanto financieras como ecológicas, siguen siendo temibles. Sólo un cambio de la relación
de fuerzas podrá doblegarlas. Por consiguiente, habrá que ir más allá de los
foros sociales para lograr la convergencia de las luchas sociales. El segundo
punto que hay que destacar es la necesidad de iniciativas sociales de base. Los
procesos de cambio no pueden venir sólo de la cumbre. Son el fruto de una
conjunción de ambas dimensiones. Un enfoque exclusivamente centrado en el poder
central, sin participación social, no puede dar más que frutos efímeros. Y, finalmente,
el esfuerzo intelectual de acompañamiento de la acción también es fundamental.
No basta con hablar de socialismo. La teoría es necesaria para la acción. No un
discurso académico que vaya de arriba abajo, sino una implicación mutua de
pensamiento y práctica que pueda evitar una simple acumulación de iniciativas
concretas, sin que sean situadas en una coherencia programática. Sobre el rol de la izquierda en la actual coyuntura habla Toussaint en esta segunda y última parte del compendio de entrevistas.
¿Qué está pasando dentro de la izquierda
mundial? ¿Por qué existe una brecha entre la teoría y la práctica del pensamiento político de la
izquierda?
La
izquierda mundial atraviesa una profunda crisis debido a su historia. La
historia de lo social-demócrata actual es la historia de una derrota profunda,
ya que cabe en la sociedad capitalista. La derrota de la izquierda es
también el de la izquierda estalinista, es decir, la experiencia que dominó las
tentativas de construir el socialismo en la Unión Soviética y
China. Fue también una profunda derrota porque la democracia genuina
basada en la gestión colectiva no se respetó en el sentido de que la burocracia
en el poder en esos países quería llevar a todos bajo control estatal. Fue
un grave error. El socialismo no es el control del Estado sobre la
economía en su conjunto. La
profunda crisis de la izquierda está de alguna manera relacionada con una
traición a las propuestas formuladas por los socialistas y comunistas como
Karl Marx y Friedrich Engels. Marx dijo que la sociedad a la que aspiramos es la libre asociación de productores
libres. También dijo que la emancipación de los trabajadores provienen de los
propios trabajadores. Añadió que en el socialismo, el Estado debe tender a
desaparecer. Y el socialismo es una transición del capitalismo al
comunismo (que implica la extinción del Estado). En una sociedad socialista,
el Estado aún existe, pero como una institución provisional, que debe aspirar a
su propia desaparición. Ahora,
¿en qué consistió la experiencia soviética? En vez de hacer desaparecer
el Estado, el Partido Comunista -bajo la dirección de Stalin- lo reforzó más que nunca,
y prohibió toda una serie de expresiones democráticas. Fue una perversión
completa del proyecto socialista que, muy por el contrario, es eminentemente
democrático. Si tomamos la experiencia de los socialistas de hoy, la llamada social-democracia, no están
a favor de la desaparición del Estado tampoco. Ellos están a favor de
mantener el Estado capitalista con los socialistas en el gobierno. En su
opinión, lo que se necesita es un Estado capitalista que regule las actividades
del capital, pero no demasiado. La "izquierda" que está en el poder hoy (y ha gobernado en el pasado) ha traicionado el
verdadero proyecto socialista liberador y emancipador. Estas son las
causas de la crisis de la izquierda. Un
radical y revolucionario de izquierda defiende el proyecto socialista
original; se trata de la acción de los movimientos sociales reforzados por
diferentes medios. Esta izquierda radical participa también en las
campañas electorales. Se trata de conseguir que los miembros elegidos en
el Parlamento libren una lucha anticapitalista en las instituciones
parlamentarias con el fin de romper con el sistema y que no se ajusten a
ella. La idea es promover una verdadera revolución, un cambio radical en
la propiedad y las relaciones sociales en la sociedad.
¿Se siguieron las pautas del marxismo
desviado de lo que realmente quería decir? ¿Cuál es el lugar de la
cuestión ambiental en el pensamiento marxista?
En
cuanto al proyecto socialista, tal como fue diseñado por Marx en el siglo
XIX, hay que mencionar que, entre las cuestiones por él analizadas, algunas
no se han desarrollado, o por lo menos no lo suficiente. El importante aspecto del feminismo, que cuestiona la dominación patriarcal, y la dimensión del medio
ambiente no fueron desarrolladas por Marx, aunque él diseñó un proyecto de
emancipación al colocar al ser humano en la naturaleza. Marx consideraba
la humanidad como parte integrante de la naturaleza. No hay, en Marx, una
dicotomía entre la humanidad, por una parte, y la naturaleza por la otra. Este enfoque marxista elaborado sobre los temas ambientales debe tenerse en cuenta. Los
problemas ambientales actuales son la herencia de un poco más de dos siglos de
un modo capitalista y productivista de la producción que ha supuesto la
destrucción de la naturaleza. Para ser justos, hay que decir que
la experiencia del siglo XX del "socialismo real" (en la Unión Soviética o la China maoísta) es también
muy negativa en términos del medio ambiente. En estos países, la producción de un modo
brutal y agresivo contribuyó a la destrucción de la naturaleza
de la misma manera que el capitalismo en Europa Occidental,
América del Norte o Japón. La
brecha entre la teoría y la práctica tiene que ser un puente. Debemos
volver a los fundamentos revolucionarios e innovador en la teoría. Es
necesario incluir en las contribuciones de Marx la reflexión sobre los
problemas que enfrenta la sociedad actual, tales como la cuestión
ambiental. La dimensión feminista es también fundamental. Las mujeres
han estado luchando por la igualdad durante siglos. Había mujeres dirigentes
revolucionarias mucho antes de Marx; las líderes revolucionarias que participaron activamente en la Revolución Francesa
de 1789 ya presentaron demandas feministas en ese momento. El
movimiento feminista se ha expandido y ha puesto en tela de juicio la dominación patriarcal en
los últimos sesenta años. Esta es
la razón por la que la cuestión feminista es absolutamente necesario incluir.
Además de los temas económicos y
políticos, en este momento de crisis parece que el encontrar energías alternativas y proteger medio
ambiente se percibe como urgente y esencial para superar los
problemas. ¿La izquierda aún no conoce la gravedad de estos problemas?
Más bien
al contrario. Creo que la izquierda radical ha tenido plenamente en cuenta la
gravedad de estas cuestiones. La
dimensión ecologista es extremadamente importante y es precisamente la
razón por la que la izquierda radical habla sobre "ecosocialismo", una noción que
abarca al ecologismo y al socialismo. Por otro lado, la izquierda
social-liberal no ha medido el alcance de la crisis ambiental. Cabe
señalar que durante el gobierno social-liberal de Lula, la destrucción de una
región como la Amazonia
ha continuado al mismo ritmo que durante los gobiernos de Fernando Henrique
Cardoso y sus antecesores. En los
últimos cinco años del gobierno de Lula, la Amazonia brasileña ha sido deforestada en una
superficie tan grande como el territorio de Venezuela. Y si tomamos los
ejemplos de otros gobiernos de la izquierda tradicional como la de algunos países de Europa, podemos ver que son igualmente incapaces de darse cuenta
de la magnitud de la crisis del medio ambiente. Así que mi respuesta a
esta última cuestión es que la izquierda radical ha tenido en cuenta esta
crisis ecológica y propone una respuesta ecosocialista, mientras que la izquierda
tradicional continúa y refuerza el modo productivista de la producción tomando, apenas, algunas medidas "verdes".
Usted dice que para resolver los
problemas mundiales necesitamos una ruptura radical. ¿Se puede lograr
esto sólo con la izquierda, y cómo?
Usted
puede ver que las propuestas de un socialista radical para romper con la sociedad capitalista
procede de los sectores de la izquierda que incluye partidos y organizaciones
sociales. Procede de la izquierda radical en todo el mundo a través de partidos como el PSOL o el PSTU de Brasil, y hay otros en América Latina que comparten la misma orientación. En Europa, los
partidos revolucionarios se encuentran en construcción como en Francia, donde
el Nuevo Partido Anticapitalista se fundó en febrero de 2009. Se puede observar el mismo proceso en
otros países, también en Asia. En cuanto a los movimientos sociales
debemos leer las declaraciones que han aprobado en el Foro Social Mundial de Belém en 2009. La declaración de los
movimientos sociales participantes propone una ruptura total con el capitalismo y rechaza la
posibilidad de reformarlo a través de nuevas
regulaciones. Cuando leemos la declaración de la Asamblea de Mujeres y la declaración final de los pueblos
indígenas, somos conscientes de la misma determinación. Mi respuesta es
por lo tanto, sí, está claro que hoy en día una serie de partidos y movimientos
sociales proponen una ruptura radical con el capitalismo.
Entre los sectores de la izquierda se
presentan dos alternativas al pensar en el cambio. Algunos tratan de ir más
allá de la fase neoliberal regulando el desarrollo del Estado,
mientras que otros proponen una ruptura socialista. ¿Son estas las vías
posibles? ¿No ha llegado el momento de proponer algo diferente?
Sí, claro
que estas vías son posibles. El primer enfoque ha sido aplicado por el Partido Peronista en Argentina que
está en el poder. Esta es la política desarrollada también en Brasil, en
Bolivia, en Ecuador, en Venezuela, etc. Así que las políticas de la primera
alternativa mencionada en realidad están siendo desarrolladas. Sin embargo, yo
no creo que permitan hacer frente al desafío de la crisis mundial. Como se
puede ver, más bien refuerza la dominación de una sociedad capitalista en la
cual el Estado interviene como bombero para apagar el fuego encendido por la
crisis global del capitalismo. La otra
alternativa, la que propone una verdadera ruptura socialista, todavía tiene el
estatus de propuesta. No puedo mencionar a algún gobierno que la aplique de forma coherente, a pesar de que algunos, como los de Venezuela o Bolivia, se
están moviendo en parte en esa dirección. Su discurso habla una ruptura
socialista, pero sus acciones son más moderadas.
¿Es el enfoque más radical posible?
Ciertamente
lo es. Pero se requiere profundas movilizaciones sociales para iniciar un
auténtico proceso revolucionario como el que triunfó en Cuba en 1959. En los años que siguieron a la victoria de la
revolución cubana pudimos observar varios cambios en la isla: la redistribución
de los recursos, la pérdida de control de los capitalistas de los
medios de producción y un cierto proceso de democratización. Después, como Cuba
estaba bajo el embargo de Estados Unidos y creció la influencia de la Unión Soviética, sólo se produjo un cambio
parcial. Pero no podemos olvidar el impulso profundo revolucionario de los
primeros años. No puedo entender por qué, cuando se enfrenta a una crisis
mundial, no podamos pasar por explosiones revolucionarias similares en el
futuro.
Usted está diciendo que la crisis actual
no es sólo financiera y económica, pero llega mucho más lejos. ¿En qué
sentido este dilema mundial está relacionado con la crisis de la izquierda?
¿Podemos decir que ambas cosas están vinculadas?
Sí. Esta
es una buena pregunta. En efecto, existe una crisis en la gestión
social-liberal. La crisis es profunda porque los que votaron a los gobiernos en el poder esperaban otras
políticas. Pasó con Lula en Brasil, con Zapatero en España, que prometieron romper con el neoliberalismo y en su lugar han tenido una continuidad con las políticas neoliberales. Así
que la crisis de credibilidad de los partidos de izquierda es parte de la
crisis mundial. Por otro
lado, está claro que las dramáticas experiencias de lo que se llamó
"socialismo real" en el siglo pasado no puede ser
desestimado. Cuando se habla de socialismo, nuestra memoria colectiva a
menudo lo asocia con la economía de Estado, la dominación de
un partido único y la negación de la libertad democrática. En
resumen, por una parte el resultado de la gestión social-liberal, es decir, de
la política social-demócrata, es absolutamente negativo; por el otro, el
resultado de la gestión estalinista del "socialismo real" que dominó
el bloque soviético en el siglo XX fue desastroso. Todavía tenemos que
superar esta crisis de credibilidad. Esto es lo que está en juego en el
debate sobre lo que algunos llaman el "socialismo del siglo XXI". El
socialismo del siglo XXI debe ser una respuesta democrática y autogestionaria de
las experiencias negativas del pasado, así que no debe repetir lo que
sucedió en el siglo XX. Frente a esta crisis mundial del sistema
capitalista, combinada con una crisis de la civilización, tenemos que
contrarrestar la crisis de la izquierda con un nuevo enfoque anti-capitalista,
socialista y revolucionario que sea feminista, ecologista,
internacionalista y antirracista. Estas diversas dimensiones
deben ser constantemente integradas y tenerse en cuenta en el socialismo del
siglo XXI.