15 de enero de 2013

Eric Toussaint: "La humanidad está nuevamente en una encrucijada histórica" (1)

El nombre del historiador y politólogo belga Eric Toussaint (1952) aparece regularmente en todo ámbito en el que se realicen análisis de temas económicos. Ante los laberintos de la crisis, la deuda, el FMI y el Banco Mundial, este intelectual se muestra más preocupado por proponer que por inventariar. El también presidente del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM) de Bélgica y organizador de los Foros Sociales Mundiales, dedica la mayoría de sus esfuerzos a apoyar, extender y promover alternativas al modo de operar del sistema capitalista. Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Lieja (Bélgica) y la por Universidad de París VIII (Francia), es autor de "Un coup d'oeil dans le rétroviseur. L'idéologie néolibérale des origines jusqu'à aujourd'hui" (Una mirada al retrovisor. El neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad), "Banque du Sud et nouvelle crise internationale(Banco del Sur y la nueva crisis internacional), "Banque Mondiale. Le coup d'etat permanent" (Banco Mundial. El golpe de estado permanente)"La bourse ou la vie. La finance contre les peuples" (La bolsa o la vida. Las finanzas contra los pueblos) y "La crise globale" (La crisis global), entre muchos otros. De acuerdo con las exigencias del FMI, los gobiernos de los países europeos han tomado la decisión de imponer a sus pueblos políticas de estricta austeridad con recortes en los gastos públicos (despidos en la función pública, congelamiento o incluso baja de los salarios de los empleados, reducción del acceso a ciertos servicios públicos vitales y de la protección social, aumento de la edad de jubilación, etc.). También se han aumentado el costo de las prestaciones de los servicios públicos (transporte, agua, salud, educación) y los impuestos indirectos particularmente injustos (sobre todo el IVA). Por otro lado, las empresas públicas del sector competitivo fueron masivamente privatizadas. Para Toussaint, todas estas medidas no hacen más que multiplicar los efectos de la crisis y sólo intentan proteger los intereses de los poseedores del capital. La austeridad agrava la desaceleración económica y, dado el débil crecimiento del PBI, la deuda pública crece de forma mecánica. "La reducción del déficit público no es un objetivo en sí mismo -dice Toussaint-. En ciertas circunstancias, el déficit puede ser utilizado para relanzar la actividad económica y realizar gastos a fin de mejorar las condiciones de vida de las víctimas de la crisis. Una vez relanzada la actividad económica, la reducción de los déficits públicos debe hacerse, no reduciendo los gastos sociales públicos, sino mediante el alza de los ingresos fiscales, luchando contra el gran fraude fiscal y poniendo más impuestos al capital, las transacciones financieras, el patrimonio y las rentas de los sectores sociales más acaudalados. La reducción de los gastos debe también afectar al presupuesto militar así como a otros gastos socialmente inútiles y peligrosos para el medio ambiente". El politólogo belga propone aumentar los gastos sociales, particularmente para paliar los efectos de la depresión económica, y los gastos en las energías renovables y en ciertas infraestructuras como los transportes públicos, los establecimientos escolares y las instalaciones de salud pública. "Los Estados que nacionalizan los bancos deben recuperar el costo de la operación mediante la confiscación de los activos de los grandes accionistas y directores de estas empresas -añade Toussaint-. Otras medidas que se deben tomar para enfrentar la crisis son, por ejemplo, una reducción del tiempo de trabajo de los empleados sin recortes salariales, de modo que el trabajo disponible en cada sociedad pueda ser compartido por los desempleados. Y, como una medida más estructural, el control privado de los principales medios de producción, distribución, crédito y servicios deben ser transferidos al sector público, lo que debe combinarse con la propiedad privada pequeña y familiar en los sectores de la agricultura, la artesanía y ciertos servicios". Estos criterios alternativos para otro de­sarrollo productivo del planeta podrían impulsar una perspectiva de alternativa sobre el tema del cambio climático y sobre la crisis financiera bursátil, generando la posibilidad histórica de cambiar las reglas y de imponer otro rumbo. Sobre todos estos temas habla Eric Toussaint en el compendio de entrevistas realizadas por Toni Polo para el diario "Público" (España) del 1 de marzo de 2010, por Pablo Waisberg para el diario "Buenos Aires Económico" (Argentina) del 16 de agosto de 2011, por Eduardo Anguita para el diario "Sur" (Argentina) del 25 de septiembre de 2011 y por Patricia Fachin para la revista "Humanitas Unisinos" (Brasil) de julio de 2012.



¿Son los excesos de algunos banqueros sin escrúpulos la verdadera causa y razón de la crisis financiera mundial, como lo pretende el presidente Obama? O sería más bien y alegóricamente el árbol que nos impide ver el bosque?

La crisis es más bien el resultado de un largo proceso de transformación de las reglas económicas desde los años '80. El capital cada vez mejor remunerado, el trabajo no. Después de haber hecho estragos en los países del Sur, esta lógica destruye ahora los países del Norte. La crisis es entonces sistemática y, se quiera o no, ella marca un paroxismo en la lucha de clases. Si las reglas para una repartición justa de las riquezas no cambian, grandes enfrentamientos sociales serán inevitables.

¿Cuál es el nivel de la gravedad de esta crisis?

Es altísimo. Es claro que los comentaristas, los gobernantes y los medios de comunicación dominantes y los directores de los bancos centrales, que afirmaron que la situación estaba bajo control, mentían de manera evidente. Estamos un poco en la situación de los años '30: el crac fue en octubre del '29 pero las bancarrotas bancarias se desataron en el '33 y entre esos años los dirigentes norteamericanos dijeron que todo estaba bajo control. Estamos en una crisis que va a durar una o dos décadas.

¿Cuáles son las causas?

Las medidas económicas tomadas por los gobiernos de Europa y los Estados Unidos en los últimos cuatro años. La crisis empezó en junio/julio del 2007 y tuvo un pico en el 2008 con Lehman Brothers, pero el golpe fuerte llegó a Europa en octubre del 2008. Luego los eslabones más débiles de la zona euro cayeron, empezando por Grecia, luego Irlanda, Portugal, para llegar a Italia y España y volver con fuerza a los Estados Unidos.

¿Es una crisis sistémica?

Es sistémica, pero no terminal. No hay crisis terminal del capitalismo por si mismo. El capitalismo siempre ha atravesado crisis porque son parte de su metabolismo, pero su final será el resultado de la acción consciente de los pueblos y los gobiernos. Vamos a pasar por períodos de recesión, depresión, luego algún crecimiento y una nueva caída.

¿Por qué insisten con las tradicionales recetas de ajuste que no dieron resultado en el 2008?

Porque la resistencia a esas políticas es insuficiente. ¿Hay posibilidad de salir de esta crisis con otro tipo de políticas? Podría ser una salida tipo Roosevelt con un mayor control del crédito y medidas de disciplina financiera para obligar a los bancos a separarse entre bancos de inversión y de ahorro. Además, una imposición más fuerte para los sectores de mayores ingresos con la consecuente mejora de las finanzas públicas y reducción de las desigualdades. Aunque también podría haber una política más radical como nacionalizar el sector bancario y renacionalizar sectores económicos que fueron privatizados en Europa y los Estados Unidos en los últimos treinta años. Esto junto con anular las deudas de Grecia, Portugal, Irlanda, Italia y España.

¿Ve posible alguna de esas dos salidas?

Todo depende de la movilización social, que en Europa no alcanzó el nivel de diciembre de 2001 en la Argentina. Sin hablar de los Estados Unidos, donde no hay grandes movilizaciones sociales sino más bien activismo de la derecha extrema con el Tea Party. Aunque me parece difícil pensar que en los Estados Unidos la población acepte que se profundice el neoliberalismo, por eso hay que ver cómo fue la crisis del '30, donde las movilizaciones llegaron entre el '35 y el '36.

Cuando uno lee que el Bric, este bloque de países que integran Brasil, Rusia, India y China, dice: "hagamos un Plan Marshall, pero en vez de mandarle la plata desde el Departamento del Tesoro norteamericano, lo podemos realizar este grupo de países con recursos propios", suena extrañísimo. ¿Cómo tenemos que interpretar eso?

Es una inversión de roles, claro que tienen enormes reservas en dólares y euros. Solamente China podría salvar al conjunto de Grecia, Portugal, Irlanda, Italia, España. Porque las reservas de China son superiores al total de la deuda pública de los países que acabo de mencionar. ¿Cuál es la reflexión sobre esto? Primero, que en los últimos años con el alza de los precios de materias primas, los países del sur del planeta y China lograron acumular un capital enorme. Además, estas mismas naciones no aplican de manera ortodoxa las políticas neoliberales, al contrario de la Unión Europea y los Estados Unidos. Entonces, yo diría que los países del Sur tienen la posibilidad histórica de cambiar las reglas y de imponer otro rumbo. Y la segunda reflexión es que, sin embargo, estos países no utilizan esta oportunidad histórica para realmente cambiar las reglas del juego global. No retan a Europa para abandonar el dogma neoliberal sino que se proponen como ayudantes a nivel financiero y para mí eso es una debilidad estratégica. Es el problema del G-20, de la política de los gobiernos de Brasil, Argentina y China, que no son de una suficiente ofensiva para doblegar la coyuntura actual.

Y usted cree que hay un margen en las relaciones de poder internacional para ostentar una actitud más protagónica, más agresiva.

Por supuesto, los países del Sur tienen realmente la posibilidad. Incluso, podrían definir criterios alternativos para otro de­sarrollo productivo del planeta. Y también podrían impulsar una perspectiva de alternativa sobre el tema del cambio climático y sobre la crisis financiera bursátil. Nosotros, por ejemplo, y a nivel de los movimientos sociales y de organizaciones sindicales europeos, resistimos a la ofensiva neoliberal extendiendo iniciativas ciudadanas de auditoría de la deuda. Ese movimiento nació en Grecia, y ahora se están constituyendo pares del mismo tipo en Portugal, en España, en Irlanda y en Francia. En definitiva, el tema de la deuda, ahora, se transformó en el eje central de la discusión política en Europa. Y eso gracias a que, por primera vez, grandes movimientos dedican toda su atención a la resolución del problema. Y lo hacen recordando a la gente que hay que aprender de las experiencias de Ecuador, de la Argentina. Porque estos países y sus organizaciones sociales, de algún modo al menos, no siguieron en la vía neoliberal. De algún modo, hicieron una primera ruptura anti pensamiento único, que habría que extender y profundizar.

Antes de las elecciones europeas de 2009 firmó el manifiesto de apoyo a la candidatura de Izquierda Anticapitalista, invitado por el movimiento Revolta Global. ¿Su firma fue una demostración de optimismo?

De optimismo, de voluntarismo, pero, sobre todo, de convicción. Es una convicción, no una moda. Esta crisis internacional es sistémica, pero los gobiernos y el pensamiento dominante siguen en la misma línea neoliberal. Al principio, en 2007 y 2008, temieron tremendamente las consecuencias, pero ya se han reafirmado en su postura de defensa del sistema neoliberal.

¿Pero llegaron a temer por el sistema capitalista?

Es evidente que sí. Decían que era una crisis del capitalismo de la misma magnitud que la de los años '30, que los mercados ya no se regularizarían, que se habían equivocado.

¿Y ahora podemos estar hablando de que es necesario que todo cambie para que siga como antes?

Ni siquiera aplican esto porque aún falta una rebelión de los trabajadores. Los gobiernos pensaban que se iban a tener que enfrentar a tal rebelión y yo diría que estaban preparados para dar algún giro, pero faltó la presión de la calle. Los trabajadores y sus sindicatos están bajo la conmoción de la primera fase de la crisis, que es tremenda, y tiene más efecto de paralización que de estímulo para la lucha. También hay una responsabilidad de las direcciones sindicales, que no buscan organizar realmente una respuesta.

¿Se han acomodado a la situación de crisis?

Esperan que pase rápidamente y creen que conviene acompañar las iniciativas de los gobiernos, y eso es un gran error.

La deuda externa del Tercer Mundo es lo que más le preocupa…

La deuda pública externa de los países en desarrollo se convirtió en un instrumento de dominación de los acreedores sobre los deudores. Estos acreedores -Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, banca privada y mercados financieros del Norte-, a través de la gestión de la deuda externa pública de estos países, tratan de influir en el diseño de las políticas aplicadas por los gobiernos del Sur.

¿El Banco Mundial es el origen de todos estos males?

Está bajo las órdenes de las potencias, la primera, Estados Unidos, mientras que los países del Sur no pintan nada. Los gobiernos del Norte exigen a los países deudores la aplicación de tal o cual política a través de unas recetas económicas que van en un mismo sentido: abrir más las economías del Sur a las inversiones del Norte y las exportaciones, y reducir el peso de los poderes públicos del Estado en la economía de esos países. Es decir, privatizar todas las empresas estratégicas pero también todos los servicios públicos.

¿Qué repercusiones tienen estas políticas macroeconómicas?

Muy graves. Llevan inherentemente a la violación de los derechos humanos, además de los sociales, culturales, económicos… Crímenes contra la humanidad, masacres, desapariciones y desplazamientos forzados. Todo eso han conseguido apoyando dictaduras en los años '60, '70 y '80, y aún ahora, en Africa, por ejemplo.

¿Cómo se lucha contra eso?

Estamos intentando enjuiciar internacionalmente al Banco Mundial, algo inédito en su historia, en nombre de las diez mil víctimas, mineros de la República Democrática del Congo. Pero hay muchísimos casos denunciables. Se trata de esquivar las presiones de este organismo y obtener una condena que le obligue a pagar reparaciones y siente jurisprudencia.

¿Qué significa este momento histórico para la humanidad?

La humanidad está nuevamente en una encrucijada histórica. La crisis global tiene varias dimensiones: ambiental, alimentaria, migratoria, financiera, económica, así como una crisis de gobernabilidad mundial, sin mencionar la serie de guerras de agresión como las que se libran en Irak y Afganistán, junto con el incumplimiento de los derechos de los pueblos, como el derecho del pueblo palestino a tener un territorio y un Estado. La humanidad se enfrenta a dos alternativas: por un lado, la solución de la crisis capitalista, es decir, la solución propuesta por los gobernantes europeos, el gobierno chino, etc.; por el otro, la opción de darle la espalda al capitalismo y la implementación de soluciones anticapitalistas, ecologistas, feministas y antirracistas. Espero que la humanidad elija esta última opción, porque si queremos responder a la crisis mundial en su conjunto, necesitamos una respuesta global anticapitalista, ecosocialista y feminista.