28 de octubre de 2009

El fariseísmo de la Fundación Nobel

El 27 de noviembre de 1895, Alfred Nobel -el químico sueco que inventó explosivos como la dinamita, la gelignita y la balistita- firmó su testamento en el Club Sueco-Noruego de París. En él, legaba su fortuna para la creación de una Fundación (la Nobelstiftelsen) con el objeto de que ésta otorgase una serie de premios anuales a las personas que más hubieran hecho en beneficio de la humanidad en los terrenos de la Física, la Química, la Medicina, la Literatura y la Paz. El 30 de diciembre de 1896, veinte días después de su muerte en San Remo, Italia, el documento fue abierto con todas las formalidades de la ley y algo más de 30 millones de coronas suecas fueron destinadas a la creación de la Fundación y los réditos de ese capital habrían de ser entregados anualmente, a partir de 1901.
El testamento textualmente expresaba: "Se dispondrá como sigue de todo el remanente de la fortuna realizable que deje al morir: el capital, realizado en valores seguros por mis testamentarios, constituirá un fondo cuyo interés se distribuirá anualmente como recompensa a los que, durante el año anterior, hubieran prestado a la humanidad los mayores servicios. El total se dividirá en cinco partes iguales, que se concederán: una a quien, en el ramo de las Ciencias Físicas, haya hecho el descubrimiento o invento mas importante; otra a quien lo haya hecho en Química o introducido en ella el mejor perfeccionamiento; la tercera al autor del más importante descubrimiento en Fisiología o Medicina; la cuarta al que haya producido la obra literaria más notable en el sentido del idealismo; por último, la quinta parte a quien haya laborado más y mejor en la obra de la fraternidad de los pueblos, a favor de la supresión o reducción de los ejércitos permanentes, y en pro de la formación y propagación de Congresos de la Paz".
Con respecto al premio Nobel de la Paz establecía que fuera otorgado por una comisión de cinco individuos elegida por el Parlamento noruego. Más adelante, la Fundación Nobel dispuso que participaran en la elección "los miembros actuales y anteriores del Comité Nobel del Parlamento noruego; los asesores nombrados por el Instituto Nobel noruego; los miembros de los cuerpos legislativos nacionales y de los gobiernos de los diferentes países; los miembros de la Asociación Interparlamentaria; los del Tribunal Internacional de La Haya; los del Comité de la Oficina Internacional Permanente de la Paz; los miembros y socios del Instituto de Derecho Internacional de París; los catedráticos de Universidad que desempeñen cátedras de derecho, historia y filosofía y las personas que hayan obtenido el premio Nobel de la Paz".
Este año, en una extravagante decisión, el Comité Nobel de Noruega presidido por Thorbjorn Jagland puso fin a siete meses de búsqueda entre los más de doscientos nominados para el Premio Nobel de la Paz y se lo confirió al presidente norteamericano Barack Obama, quien fue nominado, y no es un dato menor, cuando apenas se cumplían dos meses de su ingreso a la Casa Blanca. Para el sociólogo argentino Atilio Borón -quien comentó la noticia en un medio radial-, las declaraciones de Jagland para justificar el premio no tienen desperdicio: "es importante para el Comité reconocer a las personas que están luchando y son idealistas, pero no podemos hacer eso todos los años. De vez en cuando debemos internarnos en el reino del realismo político. Al fin de cuentas es siempre una mezcla de idealismo y realismo político lo que puede cambiar al mundo".
Según informa Robert Higgs, un especialista en presupuestos militares del Independent Institute de Oakland, California, el presupuesto de defensa elaborado por Washington llega en 2009 a la escalofriante suma de un billón de dólares, es decir, un millón de millones de dólares, que se destinarán al Pentágono y a cubrir los gastos demandados por las guerras de Irak y Afganistán, los intereses devengados por el endeudamiento en que incurre la Casa Blanca para afrontar estos gastos y los que se originan en la atención médica y psicológica de los 33.000 hombres y mujeres que sufrieron heridas durante las guerras de Estados Unidos y que requieren un abultado presupuesto de la Administración Nacional de Veteranos.
El presidente de Estados Unidos no ha hecho absolutamente nada para detener esta infernal máquina de muerte y destrucción. Por el contrario, ha aumentado el presupuesto para la guerra en Afganistán mientras contempla incrementar el número de tropas desplegadas en ese país; sus tropas siguen ocupando Irak; reactivó la Cuarta Flota Naval, que utilizará aguas internacionales de América Latina y el Caribe para intentar ampliar el control militar de la región con su nada despreciable cantidad de aeronaves, barcos y submarinos cargados con armas nucleares que serán coordinados desde la base en la Estación Naval de Mayport, en el estado de la Florida; avanza en un tratado secreto con el presidente de Colombia para desplegar siete bases militares norteamericanas en ese país (a las que se sumarían cinco más), entre otras acciones en pos "de la fraternidad de los pueblos".
El propio Obama, presidente del país que riega terrorismo y genocidios por todo el orbe y es el primer exportador de armas del mundo, al enterarse de su premio, en un ataque de sinceridad declaró que éste "representa la reafirmación del liderazgo norteamericano en nombre de las aspiraciones de los pueblos de todas las naciones". Por su parte, los miembros del jurado dicen que han valorado "la apuesta del presidente de Estados Unidos por un mundo sin armas nucleares, y por la paz mundial". Lo cierto es que Obama no ha hecho nada en beneficio de la paz y sólo "apuesta" por el desarme, algo que no resulta novedoso, pues sus antecesores en el cargo hicieron lo mismo y los resultados están a la vista.También valoró el Comité "el nuevo clima que creó en las relaciones internacionales" y lo felicitó por "aliviar las tensiones con el mundo musulmán y respaldar la diplomacia y la cooperación en lugar del unilateralismo". Debe referirse este Comité a los 34.000 soldados adicionales que Obama envió a Afganistán desde que asumió el cargo en enero, los que se suman a los 68.000 ya desplegados en ese país más los 60.000 que ocupan Irak. O tal vez hagan referencia a los cientos de civiles, hombres, mujeres y niños, que han muerto este año asesinados por los ataques con misiles lanzados desde aviones teledirigidos Predator sobre la frontera en las zonas tribales de Pakistán; o acaso decidieron premiar a Obama cuando se enteraron a través de la "ABC News" que las fuerzas militares estadounidenses podrían estar acelerando los planes para un posible ataque a instalaciones nucleares iraníes; o cuando conocieron que el Pentágono obtuvo recientemente la aprobación del Congreso para asignar millones de dólares de los gastos de defensa al desarrollo de una bomba conocida como "Massive Ordnance Penetrator" (Penetrador Masivo de Artillería), una bomba que está diseñada para impactar en blancos subterráneos de gran profundidad.
Asimismo, los miembros del Comité Nobel noruego justificaron su decisión manifestando que Obama "privilegia el diálogo y la negociación como instrumentos de resolución de conflictos". Parecen desconocer que, en un gesto más amenazante que diplomático, Obama sigue instalando bases militares en todo el mundo. Según el propio Pentágono, las bases militares de Estados Unidos en el mundo llegan a 872 y se encuentran localizadas en cuarenta países con más de 190.000 soldados. De modo que no es precisamente mediante la diplomacia que el nuevo poseedor del Nobel de la Paz buscará sostener el papel de Estados Unidos como gendarme del mundo. El Pentágono posee bases a lo largo y a lo ancho del globo con el objetivo controlar los procesos políticos opuestos a los deseados por la Casa Blanca. Sólo en Latinoamérica, hasta este año contaba con bases en Aruba, Colombia, Costa Rica, Cuba, Curazao, El Salvador, Honduras, Perú y Paraguay. Estas bases no tienen ningún tipo de control por parte de la sociedad civil de los países en las que están instaladas. Son verdaderas zonas liberadas que no se rigen por las leyes locales y tampoco respetan tratado internacional alguno, como por ejemplo los que tienen que ver con el respeto a los derechos humanos. De hecho, se acumulan las denuncias por torturas y vejámenes que sufren los presos que se encuentran en las prisiones de estas bases.
No hay que olvidar que, además de estos enclaves, existe el Comando del Sur, que opera en diecinueve países de Centro y Sudamérica y que se dedica a entrenar a los ejércitos de los países con los que mantiene programas conjuntos. Tampoco hay que dejar de mencionar que, con distinto nombre pero con el mismo objetivo, sigue existiendo la Escuela de las Américas, el organismo que se dedicó entre otras cosas a entrenar en la tortura y la desaparición de personas a miles de militares de nuestro continente, que ahora cambió su nombre por el de Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación de Seguridad y que, por supuesto, no fue cerrado por el nuevo premio Nobel de la Paz. Pero, en rigor de verdad, no debería sorprender la decisión de la Fundación Nobel. Un ex presidente del mismo país ya ha recibido la misma condecoración en el 2002. Se trata de Jimmy Cárter, a quien en ese momento se premió por "sus esfuerzos infatigables para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales, por impulsar la democracia y los derechos humanos", cuando durante su período de gobierno (1977 a 1981) en América Latina se encontraba en plena aplicación el Plan Cóndor promovido por Estados Unidos para apoyar a los gobiernos dictatoriales de la región. También supo premiar en su oportunidad a Henry Kissinger, acertadamente definido por Gore Vidal como el mayor criminal de guerra que anda suelto por el mundo, o incluso a Menahem Beguin, un terrorista ligado al Movimiento Revisionista Sionista que en la década del '30 se dedicaba al tráfico ilegal de emigrantes a Palestina y que, luego de ser apresado y enviado a un campo de trabajos forzados en Siberia, fue liberado por el inefable Stalin en 1941.
Por recibir el Premio Nobel, a Obama le corresponde una medalla, un diploma y 1,4 millones de dólares. Es llamativo que se le entregue dinero a quien salvó con billones de dólares a decenas de bancos y empresas que malversaron fondos ajenos a costa de aumentar el hambre y la miseria en el mundo. De hecho, este año se alcanzó la peor cifra histórica de personas afectadas por el hambre: más de 1.000 millones -esto es, un sexto de la población mundial-. Hoy al menos 2.000 millones de personas viven bajo el umbral de la pobreza y se ven obligadas a destinar entre el 70 y el 80% de sus ingresos a alimentación, rubro que ha aumentado sus precios en un 50%, justamente cuando la humanidad nunca había producido tanta comida como ahora. Esto es algo que, evidentemente, el sentimiento de culpa de Alfred Nobel no consigue atenuar.