19 de noviembre de 2011

Gilles Eric Séralini: "Lo que está sucediendo con las semillas transgénicas es la conclusión natural del mundo liberal: patentar la vida. Al final, todo pertenece a alguien" (1)

En 1980, la Corte Suprema de Estados Unidos aprobó por cinco votos contra cuatro el derecho a patentar un microorganismo vivo hecho por el ser humano. La decisión respondía a una solicitud de la empresa General Electric para explotar comercialmente una bacteria del género pseudomonas manipulada genéticamente y abrió la puerta a una de las mayores revoluciones alimentarias y económicas de los últimos tiempos: la patente de semillas genéticamente modificadas. De hecho, sentó las bases para que varias corporaciones de la industria farmacéutica y química iniciasen la conquista del mercado del suministro mundial de alimentos producidos a partir de la manipulación de la naturaleza. Las mayores de esas compañías multinacionales son Syngenta, resultado de la fusión de la empresa sueco-británica Astra-Zéneca con la suiza Novartis (surgida a su vez de la unión de Ciba-Geigy con Sandoz); Monsanto, que se fusionó de manera completa con Pharmacia & Upjhon (asociada a su vez con Pfizer) conservando su nombre y una entidad legal separada; Bayer, que compró Aventis (formada a partir de la fusión de la francesa Rhône-Poulenc con la alemana AgroEvo, que a su vez surgió de la unión de Hoechst y Schering); BASF, que adquirió, entre otras, a la estadounidense Cyanamid; DuPont, que compró la dinamarquesa Danisco; Dow AgroSciences, perteneciente a Dow Chemical Company, la propietaria de, entre otras, Rohm and Haas y Union Carbide; y ChemChina, subsidiaria de la China National Chemical Corporation que acaba de adquirir la israelí Makhteshim Agan. Ya en 1974, Monsanto, una de las más importantes de estas compañías, fue autorizada a comercializar el herbicida Roundup cuyo ingrediente activo es el glifosato, un aminofosfonato que ejerce su acción herbicida a través de la inhibición de una enzima impidiendo así que las plantas elaboren tres aminoácidos aromáticos esenciales para su crecimiento y supervivencia. Pronto la compañía se convirtió en líder en la investigación biotecnológica y promocionaba el Roundup como "un herbicida seguro y de uso general en cualquier lugar, desde céspedes y huertos hasta grandes bosques de coníferas", sosteniendo que el herbicida era biodegradable. Pero, en enero de 2007, Monsanto fue condenada por el tribunal francés de Lyon a pagar multas por el delito de "publicidad engañosa" al comprobar la falsa propiedad biodegradable del agrotóxico e incluso afirmó que el Roundup "puede permanecer de forma duradera en el suelo e incluso extenderse a las aguas subterráneas". Para este fallo, la Justicia francesa se basó en los estudios realizados por el biólogo molecular francés Gilles Eric Séralini (1961), docente de la Université de Caen y director del Consejo Científico del Comité de Recherche et d'Information Indépendantes sur le Génie Genétique (Comité de Investigación e Información sobre Ingeniería Genética - CRIIGEN), un grupo de científicos que investiga la toxicidad de las variedades transgénicas y los herbicidas. En 2005, Séralini había descubierto que algunas células de la placenta humana son muy sensibles al herbicida Roundup de la compañía Monsanto, después de que un relevamiento epidemiológico de la Carleton University de Ontario, Canadá, vinculara la exposición al glifosato con el riesgo de abortos espontáneos y partos prematuros. El estudio, publicado en la revista "Environmental Health Perspectives", precisó que el herbicida mata una gran proporción de esas células después de sólo dieciocho horas de exposición a concentraciones menores que las utilizadas en el uso agrícola. Duramente cuestionado por las empresas del sector, fue incluso descalificado por los medios de comunicación -sobre todo por la cadena de televisión NBC, propiedad de la General Electric- acusádoselo de "fundamentalista ecológico". No obstante ello, tres años más tarde publicó un nuevo estudio en la revista científica "Chemical Research in Toxicology", en el cual sostiene que "aun en dosis diluidas mil veces, los herbicidas Roundup estimulan la muerte de las células de embriones humanos, lo que podría provocar malformaciones, abortos, problemas hormonales, genitales o de reproducción, además de distintos tipos de cáncer". Las investigaciones de Séralini y su equipo fueron rechazadas por la European Food Safety Authority (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria - EFSA) y la Environmental Protection Agency (Agencia de Protección Ambiental -EPA) de Estados Unidos, pero, dado el enorme poder de la industria transgénica, con un mercado concentrado y una facturación sideral, se sospecha que ésta a ejercido una enorme presión política y económica sobre aquellos organismos de control para permitir el uso de los agroquímicos. Sobre todos estos temas profundiza Séralini en la primera parte de la siguiente síntesis de las entrevistas que fueran publicadas el 8 de abril de 2009 por el diario "La Vanguardia" (a cargo de Ima Sanchís), el 21 de junio del mismo año por el diario "Página/12" (a cargo de Darío Aranda) y por la revista "XL semanal" nº 1176 del 9 de mayo de 2010 (a cargo de Ana Tagarro).


¿Es usted un radical de lo natural?

En absoluto, pero mi profesión es la investigación en biología molecular, cómo se hacen los organismos genéticamente modificados (OGM) y qué efectos tienen en la salud cuando los ingerimos. Sabemos que el cáncer, las enfermedades hormonales, metabólicas, inmunitarias, nerviosas y reproductivas están relacionadas con los agentes químicos que contienen.

¿Cuántos tipos de transgénicos hay?

Soja, maíz, algodón y colza. Las semillas llevan incorporado el veneno para los insectos. Las de maíz y soja contienen Roundup, el mayor herbicida del mundo. Monsanto siempre entregó estudios ridículos sobre el glifosato solo, mientras el Roundup es una mezcla mucho más tóxica que el glifosato solo. El mundo científico lo sabe, pero muchos prefieren no ver o atacar los descubrimientos. Sin embargo, la empresa sostenía que era inocuo. Hemos confirmado que los residuos de Roundup representan los principales contaminantes de las aguas de los ríos o de superficie. Por otro lado, recibimos apoyo de parte de investigadores que encontraron efectos similares, explicando así abortos naturales y desastres en las faunas autóctonas.

Usted afirma que el glifosato estimula la muerte de las células de embriones humanos y alertó sobre las consecuencias sanitarias y ambientales. Sin embargo, cuando dio a conocer sus investigaciones, recibió críticas y desacreditaciones.

He publicado tres artículos en revistas científicas norteamericanas de ámbito internacional, junto con investigadores que hacían su doctorado en mi laboratorio, sobre la toxicidad de los herbicidas de la familia del Roundup sobre células humanas de embriones, así como de placenta, y sobre células frescas de cordones umbilicales, las cuales llevaron a los mismos resultados, aunque fueran diluidas hasta cien mil veces. Confirmamos que los herbicidas Roundup estimulan el suicidio de las células humanas. Me especializo en los efectos de los organismos genéticamente modificados y sabemos que el cáncer, las enfermedades hormonales, nerviosas y reproductivas tienen relación con los agentes químicos de éstos. Además, estos herbicidas perturban la producción de hormonas sexuales, por lo cual son perturbadores endocrinos.

Luego de una investigación en la Argentina, en la se que confirmó el efecto devastador en embriones anfibios, las empresas del sector reaccionaron con intimidaciones, amenazas y presiones. ¿Le suena familiar?

Sí, y mucho. Con mis investigaciones las empresas también reaccionaron muy mal. En lugar de criticar a los investigadores, una gran empresa responsable que no tiene ninguna capacitación en toxicología tendría que ponerse en duda e investigar. En diciembre de 2008, cuando se publicó nuestro último artículo, el Departamento de Comunicación de Monsanto dijo que estábamos desviando el herbicida de su función, ya que no fue hecho para actuar sobre células humanas. Este argumento es estúpido, no merece otro calificativo. Es muy sorprendente que una multinacional tan importante admitiera, con ese argumento, que no conduce ensayos de su herbicida con dosis bajas sobre células humanas antes de ponerlo en el mercado. Se debiera prohibir el producto nada más que por ese reconocimiento corporativo.

¿Cuál fue el papel de los medios de comunicación en sus descubrimientos?

Diarios y canales de televisión han hablado de nuestros estudios, dando cuenta de que el mundo está deteriorándose a causa de estos contaminantes y que muchas enfermedades desencadenadas por productos químicos ya se ven también en los animales y reducen dramáticamente la biodiversidad. Pero también hay que tener presente que el "lobby" de las empresas es muy fuerte, hacen llegar a los medios de comunicación informaciones contradictorias que finalmente desinforman a la opinión pública e influyen en gobiernos. Llevo veinticinco años trabajando sobre las perturbaciones de los genes, de las células y de los animales provocadas por medicamentos y contaminantes. Advertimos el peligro existente y proponemos estudios públicos. Pero en lugar de profundizar estudios y reconocernos como científicos nos quieren restar importancia académica llamándonos "militantes ambientalistas". Tenemos claro que el ataque proviene de empresas que, si se hacen los estudios, deberán retirar sus productos del mercado. Y hay que recordar también que el efecto sanitario se extiende a los alimentos transgénicos y sus derivados.

¿Hay muchos alimentos que contengan soja o maíz?

Sí, todos los que contienen, por ejemplo, azúcar de maíz: pastelería, salsas, bombones, caramelos, chocolate... Todos estos productos también deben ser objeto de urgentes estudios. La soja representa el 65% de los cultivos transgénicos y, además de para pienso, se usa para hacer lecitina, un emulgente de las grasas que se encuentra en el 80% de la comida "industrial". Luego está el maíz, que sirve para alimentar animales y para extraer un azúcar que puede ser utilizado como edulcorante en bebidas gaseosas. Es decir, estamos ingiriendo residuos de transgénicos. Con el maíz transgénico (también tratado con Roundup) se alimentan los animales que luego come la población: pollos, vacas, conejos y cerdos, y también la leche, los huevos… Sólo en España hay 100.000 hectáreas dedicadas al cultivo de maíz transgénico (casi todo en Catalunya), es la puerta de entrada de los OGM a Europa.

Por ubicarnos: si yo le digo que acabo de desayunar café con leche, tostadas, jamón cocido y fruta, ¿he comido ya algún alimento transgénico?

No directamente. En Europa, hasta ahora, se han evitado los transgénicos en la comida humana. El OMG más extendido es la soja importada del continente americano, especialmente de Estados Unidos, Argentina y Brasil, para alimentar el ganado. No es que el jamón o la leche sean transgénicos, sino que los animales de donde salen son alimentados con pienso transgénico.

Visto así, parece que es un peligro menor, que nos afecta "relativamente"…

Pues no es así. Todo lo contrario. Mire, es la primera vez en la historia de la humanidad que somos capaces de modificar el patrimonio hereditario, genético, de las especies vivas. Y esto se ha producido en un escenario industrial a una velocidad industrial. El problema con los transgénicos y la razón de que no sea un mal menor es que el salto que se ha dado del laboratorio al supermercado se ha hecho sin los plazos ni las pruebas adecuadas.

¿Pero se puede afirmar que los transgénicos son un riesgo para la salud?

Yo creo que sí y voy a explicarle por qué, pero la pregunta no es si son un riesgo sino, ¿por qué se modifican las semillas? ¿Por qué hacemos soja transgénica? Y la respuesta es que se modifican para contener pesticidas.

Querrá decir para resistir a los pesticidas.

No. Digo "para contener pesticidas". Está probado que los pesticidas son malos para la salud porque inhiben la comunicación entre las células y pueden provocar enfermedades nerviosas y hormonales. Entonces, ¿por qué los transgénicos son diseñados para contenerlos? Porque lo que buscan es absorberlo sin morir o, incluso, fabricar las mismas compañías el pesticida. El 80% de los transgénicos se hacen para absorber un herbicida.

¿Qué riesgos para la salud derivados de los pesticidas están demostrados?

Depende de la cantidad de pesticida que ingiera el organismo. No se trata de un infarto ni de un virus que le hace enfermar en quince días. Es un riesgo a largo plazo. Nosotros hemos probado que los residuos de pesticidas pueden matar células embrionarias humanas y si sobreviven, disminuye la cantidad de hormonas sexuales que fabrican. Todos los países desarrollados están llenos de las llamadas "enfermedades crónicas": nerviosas, de la sangre (como leucemias), reproductivas y sexuales (como el cáncer de próstata y de mama), esterilidad, descenso en la calidad y cantidad de esperma, enfermedades de carácter inmume -como las alergias-, y no es porque ahora se detecten mejor. Esto no se explica por virus o bacterias, no se debe a problemas hereditarios (sólo un 5% del cáncer de mama tiene relación hereditaria). Se debe en su mayoría al medio ambiente. Y ahí, los productos químicos son determinantes. Así que si los transgénicos están diseñados para absorber químicos, algo tendrán que ver con esas enfermedades.

¿En qué dosis son peligrosos?

No lo sabemos porque no se han hecho los tests adecuados; sólo sabemos que nos hacen daño a largo plazo. En general, impiden que los órganos y las células funcionen bien.

Pero se han hecho tests con ratas.

Sí, pero los resultados son confidenciales. Hay que pedir a los gobiernos de Europa que hagan públicos estos análisis; y, cuando lo hagan, muchos debates ya no tendrán sentido porque serán evidentes los efectos de los OGM. Yo soy uno de los cuatro expertos que han trabajado para la Unión Europea en el conflicto que se debate en el marco de la Organización Mundial del Comercio entre Estados Unidos y Europa para etiquetar los OGM. La UE ha pedido los resultados de las pruebas a las compañías para aceptar o no la comercialización de estos productos, pero las compañías dicen que son confidenciales, cuando según la ley de la UE deberían ser públicos. Ya hemos ganado algún juicio contra Monsanto demostrando los efectos nocivos de los OGM que pudimos analizar.

Cuénteme.

Para saber si los OGM son tóxicos se hacen los mismos tests en todo el planeta; se les da a las ratas dos dosis de maíz transgénico durante tres meses y se les hacen dos análisis de sangre, a las cinco semanas y a los tres meses. Los resultados fueron: un aumento del 20 al 40% de triglicéridos, grasa, en la sangre de las hembras; un 10% de aumento del azúcar; un 7% de aumento de peso del hígado; del 3 al 5% de aumento de peso corporal y disfunciones en los riñones. Y para los machos, alteraciones en los parámetros del hígado y del riñón, precisamente los órganos de desintoxicación, aunque ligeramente inferiores. Estos son claros signos de toxicidad. No podemos decir que es diabetes, pero es un perfil prediabético. Si alguien va a su médico con estos datos, le diría que ingresase en el hospital para hacerse más pruebas y saber exactamente qué tiene, porque apunta mal... Los expertos pedimos dos años de tests sobre animales en laboratorio, tal como se hace con los medicamentos; pero entonces los OGM no son rentables. Hay un gran combate político y económico sobre este tema, y hay que decírselo a la gente: no nos permiten ver esos análisis de sangre ni conseguimos hacer el test más allá de tres meses. Esto es un escándalo escondido por las grandes compañías.

¿Qué explicación dan estas compañías?

En primer lugar, se resistieron por todos los medios a que los estudios se hicieran públicos. Y cuando lo logramos, dijeron que ellos ya habían reparado en los efectos en las ratas, por supuesto, ya que ellos hicieron los estudios, pero pensaron que no era importante porque los efectos no son iguales en machos que en hembras. ¿Le parece eso una razón?

¿Tan poderosas son estas empresas que los gobiernos no puede detenerlas?

Es el mayor desafío financiero que jamás ha existido. Hay cuatro plantas que alimentan al mundo a nivel intensivo: soja, maíz, arroz y trigo. Las compañías registran patentes sobre las plantas de estos alimentos gracias a los OGM. Quien tenga las patentes y cobre "royalties" cada vez que alguien las coma o cultive en el planeta será el rey del mundo; por eso las grandes empresas farmacéuticas han empezado a hacer OGM. Las ocho mayores compañías farmacéuticas son las ocho mayores compañías de pesticidas y de OGM. Monsanto tiene el 80% de la biotecnología del mundo.

¿Y por qué lo permiten los gobiernos?

Hace quince años, todos los gobiernos de los países industrializados apostaron por el desarrollo de la industria de la biotecnología, donde se ha invertido mucho dinero público. Los gobiernos saben que hay problemas con los OGM, pero si consiguen y publican los resultados de los análisis, resultará que todo lo autorizado hasta el momento ha sido un error de graves consecuencias.

¿Por qué los científicos no presionan?

Ni siquiera uno de cada diez mil tiene acceso a los datos. Yo hace nueve años que leo todos los informes europeos y norteamericanos de controles sanitarios de OGM, y los únicos que hacen tests son las propias compañías.

¿Afirma usted, entonces, que el aumento del cáncer de mama, de la infertilidad y de las alergias está relacionado con los productos químicos que ingerimos a través de la comida?

Sí, por supuesto. En la comida, el agua y el aire… Hay muchos químicos en la atmósfera, pero, si además comemos algo que contiene un pesticida, aumentamos el efecto. No digo que los pesticidas sean la única explicación, pero estoy seguro de que los químicos están relacionados con el cáncer de pecho y la infertilidad. Ahora bien, es un efecto a largo plazo. Es importante entender esto. No estamos habituados a luchar contra los químicos. La Organización Mundial de la Salud y las autoridades esperan una epidemia y esto no funciona así.

Pero es comprensible que necesiten pruebas...

Hay pruebas. Está probado que el Roundup es tóxico en células embrionarias; lo hemos demostrado en el laboratorio, y lo que decimos es que hay que seguir probando: primero, en animales de laboratorio, luego en los de granja, y más tarde en humanos, como con cualquier fármaco. La industria ha admitido que no se ha hecho ningún test sanguíneo de más de tres meses para comprobar cómo afectan los transgénicos a los animales. Esto es un crimen porque todas las enfermedades crónicas aparecen después de ese periodo. Cuando se prueba un fármaco, antes de dárselo a los pacientes, se exige que esa droga se administre a ratas en laboratorios durante dos años, lo que representa su ciclo vital total.

¿Por qué no hace usted, el CRIIGEN, los tests?

Porque necesito 2 millones de euros para empezar. Las pruebas científicas bien hechas son muy caras. Colocar un nuevo fármaco en el mercado pasa por unas pruebas que cuestan unos 150 millones de euros.