20 de noviembre de 2011

Gilles Eric Séralini: "Lo que está sucediendo con las semillas transgénicas es la conclusión natural del mundo liberal: patentar la vida. Al final, todo pertenece a alguien" (2)

Pérdida de embarazos, malformaciones genéticas, mutaciones, cáncer, leucemia, afecciones respiratorias severas son sólo algunos de los problemas de salud cada vez más recurrentes. Las modificaciones en el medio ambiente se advierten a simple vista, sin embargo aún se discute si los casos que ya se contabilizan son debido a que hoy existe una mayor difusión de estos temas o si, en realidad, se comienza a visualizar la real dimensión de las modificaciones en nuestro medio ambiente. Algunos ecólogos usan el término "síndrome de perturbación ambiental" para identificar las condiciones ambientales en deterioro y las amenazas resultantes para la salud, cuyos síntomas más notorios son el resurgimiento de enfermedades infecciosas como la fiebre tifoidea, el cólera y la neumonía, y el surgimiento de nuevas enfermedades como la tuberculosis resistente a los medicamentos y los trastornos reproductivos en los seres humanos vinculados con las sustancias químicas industriales. También mencionan la pérdida de la diversidad biológica y el consiguiente detrimento de posibles fuentes de nuevos fármacos y plantas alimenticias; la declinación de agentes polinizantes como las abejas, los pájaros, los murciélagos, las mariposas y los escarabajos, que son indispensables para la reproducción de las plantas con flor; y la proliferación de algas dañinas a lo largo de las costas del mundo, lo que lleva a más brotes mortíferos de enfermedades como la ciguatera y el envenamiento paralizador producido por la ingestión de mariscos. Muchos organismos internacionales advierten sobre estos peligros directos sobre nuestra salud, entre ellos el Comité de Investigación e Información sobre Ingeniería Genética (CRIIGEN) dirigido por el biólogo molecular francés Gilles Eric Séralini, cuya investigación acerca de los riesgos de los transgénicos desencadenó una campaña para desacreditarlo capitaneada por la compañía Monsanto. Frente a esta campaña de desprestigio, Séralini recibió el apoyo de la revista científica "Chemical Research in Toxicology", la que le propuso publicar el esquema completo del modo de acción toxicológico. El biólogo focalizó su análisis en las células humanas del cordón umbilical, embrionarias y de la placenta, llegando a la conclusión de que la totalidad de las células murieron dentro de las veinticuatro horas de exposición a las variedades de Roundup: "Se estudió el mecanismo de acción celular frente a cuatro formulaciones diferentes de Roundup (Express, Bioforce o Extra, Gran Travaux y Gran Travaux Plus). Los resultados muestran que los cuatro herbicidas Roundup y el glifosato puro causan muerte celular. Confirmado por la morfología de las células después del tratamiento se determina que, incluso a las más bajas concentraciones, causa importante muerte celular. Aun con dosis hasta diez mil veces inferiores a las usadas en agricultura, el Roundup provoca daño en membranas celulares y muerte celular". También confirmó el efecto destructivo del glifosato puro, que en dosis quinientas veces menores a las usadas en los campos induce a la muerte celular. La contundencia y difusión del trabajo provocaron que la compañía de agrotóxicos más poderosa del mundo rompiera su silencio -a pesar de que su política empresarial es no responder estudios o artículos que no le sean favorables-. Mediante un comunicado, la filial francesa de Monsanto volvió a deslegitimar al científico: "Los trabajos efectuados regularmente por Séralini sobre Roundup constituyen un desvío sistemático del uso normal del producto con el fin de denigrarlo, a pesar de que se ha demostrado su seguridad sanitaria desde hace treinticinco años en el mundo". La antigüedad del producto en el mercado es el mismo argumento utilizado en la Argentina por los defensores del modelo de agronegocios. Las organizaciones ambientalistas locales relacionan este argumento con el utilizado para defender el PCB, un químico usado en transformadores eléctricos y producido, entre otros, por Monsanto, que también se utilizó durante décadas. Recibió cientos de denuncias y se lo vinculó con cuadros médicos graves, pero las empresas continuaron defendiendo su uso basado en la antigüedad del producto, hasta que la presión social obligó a los Estados a realizar estudios y, con los resultados obtenidos, se prohibió su uso. Séralini remarca el poder económico de las agroquímicas y recuerda que las ocho mayores compañías farmacéuticas son las ocho mayores compañías de pesticidas y de organismos genéticamente modificados, entre las que Monsanto tiene un papel protagónico. Por eso reclama la realización urgente de tests sobre animales de laboratorio durante dos años tal como sucede con los medicamentos en Europa. "Hay un ingrediente político y económico en el tema -dice el biólogo francés-. Los únicos que hacen tests son las propias compañías, porque son ensayos carísimos. Las empresas y los gobiernos no dejan ver esos trabajos. Esos estudios tendrían que ser realizados por universidades públicas y deberían ser públicos". Lo que sigue es la segunda y última parte de la síntesis de las entrevistas a Séralini que fueran publicadas por los diarios "La Vanguardia" y "Página/12", y por la revista "XL semanal".


Admitamos que hay un riesgo en los transgénicos, pero también en los teléfonos móviles, en la tecnología láser, en la cirugía estética...

¡Pero por lo menos en ellos se ven los beneficios! No hay beneficios en los transgénicos. ¿Cuál son?

Parecen evidentes: cereales más fuertes y en mayor cantidad, con menos trabajo para los agricultores, que ganan más dinero y alimentarán a más gente.

Ese es un argumento estúpido, créame. Las patentes de las semillas sólo llevarán hambre al mundo. En primer lugar, los transgénicos no alimentan a los pobres sino el estómago de los cerdos. Segundo, las semillas patentadas pertenecen a compañías que ya, hoy, no dejan sus patentes para luchar contra la malaria o el sida en los países pobres. ¿Por qué iban a cederlas para alimentarlos si no las dejan para algo que los está matando? Son farmacéuticas reconvertidas en industria alimentaria. Y, en tercer lugar, nosotros comemos en todo el planeta sólo cuatro plantas: trigo, arroz, soja y maíz. Hay treinta mil plantas conocidas y comestibles en el planeta y sólo nos alimentamos de cuatro. ¿No le parece anormal?

Sin duda es curioso, pero es posible que tenga que ver con que cada vez hay más bocas que alimentar y esas cuatro plantas son las más productivas.

No. Es el resultado de haber industrializado la agricultura. Lo que deberíamos hacer es potenciar la agricultura local, comer treinta plantas en vez de cuatro. La cuestión no es hacer transgénicos con pesticidas, porque no están hechos para hacer más plantas sino para hacer más negocio con los pesticidas. La forma de alimentar a más gente es diversificar los cultivos y comer menos carne.

Pero reconocerá que en los años '40 la introducción de técnicas de explotación modernas, el monocultivo y la selección genética, la llamada "Revolución verde, ayudaron al desarrollo y al Tercer Mundo.

No. Hay mucha gente hambrienta en el mundo y ya hubo esa "Revolución verde", cuyo resultado fue que los países industrializados tuvieran más carne para comer. Lo cual, recién terminada la Segunda Guerra Mundial estuvo bien, estoy de acuerdo. Pero ya no. Comer carne dos veces al día es malo. Hay estadísticas en sesenticinco países que prueban que el cáncer de mama y el de intestino están relacionados con el consumo de grasa animal. Dentro de un animal hay más pesticidas que en un campo de maíz o de soja, porque se necesitan muchos campos para alimentar a una vaca; es una concentración de pesticidas.

Usted promueve lo "natural", pero quizá la producción biológica es un lujo que no podemos permitirnos.

La producción natural ha alimentado al mundo durante miles de años y sin ayuda de los Gobiernos. Porque, déjeme decirle una cosa, la agricultura industrializada no es rentable. Está sostenida por fondos públicos. Los agricultores no sobrevivirían sin las ayudas gubernamentales.

Pero los transgénicos podrían beneficiar a la agricultura en Africa, en zonas donde los cultivos son difíciles.

No usemos a los pobres como excusa. La ONU dijo hace quince años que con 50 billones de dólares se acabaría con el hambre en el mundo y no encontraron el dinero. En tres meses, todos los países industrializados han encontrado el doble de esa cantidad para "alimentar" a los bancos y las grandes compañías. Durante los últimos treinta años se ha puesto en el mercado una gran cantidad de productos químicos y transgénicos sin testear, convenientemente amparados en la confidencialidad de las empresas y sus negocios. Prima el beneficio económico sobre la salud a largo plazo de la gente.

Algún tipo de control habrá, ¿no?

¡No hay ningún control! ¿Por qué cree que hay esta crisis financiera? Porque no hay transparencia. Y si no la hay en las finanzas, ¿cree que la hay en la alimentación?

¿Vamos a tener un caso Madoff en la industria alimentaria?

Y será mucho más importante porque la comida es vital, afecta a nuestra vida diaria.

¿Quien controle las semillas controlará el mundo?

Por supuesto. Es el mayor objetivo financiero del mundo. Hay sólo ocho compañías haciendo patentes de semillas. O para ser más precisos, patentando genes artificiales en semillas. Es sutil. No se pueden patentar las semillas, se pueden patentar los genes introducidos en ellas. Y si uno usa la semilla, tiene que pagar a la compañía que tiene la patente. Y como sólo tenemos cuatro plantas para alimentar el mundo… La soja y el maíz ya son transgénicos y quieren hacer lo mismo con el trigo y el arroz.

Entiendo, además, que las semillas transgénicas se pueden expander sin que se lo pueda evitar por el viento, los insectos... ¿Hay alguna forma de controlar esto?

No, no la hay. Cuando en un territorio hay un 10% de campo cultivado con transgénicos, ya no se lo puede detener. Una vez que se suelta algo en el medio ambiente, por definición no se lo puede confinar. No se puede ponerle puertas al campo. Y no son sólo los insectos. Es suficiente con que se mezclen las semillas en los silos, con la maquinaria… Por eso es muy importante no hacer farmacia en el campo. Es incontrolable.

¿Han intentado sobornarle alguna vez para que deje de criticar los transgénicos?

¿Puedo pasar de esta pregunta?

Después de lo que ha dicho, yo creo que no.

Digamos que me iría mejor si respaldase los transgénicos, pero no podría dormir tranquilo. Cuando digo lo que digo, recibo llamadas de mi universidad o del Gobierno que me recuerdan lo que ya sé; que si quiero ir a los congresos y tener fondos para investigar, es mejor trabajar con la industria. Así que siempre hay presiones. Como ha dicho el médico Brian John de GM Free Cymru, el grupo de presión de la comunidad establecida en Pembrokeshire, Reino Unido, que hace campaña para mantener al País de Gales libre de cosechas genéticamente modificadas: todo esto se podría haber evitado si los industriales de la biotecncología hubiesen seguido las tradiciones de larga data de respeto a los investigadores y hubiesen aceptado honestos debates con académicos cuyos puntos de vista y hallazgos en la investigación no coinciden con los propios de la industria. Hace ya años que la industria de la biotecnología y sus apologistas han tenido la lengua suelta para calumniar e intimidar a quienes han tenido la temeridad de cuestionar la seguridad de los productos genéticamente modificados… Algunos señorones académicos trabajando para la industria biotecnológica se han comportado más como miembros de una secta a la que se le atribuyen asesinatos por fanatismo que como científicos. Su filosofìa ha sido siempre: "maten al mensajero". Pero no quiero dar la impresión equivocada. No estoy en contra de la ingeniería genética. Se pueden hacer grandes cosas con ella. La mayoría de los científicos piensa en el desarrollo, no en negocios. Pero me temo que lo que está sucediendo con las semillas es la conclusión natural del mundo liberal: patentar la vida. Al final, todo pertenece a alguien.