1 de diciembre de 2012

Nicole Krauss: "Cuando abro un libro que realmente me gusta siento que todo lo demás no importa" (1)

Nacida en Manhattan y criada en Long Island, Nicole Krauss (1974) se graduó en Literatura Inglesa en la Stanford University e hizo sus estudios de posgrado en la Oxford University. Luego estudió en el Courtauld Institute of Art de Londres, donde obtuvo una maestría en Historia del Arte. Comenzó escribiendo poesía y, a instancias del poeta ruso-estadounidense Joseph Brodsky (1940-1996), llegó a publicar varios poemas en las revistas "Doubletake", "Ploughshares" y "The Paris Review". En 2002 lanzó su primera novela, "Man walks into a room" (Llega un hombre y dice), que recibió una muy favorable acogida por parte de la crítica. Tres años más tarde apareció "The history of love" (La historia del amor), su segunda novela, que rápidamente se convirtió en un éxito comercial, fue traducida a más de treinta y cinco idiomas y supuso la confirmación de su talento. Finalmente, en 2010, publicó "Great house" (La gran casa), mientras sus cuentos aparecen con asiduidad en medios prestigiosos como "The New Yorker", "Harper's Magazine", "Esquire" y "Granta". La revista digital "Literaturas.com" publicó en febrero de 2009 una entrevista a la escritora a cargo de Ángeles López con motivo de la publicación en castellano de "Llega un hombre y dice", que se tradujo a esa lengua después de "La historia del amor". A ella se le suman las entrevistas de Inés Martín Rodrigo para la edición del 2 de octubre de 2012 del diario "ABC" y la de Andrés Hax para el nº 477 de la revista "Ñ", del 17 de noviembre del mismo año, ambas en ocasión de la aparición de "La gran casa" en castellano.



Elogiada por Coetzee, Susan Sontag y traducida a múltiples idiomas... ¿no le bloquea?

Sí y no... Desde luego fue determinante a la hora de darme a conocer y es un incentivo como escritora ante las dudas de principiante, pero no he permitido que esos reconocimientos se convirtieran en una presión, de lo contrario, no hubiera podido volver a escribir una sola línea.

La crítica no cesa de reconocer la importancia de Kafka en su obra... ¿La siente tan presente?

Sin duda tiene una influencia determinante para mí. Y es curioso porque no soy dada a los exvotos literarios, pero Kafka ejerce un magnetismo especial... Es difícil ser un escritor del siglo XXI y no estar influido por él, uno de los más grandes de los últimos cien años. Uno siente su presencia, la intensidad de su vida interior y la dificultad de expresarla. No en vano, le rindo tributo en "Llega un hombre y dice".

Todo autor quiere expresar algo concreto con su obra. ¿Qué ha pretendido con esta novela?

Amor y libertad, especialmente. Además, tengo una tendencia natural a explorar las mentes de personajes que sienten una forma de aislamiento o alienación, gentes que no están contentas con su lugar en el mundo, que luchan por conectarse o acercarse a otras personas.

¿A qué cree que se debe su éxito no sólo en España sino en buena parte de Europa?

Me he detenido a pensarlo pero no tengo explicación razonable. También en Latinoamérica hay una fuerte atracción por mis libros -particularmente en Chile y Argentina- y no es sencillo dilucidar los motivos. Debe tratarse de un camino de ida y vuelta, en tanto que los escritores en castellano son mis favoritos porque producen en mí una sensibilidad muy especial.

Como Borges o Bolaño...

Y Gabriela Mistral, Donoso, Nicanor Parra, César Aira, Vila-Matas... Pero sin duda alguna Borges y Bolaño me emocionan profundamente. Leer es la forma más poderosa de diplomacia que tenemos entre los individuos y los países. Si publicáramos más literatura iraní habría más comprensión. Pero las editoriales creen que los lectores estadounidenses no se interesan por las traducciones y sólo se publica un 3% de literatura no inglesa.. La publicación de Bolaño es una victoria maravillosa porque cada vez le lee más gente. A mí me frustra saber que me estoy perdiendo una literatura que me emocionaría, por no poder leer en castellano. Casi todos mis autores favoritos escriben en castellano. Quedé predispuesta tras haber adorado a Borges durante años, porque es el autor que les dio a los demás la libertad de escribir en sus ficciones acerca de otros escritores y sobre la literatura en sí misma. El inoculó esa obsesión en Bolaño, que es mi héroe. "Los detectives salvajes" o "2666" me confirmaron que todo es posible en la novela, al tiempo que me hicieron pensar que la literatura sajona está muerta. Es lo que llamo "el efecto Bolaño": escritores involucrados en política. Nosotros tuvimos aquella tradición pero la perdimos, porque en Estados Unidos la política está mucho más codificada. Por no hablar del conflicto que existe en mi generación entre las obras de sentimientos y las intelectuales. Bolaño es la solución: logró unir ambas cosas sin fisuras.

¿Sigue preguntándose cuál será su "voz”, o qué puede aportar a la literatura?

Ya está superado. Piense que comencé a escribir en la adolescencia y ahí fue precisamente donde descubrí que podía reinventarme. Escribir fue mi forma de comunicación más temprana aunque, aquellos con quienes pensaba comunicarme, nunca leyeron lo que escribía. Después, pasó a ser una forma natural de expresión, un proceso que me permite estar en equilibrio con el mundo, canalizando mis emociones.

Algunos críticos han vinculado "La historia del amor" con ciertos elementos presentes en la obra de Paul Auster...

Pues difiero, aunque me hace gracia. Le conozco bien, a nivel personal, porque somos vecinos. Además, su obra me gusta mucho, pero no es un escritor capital en mi vida. Me encanta que me dé sus novedades editoriales y las leo con gusto, pero sus obsesiones e iconografía son distintas a las mías. No obstante, a tenor de lo que me dicen los demás, yo misma he pensado en qué podemos parecernos y tal vez tenga que ver con esa ambientación en Brooklyn y con los meta-niveles, las historias dentro de las historias, pero ahí terminan nuestras similitudes.

Ser escritora y judía, ¿es una forma de estar en el mundo y en la literatura?

Es complejo porque no ejerzo de "judía" ni en mis manifestaciones cotidianas ni como escritora. Es una condición que me ha venido dada. No voy a negar que en "La historia del amor" influyeron las narraciones de mis abuelos que padecieron el Holocausto, aunque todo es pura ficción. Puedo decir que no podría haberla escrito sin todo aquello que escuché mil veces y la forma en que metabolicé cómo se puede sobrevivir a pérdidas tremendas, como podemos servirnos de la imaginación para subsistir. Esa fue la semilla. Mis cuatro abuelos son europeos -de Alemania, Hungría y Polonia- que emigraron antes o durante la guerra y yo crecí con la idea de que el mundo de donde ellos venían había dejado de existir, lo que me generó una nostalgia endémica.

Se lo preguntaba porque en la obra de distintos norteamericanos, como Philip Roth, el tema judío es capital.

Pero generacional y vivencialmente me queda lejos, lo que no obsta para que le reconozca como un genio al que le deberían dar el Nobel. Quizá no se lo hayan concedido aún porque es muy crítico en sus manifestaciones -y eso que tiene escasa participación activa en la vida intelectual-, motivo por el cual le valoran tanto en Europa. Pero aquí también le admiramos mucho y estoy segura que dejará de ser el eterno candidato para ser premiado.

¿Aún escribe poesía?

Me entristece decirlo, pero no he escrito un poema desde que comencé a escribir mi primera novela.

¿Qué pasó? ¿Se cerró ese canal? ¿Fue una decisión que tomó por alguna razón?

No. Era más como un enamoramiento con la novela que me tomó completamente por sorpresa. No tenía idea de que podía escribir una novela y no tenía idea de que me iba gustar. A mí siempre me encantaba la poesía, quise ser poeta y ser parte de ese mundo. Nunca se me ocurrió escribir ficción. Entonces fue casi como un experimento en búsqueda de una nueva libertad, un nuevo aliento. Porque mi poesía se había puesto algo moribunda por varios motivos. Pero me llegó como una total sorpresa. Entonces cuando comencé a escribir las primeras páginas de lo que terminó siendo "Llega un hombre y dice" me sentí tan a gusto y tan liberada... Me calzó: la forma de la novela, toda su amplitud e imperfección. Me sentí confortable con la novela y excitada por lo que era posible hacer dentro de ella. Entonces no fue una decisión. Simplemente no he mirado hacia atrás desde entonces porque he estado tan ocupada con intentar ver qué se puede hacer con la novela. Además no tengo una distinción estricta de "ahora soy una poeta, ahora soy una novelista". Me gusta escribir y me gusta leer. Leo novelas y poesía. Tal vez algún día sería fabuloso poder escribir poemas, pero ahora no es lo que ocupa mis pensamientos, no es como estoy trabajando.

Ser escritor es muy diferente a ser poeta.

Las cosas que uno quiere tocar, los sentimientos que quiere expresar, son los mismos, pero el modo de pensar es diferente. Y las exigencias también son distintas, se llevan vidas diferentes. A veces pienso que las novelas son solo una etapa de mi vida y que, finalmente, volveré a escribir poesía, pero lo cierto es que soy novelista y siempre lo seré.

¿Qué autores han influido en su obra?

Muchos pintores, empezando por Rembrandt, al que creo que he mencionado en mis tres novelas. Me encantan sus retratos, sobre todos los de su última etapa. La naturalidad, la desnudez con la que lograba retratarse lo dice todo sobre quién era. ¿Escritores? En el gran escritorio en el que trabajo siempre tengo las obras de los autores que me encantan, a las que vuelvo una y otra vez: Beckett, Zbigniew Herbert, David Grossman...

¿Qué diferencias hay entre "La historia del amor" y "La gran casa"?

En "La gran casa" sigo fiel a una estructura polifónica, con voces distintas, por lo que la exploración de esa forma continúa. Pero el tono, la atmósfera, es muy diferente al de "La historia del amor". Cuando estaba escribiendo "La historia del amor" me interesaban los personajes que nos seducen desde el primer momento, y con "La gran casa" quería hacer algo completamente distinto. Sentía curiosidad por cómo sería conocer a un personaje en el momento más difícil de su enfrentamiento consigo mismo, ese momento en que muestra su parte más débil, con la idea de que podría llegar a una empatía aún más potente, que requeriría un viaje, un proceso para llegar a comprenderle.

¿Corta y reorganiza los distintos relatos mientras escribe?

Todos mis libros -pero en particular los últimos dos que tienen estructuras polifónicas- son escritos exactamente en el orden en el que se leen. La única diferencia es que al principio de "La gran casa", cuando estaba creando los personajes, trabajé en las cuatro voces principales al mismo tiempo. Uno de ellos venía de un cuento que había escrito tiempo antes. Una vez que tuve esos personajes -sólo eran como diez o quince páginas de cada uno- comencé a partir de ese cuento original y escribí el libro exactamente en el orden en el cual se lee.

¿Imprime para ir leyendo lo que ha escrito? ¿Cómo mantiene la voz y la estructura narrativa?

No imprimo mucho. Hago una impresión cuando caigo en la cuenta de que si pierdo mi computadora pierdo mi trabajo. Es más un instinto de archivo que me hace imprimir. Aunque es absolutamente cierto que cuando hago eso súbitamente hay una claridad, leyendo sobre la página, que no tengo leyendo en la computadora. Pero en términos de preservar la voz, las partes son bastante largas, entonces cuando estoy escribiendo en la voz de Nadia en la primera sección, soy ella, estoy dentro de ella. Y cuando me muevo a Aaron en Israel es completamente diferente y solamente pienso en el sonido de su voz mientras lo escribo. Tal vez sea eso lo que lo hace posible: el hecho de que estas voces tienen, cada una, un gran trozo del libro. Pero la estructura en sí está contenida dentro de mi mente. Cada escritor tiene sus cualidades distintivas, y a veces me pregunto si este sentido arquitectónico, que para mí es casi espacial, casi físico -porque puedo ver el libro en mi mente-, sea algo propio de cómo funciona mi cabeza.

¿Qué piensa de la crítica?

No lo sé. Me preocupa. No sé cómo funciona en otras partes, pero en Estados Unidos lo único que ofrecen son resúmenes del libro. Pueden contar la historia en cinco minutos, pero no se trata de eso, se trata de la estructura, de lo que supone el libro, de lo que inspira. Hacer una crítica de un libro implica buscar en lo más profundo del esqueleto de la historia. No se trata solo de la trama, se trata de describir algo mucho más complejo. Me preocupa que, de algún modo, hayamos perdido la idea de lo que debemos contarnos los unos a los otros sobre los libros.

¿Y qué debemos contarnos sobre los libros?

Depende del lector. ¿Conoce esa sensación cuando va en el tren y, de repente, se cruza con alguien que está leyendo un libro que a uno le apasiona? En ese momento sabemos que hay algo que nos une, sabemos que estamos conectados desde un punto de vista creativo, que compartimos algo muy personal.