19 de agosto de 2019

Nancy Fraser: “Sólo aunando una sólida política de distribución igualitaria con una política sustantivamente inclusiva podremos construir un bloque contrahegemónico que nos lleve de la actual crisis hacia un mundo mejor” (3)


La obra de Nancy Fraser se destaca por la variedad de temas que viene tratando desde hace años, aunque sobresale su proyecto de una teoría feminista-socialista del Estado de Bienestar. Los puntos de partida para este proyecto han sido la experiencia de su actividad en el movimiento feminista, su contacto con las demandas de distintos movimientos sociales y su seguimiento de las políticas públicas, así como su utilización de los trabajos filosóficos, sociológicos e históricos de activistas sociales y feministas como Nancy Hartsock (1943-2015), Carole Pateman (1940) y Barbara Ehrenreich (1941). “He elaborado -afirma- una perspectiva cuasi-gramsciana en la que las luchas sobre significados culturales e identidades sociales son luchas por la hegemonía cultural, o sea, luchas por el poder de construir definiciones autorizadas de situaciones sociales e interpretaciones legítimas de necesidades sociales”. La alusión a Antonio Gramsci (1891-1937) es importante dado que ella no considera lo social como un espacio unidimensional bajo el dominio de la administración y la razón instrumental. Es un campo multivalente y cuestionable. Eso -dice Fraser-, la empuja a incorporar algunas características de la concepción de una “sociedad civil” de la que hablaba el filósofo, teórico marxista y periodista italiano. Esta proximidad a Gramsci puede también advertirse en su concepción de las relaciones entre teoría y praxis dado que, según Fraser, se puede, sobre la base de prácticas específicas, elaborar una teoría que, al identificarse con los elementos importantes de la propia práctica, permita acelerar sus consecuencias, hacerla más coherente y eficiente. En sus trabajos más directamente referidos a las luchas por el bienestar -explica- intenta amalgamar diferentes públicos, cómo los de la teoría social y política, los de la teoría feminista, los de la teoría literaria y estudios culturales y, además, los grupos de oposición compuestos por participantes en movimientos sociales. A renglón seguido, la tercera y última parte de una recopilación editada de las entrevistas aparecidas en “Left Voice” (Estados Unidos) y en “Contexto”, “Sin Permiso”, “El Diario” y “El Salto” (España) entre marzo de 2017 y mayo de 2019.


Observando el panorama actual, ¿dónde le parece que puede surgir una alternativa?

Lo que nos presentan una y otra vez las élites políticas es una elección entre una emancipación superficial, meritocrática, conectada con la globalización neoliberal de las finanzas, que podemos llamar neoliberalismo progresista, y el populismo reaccionario. Esas son las dos opciones. La idea sería combinar la protección social con la emancipación, y esa es una combinación que no se ha intentado todavía.

¿Qué gramática debe guiar al feminismo y al resto de movimientos de nuevo cuño para evitar repetir los errores del pasado?

Hoy estamos en condiciones de afirmar que el feminismo reciente que se alió con el neoliberalismo progresista fue el feminismo del 1%, y ahora estamos dedicadas a construir un feminismo para el 99%. Creo que tenemos que hacer que todos los movimientos sociales rompan con su versión para el 1%. Necesitamos un ecologismo para el 99%, un antirracismo para el 99% un movimiento de emancipación LGBTQ para el 99%. Y creo que esa es la alternativa que podríamos llamar populismo progresista, que intenta combinar la vertiente de la protección social con la vertiente emancipadora.

¿Qué es el feminismo del 99%?

En un nivel, es una suerte de reacción a la dirección que ha tomado el feminismo, especialmente en Estados Unidos, pero no únicamente aquí, hacia lo que yo considero una relación peligrosa con el neoliberalismo. La principal corriente se ha convertido en un feminismo corporativo, del “techo de cristal”, que llama a las mujeres a escalar posiciones en las empresas. Ha renunciado a toda concepción amplia y sólida de lo que significa la igualdad de género o la igualdad social en general. En lugar de eso, parece estar centrado realmente en lo que yo llamaría la “meritocracia”. Y eso significa solo eliminar las barreras que impiden que las mujeres talentosas avancen hacia las posiciones más altas de las jerarquías corporativas, militares, etc. La clase de feminismo que yo siempre he apoyado -y debo decir que soy hija de los años ‘60 en este sentido- es un feminismo que trata de abolir las jerarquías corporativas, no de ayudar a una pequeña cantidad de mujeres a ascender en ellas.

¿Y cómo debería ser el nuevo feminismo?

Un movimiento como el feminismo no debería luchar por la idea de que hay una identidad o “ethos” feminista diferente, que requiere de un reconocimiento afirmativo para equipararse con la masculinidad. No; diría que las políticas del reconocimiento en un movimiento feminista deberían ser las luchas contra las formas del estatus de desigualdad ligadas a los términos de género. Y eso deja muy abierta la posibilidad de revalorizar “lo femenino”, sea lo que fuere. Por eso intento desligar las políticas de reconocimiento de las políticas de identidad.

Teniendo en cuenta lo que está sucediendo en países como España, Argentina, Estados Unidos, India... ¿estamos asistiendo a la cuarta ola del feminismo?

No sé exactamente cómo contarlas, pero definitivamente es una ola, una nueva ola. Es extraordinario, es un potencial de cambio enorme respecto al feminismo de las dos décadas anteriores. Pertenezco a la generación de los ‘60, a la segunda ola, que cuando empezó fue muy radical, pero que cuando la nueva izquierda se vino abajo y resurgió el neoliberalismo, especialmente en Estados Unidos, se convirtió en un feminismo muy liberal. Ese feminismo está en crisis, como lo está el liberalismo en general, y ciertamente estamos viendo un nuevo impulso de gente joven que no quiere el feminismo liberal, quiere inventar un nuevo feminismo y eso es algo maravilloso.

¿Y cómo definiría esta ola, qué está pasando exactamente?

Primero, diría que esta ola aún está en formación, su identidad aún no está del todo clara y podría ir en diferentes direcciones. El contexto es el de una crisis general de la sociedad a escala global, una crisis de la democracia, de la economía, de las finanzas y, especialmente interesante para el feminismo, hay una crisis de la reproducción social, un término con el que me refiero al trabajo de cuidados y a todas las acciones que funcionan como pegamento social y como sostenimiento de los seres humanos, que son vistas tradicionalmente como un trabajo de las mujeres, con frecuencia no pagado, pero a veces pagado. Ese sector entero de la sociedad está bajo una presión muy profunda porque tenemos la austeridad, los recortes de gasto, la crisis financiera, todo el apoyo público está menguando y al mismo tiempo tenemos una economía que demanda la participación a tiempo completo de las mujeres en el empleo remunerado. Tenemos retos enormes por delante que tienen que ver con la sanidad pública, con los cuidados que se prestan desde los servicios públicos, la educación pública, el transporte público, la provisión de agua y aire limpio... Todo esto se está convirtiendo en el frente, en la vanguardia de la lucha, especialmente en un momento en que los sindicatos se han debilitado, en que la industria se ha deslocalizado... Esta nueva ola del feminismo gira entorno a la reproducción social y eso le da un aura completamente diferente al feminismo corporativo liberal que ha estado centrado en permitir a algunas mujeres escalar a posiciones altas mientras subcontratan su trabajo doméstico y de cuidados a mujeres migrantes o racializadas mal pagadas. Ahora este feminismo incorpora también a estas trabajadoras en su centro y en su primera línea así que es muy diferente, se opera desde asuntos diferentes y apela a más sectores de la población. Su composición en términos de clase es diferente, no hablamos solo de mujeres privilegiadas, sino de cualquier persona afectada por la austeridad, preocupada por la educación pública o por la sanidad de calidad.

En un momento en el que crecen varios movimientos y sentimientos nacionalistas, en el llamado que hicieron para el 8 de marzo, destacaron la importancia de construir un movimiento internacional, ¿por qué?

En primer lugar, diría que creo que todo movimiento social progresista y transformador debe pensar en términos internacionales. La izquierda apoya esta idea hace alrededor de doscientos años, por lo menos de la boca para afuera. Pero yo diría que es todavía más urgente hoy en día que en cualquier otro momento de la historia, porque ahora el sistema mundial capitalista está mucho más globalizado. Y creo que aun en la medida en que uno quiere hablar de cuál debería ser la política nacional en un país determinado, hay que partir del reconocimiento de que lo que es posible a ese nivel depende en gran medida de la estructura financiera global internacional del sistema mundial. En ese sentido, lo que hizo posible un modelo de socialdemocracia a nivel nacional, en países ricos, como los escandinavos, que era más o menos igualitaria a nivel interno, fueron los controles de capitales de Bretton Woods. Y una vez que fueron desmantelados los controles, ese tipo de socialdemocracia relativamente igualitaria, aunque restrictiva, es posible porque se apropia de parte de la riqueza del Sur mundial, depende de cierto tipo de imperialismo... Pero lo que sugiero es que lo nacional y lo mundial o internacional están estrechamente relacionados. Y ese sería un argumento a favor de que si no pensamos cómo frenar las finanzas mundiales, y eso sólo se puede hacer mediante un movimiento social mundial, un esfuerzo mundial, nuestra capacidad de hacer cualquier cosa a un nivel local será muy limitada. Otro ejemplo es el cambio climático. Obviamente no se puede enfrentar con un activismo local, independientemente de cuánto uno reduzca su huella de carbono aquí o allá. Hay problemas como ese que sólo se pueden abordar a nivel internacional. Creo que es muy importante pensar ahora en términos globales. Algo que nos impactó mucho cuando escribimos una declaración que apareció en “The Guardian”, fue el lenguaje que estaban desarrollando las argentinas. Tenían una comprensión fantástica, integral y estructural de lo que comprende la violencia contra la mujer. No responsabilizaban simplemente a los “tipos malos”. Y tomamos eso como perspectiva para pensar la violencia contra las mujeres de una manera que se dirigiera al 99 % de las mujeres. Creo que tenemos mucho que aprender los unos de los otros. Nadie tiene una visión completa. Y es muy emocionante ver el apoyo mutuo y una de las cosas que están sucediendo con las marchas es que los grupos que se están organizando en distintos países van a filmar sus eventos y vamos a intercambiar los videos y eso crea una percepción de que está pasando algo, de que somos parte de algo mucho más grande.

En la actualidad vivimos un momento boyante del feminismo. ¿Qué estrategias deberíamos adoptar?

La situación para el feminismo ahora mismo está bastante abierta. Muchas jóvenes activistas buscan una alternativa al feminismo liberal. Puede que todavía no tengan un marco teórico acabado, pero están abiertas a pensar de manera mucho más radical y transformadora. Con otras colegas he tratado de ofrecer un proyecto, el feminismo del 99%, que es un feminismo anticapitalista, que pide cambios estructurales de calado, en la relación entre producción y reproducción, sociedad y naturaleza, sistema político y economía… Estar en un periodo de crisis también significa que vivimos una crisis de hegemonía y eso crea no solo el peligro de que los movimientos de extrema derecha prosperen, sino también la oportunidad de que emerja un feminismo de izquierdas.

Para lograr un cambio, entendemos que el capitalismo tiene que ir desapareciendo, poco a poco pero sin pausa. ¿O qué sistema se propone? 

No sé si necesitamos un nombre para ese sistema, aunque yo lo llamaría socialismo democrático, pero no soy dogmática, puede tener otros nombres. Creo que la idea central es que ya no es suficiente el pensamiento de los movimientos socialistas tradicionales, no basta con cambiar las relaciones de producción y socializar la propiedad de los medios de producción. Lo que de verdad tenemos que pensar es la relación entre producción y reproducción. La relación entre la economía y el sistema político. ¿Cómo dibujamos la línea entre las cuestiones que marcan las relaciones entre el mercado, los propietarios de las empresas y las decisiones democráticas? Tenemos también que pensar en una nueva relación con la naturaleza, que no esté basada en los combustibles fósiles. El cambio es mayor de lo que propone el socialismo tradicional. Porque no está centrado solo en la producción, sino en otros aspectos de la vida. Y no sé exactamente qué nombre dar a esto, pero lo importante es empezar a analizar el alcance de lo que necesitamos. El cambio climático es suficiente para entender que estamos al borde de una catástrofe y que necesitamos un cambio de dirección rápido y transformador. Dudo que el capitalismo pueda desfosilizar la economía a tiempo, y esto hay que hacerlo en unas pocas décadas. Si resulta que estoy equivocada y hay una nueva forma de capitalismo que aún no podemos imaginar, que puede hacer todas las cosas que necesitamos, vale, dejemos que lo intenten. Pero si no pueden, tenemos que estar listas para hacer otra cosa, el capitalismo no es sacrosanto, es un sistema histórico que tuvo un inicio y puede tener un fin.

¿Entonces no necesitamos una revolución?

Tal vez no una revolución con la vieja idea de la toma de la Bastilla, ni de cortar la cabeza al rey, ni de tomar el Palacio de Invierno, pero creo que será una revolución. Si una revolución quiere decir un cambio transformador en las estructuras básicas de la sociedad y no simplemente reformas, entonces creo que sí, que estamos hablando de una revolución. No creo que estemos hablando de un proceso largo y lento de cambio gradual. Primero, como he dicho antes, con el cambio climático no tenemos tiempo. Segundo, estamos en medio de una crisis tan severa como la de los años ‘30, que llevó a cambios enormes. Fue el cambio de un tipo de capitalismo a otro, pero igualmente un cambio estructural grande: la invención de la democracia social, del capitalismo de Estado, todo eso vino tras dos guerras mundiales. Estamos en una crisis aguda y esperemos no necesitar una tercera guerra para solucionarlo. Los cambios suceden rápidamente. Deberíamos distinguir entre reformismo en un determinado periodo que se desarrolla en varias décadas y los periodos de crisis donde hay cambios más rápido y profundos. Y este es un periodo de crisis.

Hay algo de controversia dentro de la izquierda porque algunos dicen que el protagonismo del feminismo o el ecologismo favorecen la división de la clase trabajadora. ¿Qué les diría?

Estoy completamente en desacuerdo. Lo han entendido completamente al revés. Primero, ¿qué quieren decir con clase trabajadora? ¿No son las mujeres parte de la clase trabajadora? ¿No lo son las personas trans? ¿Las migrantes, las racializadas? ¿Quién creen que está haciendo el trabajo para que la sociedad siga funcionando? Necesitamos una definición completamente diferente de lo que es la clase trabajadora. No son solo hombres blancos en fábricas, de hecho, de esos, cada vez hay menos dentro de la clase trabajadora. El tipo de feminismo por el que abogo es un movimiento de clase, contra el 1% o el 10%, y eso tiene que ver con poner las preocupaciones de las mujeres pobres, racializadas, migrantes y de la clase trabajadora en el centro, en vez de integrar a las clases profesional y directiva en el feminismo. Estamos en plena lucha de clases dentro del feminismo: debemos reorientarlo hacia la clase trabajadora. Además creo que si le dices a la gente que no hable de sus problemas reales no creas solidaridad, no consigues que se unan a tu movimiento. Les llevas a un camino de exclusión, y no necesitamos un feminismo excluyente, ni una clase obrera excluyente. Necesitamos una posición en la que todas estas corrientes se comuniquen y se apoyen mutuamente. Diciéndoles “shhh, están dividiendo”, les echas fuera. Tendrían que estar diciendo justo lo contrario, deberían estar diciendo: “Queremos ser parte de vuestra lucha y que sean parte de la nuestra”.

Hablemos de los medios de comunicación. ¿Cómo están tratando los grandes medios estadounidenses los temas de feminismos? 

La cuestión principal es que son militantemente anti Trump. Esto es lo más importante en cuanto a los medios tradicionales consolidados. Algunos tienen mucho que hacerse perdonar, especialmente el “New York Times”, que básicamente nos vendió la guerra de Irak en base a la mentira de las armas de destrucción masiva, y ahora intenta enmendarse y recuperar su credibilidad. Están investigando cualquier pequeña cosa sobre Trump para tratar de pillarlo. Su línea editorial es profeminista, lo que siempre ha querido decir feminista liberal, pero hoy buscan ofrecer un espectro de opinión algo más amplio. En esto no son los líderes, pero siguen el asunto, si hay algo importante, lo publican. El movimiento del feminismo del 99% en Estados Unidos no está para nada cerca del éxito del 8M en España. Nosotras somos más pequeñas y estamos más marginadas. Pero los medios empiezan a notar que algo está pasando en el feminismo.

¿Y la televisión?

La televisión está completamente dividida por Trump. Tenemos un paisaje mediático polarizado, a todas horas, todos los días de la semana. Las distinciones entre un tipo y otro de feminismo palidecen y se vuelven insignificantes, y eso es un problema. Pero luego está la blogosfera, en la que puedes encontrar de todo. Y por supuesto las redes sociales. Trump es un mago de las redes sociales, especialmente Twitter.

El #MeToo, por ejemplo, empezó en las redes sociales.

Las redes sociales son importantes a la hora de que las mujeres cuenten sus propias historias. Pero hay que decir que fueron los periodistas de investigación los que de verdad consiguieron que las mujeres empezaran a hablar.

O sea que seguimos necesitando buen periodismo y periodismo de investigación.

Absolutamente, es extremadamente importante. Hay que distinguir el periodismo de investigación, que es esencial, de los tertulianos en el negocio de la opinión. Los programas de televisión 24/7 (24 horas al día, 7 días a la semana) son bustos parlantes. El problema es que los periódicos no son rentables y muchos no han aprendido a usar su presencia “online” para crear beneficios, con lo que han tenido que hacer recortes en el periodismo de investigación, lo que es una pena.

Para ir terminando, ¿qué papel deben jugar los hombres en esta nueva etapa feminista? ¿Qué posición deben tomar?

Mi definición es muy simple: eres feminista si crees que la desigualdad de género existe, si crees que no está bien y quieres cambiarla. Con esa definición los hombres pueden ser feministas, y eso no quiere decir que quiera que sean los líderes del movimiento. Es fantástico que en las manifestaciones del 8M en España hayan participado tantos hombres, eso es maravilloso; demuestra que el feminismo es un movimiento para la humanidad, no un movimiento para los grupos de interés. Estoy muy contenta de ver a los hombres apoyándolo y uniéndose. En tanto que es una lucha sobre la reproducción social, también quiere decir que los hombres feministas se comprometen a hacer su parte del trabajo de reproducción social. Estamos intentando cambiar la relación entre producción y reproducción y desgenerizar los trabajos reproductivos para que todos estén involucrados en el cuidado de niños o en las tareas domésticas.

¿Y cómo lo conseguimos?

No creo que pueda responder a eso. Pero crear este movimiento es el primer paso.