6 de febrero de 2024

En el cuadragésimo aniversario de su partida, cuarenta ensayos sobre la vida y la obra de Julio Cortázar

(XXXIV) Claudia Piñeiro
 
Claudia Piñeiro (1960) es una novelista, dramaturga y guionista de televisión argentina. Tras finalizar sus estudios secundarios en el Colegio San José de Burzaco, quiso estudiar Sociología en la Universidad de Buenos Aires, algo que no pudo hacer ya que la dictadura cívico-clerical-militar que gobernaba el país por entonces cerró el ingreso al estudio de esta ciencia social por considerarla “sospechosa”. Fue entonces que estudió Ciencias Económicas en la misma universidad y se recibió de Contadora Pública, una profesión que ejerció durante diez a
ños a la vez que estudiaba dramaturgia en la Escuela de Arte Dramático de Buenos Aires y comenzaba a escribir sus textos iniciales. Esa misma dictadura fue la que prohibió los libros de Cortázar, así como los de otros escritores argentinos como Bernardo Kordon (1915-2002), Rodolfo Walsh (1927-1977), Dalmiro Sáenz (1926-2016), David Viñas (1927-2011), Osvaldo Bayer (1927-2018), Noé Jitrik (1928-2022), Manuel Puig (1932-1990), Abelardo Castillo (1935-2017), Ricardo Piglia (1941-2017) y Elsa Bornemann (1952-2013) entre muchos otros.
En 2004 Piñeiro publicó su primera novela: “Un ladrón entre nosotros”, y también estrenó su primera obra teatral: “Cuánto vale una heladera”. A estas publicaciones le seguirían una serie de exitosas obras como “Tuya”, “Las viudas de los jueves, “Elena sabe”, “Las grietas de Jara”, “Betibú”, “Un comunista en calzoncillos”, “Una suerte pequeña”, “Las maldiciones”, “Catedrales” y “El tiempo de las moscas” (novelas); “Serafín, el escritor y la bruja”, “Un ladrón entre nosotros” y “El fantasma de las invasiones inglesas” (literatura infantil); “Quién no” (cuentos): “Un mismo árbol verde”, “Verona”, “Morite, gordo” y “Tres viejas plumas” (obras de teatro) y “El reino” (serie de televisión), obras todas ellas que la convirtieron en la autora más leída en la Argentina.
En 2023 presentó su primer libro de no ficción, titulado “Escribir un silencio”, en el que reunió sus artículos publicados en los diarios argentinos “Clarín”, “Infobae”, “La Nación”, “Página/12”, “Perfil” y “Tiempo Argentino”, y en “El País” de España; y también en las revistas argentinas “Anfibia”, “Escritores del Mundo”, “Gata Flora” y “La mujer de mi vida”. Además incluyó “Los dueños de la palabra”, una carta a favor del matrimonio igualitario dirigida al director de la Real Academia Española en la que cuestionó que la palabra matrimonio nombrase sólo el vínculo heterosexual, y su discurso en el Congreso de la Nación en defensa de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, proclama esta última por la cual recibió violentas agresiones en las redes sociales.
Según un estudio realizado por la Fundación TyPA (Teoría y Práctica de las Artes), una organización sin fines de lucro radicada en Buenos Aires dedicada a promover la reflexión y el contacto entre culturas, entre 2010 y 2022 aumentó el interés por la literatura argentina en el exterior. La ficción resultó el género más vendido y entre los autores argentinos más traducidos a otras lenguas figuran Cortázar y su gran admiradora: Claudia Piñeiro. Cuando en 2013 publicó la novela “Un comunista en calzoncillos”, la autora reconoció que Cortázar había dejado una marca imborrable en su vida. “Cortázar hizo una gran entrada a la lectura para los adolescentes. Muchos de nosotros entramos a la lectura por los cuentos de Cortázar. Tiene cuentos que uno sigue recordando”, y manifestó que a la novela “Rayuela” la tiene ubicada en un lugar privilegiado de su biblioteca. 
A Cortázar, le rindió homenaje en dicha novela, una obra que de alguna manera recuerda a “Rayuela”. En una entrevista publicada en mayo de 2013 en la revista “Ñ”, manifestó Piñeiro: “‘Rayuela’ es un referente cuando se piensa en la operación de lectura, por eso miré su nota cuando armé la mía sobre cómo puede leerse el libro. Es que se trata de una que implica una operación de la memoria: escribís y aparecen cosas que no le corresponden al relato”. Ambientada en la Argentina de los años ‘70, cuando una siniestra y genocida Junta Militar conducía el país, en su libro Piñeiro le propone al lector que sea él quien elija la forma en que quiere leerlo: de corrido o siguiendo el orden que indican los epígrafes, para intercalar así la ficción con documentos, recortes de diarios de la época y fotografías de la vida real. En “Rayuela”, el lector también puede optar entre leer de corrido o seguir el orden indicado al pie de cada capítulo, es decir que tiene posibilidades de lecturas diversas. Como una suerte de “Rayuela” en miniatura, así como Cortázar dividió su novela en “Del lado de allá”, “Del lado de acá” y “De otros lados”, Piñeiro dividió la suya en dos partes: “Mi padre y la bandera” y “Cajas chinas”. En la novela, Piñeiro también incluyó algunos párrafos de un diálogo extraído del libro “Historias de cronopios y de famas”. Cuando la presentó en la Feria Internacional del Libro de Miami, declaró que “la novela es como un agradecimiento a Cortázar por haberme iniciado en un camino, el de la lectura”.
En el título del libro reflejó cuál era la imagen de su padre que tenía la escritora: “Alguna vez que le pregunté a mi mamá si de verdad mi padre era comunista, ella me contestó: ‘Dejalo que se lo crea’ -se lee en el libro-. Y él no sólo se lo creía, sino que además nos lo recordaba cada vez que podía. Un comunista declarado, enfático pero no practicante, la opción más absurda: correr los riesgos de decirlo, sin haber hecho ningún acto heroico que justificase estar en peligro. Ni siquiera un póster en la pared. Un comunista en calzoncillos”. En la trama describió la historia de una familia sencilla, común, con un padre, una madre, un hermano y una hermana, y unos abuelos que viven cerca de ellos. Una familia “que se aferraba con uñas y dientes a la clase media”. Los vaivenes económicos de aquella época habían llevado al padre a ser un vendedor esporádico de productos para el hogar. De carácter fuerte, poco alegre y muchas veces egoísta, el hombre tenía, o creía tener, ideas claras sobre el país y la política. Se autodefinía como comunista y declaraba convencido que “el capitalismo se fue al carajo”. En la novela, que intercala elementos autobiográficos con pinceladas de ficción, Piñeiro abordó la relación de una niña que está entrando a la adolescencia con su padre en medio de una cotidianeidad, tanto en su mundo familiar como en el mundo exterior, el del club, la escuela y el barrio, marcada por el temor que sentían muchos argentinos a ser arrestados y ser desaparecidos.
En una entrevista que concedió al periódico español “La Voz de Galicia” en diciembre de 2014, declaró que “cuando uno habla de Argentina, Borges y Cortázar surgen rápidamente, y son dos figuras tan fuertes que lo opacan todo”. En su libro de cuentos “Quien no”, los protagonistas son personajes expuestos a situaciones que no están fuera de lo común pero que transitan vicisitudes vinculadas con lo extraordinario. Cortázar decía que uno de los desafíos del cuentista era elegir un tema con la misteriosa propiedad de irradiar algo más allá de sí mismo, “al punto que un vulgar episodio doméstico se convierta en el resumen implacable de una cierta condición humana o en el símbolo quemante de un orden social o histórico”, y los relatos de Piñeiro recorren ese camino.
Unos meses antes, en febrero de 2014, como parte de los homenajes a Julio Cortázar al cumplirse cien años de su nacimiento, el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires organizó la realización del documental “Esto lo estoy tocando mañana”, que se presentó en la Alianza Francesa. Allí, junto al embajador y la agregada cultural del Consulado francés, y el editor de la obra de Cortázar en España Carlos Álvarez Garriga (1968), estuvo presente Claudia Piñeiro. Luego asistió al Salón del Libro de París para otro evento en el que también se conmemoraron los cincuenta años de la publicación de “Rayuela”, obra de la cual se exhibieron primeras ediciones y una serie de fotos, algunas inéditas, tomadas por Sara Facio (1932), famosa fotógrafa argentina por su retratos no sólo de Cortázar sino también de otros célebres escritores como Jorge Luis Borges (1899-1986), Pablo Neruda (1904-1973), Alejo Carpentier (1904-1980), Juan Carlos Onetti (1909-1994), Ernesto Sábato (1911-2011), Octavio Paz (1914-1998), Juan Rulfo (1917-1986), Gabriel García Márquez (1927-2014) y Alejandra Pizarnik (1936-1972). Lo propio hizo en noviembre del mismo año invitada por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, un simposio internacional organizado para homenajear a Cortázar.
Para Piñeiro la literatura de Cortázar sigue teniendo gran vigencia en el siglo XXI y ha dejado una gran huella en el imaginario argentino. A su juicio, a pesar de haber vivido tantos años fuera de Argentina, Cortázar “siempre escribió como un porteño y ‘Rayuela’ ofrece una mirada de París como la miraría un porteño”. Y por otro lado opinó que “pese a la distancia geográfica, el escritor mantuvo un compromiso político durante la última dictadura argentina”. En el nº 71 de la revista “La Mujer de mi Vida”, aparecido en septiembre 2013, cuando se cumplía quincuagésimo aniversario de la publicación de “Rayuela”, Claudia Piñeiro publicó un artículo titulado “La magia de Cortázar”, en el que rememoró anécdotas de la vida del escritor argentino. Años después, el 26 de agosto de 2021, día en que se cumplían ciento siete años del nacimiento de Julio Cortázar, fue entrevistada por “La Izquierda Diario”, una entrevista en la cual lo recordó y contó por qué seguía estando vigente. Ambos textos se reproducen a renglón seguido.
 
Es muy difícil hablar de Cortázar, leer a Cortázar, revisar entrevistas donde él es el entrevistado o incluso aquellas donde alguien habla acerca de él, y que no aparezca la palabra magia. Sylvia Iparraguirre me contó alguna vez una anécdota relacionada con Cortázar y su magia. Estaban un día en su departamento con Abelardo Castillo, escuchando a Charlie Parker. La música no había sido elegida por ellos ya que se trataba de alguna radio puesta al azar. Sonó el timbre, ella abrió y del otro lado de la puerta estaba Cortázar. “Era mágico que él tocara el timbre justo cuando sonaba Charlie Parker, a quien admiraba tanto, pero bueno, con Cortázar te pasaban estas cosas”. Abelardo lo contó así en su libro “Ser escritor”: “Cortázar vino a mi casa esa tarde. Cuando lo atiende Sylvia, que le llegaba literalmente a las costillas flotantes -Cortázar era un hombre altísimo-, estábamos oyendo jazz, a Charlie Parker, pero por pura casualidad. Estaba encendida la radio, no era un disco nuestro. Supongo que a él le pareció natural. En su literatura se nota que esos pequeños milagros le parecían naturales”.
Gabriel García Márquez también recuerda dos episodios “mágicos” cortazarianos. El primero fue en un viaje de París a Viena, con Carlos Fuentes y Cortázar. A Fuentes se le ocurre preguntar quién introdujo el piano en el jazz y cuándo. Pero en lugar de una respuesta de nombre y fecha recibieron una disertación que los mantuvo subyugados toda la noche. El segundo episodio en un parque de Managua, Cortázar leía su cuento “La noche de Mantequilla Nápoles” frente a poetas, albañiles, comandantes de la revolución y contrarios a la revolución, una muchedumbre sentada en el pasto pero flotando ante su voz. Dice García Márquez: “Estos dos recuerdos de Cortázar que tanto me afectaron me parecen también los que mejor lo definían. Eran los dos extremos de su personalidad. En privado, como en el tren de Praga, lograba seducir por su elocuencia, por su erudición viva, por su memoria milimétrica, por su humor peligroso, por todo lo que hizo de él un intelectual de los grandes en el buen sentido de otros tiempos. En público, a pesar de su reticencia a convertirse en un espectáculo, fascinaba al auditorio con una presencia ineludible que tenía algo de sobrenatural, al mismo tiempo tierna y extraña. En ambos casos fue el ser humano más importante que he tenido la suerte de conocer”.
Y parece que Cortázar era consciente de esa magia y la buscaba. Edith Aron, la traductora al alemán en quien se inspiró para crear su personaje La Maga, dijo hace un tiempo en una entrevista en la revista “Ñ”: “...algunos años después de nuestra relación en París, me dijo que tenía ganas de escribir un libro mágico. Me envió un ejemplar, pero la dedicatoria me molestó mucho y la arranqué... decía algo así como que yo era un fantasma que lo perseguía por la Argentina... La lectura me causó mucha impresión”. Se trataba de “Rayuela”, un libro mágico por cierto, del que Aron tuvo un borrador. Lástima que el despecho haya sido más fuerte que la magia literaria del libro.
A esta lista de importantes personajes que se cruzaron en la vida con hechos mágicos relacionados con Cortázar, nos sumamos los anónimos, los que no lo conocimos. Yo también tengo mi anécdota cortazariana. La mía tiene que ver con la edición de mi último libro, “Un comunista en calzoncillos”. La novela incluye un pequeño texto suyo, pero además la estructura es un pequeño homenaje a “Rayuela”. De una manera mucho más simple que en su novela, uno puede elegir también en la mía el camino de lectura, leer los capítulos en forma consecutiva o ir salteando a determinadas llamadas que propongo en el texto. La nota donde explico esto, incluida antes de que empiece la novela, la escribí después de repasar la nota que incluye Cortázar en “Rayuela”. Hasta aquí, nada fuera de lo común. Pero resulta que un día me contacta alguien por Twitter y me dice que tiene un ejemplar de la edición conmemorativa por los cincuenta años de “Rayuela” que acaba de publicar Alfaguara. Y que para su sorpresa, en cuanto arranca la lectura nota que por error se incluyeron 33 páginas de “Un comunista en calzoncillos” en el ejemplar de Cortázar. Me dice que iba a pedir a Alfaguara que se lo cambiaran. Le pido que no lo haga, que de ninguna manera lo devuelva, que yo quiero ese ejemplar para mi biblioteca. Después de un intercambio de libros, allí está ahora, en el estante donde ubico los libros dedicados por sus autores, como si ése también me hubiera sido dedicado. Después de la tapa que dice “Rayuela, 50 edición conmemorativa” arranca “Un comunista en calzoncillos” hasta la página 32 donde se mezcla con impertinencia una oración mía con una de Cortázar: “Era esa clase de tiempo, tal vez el primero... alcanzado a pensar Oliveira, ¿qué valor probatorio tenía?”. Sylvia Iparraguirre no estaba equivocada, con Cortázar te pueden pasar estas cosas.
Lo que me gustaría de rescatar de Julio Cortázar es lo impresionante de su vigencia, fue, es y creo que lo seguirá siendo un gran introductor a la lectura. Maestros y profesores saben que cuando tienen que atraer a alguien a un texto para que pueda competir con otros estímulos siguen recurriendo a sus cuentos. Los cuentos de Cortázar están vivos. ¿Por qué? De alguna manera lo que yo creo es que los cuentos de Cortázar de alguna manera le dan la mano de la niñez hacia la adultez atravesando la adolescencia. De lo que se leía cuando era niño hasta lo que se lee cuando uno es adulto. Hay un cierto interés por lo fantástico, por la fantasía, por lo irreal, que está mucho más permitido en el mundo de los niños que en el mundo de los adultos. Cortázar tiene textos adultos pero que conservan la magia de otros tiempos. Ahí hay una clave, no cualquier autor escribe cuentos de la cual los personajes sacan conejitos de la boca.