29 de julio de 2009

Anderson, Bloom, Borges, Pavese: cuatro textos breves sobre "Moby Dick"

Herman Melville nació en Nueva York en 1819. Se de­sempeñó como empleado de banco, marinero mercante y maestro. Entre 1841 y 1844 se embarcó a bordo de balleneros que partían hacia los mares del Sud y al regresar volcó sus experiencias en diversos libros. El primero fue "Typee" (1846); le siguieron "Omoo" (1847), "Mardi" (1849) y otros, hasta que en 1851 publicó "Moby Dick", su obra más impor­tante y consagratoria. "Pierre" (1852), "Israel Potter"
(1855) y "The Piazza tales" (Cuentos de Piazza, 1856) -que incluye "Bartleby" y "Benito Cereno", dos de sus relatos famosos-, son algunos de sus títulos posteriores, entre los que se cuentan algunos volúmenes de poesía. Murió en su ciudad natal en 1891.
En 1850 se había establecido en una granja en Pittsfield, Massachusetts, donde escribió "Moby Dick". En ese lugar entabló una estrecha amistad con Nathaniel Hawthorne (1804-1864), un autor que ejerció una gran influencia en Melville y a quien éste dedicó su libro. Sus primeras novelas habían alcanzado rápidamente una gran popularidad y le significaron fama y éxito económico. No ocurrió lo mismo con la que, a la postre, sería su obra más trascendente: cuando se publicó fue un rotundo fracaso comercial y hubo de pasar más de medio siglo para que fuese reconocida como una indiscutible obra maestra.
Si bien la novela contiene prolijas descripciones de la industria ballenera, el tema central abunda en perplejidades metafísicas producto del conflicto entre el capitán Ahab, patrón del ballenero Pequod, y una gran ballena blanca que le arrancó su pierna derecha a la altura de la rodilla. La lucha del capitán Ahab, su terrible obsesión y la mítica persecución de la enorme ballena, sobrepasa la simple aventura y se convierte en una alegoría sobre la ambigua naturaleza del mal. Por un lado, el mal incomprensible representado por la ballena que ataca y destruye todo lo que se pone en su camino, y por otro, la maldad absurda y obstinada representada por el marinero que lleva adelante su venganza personal y arrastra a la muerte inútil a muchos inocentes.
Como no podía ser de otra manera, son innumerables los artículos y ensayos que se escribieron sobre la inmortal novela de Melville (Bloom, Borges, Pavese, entre muchos otros). También se realizaron adaptaciones para el cine y el teatro, entre las que sobresalen la realizada en 1956 por John Huston (1906-1987) con guión de Ray Bradbury (1920), y la puesta en escena de una ópera que Laurie Anderson presentó en 1999 en varias ciudades de Europa y Estados Unidos.


Laurie Anderson (1947). Escritora, directora, artista visual, fotógrafa, cineasta, compositora, poetisa, vocalista e instrumentista estadounidense. Especialmente conocida por sus presentaciones multimedia y por su innovador uso de la tecnología, ha creado obras que trascienden las fronteras del arte, el teatro y la música experimental. Nació y pasó su infancia en Chicago, donde recibió clases de violín y estudió historia del arte. Se formó como escultora en la Universidad de Columbia, fue profesora de Historia del Arte en la Universidad de Nueva York y, hacia fines de los años sesenta, comenzó a presentar obras audiovisuales. Ha grabado once discos, entre ellos "Big science", "Mister heartbreak", "Strange angels", "Bright red", "Life on a string", "The ugly one with the jewels", "Homeland" y la banda sonora de su propia película "Home of the brave" (El hogar de los valientes). Además ha publicado siete libros y su obra visual se ha presentado en importantes museos de todo el mundo. Sus actuaciones combinan diversas artes, utilizando recitados, canciones y otras técnicas vocales, danza, proyección de películas e instrumentos poco comunes, con frecuentes improvisaciones. En 2000, tras el estreno de su monumental "Songs of Moby Dick" (Canciones de Moby Dick), Laurie Anderson escribió:

En uno de los primeros borradores que escribí cuando estaba preparando la ópera basada en "Moby Dick" que estrené a fines del año pasado, encontré la frase "Melville era budista". Primero me pareció desacertada, pero después me di cuenta de que tenía algo de cierto: sólo un budista puede contar las cosas prescindiendo de la vista, como lo hace Ahab. Esa es una de las razones por las que decidí hacer la ópera: por la relación íntima entre el espacio y el sonido, que hace pensar en esos perros que olfatean en un agujero para descubrir cuán grande es el ambiente del otro lado. Curiosamente, "Moby Dick" es un libro con muy pocas descripciones de cómo suenan las cosas. ¿No es algo raro en una novela en la que los personajes se gritan todo el tiempo? Sólo hay discusiones acerca de las caras de la gente. La musicalidad de una novela está dada por sus palabras leídas en voz alta. En ese sentido, el libro de Melville es una sinfonía, por su multiplicidad de sonidos en timbres y registros diferentes. En realidad, debería usar la palabra "voces" en lugar de "sonidos", pero es muy difícil identificar entre todas ellas a la del autor. ¿Quién está escribiendo todo eso? ¿Desde dónde está contando esto? Esas son las preguntas que todo lector debe responder, y aún más si quiere recrear la obra en otro medio. En este caso, no es fácil, porque el mayor engaño de "Moby Dick" está en el comienzo, en esas pocas palabras que marcan lo que seguirá: "Pueden llamarme Ismael". Pocas páginas después, el lector ya no sabe quién es el narrador, dónde está esa voz que se transforma alternativamente en historiador, contador, predicador, soñador, observador, naturalista, científico y muchas cosas más. Uno no puede ubicar de manera exacta la voz de Melville, precisamente porque está dentro y más allá, al mismo tiempo, de todas ellas. Moby Dick es un libro para trabajadores, con protagonistas que trabajan. Los marineros trabajan duro, navegan y mueren ahogados. Y no se trata sólo de la muerte, porque todo el mundo muere, sino de los que pierden la vida siguiendo a un demente al que no comprenden, pero que los convence mediante un carisma excepcional. Sólo Ahab sabe lo que está buscando al perseguir a Moby Dick. ¿Por qué lo siguen los otros? Creo que la manera de conducir a un grupo de gente a la batalla radica en conseguir una buena carnada y agitarla delante de sus ojos. Ahab no tenía un gran respeto por su tripulación; cree que sólo responden frente al dinero. Esa es la gran historia norteamericana para Melville, y yo estoy de acuerdo. La magia del libro, lo que atrae a todos los lectores de esta odisea, es que puede ser leída de múltiples maneras. Para Ahab todo se trata de la ballena, de por qué la ballena le arrancó la pierna. A Melville le llevó todo el libro hablar de eso, aunque bien puede estar resumido en el capítulo "The whiteness of the whale" (La blancura de la ballena). Pero en rigor, "Moby Dick" es un catálogo, una enciclopedia de todo lo que existe. La ballena es el todo, y por eso podemos encontrar un sinfín de explicaciones para querer destruirla, como esos largos pasajes acerca de la furia que provoca descubrir que no hay nadie allá arriba, haciéndose cargo de nosotros. Creo que la gran pregunta de Melville es: ¿qué sucede cuando un hombre sobrevive a su Dios? Es un interrogante que no hemos podido resolver. Porque una vez que uno descree de la existencia de Dios, debe preguntarse cómo llegamos aquí y para qué. Y este libro no saca conclusiones, lo que quizás es la conclusión más satisfactoria. Porque aunque la ballena es una fuerza de la naturaleza, es Ahab el que la convierte en la encarnación del mal. La pregunta es, entonces: ¿por qué creamos monstruos? Y cuando los encontramos, ¿qué hacemos con ellos? Esas preguntas no tienen respuestas. Sigo sin saber de qué se trata "Moby Dick". Y creo que, si tuviera más tiempo, reescribiría la ópera una y otra vez, como si fuera mi propia ballena blanca.

Harold Bloom (1930). Escritor y crítico literario estadounidense nacido en Nueva York. Se graduó en la Universidad de Yale donde es profesor de la cátedra de Humanidades desde 1955. Es autor de ensayos que renovaron los estudios literarios, entre ellos "Shelley's mythmaking" (Construyendo el mito de Shelley), "The anxiety of influence" (La ansiedad de la influencia), "The future of the imagination" (El futuro de la imaginación), "Poetry and repression" (Poesía y represión), "The american religion" (La religión norteamericana), "The western canon" (El canon occidental), "Omens of millennium" (Presagios del milenio), "How to read and why" (Cómo leer y porqué), "Where shall wisdom be found?" (¿Dónde se encuentra la sabiduría?), "Stories and poems for extremely intelligent children of all ages" (Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades) y "Genius" (Genios). Ya en su ensayo "Shakespeare. The invention of the human" (Shakespeare. La invención de lo humano) de 1999, Bloom había dedicado unos párrafos a "Moby Dick". En junio de 2004, prologó una reedición de la obra de Melville diciendo así:

Leer bien "Moby Dick" es una empresa vasta, según corresponde a uno de los pocos aspirantes auténticos a convertirse en épica nacional estadounidense. Pero como el protagonista de la novela el capitán Ahab, me limitaré a repasar ciertos problemas de lectura que presenta él. Figura nítidamente shakesperiana, con tantas afinidades con el rey Lear como con Macbeth, en el sentido técnico Ahab es (como Macbeth) un malvado-héroe. Tras sesenta años de relecturas de la novela, no me he desviado de la experiencia que tuve al leerla a los nueve: para mí Ahab es antes que nada un héroe, como los personajes literarios Walt Whitman y Huckleberry Finn son los héroes estadounidenses rivales. Sí, Ahab es responsable de la muerte de su tripulación, incluido él, con la sola excepción del narrador, un superviviente a la manera de Job que nos pide que lo llamemos Ismael. Y, no obstante, cuando les pidió a sus marineros que se unieran a él para dar caza a Moby Dick, el Leviatán, la ballena blanca evidentemente imposible de matar, ni uno solo de ellos se niega, ni siquiera Starbuck, el reticente primer oficial. Cualquiera que sea la culpabilidad de Ahab (la decisión de los marineros fue libre, aunque al capitán sólo lo habría detenido un rechazo total por parte del grupo), parece mejor pensar en el capitán del Pequod como un protagonista trágico, muy cercano a Macbeth y al Satán de Milton. Dentro de su monomanía visionaria, Ahab tiene un toque quijotesco, si bien su dureza nada tiene en común con el espíritu lúdico de don Quijote. William Faulkner dijo que "Moby Dick" era el libro que le hubiera gustado escribir; lo más parecido que escribió fue "Absalón, Absalón!", cuyo obsesionado protagonista, Thomas Sutpen, puede considerarse el Ahab de Faulkner. Rizando el rizo de su retorcida retórica, éste observó que el final de Ahab era "una especie de Gólgota del corazón que en la sonoridad de su ruinoso hundimiento, se vuelve inmutable". La palabra "ruinoso" no es peyorativa, ya que Faulkner añadió: "Bien, ésta es una muerte digna de un hombre". Moby Dick es el paradigma novelístico de lo sublime para los estadounidenses: un logro fuera de lo común, no importa que sea en la cumbre o en el abismo. Pese a la considerable deuda que tiene con Shakespeare, es una obra inusualmente original, mezcla nacional estadounidense del "Libro de Jonás" y el "Libro de Job". Ambos textos bíblicos son citados por Melville; el padre Mapple cita párrafos de Jonás en su maravilloso sermón, mientras que el "Epílogo" de Ismael toma como epígrafe la fórmula usada por los cuatro mensajeros que informan a Job de la destrucción de su familia y sus bienes terrenos: "Y sólo yo escapé para contártelo".

Jorge Luis Borges (1899-1986). Es uno de los autores más eruditos y originales que haya conocido la lengua castellana. Antes de que la ceguera le nublara la vista, tuvo tiempo de leer toda la Enciclopedia Británica y alumbrar ensayos, narraciones y poemas que despertaron admiración en todo el mundo. Borges, un verdadero alquimista de la palabra, ha escrito obras tan enigmáticas e impactantes como "El Aleph", "La muerte y la brújula", "El informe de Brodie", "El libro de arena", "Historia de la eternidad", "La rosa profunda", "La moneda de hierro" o "El tamaño de mi esperanza". Convertido en uno de los escritores fundamentales del siglo XX, su obra -en algún sentido hermética y de difícil acceso al gran público- ha generado el término "borgeano" para designar aquella forma de concebir la existencia como un interminable laberinto sin salida. En 1943, cuando se publicó en Argentina su traducción de "Bartleby the scrivener" (Bartleby el escribiente), el relato que Melville había publicado de forma anónima en los ejemplares de noviembre y diciembre de 1853 de la revista "Putnam's Magazine", Borges escribió en el prólogo:

En el invierno de 1851 Melville publicó "Moby Dick", la novela infinita que ha determinado su gloria. Página por página, el relato se agranda hasta usurpar el tamaño del cosmos: al prin­cipio el lector puede suponer que su tema es la vida miserable de los arponeros de ballenas; luego, que el tema es la locura del capitán Ahab, ávido de acosar y destruir la Ballena Blanca; luego, que la Ballena y Ahab y la persecución que fatiga los océanos del planeta son símbolos y espejos del Universo. Para insinuar que el libro es simbólico, Melville declara que no lo es, enfáticamente: "Que nadie considere a Moby Dick una historia monstruosa o, lo que sería peor, una atroz alegoría intolerable". La connotación habitual de la palabra alegoría parece haber ofuscado a los críticos; todos prefieren limitarse a una interpretación moral de la obra. Así, E.M. Forster en "Aspects of the novel" (Aspectos de la novela): "Angostado y concretado en pa­labras, el tema espiritual de "Moby Dick" es, más o menos, éste: una batalla contra el Mal, prolongada excesivamente o de un modo erróneo". De acuerdo, pero el símbolo de la Ballena es menos apto para sugerir que el cosmos es malvado que para sugerir su vastedad, su inhumanidad, su bestial o enigmática estupidez. Chesterton, en alguno de sus relatos, compara el universo de los ateos con un laberinto sin centro. Tal es el universo de "Moby Dick": un cosmos (un caos) no sólo percep­tiblemente maligno, como el que intuyeron los gnósticos, sino también irracional, como el de los hexámetros de Lucrecio. "Moby Dick" está redactado en un dialecto romántico del inglés, un dialecto vehemente que alterna o conjuga procedimientos de Shakespeare y de Thomas de Quincey, de Browne y de Carlyle; "Bartleby", en un idioma tranquilo y hasta jocoso cuya deliberada aplicación a una materia atroz parece prefigurar a Franz Kafka. Hay, sin embargo, entre ambas ficciones una afinidad secreta y central. En la primera, la monomanía de Ahab perturba y finalmente aniquila a todos los hombres del barco; en la segunda, el cándido nihilismo de Bartleby contamina a sus compañeros y aún al estólido señor que refiere su historia y que le abona sus imaginarias tareas. Es como si Melville hubiera escrito: "Basta que sea irracional un sólo hombre para que otros lo sean y para que lo sea el universo". La historia universal abunda, en con­firmaciones de ese tenor. He declarado las afinidades de Melville con otros escritores. No lo subordino a estos últimos; obro bajo una de las leyes de toda descripción o definición: referir lo desconocido a lo conocido. La grandeza de Melville es sustantiva, pero su gloria es nueva. Melville murió en 1891; a los veinte años de su muerte la undécima edición de la Encyclopaedia Britannica lo considera un mero cronista de la vida marítima; Lang y George Saintsbury, en 1912 y en 1914, plenamente lo ignoran en sus historias de la literatura inglesa. Después, lo vindicaron Lawrence de Arabia y D.H. Lawrence, Waldo Frank y Lewis Mumford. Raymowd Weaver, en 1921, publicó la primera monografía americana: "Herman Melville, mariner and mystic" (Herman Melville, marinero y místico); John Freeman, en 1926, la biografía crítica "Herman Melville". La vasta población, las altas ciudades, la errónea y clamorosa publicidad, han conspirado para que el gran hombre secreto sea una de las tradiciones de Norteamérica. Edgar Allan Poe fue uno de ellos; Melville, también.

Cesare Pavese (1908-1950). Poeta y novelista italiano. Estudió Filología inglesa en la Universidad de Turín y, tras su licenciatura, se dedicó a traducir a numerosos escritores norteamericanos, como Gertrude Stein (1874-1946), Sherwood Anderson (1876-1941), John Dos Passos (1896-1970), Ernest Hemingway (1899-1961) y John Steinbeck (1902-1968), al tiempo que escribía crítica literaria. A raíz de sus escritos antifascistas, publicados en la revista "La Cultura", pasó en 1935 una temporada en la cárcel y durante la Segunda Guerra Mundial formó parte de la Resistencia. Comprometido con los conflictos de la vida contemporánea y la búsqueda de su propia identidad, escribió las novelas "Il compagno" (El camarada), "La spiaggia" (La playa), "La luna e i faló" (La luna y la fogata) y "La bella estate" (El bello verano). Entre sus poemarios destacan "Verrá la morte e avrá i tuoi occhi" (Vendrá la muerte y tendrá tus ojos) y "Lavorare stanca" (Trabajar cansa). Algunas de las más conmovedoras páginas de Pavese se encuentran en su diario, que fue publicado póstumamente en 1952, bajo el título "Il mestiere di vivere" (El oficio de vivir). En 1930 tradujo al italiano "Moby Dick" a cambio de 1.000 liras. En el prólogo del libro escribió lo siguiente:

La importancia actual de este escritor del ochocientos que sólo hoy renace a la fama, puede ser condensada completamente en una contraposición: nosotros, hijos del ochocientos, llevamos en la sangre el gusto por las aventuras, por lo primitivo, por la vida real, que siguen y suceden a la cultura y nos libran de las complicaciones, obrando como revigorizantes de un alma decadente, enferma de civilización: nuestros héroes se llaman todavía Rimbaud, Gauguin y Stevenson; mientras que Herman Melville ha vivido antes las aventuras reales, lo primitivo. Ha sido primero bárbaro y luego ha entrado en el mundo del pensamiento y de la cultura, llevándoles la salud y el equilibrio adquiridos en su vida anterior. Ahora bien, es claro que desde hace un tiempo nosotros sentimos una gran necesidad de volver a lo primitivo. Lo demuestran el renovado gusto por los viajes y los deportes, el cine, el jazz, el interés por los negros y todo lo demás que no vale la pena mencionar y que, con una palabra sintética, llamamos antiliteratura. Y esto es, sin duda, muy lindo; pero la manera en que se lo manifiesta, ofende. Ya que, me parece, en el fervor antiliterario se tiende a un primitivismo tal, que casi es imbecilidad, debilidad. Quiero decir que es cobarde huir de las complicaciones a un paraíso simplista que, después de todo, como se sabe, no es más que otro refinamiento de la civilización. Antes me equivoqué: nuestros héroes no son Rimbaud, Gauguin y Stevenson, sino la resaca de la humanidad. Mientras que el ideal de Melville culmina en Ismael, un marinero que puede remar con los compañeros iletrados durante medio día detrás de un cachalote y que luego se retira a meditar sobre Platón, bajo el palo mayor. Herman Melville llegó a la vida enfermizo y alienado. Parece que cuando tenía alrededor de diecinueve años ya emborronaba cuartillas. Luego, de pronto, el mar; cuatro años de peripecias y de compañerismo, la pesca ballenera, las islas Marquesas, una mujer, Tahití, Japón, los cachalotes, algunas lecturas, muchas fantasías, El Callao, el cabo de Hornos, y en octubre de 1844 baja a tierra en Boston un hombre cuadrado, quemado por el sol, conocedor de los vicios humanos y del valor. "Un hombre bien desarrollado es siempre sano y robusto", dirá más tarde Melville, en medio de una vida de estrecheces, melancolía y hasta de desgracias, puesto que esta gente tan práctica no es en absoluto superficial y dada a lo fácil como se podría sospechar. Y ni siquiera Melville, en su larga vida literaria, que comienza con el desembarco en Boston, será el escritor fecundo, un poco fácil y exterior, que se puede esperar de quien ha viajado y visto muchas cosas exóticas. Muchos de sus libros fracasarán, en medio de heroicos esfuerzos, aún tratándose, como en el caso de "Mardi", de magníficos defectos de crecimiento; y otros, como "Moby Dick", serán reelaborados o atormentados hasta hacerle perder la salud, hermanándolo, en esto, con muchos otros connacionales "bárbaros" que se contaron, en cambio, entre los más insatisfechos y refinados cinceladores del siglo. Melville es evidentemente un griego. Uno lee las evasiones europeas de la literatura y se siente más literato que nunca, se siente pequeño, afeminado, cerebral; lee Melville, que no se avergüenza de empezar "Moby Dick", el poema de la vida bárbara, con ocho páginas de citas, y de seguir discutiendo, continuando con las citas, dándoselas de literato, y uno siente que respira mejor, se siente más vivo y más hombre. Por lo tanto, Herman Melville es, sobre todo, un hombre de letras y de pensamiento que comenzó como ballenero, como "robinson" y vagabundo. Sin ir más lejos, tenemos un ejemplo de su modo de ser primitivo, leyendo los fragmentos de ese elogio de la vida marinera que hace al autor un lobo de mar conocido y respetado por todos como es el Noble Jack, que en los momentos de ocio acostumbra recitar, a sus compañeros más dignos de ello, fragmentos de "Los lusíadas". Y es el bárbaro, el descubridor en literatura de los Mares del Sur, el que escribe: "Está Shelley que era todo un marinero. Shelley -¡pobre joven!- se ahogó en el Mediterráneo, cerca de Livorno... Trelawny asistía a la cremación, y también él era un infatigable navegante. Sí, y Byron ayudó a poner un pedazo de quilla en la hoguera... y ¿no era Byron un marinero? Un marinero diletante... Oigame, Chaqueta Blanca, no ha existido nunca un gran hombre que haya pasado toda su vida en tierra... Juraría que Shakespeare fue guardián del castillo de proa de algún barco. ¿Recuerda la primera escena de "La tempestad"? La inspiración, muchacho, es toda una ráfaga de aire marino... porque, vea usted, no hay obstáculos para el océano, el océano arranca enseguida la falsa proa de un inservible, se lo dice y le hace sentir que lo es...".

Ana María Matute: "¿Por qué la gente no habla? ¿Porqué se calla y se queda con los malos entendidos y sus rencores?"

Ana María Matute (1926) se inició en la pintura y la música en su Barcelona natal. Publicó sus primeros cuentos en la revista catalana "Destino" y ha sido galardonada con muchos e importantes premios. En 1996 fue elegida académica de número de la Real Academia Española. Su primera novela publicada, "Los Abel", está inspirada en la historia bíblica de los hijos de Adán y Eva, en la cual reflejó la atmósfera española inmediatamente posterior a la Guerra Civil desde el punto de vista de la percepción infantil, un enfoque que mantendría constante a lo largo de su primera producción novelística. Su numerosa y exce­lente obra narrativa se compone de las novelas "Fiesta al Noroeste", "En esta tierra", "Pequeño teatro", "Los hijos muertos", "Tres y un sueño", "Primera memoria", "El tiempo", "Los soldados lloran de noche", "La trampa", "La torre vigía", "El río", "Luciérnaga", "Olvidado rey Gudú" y "Aranmanoth". También ha publicado relatos cortos y cuentos para niños, entre los que se pueden mencionar "Paulina, el mundo y las estrellas", "El país de la pizarra", "Los niños tontos", "Caballito loco", "El polizón del Ulises", "Sólo un pie descalzo", "El saltamontes verde", "La Virgen de Antioquía y otros relatos", "Don Payasito" y "Los de la tienda". En abril de 2006 viajó a Madrid para formar parte del jurado de un premio literario. En esa ocasión fue entrevistada por Antonio Ayuso Pérez para el nº 35 de la revista "Especulo" que aparecería en junio de 2007. En ella, la autora habló sobre su nueva novela, "Paraíso inhabitado", ambientada en la Barcelona de la Guerra Civil, que apareció finalmente en 2008.


Se la ve a usted muy bien de aspecto, ¿tiene que ver con que está ultimando una nueva novela, "Paraíso inhabitado", que saldrá en breve?

Mira, cuando estoy escribiendo todo el mundo me dice: "Pero oye, ¡qué bien estás!, ¡cómo se te nota!". Es, cómo te diría, como si me regaran, ¿sabes?, como si fuera una planta que la regaran. Y ahora que estoy terminando ese libro también me dicen que estoy mucho mejor que el año pasado. ¡Es porque estoy escribiendo!

Yo quisiera saber de ese nuevo libro, ¿por qué abandona el espacio de la Edad Media, donde transcurren sus últimas obras, y vuelve a una novela de corte más realista?

Bueno, pues no sé, porque así me lo ha pedido mi mente, mi deseo de escribir algo, me lo ha pedido así. Pero no descarto que más adelante… Tengo ochenta años, mira que soy optimista. Pero eso no quita que más adelante a lo mejor vuelva a lo medieval. Hay gente que escribe hasta los cien años.

Si le parece bien vamos a centrar esta entrevista en sus relatos breves con el objeto de averiguar su teoría sobre el cuento. Yo no sé si su afición al cultivo de este género puede venir de los que le contaban su tata Anastasia o su cocinera Isabel y de sus propias lecturas de los tres autores por excelencia, Perrault, los hermanos Grimm y Andersen.

Pues mira, sí, eso fue fantástico para mí. Yo entré en la literatura a través de los cuentos. Cuando yo tenia dos, tres años, la tata e Isabel me los contaban. La cocinera Isabel era un prodigio pues no sabía ni leer ni escribir, pero te contaba unos cuentos que los había recibido de padres a hijos, orales… Aquellos cuentos eran terribles… ¡Unos miedos! ¡Unos miedos tremebundos! Pero no es malo, no para mí; hombre, si hay niños que tienen terrores infantiles, aunque también los tendrán sin cuentos. ¡Y la tata! La tata Anastasia me leía los cuentos de Andersen. Aquello para mí era no pisar el suelo, ¿sabes?, era una cosa… Yo veía los cuentos de Andersen, pero no los leía porque todavía no sabía, tendría entonces tres años. Pensaba: "De estas hormiguitas -las líneas mecanografiadas- se levantan esas historias, esos personajes, esos mundos, ¡cuando yo sea mayor, quiero hacer esto!". Y cuando yo tenía cuatro años y ya podía leer, los leía, y me acuerdo de que al final, donde estaba la página donde ponía: "Hans Christian Andersen", yo pensaba: "Ana María Matute". Yo sabía que sería escritora entonces, ya que lo tenía muy arraigado dentro de mí… Sabía que lo sería y es en lo único en que no me he equivocado porque en todo lo demás, sí, bastante, pero en eso no.

Con los años, sí que escribió cuentos, muchos. ¿Qué significa para usted este género?

Para mí el cuento es un elemento literario importantísimo. Tan importante en prosa como la poesía. Porque a mí, lo que más me gusta, lo que más me atrae, lo que más me fascina de la literatura es la poesía. Pero yo nunca he sido capaz de escribir ni un poema. En prosa lo que más se aproxima a la poesía es el cuento. El cuento que tiene que tener las palabras justas, ni una más ni una menos, ni una coma más, ni un punto menos, si me apuras, lo justo. Digo que debe tener, no que yo lo haya conseguido, que eso es otra cosa. Es curioso porque en los países anglosajones el cuento está valoradísimo. Ahí hay grandes escritores que solamente han escrito cuentos, que han ganado Premios Nobel. En nuestros países latinos no es así. El cuento parece que es una cosa de viejas, de niños. Te voy a decir una cosa, los cuentos para niños son importantísimos, cosa que yo también he hecho. Yo he escrito cuentos para niños porque me parece que es importante. Yo he sufrido de niña la carencia de cuentos para niños españoles. Solo había dos autores, que eran Elena Fortún y Antonio Robles; quitados éstos, no había nadie que mereciera la pena, claro. En cambio, me he tenido que nutrir de escritores anglosajones cuando era niña, o escandinavos o alemanes, pero no españoles. Pensé: "Tienes que escribir para niños desde tu país, desde España", y por eso lo hice. Pero fíjate, todavía en mi época, al principio ahora ya no, algunos escritores importantes -que no quiero nombrar- me decían: "¿Porqué haces eso, si es literatura menor?". No hay literatura menor, hay Literatura y nada más, buena y mala, y nada más. Los cuentos son muy importantes, y hay gente que lee cuentos y que se siente muy bien leyendo cuentos, porque además son breves y puede leerlos en poco tiempo. Una novela requiere más dedicación, más tiempo, mientras que un cuento no, y esto con esta vida tan apresurada que llevamos… Sin embargo ahora, poco a poco, parece que va tomando un poco de más importancia, pero, cuando yo empezaba, el cuento era para publicar en una revista o para un tomo de cuentos.

El cuento, como usted misma acaba de decir, es un género que, en nuestro país, no ha gozado nunca de gran estima por parte de los críticos. ¿A qué atribuye usted este desprecio crítico al género?

Yo no lo sé, pero yo creo que es algo de tipo no solamente cultural, porque no creo que sea cultural, sino una cuestión tristemente de educación de la lectura. Aquí, la lectura ha sido una cosa tan relegada siempre hasta el último momento.

¿Cree que alguna vez se dejará de leer o de escribir cuentos?

Se dejará de leer y de escribir cuentos cuando se deje de leer literatura, pero mientras se lean novelas, se lea poesía, se leerán cuentos también, quizá no tantos. Aunque, ya te digo, en el mundo anglosajón sí, en el mundo escandinavo y gran parte del mundo, menos los franceses, los italianos, los españoles, que somos menos; pero yo creo que esto va en aumento. Ultimamente la gente va leyendo más cuentos. Yo creo que se llegará un momento en que le darán la importancia que tiene al cuento, que es mucha.

Respecto de su terminología, que ha sido muy discutida, ¿cómo prefiere denominar a sus narraciones breves: "cuentos", "cuentos literarios" o "relatos breves"?

Yo les llamo "cuentos", no tengo preferencias, me da lo mismo. Para mí son cuentos porque la palabra "cuento" tiene tantas sugerencias: es tan, tan bonita para mí esa palabra; me ha empujado tanto a hacer lo que yo quería hacer. Por eso yo les llamo cuentos, pero no tengo ningún inconveniente en llamarlos de otra manera, me da igual.

Usted definió que un buen cuento debe ser "breve, redondo y jugoso como una naranja". Quisiera que explicara esto más extensamente.

Exactamente, y lo mantengo. Pues, lo que te he dicho antes. Es lo que se parece más a la poesía, que con pocos elementos, pero muy eficaces, muy expresivos y muy poéticos, se puede levantar un mundo, quizá tan o más importante que el que se pueda hacer con una novela; porque además cuesta mucho. Es muy difícil escribir un cuento, un buen cuento.

Para usted, en un cuento, el acontecimiento, es decir, que ocurra algo, ¿es significativo?

Hombre, es que a veces lo aparentemente leve, pequeño, resulta que para un niño, por ejemplo, es un desastre, un terremoto, un acontecimiento tremendo, cuando para una persona mayor es una anécdota. Todo depende de cómo se escribe, sobre qué se escribe. Hay cuentos en que sí es importante, eso bien llevado, hecho de una manera que no sea farragosa y, sobre todo, no hay que ser demasiado explícito, hay que dejar que el lector cree a su vez. Yo siempre, tanto en cuentos como en novelas, dejo que el lector contribuya conmigo a escribir el libro o el cuento. Eso sí es muy importante. El acontecimiento, ya te digo, pues depende tanto de lo que tú quieras decir y de cómo lo quieras decir. A veces, por ejemplo en "El año que no se cumplió", un cuento de "Los niños tontos" que trata tan sólo de un niño que no cumple un año, es un cuento o no sé qué es, pero fíjate que el tema no existe casi.

En la posguerra hubo un florecer de este género hasta el punto de que se la ha calificado como "la edad de oro" del cuento en nuestro país. ¿Está usted de acuerdo con esta afirmación?

Yo no lo sé, yo escribo, los que juzgan y deciden son otros. En verdad, no sé si es tanto, tan drástico, pero creo que, por lo menos, se ha incorporado -hablo de España- el cuento. Ignacio Aldecoa, por ejemplo, tiene unos cuentos maravillosos y otros muchos, que no me vienen ahora a la memoria y los siento porque seguro que me gustan tanto o más, pero no me vienen a la memoria en este momento. Pero, que hay grandes cuentistas es cierto; por lo menos hemos sido reconocidos fuera de España.

Algún crítico ha escrito que los miembros de medio siglo tomaron este género como emblema generacional con el que denunciar la triste realidad del país. En el caso de sus cuentos, ¿tienen esta finalidad crítica de denuncia?

Yo creo que en mi caso sí, porque era la época de Franco, era la época aquella en que teníamos la censura… Entonces sí había una finalidad crítica de la sociedad. Yo más que de la política, que no es lo mío, me interesaba la sociedad, y todo lo que sufría en aquel momento el español a mí me tocaba mucho. Pero siempre ha habido injusticia, la injusticia ha sido siempre algo que me ha sublevado mucho. Al igual que los malos entendidos, a mi me sacan de quicio los malos entendidos. ¿Por qué la gente no habla?, ¿porqué la gente se calla?, ¿se queda con los malos entendidos y sus rencores? Es una cosa que me ha soliviantado siempre. ¡Habla!, pero, ¿cuesta tanto?, ¿a la gente le cuesta tanto hablar?, ¿por qué?, pero si es lo que más nos diferencia de las bestias.

Quisiera saber qué autores extranjeros, cultivadores del cuento, le han fascinado y podido influir más.

Pues mira, Chejov ha sido para mí un maestro. Los rusos, casi todos; algunos franceses, ingleses muchos, alemanes menos, pero porque no los he conocido, pues lo poco que he leído me ha impresionado mucho. Españoles menos, y argentinos, latinoamericanos muchos; Cortázar especialmente, los cuentos de Cortázar son extraordinarios.

¿Y norteamericanos, Faulkner por ejemplo?

Norteamericanos muchos, Faulkner es para mí uno de mis ídolos; pero muchísimos, cantidad, casi todos los de la generación llamada perdida, ¡por Dios!, ¡fantástica! y, volviéndonos para atrás, anteriormente, Mark Twain y Poe. Poe, ¡por Dios!

¿Y Stevenson?

Stevenson, ¡por Dios!, se me olvidaba. Has nombrado… ¿Lo ves?, es que cuando te preguntan así no te sueles acordar… Stevenson es para mí uno de mis ídolos. ¡"La isla del tesoro" es una maravilla!, aunque todo, todo de él; hay otras muchas cosas de Stevenson que me han influido.

Yo creo que "La isla del tesoro" y su libro "El polizón del Ulises" tienen mucho que ver el uno con el otro.

Sí, el engaño del viejo para el niño, pero que no es tan engaño al final, sí. Pues algo hay de eso, ahora que me lo dices tú. No está tan mal visto, está muy bien visto. Sí, es una herencia que te viene, no sabes muy bien, pero que te viene; algo que te ha marcado mucho de niño. "La isla del tesoro" para mí fue tremenda, como "Robinson Crusoe", tremendo para mí, y mucho, todo lo de Jonathan Swift, todo lo de "Los viajes de Gulliver", hombre, todo eso también. Es que hay tantas… ¡"Peter Pan"!, el verdadero eh, no todas esas tonterías. Yo tengo "Peter Pan" como un libro que, cuando leo el final, me caen las lagrimas, es un libro extraordinario, y "Alicia en el país de las maravillas", Alicia, ¡por Dios!, ¡qué maravilla!

Un tema recurrente en sus relatos es la falta de entendimiento entre los adultos y los niños. ¿Es así?

Eso sí, eso lo he pasado yo, y lo han pasado muchos niños a mi alrededor. Yo me he dado cuenta de que, en España, ha habido una absoluta, hasta ahora, ignorancia de lo que es la infancia y una falta de conocimiento. "Los niños son los niños, son posesión nuestra, y haremos de ellos lo que queramos". Jamás se han interesado por lo que piensa un niño, por lo que siente, por lo que desea, por lo que no quieren. No, los niños eran posesión, hasta en la manera de vestirlos, los niños eran trofeos de los padres. Yo una vez oí: "Un niño de cuatro años no tiene problemas", pero ¿qué se cree ése?, ¿que un niño de cuatro años no tiene problemas? Un niño de cuatro años tiene problemas y a veces ¡enormes!, como usted quizá no los tenga.

Para usted, la infancia es muy importante, ¿verdad?

La infancia es fundamental. Yo creo que para todo el mundo, se dé o no se dé cuenta. El niño que fuimos pesa de una manera tremenda, condiciona de una manera tremenda. Además, eso te lo dirá cualquier psiquiatra, no lo dice la Matute, no. El niño que fuimos es muy importante, la infancia marca. Yo digo y lo digo en "Paraíso inhabitado" que a veces la infancia es más larga que la vida, persiste más. "Yo no me acuerdo" dicen muchos, porque no se dan cuanta de que el niño que llevaban está ahí. Sin embargo, ahora hay gente que no se acuerda, claro que no, sobre todo si no han sido niños, que también los hay. Yo me doy cuenta en seguida de eso, como me doy cuenta que no todos los niños… Hay niños que en los ojos les ves lo que te van a vender en cuanto puedan, no son niños, hay gente que nace así; afortunadamente son los menos, pero los hay.

Muchos de sus cuentos tienen como escenario el mundo rural. ¿A qué se debe esta obsesión suya que le hace tomar este espacio como fuente literaria inagotable?

Mira, eso es clarísimo. Mi madre era de La Rioja, y tenía una finca maravillosa allí. En verano íbamos allí y ocurría la mar de cosas. ¡Eramos felices! Aquello sí que era el paraíso, había una libertad total, era una cosa... Pero, desgraciadamente, cuando vino la guerra nos fuimos, y después de la guerra, cuando volvimos, hicieron un pantano. Ahora está debajo del agua. ¡Hasta eso me quitan! Yo todo lo que amo parece que me lo quieren quitar, que me lo arranquen, me lo quiten y ya, pues no existe aquello… Yo tenía una hermana -que murió hace unos días- que vivía allí en La Rioja. Cada vez que yo iba a verla, veía aquello… ¡Era ver tu infancia anegada, una cosa tremenda! Ahora que ha muerto ella ya no pienso volver más. Aquello era una maravilla, una verdadera maravilla… Aquellos bosques, aquel río, por eso esa obra se llama El río, eso es, donde íbamos en verano hasta que hicieron el pantano, y ha quedado en mi memoria como el paraíso perdido.

En ellos además parece que la fantasía forma parte de realidad.

A veces sí. Es que, para mí, es así. La fantasía forma parte de la realidad porque es un producto nuestro; por tanto si forma parte de nosotros, forma parte de la realidad.

¿Qué me dice sobre la tendencia a crear finales sorpresivos?

Eso es una cosa que me han dicho a veces a mí, que hasta que no se lee uno un cuento, un libro hasta el final, no se sabe lo que quiere decir todo. Puede que sea así. No lo sé, es posible.

"Algunos muchachos" es su último libro de cuentos por ahora, exceptuados algunos sueltos que ha publicado, como "La virgen de Antioquía" y "De ninguna parte". ¿No tiene pensado escribir más?

Es el último. De momento no, porque estoy con las novelas. A lo mejor escribo un libro de cuentos más adelante, es posible, si tengo vida, porque ya soy octogenaria, pero después de este libro, que estoy terminando, descansaré un poco y luego a lo mejor. Me decían mis memorias, pero no voy a escribir mis memorias, ¿para qué? No, voy a escribir quizá un libro de cuentos, quizá, o algo medieval otra vez, no lo sé, tengo varias cosas por ahí que me rondan.

¿No le apetecen sus memorias?

No, sería un libro… tremendo, y no quiero. Ya, si te pones en eso, hazlo, si no, hacerlo a medias no vale la pena. No sé, no creo, no vale la pena. Lo más importante de mí son mis libros…

Para ir terminando, si hacemos un balance final, se podría decir que ha tenido bastante suerte: ha ganado la mayoría de los premios literarios importantes y ha sido reconocida como académica. Sin embargo, los críticos siempre se han cebado con su estilo. ¿Por qué motivo? ¿Cree que no la han entendido?

Bueno, suerte relativa, pero sí. Yo debo decir que no he sido mimada especialmente por la crítica, no, hasta mucho más tarde. Ten en cuenta que en el panorama literario de la época yo era una cosa rara -he de reconocer que lo era-, como de niña, he sido siempre una niña rara, y en todo lo que he hecho, he sido la rara, entre mis hermanos, era la rara, ¡era la rara! Claro, yo escribía de una manera que no se hacía entonces. Creo que yo me adelanté a mi época durante mucho tiempo y me he seguido adelantando a mi época después. Esos mismos que decían: "Como yo dije la gran Ana María Matute", ¡mentiroso, que yo tengo tus críticas! porque las guardaba todas, ¡mentiroso!, pero ya no digo nada. Además, ¡a mí qué me importaba! A mí lo que me interesaba era mi libro, lo que dijeran… Hombre, si lo decían bien y lo entendían, mejor, pero esto solo algunos. La mayoría no entendía nada, no se enteraban, tenían esa cerrazón carpetovetónica, de no entender nada, no habían leído jamás…

¿Podría deberse ese estilo que le criticaban a que fuera producto de una mujer y por eso no lo entendieran? ¿Cree usted que existe una literatura de mujer?

No. Puede existir como la literatura infantil… pero no la otra. Existe la Literatura, la buena y la mala, y me da lo mismo que esté escrito por el hombre que por la mujer.

¿Le interesa a usted el premio de los premios para un escritor, el Nobel?

Yo he estado a punto de ganar el Premio Nobel. Sí, he estado nominada cuatro veces al Premio Nobel, pero yo, como siempre… Eran cuatro académicos que me lo querían dar: se me han muerto los cuatro, ¡já, já, já! Y cuando lo ganó Cela, por un voto conmigo. Eso lo sé yo… pero a mí esas cosas… Hombre, claro que me hubiera encantado, pero como no me lo han dado, no pienso. Cuatro veces, lo cual ya está bien, que te lo den o no… ¡Ah, mira! No se lo han dado a gente muy importante, no se lo han dado a Borges, y en cambio se lo han dado a otros que francamente…

Quiero que me diga, por último, cómo le gustaría ser recordada cuando dentro de unos años los niños futuros se acerquen a sus obras con la misma emoción que lo hacen con las de Andersen o las de los hermanos Grimm.

Al paso que vamos, me parece que… No sé si leerán muchos cuentos los niños del futuro, pero quisiera que me recordaran como "la mujer que los hizo soñar". Eso es lo mejor que podrían decir de mí, como yo podría decir de Andersen, "el hombre que me hizo soñar".

28 de julio de 2009

Entremeses literarios (LXVII)

COMO OCURRIO
Isaac Asimov

Rusia (1920-1992)

Mi hermano empezó a dictar en su mejor estilo oratorio, ése que hace que las tribus se queden aleladas ante sus palabras.
- En el principio -dijo-, exactamente hace quince mil doscientos millones de años, hubo una gran explosión, y el universo...
Pero yo había dejado de escribir.
- ¿Hace quince mil doscientos millones de años? -pregunté, incrédulo.
- Exactamente -dijo-. Estoy inspirado.
- No pongo en duda tu inspiración -aseguré. Era mejor que no lo hiciera. El es tres años más joven que yo, pero jamás he intentado poner en duda su inspiración. Nadie más lo hace tampoco, o de otro modo las cosas se ponen feas.- Pero, ¿vas a contar la historia de la Creación a lo largo de un periodo de más de quince mil millones de años?
- Tengo que hacerlo. Ese es el tiempo que llevo. Lo tengo todo aquí dentro -dijo, palmeándose la frente-, y procede de la más alta autoridad.
Para entonces yo había dejado el estilo sobre la mesa.
- ¿Sabes cuál es el precio del papiro? -dije.
- ¿Qué?
Puede que esté inspirado, pero he notado con frecuencia que su inspiración no incluye asuntos tan sórdidos como el precio del papiro.
- Supongamos que describes un millón de años de acontecimientos en cada rollo de papiro. Eso significa que vas a tener que llenar quince mil rollos. Tendrás que hablar mucho para llenarlos, y sabes que empiezas a tartamudear al poco rato. Yo tendré que escribir lo bastante como para llenarlos, y los dedos se me acabarán cayendo. Además, aunque podamos comprar todo ese papiro y tu tengas la voz y la fuerza suficientes, ¿quién va a copiarlo? Hemos de tener garantizados un centenar de ejemplares antes de poder publicarlo, y en esas condiciones, ¿cómo vamos a obtener derechos de autor?
Mi hermano pensó durante un rato. Luego dijo:
- ¿Crees que deberíamos acortarlo un poco?
- Mucho -puntualicé-, si esperas llegar al gran público.
- ¿Qué te parecen cien años?
- ¿Qué te parecen seis días?
- No puedes comprimir la Creación en sólo seis días -dijo, horrorizado.
- Ese es todo el papiro de que dispongo -le aseguré-. Bien, ¿qué dices?
- Oh, está bien -concedió, y empezó a dictar de nuevo-. En el principio... ¿De veras han de ser solo seis días, Aaron?
- Seis días, Moisés -dije firmemente.


EN LA NOCHE
Alejandra Pizarnik
Argentina (1936-1972)

Los ausentes soplan grismente y la noche es densa. La noche tiene el color de los párpados del muerto. Huyo toda la noche, encauzo la persecución y la fuga, canto un canto para mis males, pájaros negros sobre mortajas negras. Grito mentalmente, me confino, me alejo de la mano crispada, no quiero saber otra cosa que este clamor, este resolar en la noche, esta errancia, este no hallarse. Toda la noche hago la noche. Toda la noche me abandonas lentamente como el agua cae lentamente. Toda la noche escribo para buscar a quien me busca. Palabra por palabra yo escribo la noche.


LOS DEBERES DE PEDRO
Alejandro Dolina
Argentina (1944)

Pedro se sienta en los últimos bancos del aula, como corresponde a un chico que desdeña la educación y la vecindad de los poderosos. Las conspiraciones y los batifondos nunca lo hallan ajeno. Busca el riesgo de las transgresiones y la compañía de los más beligerantes. A veces lo tientan el estudio y la inteligencia. Entonces, como quien acepta un desafío, como una compadrada, resuelve arduos problemas de regla de tres y cumple los dictados sin tropiezos. Un día, la maestra le acaricia el pelo tiernamente. El piensa: "Ay, señorita... Si supiera cómo me gustaría regalarle una flor y darle un beso". Pero Pedro sabe quién es y conoce su deber y su destino. Con una gambeta se aleja del afecto inoportuno y va a buscar la gloria allá en el fondo, donde los malandras se empeñan revoleando los tinteros para que se cumpla mejor el divino propósito del Universo.


EL CRIMEN INVISIBLE
Catherine Crowe

Inglaterra (1803-1876)

En 1842 en el barrio de Marylebone, se derribó una casa a la que ya no acudía ningún huésped desde hacía ya muchos años, y cuyos propietarios no estaban dispuestos a gastar más dinero en reparaciones. Sus últimos habitantes fueron el mayor W, su esposa, sus tres hijos y su sirviente. El mayor W, que desempeñaba un digno cargo en la Intendencia, había insistido innumerables veces a sus superiores para que le permitieran cambiar de vivienda (el alquiler del inmueble estaba a cargo de la Intendencia). Como esta autorización demoraba, alegó para justificar su repetida insistencia que la casa estaba embrujada "del modo más desagradable". Todas las noches, la puerta del salón se abría violentamente, se oía un ruido de pasos precipitados, una respiración ronca y luego dos o tres gritos horribles y la pesada caída de un cuerpo contra el piso. A menudo encontraban los muebles volcados, sobre todo cuando estaban situados en el ángulo norte de la sala. Luego se restablecía el silencio, pero alrededor de un cuarto de hora más tarde, se oía algo semejante a un pataleo, un sollozo y al fin un espantoso estertor. El mayor W acabó por prohibir a sus familiares la entrada a este salón. Incluso clausuró la puerta. Pero antes hizo constatar estos hechos por varios de sus compañeros de ejército. En efecto, el informe que presentó estaba firmado por el lugarteniente de Intendencia E, el capitán S y el comisario de víveres E. Se procedió a un relevamiento de datos y muy pronto descubrieron una trágica historia. En el año 1825, la casa estaba habitada por el corredor de joyas C y su esposa. Esta última, mucho más joven que su marido, llevaba una vida desordenada y malgastaba enormes sumas de dinero. Aunque el desgraciado C le perdonó muchas veces sus caprichos, no parecía querer enmendarse; al contrario, su vida era progresivamente escandalosa. C, empujado por la amargura y los celos, se dio a la bebida. Una noche volvió ebrio, decidido a acabar con sus desgracias. Armado de un trinchete de zapatero, se abalanzó sobre su mujer, que huyó hacia el salón, pero C la alcanzó y con un solo golpe de su arma, la decapitó. Permaneció largo rato mudo de horror ante su crimen, luego se colgó de la araña del techo. Desde entonces ese horrible asesinato se reproducía cada noche, de una forma audible, pero jamás los espantados testigos vieron la más mínima aparición; sólo los ruidos fantasmales que se repetían con una perfecta exactitud. La petición del mayor W tuvo resultados favorables y desde entonces, la casa permaneció desocupada hasta el día en que cayó bajo el pico de los demoledores.


ULTIMA CARTA DE AMBROSE BIERCE
Gabriel Jiménez Emán
Venezuela (1950)

Esta es la última carta que te escribo. No porque quiera, sino porque materialmente no puedo hacerte otra. La tinta está cara, lo sé, y tampoco ahora fabrican los lápices que me gustan. Ya no hay cuadernos como los de antes, muy anchos y de páginas blancas y suaves. Las estampillas han subido mucho, pero de cualquier modo ahora no las necesito, ni siquiera un sobre para meter la carta cuando esté terminada, porque en verdad ahora lo urgente es el tiempo, se acaba el tiempo y todavía no he empezado a escribir todas las cosas que debo decirte, aunque me exijo un enorme esfuerzo para mover las manos y sacar el lápiz y el papel que llevo en los bolsillos. Me cuesta solamente intentarlo, pero todo estará recompensado sabiendo que leerás mi carta como si fuese la primera misiva de amor que te envié desde aquella ciudad remota cuyo nombre olvidé; además en este instante todo se me borra en la memoria debido a la escasez del aire y a cierta incomodidad que no debiera representar un problema en un momento tan importante para nosotros como éste. También me apena molestarte porque debes ser tú la que debes venir a buscar la carta, pues a mí me da vergüenza presentarme con esta corbata y este traje negro que no me pertenecen. Perdóname, desde el comienzo no he hecho nada más que lamentarme y hay tantas otras cosas en las cuales no es justo culparte de nada, pero has debido fijarte bien, cuando me viste en la cama no estaba muerto sino dormido, y delante de ti me taparon y metieron en este ataúd donde me cuesta mucho escribirte porque no hay luz y es bastante incómodo gritar en esta posición y sin el aire suficiente para rogarte que me saques de aquí.


BRINDIS
Ana María Shua
Argentina (1951)

Inyectada por vía endovenosa, la substancia provoca un leve burbujeo del nitrógeno en el torrente sanguíneo, en nada comparable a los letales globos de aire que afectan a los buzos. Al contrario, los sujetos describen un efecto champán que se expande agradablemente por el organismo en forma de destellos focalizados, como si una bandada de luciérnagas viajara sin prisa por el sistema vascular. A continuación cada invitado alza a la persona de la que piensa beber y se brinda haciendo chocar suavemente sus cabezas.


EL HURACAN
Edward Plunkett
Dunsany

Inglaterra (1853-1899)

Me encontraba una noche solo en la gran colina contemplando una lúgubre y tétrica ciudad. Durante todo el día había perturbado el cielo sagrado con su humareda y ahora estaba bramando a distancia y me miraba colérica con sus hornos y con las ventanas iluminadas de sus fábricas. De pronto cobré conciencia de que no era el único enemigo de la ciudad, porque percibí la forma colosal del Huracán que venia hacia mí jugando ocioso con las flores al pasar. Cuando estuvo cerca, se detuvo y le dirigió la palabra al Terremoto que como un topo, aunque inmenso, se había asomado por una grieta abierta en la tierra.
- Viejo amigo -dijo el Huracán-, ¿recuerdas cuando asolábamos las naciones y conducíamos los rebaños del mar a otros pastizales?
- Sí -repuso el Terremoto adormilado-. Sí, sí.
- Viejo amigo -dijo el Huracán-, hay ciudades por todas partes. Sobre tu cabeza, mientras dormías, no han dejado de construirlas por un instante. Mis cuatro hijos, los Vientos, se sofocan con sus humaredas, los valles están vacíos de flores y, desde que viajamos juntos por última vez, han talado los hermosos bosques.
El Terremoto se quedó allí echado con el hocico apuntando hacia la ciudad, pestañeando a la luz, mientras el Huracán estaba en pie a su lado mostrándosela con cólera.
- Ven -dijo el Huracán-, volvamos a ponernos en camino y destruyámoslas para que los hermosos bosques puedan volver y también sus furtivas criaturas. Tú abrumarás a estas ciudades sin descanso y pondrás a la gente en fuga y yo las heriré en el descampado y barreré su profanación del mar. ¿Vendrás conmigo y lo harás para gloria de la hazaña? ¿Desolarás el mundo nuevamente como lo hicimos, tú y yo, antes de que llegara el Hombre?
- Sí -dijo el Terremoto-. Sí.

Y nuevamente se metió en su grieta de cabeza contoneándose como un pato hasta el fondo de los abismos. Cuando el Huracán se alejó a las zancadas, me puse en pie tranquilamente y partí, pero a esa hora a la noche siguiente volví cauteloso al mismo lugar. Allí encontré tan sólo la enorme forma gris del Huracán, con la cabeza entre las manos, llorando; porque el Terremoto duerme larga y pesadamente en los abismos y no despierta.


ENGAÑO
Alejandro Morales Mariaca

México (1981)

El hombre llegó quince minutos antes de lo acordado. Las grandes puertas de madera del motel se abren ante él, un imperceptible olor a viejo y humedad llegan a través de ellas. Aquel viejo edificio se levanta como una impertinente herejía ante los modernos edificios vecinos. Un cartel pintado a mano rezaba la sugerente oferta $100 la hora, razón más que suficiente para elegirlo como puerto de sus pasiones. Mira su reloj que señala las nueve con quince y piensa que esta será la última vez, no podrían seguir así por mucho más tiempo. Mira una vez más su muñeca y maldice la impuntualidad de su compañera. Con mano temblorosa busca algo en su bolsillo, finalmente consigue sacar un cigarro y lo enciende con el encendedor que su esposa le había regalado en su primer aniversario, diez largos años atrás. Le molesta estar en ese lugar, pero no pudo resistirse, ama a la mujer con la que se verá esta tarde, o al menos eso es lo que cree. Un sutil aroma a perfume barato le avisa de su llegada. Se saludan besándose la mejilla, ella le toma la mano y con una sonrisa que más que sensual resulta burlona entran en el edificio, no sin antes mirar a los lados. Un anciano recepcionista los recibe con cortesía. Acostumbrado a las parejas y sus motivos, sólo se limita a recibir el dinero y entregar la llave, aunque no puede evitar mirar el sugerente escote de la mujer. El hombre al notarlo se molesta, no con el encargado, sino consigo mismo al no saber si lo incomodan los celos o el juicio moral de aquel viejo. El cuarto no albergaba más que una desvencijada cama y una mesita en la que descansa un teléfono de disco, el baño -si es que a eso se le podría llamar baño- no funcionaba y se encontraba completamente a oscuras. El hombre se sienta sobre la cama, la cual rechina cediendo bajo su peso. Con movimientos torpes se quita los zapatos y calcetines. Se recuesta, la mujer yace tendida junto a él con la blusa desabrochada, no llevaba sostén. Sus pechos suben y bajan con cada respiración. El hombre juguetea un rato con ellos pero pronto se aburre y enciende otro cigarro. La mujer se termina de quitar la ropa. Ya no es joven, bien lo sabe, sin embargo aún se siente capaz de seducir a cualquier hombre, sobre todo aquel con quien comparte ese espacio. Desnuda a su compañero, besa su cuello y manipula su miembro. Poco a poco él se va despabilando y entra en el jugueteo. Ruedan sobre la cama lamiendo aquí, mordiendo allá, chupando acullá. Ella monta, él monta. Se escuchan algunos gemidos, la pelvis del hombre chocando contra los muslos de la mujer, los incesantes chirridos de la cama, luego, silencio. El ritual se repite una vez más. Sonidos semejantes se escuchan en los cuartos contiguos. La cama deja escapar un profundo quejido y se desploma, los amantes no cejan en sus movimientos a pesar del golpe; lentamente estos se detienen. Sudorosos buscan la ropa regada en el suelo y abandonan rápidamente aquel lugar que ya tiene una historia más que contar. Antes de salir del motel el hombre voltea hacia el recibidor desde donde el anciano le sonríe maliciosamente. Llegan a la calle y el sol los deslumbra. Ella alegre por el placer que acaba de recibir, él con el ceño fruncido por la imagen desdentada del recepcionista. El hombre mira su reloj, da la espalda a la mujer y no puede dejar de sentir algo de vergüenza cuando le dice:
- Llego a la casa como a las cuatro.
- Está bien -le responde ella-. No se te olvide pasar por los niños a la escuela. ¿Qué quieres de cenar?



BOXEADOR
Carlos Meneses

Perú (1930)

Sonó el gong y Kid salió al centro del ring con los brazos extendidos para saludar al adversario. Tenía que ganar, y si por knock out mejor. Lanzó frenético su demoledor jab de izquierda, eludió un cross del contrario. Entró en un rudo cuerpo a cuerpo. Se sentía muy fuerte, capaz de poder combatir no diez sino hasta veinte asaltos. Lanzó un poderoso gancho de derecha. Volvió a golpear con ambas manos el rostro del rival. Lo vio sangrar copiosamente. Caer a la lona. El árbitro inició la cuenta. El saltaba de felicidad. Levantaba los brazos. Aullaba de contento. Lo sujetaron dos enfermeros. Se lo llevaron a rastras.


LA FABULA DE LOS CIEGOS
Hermann Hesse
Alemania (1877-1962)

Durante los primeros años del hospital de ciegos, como se sabe, todos los internos detentaban los mismos derechos y sus pequeñas cuestiones se resolvían por mayoría simple, sacándolas a votación. Con el sentido del tacto sabían distinguir las monedas de cobre y las de plata, y nunca se dió el caso de que ninguno de ellos confundiese el vino de Mosela con el de Borgoña. Tenían el olfato mucho más sensible que el de sus vecinos videntes. Acerca de los cuatro sentidos consiguieron establecer brillantes razonamientos, es decir que sabían de ellos cuanto hay que saber, y de esa manera vivían tranquilos y felices en la medida en que tal cosa sea posible para unos ciegos. Por desgracia sucedió entonces que uno de sus maestros manifestó la pretensión de saber algo concreto acerca del sentido de la vista. Pronunció discursos, agitó cuanto pudo, ganó seguidores y por último consiguió hacerse nombrar principal del gremio de los ciegos. Sentaba cátedra sobre el mundo de los colores, y desde entonces todo empezó a salir mal. Este primer dictador de los ciegos empezó por crear un círculo restringido de consejeros, mediante el cual se adueñó de todas las limosnas. A partir de entonces nadie pudo oponérsele, y sentenció que la indumentaria de todos los ciegos era blanca. Ellos lo creyeron y hablaban mucho de sus hermosas ropas blancas, aunque ninguno de ellos las llevaba de tal color. De modo que el mundo se burlaba de ellos, por lo que se quejaron al dictador. Este los recibió de muy mal talante, los trató de innovadores, de libertinos y de rebeldes que adoptaban las necias opiniones de las gentes que tenían vista. Eran rebeldes porque, caso inaudito, se atrevían a dudar de la infalibilidad de su jefe. Esta cuestión suscitó la aparición de dos partidos. Para sosegar los ánimos, el sumo príncipe de los ciegos lanzó un nuevo edicto, que declaraba que la vestimenta de los ciegos era roja. Pero esto tampoco resultó cierto; ningún ciego llevaba prendas de color rojo. Las mofas arreciaron y la comunidad de los ciegos estaba cada vez más quejosa. El jefe montó en cólera, y los demás también. La batalla duró largo tiempo y no hubo paz hasta que los ciegos tomaron la decisión de suspender provisionalmente todo juicio acerca de los colores. Un sordo que leyó este cuento admitió que el error de los ciegos había consistido en atreverse a opinar sobre colores. Por su parte, sin embargo, siguió firmemente convencido de que los sordos eran las únicas personas autorizadas a opinar en materia de música.

Néstor García Canclini: "Actualmente hay pocas condiciones para las gestas heroicas en Latinoamérica"

"Las migraciones y extranjerías son campos propicios para revisar cómo representamos y comunicamos las experiencias, pues implican un modo radical de experimentar la incertidumbre y el pasaje de una manera de nombrar y decir a otra. Esta discontinuidad es mayor si al ir a otro país cambia la lengua, pero ocurre también al pasar a otra sociedad que habla el mismo idioma con modulaciones distintas, o en el mismo país cuando en las transferencias simbólicas experimentamos abandonos y recreaciones del sentido. Los modos oblicuos de nombrar en las metáforas dan ingreso a esa trama escondida de significados, a otra densidad de la experiencia. El extranjero vive entre hechos que tienen otros nombres y nombres que perdieron sus hechos". El texto pertenece a "Extranjeros en la tecnología y en la cultura", un volumen coordinado e introducido por Néstor García Canclini (1939), antropólogo argentino radicado en México desde hace más de tres décadas. Los artículos que forman parte del libro son el resultado de un trabajo conjunto entre investigadores de diversas disciplinas, y abordan la resignificación de la condición de extranjero en un mundo donde la globalización no es sinónimo de fronteras más abiertas y hospitalarias sino todo lo contrario, dado el impacto de las nuevas tecnologías en la política, la producción cultural y los modos tradicionales de relacionarse. García Canclini, uno de los pensadores latinoamericanos más influyentes de la actualidad, es Doctor en Filosofía por las universidades de La Plata y París, y profesor distinguido de la Universidad Autónoma Metropolitana e investigador emérito del Sistema Nacional de Investigadores, ambos en México. Ha sido profesor visitante en las universidades de Nueva York, Stanford, Barcelona, París, San Pablo y Buenos Aires. Entre sus libros, traducidos a diversas lenguas, están "Arte popular y sociedad en América Latina", "La producción simbólica. Teoría y método en sociología del arte", "Las culturas populares en el capitalismo", "¿De qué estamos hablando cuando hablamos de lo popular?", "Cultura transnacional y culturas populares", "Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad", "Cultura y comunicación: entre lo global y lo local", "Las industrias culturales en la integración latinoaméricana", "La globalización imaginada", "Imaginarios urbanos", "Latinoamericanos buscando lugar en este siglo" y "Lectores, espectadores e internautas". La siguiente es una entrevista telefónica lograda por Bruno Massare para el nº 304 de la revista "Ñ" del 25 de julio de 2009.


Usted contrapone la suposición acerca de que el incremento de las comunicaciones mejorará los intercambios entre las naciones al hecho de que cada vez más las fronteras se "exasperan" y se deteriora la convivencia entre muchos países. ¿Puede advertirse este doble movimiento en el reciente brote de gripe en México en relación a la velocidad a la que circuló la información y a la reacción de otros países hacia México?

Fue una situación que demostró la fragilidad de los intercambios globales. Y también puso en evidencia en México y en otros países el desmantelamiento de los servicios públicos, como también pudo verse en la Argentina con el dengue. Entonces, en medio de estas situaciones de emergencia sanitaria se recurre a atrincheramientos ficticios. Mientras que la Organización Mundial de la Salud dice que no se soluciona nada cortando fronteras o suspendiendo vuelos, esto efectivamente se hace. En general, percibimos que la globalización no funciona como un proceso de reafirmación de las relaciones internacionales, sino más bien como una interdependencia conflictiva y para la que estamos poco preparados.

La globalización, de la mano de fenómenos como Internet, ¿instaló un imaginario de ciudadanía supranacional? ¿Actúa la Red, en tanto medio masivo de comunicación, como un homogeneizador de culturas?

La tendencia homogeneizadora claramente existe. Antes era una función que ejercían los estados nacionales: homogeneizar culturalmente sus territorios, desconociendo diferencias étnicas o regionales. Ahora ocurre también a escala internacional. Aunque es algo más característico de otros medios masivos, como la televisión. Porque en Internet hay una oferta muy diversa de bienes culturales. Creo que los imaginarios supranacionales no van en la línea de crear una suerte de ciudadanía supranacional, sino de estandarizar en pocos formatos modelos de consumo, algo que sin dudas han instalado las grandes marcas.

Usted habla de "localización múltiple" para referirse a la forma de hipercomunicación que se da actualmente a través de diversos medios como el correo electrónico, el teléfono, el celular e inclusive las redes sociales. ¿Estamos ante una redefinición de la división entre el ámbito público y privado de cada persona?

Sí, y creo que es uno de los procesos más dinámicos y transformadores de la actualidad. Es fascinante intentar prever qué consecuencias va a tener esta forma de comunicarnos. Y surgen nuevos conceptos: se habla de intimidad y extimidad, en el caso de esta última como la tendencia a externalizar la intimidad, fenómeno que va desde los "reality shows" hasta YouTube o redes sociales como Facebook. Sin duda responden a motivaciones muy variadas: uno percibe deseos de formar nuevas comunidades por descontento con las tradicionales, exhibicionismo, voyeurismo y búsqueda de emociones fugaces. Pero también genera efectos muy interesantes, como formas de comunicación muy fluidas.

¿Cómo evalúa el uso que los gobiernos y los políticos comienzan a hacer de Internet y de tecnologías como las redes sociales?

Algunos políticos tienen muy en claro la importancia de estos medios. La campaña de Obama demostró que él mismo y sus asesores tenían una familiarización con el lenguaje de la Red y que supieron usarlo con provecho. Habrá que ver si seguirán apoyándose en estas tecnologías como forma de consulta o de participación ciudadana, o si sólo fue un recurso electoral. Pero es una excepción, porque en general no hay un uso creativo acorde a las posibilidades de los nuevos dispositivos y lenguajes. Y esto tiene que ver con el envejecimiento de la clase política. Pero este desaprovechamiento también se da en la educación y se pudo ver claramente en México cuando se suspendieron las clases. ¿Por qué no había un plan de emergencia para epidemias o sismos con programas de educación remota, de modo que el maestro pudiera comunicarse digitalmente con sus alumnos, explicarles los acontecimientos, relacionarlos con los contenidos y encargarles tareas en la casa? Es evidente la desconexión que hay entre la educación y las nuevas posibilidades comunicacionales.

¿Cómo impacta en la producción artística la multiplicidad de soportes y la convergencia en ellos de contenidos que antes solían presentarse por separado, como textos, imágenes y videos?

Basta con ir a cualquier feria o bienal de arte en el mundo para ver cómo se mezclan los soportes, los recursos comunicacionales y cómo se está produciendo una desjerarquización de las clasificaciones de los géneros artísticos. No desaparecen la escultura o la pintura, pero cambia la vieja jerarquía entre lo escrito y lo visual, porque lo electrónico nos trae todo junto en la pantalla y el papel dejó de ser el único soporte de lectura.

En "Extranjeros en la tecnología y en la cultura", usted habla de modos metafóricos de ser extranjero y cita el caso de los extranjeros digitales: aquellos que no dominan las nuevas tecnologías. ¿En qué medida es una extranjería determinada por el mercado?

Los viejos condicionantes de la desigualdad sociocultural siguen operando: son los desniveles económicos y educativos. Pero, sin perder importancia, se redimensionan con nuevos hábitos y formas de sociabilidad que genera la tecnología. Muchos jóvenes saben usar computadoras aunque no las tengan. Un alumno de cuarto o quinto grado de primaria, de clase popular, puede ser capaz de acceder a formas muy sofisticadas de acceso a Internet, a diferencia de quienes son extranjeros digitales por una razón generacional.

En su crítica al sobredimensionamiento del nomadismo como ícono posmoderno de la globalización, cita estudios que señalan que sólo viaja el tres por ciento de la población mundial. ¿Por qué cree que se extendió esta idea de que todo el mundo está en movimiento?

Fue un fenómeno de las décadas de los '80 y '90 y estuvo ligado al auge del posmodernismo. En "Extranjeros..." tratamos de analizar cuántos viajan, adónde, para qué y no confundir en un mismo paquete a turistas, migrantes documentados, indocumentados, jóvenes que van a hacer posgrados y artistas, y también analizar lo que llamamos los viajes virtuales y las extranjerías metafóricas. Es decir, estas formas de sentirse o de hacer sentir extranjeros a algunos en la propia ciudad. Porque no se eliminan las fronteras, sino que se multiplican, son móviles y permeables pero a veces también más agresivas. Entonces, tenemos que volver a preguntarnos qué significa ser extranjero. Es preciso analizar cómo funcionan las extranjerías situacionales, que a veces tienen que ver no sólo con aquel que está lejos o del otro lado de la frontera, sino también con aquel que está cerca, que es "otro" porque desafía nuestros modos de percepción y significación.

¿Qué queda del sueño latinoamericanista? En uno de sus textos dice que lo latinoamericano es más una tarea que una identidad o una esencia. ¿Hay un proceso de descomposición en América Latina?

Es interesante observar los enormes contingentes latinoamericanos que viven fuera de sus países. En algunos, como México, Ecuador o Uruguay, el quince o veinte por ciento de su gente vive fuera de América Latina. La noción de latinoamericanidad se desdibuja. No es que se fueron y ya no cuentan, mantienen relaciones fluidas con los que quedaron. Están las remesas, como vínculo económico, pero también podemos hablar de remesas culturales: vínculo y transmisión de información. En cuanto a la utopía latinoamericanista, actualmente hay pocas condiciones para gestas heroicas. Predomina la inestabilidad, la descomposición social interna, la pérdida de prestigio de los partidos políticos y otras formas de desintegración que corroen las viejas formas de integración o crean otras nuevas y perversas, como sucede con el narcotráfico. Y luego están los arreglos ocultos de los gobiernos, que sabotean los discursos y documentos integradores y se atrincheran en supuestos intereses nacionales.

Usted nació y estudió en la Argentina, pero pasó buena parte de su vida en México. ¿En qué medida se siente extranjero en uno o en ambos países?

Estoy por cumplir treintitrés años en México. Tengo las dos nacionalidades y logro sentirme cómodo con la doble pertenencia. Desde el '83 voy a la Argentina una o dos veces por año. Hago trabajos allí, interactúo con mucha gente y tengo excelentes amigos. Uno sufre pérdidas, pero también se enriquece la mirada. Probablemente, a mí nunca se me hubiera ocurrido la noción de "culturas híbridas" si me hubiera quedado en la Argentina. Fue el resultado del desgarramiento, del intento por juntar culturas como las varias argentinas y las varias mexicanas. Quizás estas dificultades están en el origen de que haya coordinado este libro sobre extranjerías.

27 de julio de 2009

Selma Lagerlöf: la tradición sueca y una crítica de Hermann Hesse

La escritora sueca Selma Lagerlöf (1858-1940) fue la primera Doctora Honoris Causa de Filosofía de su país, la primera mujer en obtener el premio Nobel de Liteartura en 1909 y miembro de la Academia sueca desde 1914. Estudió en Estocolmo en la Escuela Real Superior de Mujeres y, entre 1885 y 1895, fue maestra en una escuela para dedicarse luego exclusivamente a su carrera literaria. Por entonces ya había publicado dos libros: "Gösta Berlings saga" (La leyenda de Gosta Berling) en 1891, una recopilación de cuentos folclóricos reescritos por ella en prosa lírica, y "Osynliga länkar" (Lazos invisibles) en 1894, una colección de relatos breves sobre la vida cotidiana de su país.
Entre sus numerosos escritos se pueden citar las novelas "Jerusalem" (Jerusalén), "Liljecronas hem" (La casa de Liliecrona), "Bannlyst" (El exiliado), "Löwensköldska ringen" (El anillo de los Lowenskolds), "Herr Arnes penningar" (El tesoro del señor Arne), "Antikrists mirakler" (Los milagros del Anticristo), "En herrgårdssägen" (Una mansión de leyenda), "Körkarlen" (El carretero) y "Kejsaren av Portugallien" (El emperador de Portugalia). De sus colecciones de cuentos destacan "Troll och människor" (Duendes y hombres), "En saga om en saga och andra sagor" (Un cuento sobre un cuento y otros cuentos), "Legender i urval" (Leyendas escogidas) y "Den heliga natten och andra julberättelser" (La Nochebuena y otros cuentos de Navidad).
Su libro más famoso,"Nils Holgerssons underbara resa genom Sverige" (El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia) escrito en 1907, fue un encargo que le hizo el Consejo de Educación para que escribiera un libro de texto escolar en el que se contara la vida y la historia de Suecia. En él, un muchacho es hechizado por una hada y convertido en duende debido a su mal comportamiento. Para romper el hechizo deberá acompañar a una bandada de gansos en su viaje a través de Suecia, con los que vivirá numerosas aventuras fantásticas. De fuerte tono moral, la novela es una sabia combinación de realismo y fantasía optimista.
Selma Lagerlöf despertó la admiración de numerosas personalidades, entre ellos el filósofo Karl Popper (1902-1994), el zoólogo Konrad Lorenz (1903-1989) y el director cinematográfico Victor Sjöström (1879-1960). Entre sus pares, Kenzaburo Oé (1935) y Henning Mankell (1948) reconocen en ella influencias en sus respectivas obras. También Hermann Hesse (1877-1962) se sintió enormemente atraído por la escritora sueca. Como reconocimiento, el autor de "Der steppenwolf" (El lobo estepario) escribió en 1908 un artículo laudatorio que dice así:

La sueca Selma Lagerlöf nació en el año 1858 y hasta el principio de la década de los noventa no empezó a destacar literariamente. Con su primera obra "La leyenda de Gosta Berling", la escritora se hizo famosa en Suecia y pronto en todo el mundo. Aquella primera obra ya era perfecta, contenía todo lo esencial del talento de Lagerlöf; la escritora se revelaba como una personalidad hecha y madura y desde entonces ha permanecido invariable en todos sus rasgos. Quien ante lo bello sienta también la necesidad de criticar, podrá encontrar en esto la limitación de su talento. En Selma Lagerlöf no vivimos el espectáculo de una evolución, sus obras aparecen como hermanas y aparentemente coetáneas, no separadas por ningún abismo. Quizás sea este el rasgo femenino de su talento: un descansar en sí misma casi inmóvil, un echar raíces y agarrarse, un ser y crecer sin disonancias ni sobresaltos. El que quiera puede deducir de esta falta (aparente o real) de conflicto, de lucha y evolución, que Selma Lagerlöf no es un genio. Pero por otro lado posee el rasgo quizás más esencial de la persona genial, su afinidad entrañable con todo lo existente, su riqueza de relaciones con todas las cosas y criaturas del mundo, unidas a una memoria extraordinariamente viva y poderosa, sin las que ningún genio ni arte son posibles. En la literatura moderna sueca esta escritora aparece sola y singular como un curioso anacronismo. Sólo Verner von Heidenstam, el autor elegante y demasiado poco conocido, muestra a veces en su mejor obra "Karolinerna" (Los soldados de Carlos) rasgos afines. Los autores modernos suecos, desde Strindberg hasta Geijerstam no tienen nada de épico, son artistas que trabajan de una manera sumamente subjetiva, que son muy diferenciados al sentir y nerviosos al analizar, hasta los más perspicaces y universales están desde el punto de vista temático y lingüístico estrechamente unidos a su tiempo y sus problemas, hacen psicología y establecen tesis, en una palabra, son modernos, tienen el profundo respeto típicamente moderno a la ciencia y el afán de alcanzar en sus libros un cierto nivel científico. Precisamente de todo esto está libre Selma Lagerlöf.No sabemos y ojalá no lo sepamos nunca cuánto trabajo, cuántos experimentos y esfuerzos han precedido a "La leyenda de Gosta Berling". Ya sea como fruto de intentos y ejercicios de muchos años, ya sea como obra inspirada, creada con maravillosa facilidad, "La leyenda de Gosta Berling" tiene a pesar del tono y enfoque cálido y personal una faceta impersonal, intemporal, mítica, nacida en las eternas profundidades de un pueblo. Sus personajes, su paisaje, sus acontecimientos son literatura, son obra de arte, tienen algo observado conscientemente, pero además tienen una realidad, una vida propia que hace que veamos al autor no como creador, sino como ser inspirado. Esto es espíritu de la tierra y del pueblo que quiso hacerse palabra y que escogió a esta escritora como instrumento. Como el pobre muchachito del cuento que se va de casa y encuentra en su camino un enano sabio y de la noche a la mañana se hace rico y poderoso y se convierte en rey y mago, Selma Lagerlöf, una maestra sueca, se encontró una vez en cualquier hora con el espíritu de su tierra y se convirtió en una gran escritora iluminada por la gracia. Escribe con un estilo que no pertenece a ningún tiempo, cuyos matices son a veces muy femeninos, que a veces resultan casi caseros.Como en un sueño camina constantemente sobre el filo peligroso que separa la calma idílica del patetismo, la charla de la leyenda. En las narraciones más importantes se aparta del camino para coger una cuantas flores y para mostrar un amor casi femenino-sentimental por lo pequeño. Pero sólo roza el peligro que apenas imagina. Cuando el admirador angustiado teme tembloroso que abandone el ropaje mágico y que aparezca de repente ante nosotros como una pobre muchachita provinciana, de nuevo aires de eternidad envuelven su frente y dice palabras que son tan seguras, jugosas y mágicas como las de las canciones populares y de la Biblia.
Lo mismo sucede con la invención. Los personajes son todos de un realismo y de una vivacidad sin igual; pero la misma maga que los ha creado ejerce sobre ellos una justicia novelesca, recompensa y castiga según una moral sólida y pedagógica, y tiene a veces un deseo optimista de sacrificar la poesía a su idea un tanto estrecha de un orden moral universal. Tendencias y errores artísticos que romperían la crisma a nuestros escritores más importantes, y que en esta extraña mujer no son más que pequeñas perturbaciones.
Sin embargo, no quisiera que la moralidad de la escritora se confundiese con su religiosidad. Su moralidad es escolar, pero su religiosidad es oro puro, es profundo candor e ingenuidad, es fe valiente y entrega sin reserva. Así es Gösta Berling. No es un héroe, es más bien un pobre diablo, pero para muchas personas ha sido un héroe, ha entusiasmado muchos corazones, ha encendido muchas luces deslumbrantes, ha fascinado a muchachas y dirigido a hombres. Es la figura del héroe de una provincia convertida en mito, mitad personaje histórico con rasgos individuales, mitad símbolo. Las aventuras, heroicidades, grandes sentimientos y diversiones, acontecimientos y arte narrativo que varias generaciones de un pequeño pueblo han coleccionado, guardado y utilizado como pequeña moneda, se han convertido en este libro en una obra literaria colorida, rica y grandiosa."La leyenda de Gosta Berling" ha conquistado el mundo entero en poco tiempo. Las personas ingenuas lo leen ingenua y alegremente como un espléndido libro de historias, lectores más refinados lo disfrutan como obra de arte, las personas mayores se deleitan con sus historias, y los jóvenes lo leen conmovidos y entusiasmados.Si Selma Lagerlöf fuese solamente el recipiente casual de una revelación, si sólo hubiese desenterrado los tesoros de la tradición de su patria con inconsciencia despreocupada, si debiese la belleza y el efecto sólo al tema maravilloso, su arte estaría agotado en esta gran obra, o a lo sumo sólo le seguiría una segunda cosecha. Sin embargo, ha seguido un nuevo libro lleno de fuego y esplendor "Los milagros del Anticristo". Aquí las virtudes y los defectos son más llamativos que en "La leyenda de Gosta Berling". La invención, la envoltura y la composición del conjunto es insignificante, casi diletante. Y sin embargo, el libro es maravilloso. Se desarrolla en Sicilia en una ciudad de montaña del Etna y está lleno de sol meridional como pocos libros nórdicos. La vida popular de esta ciudad es el verdadero tema de la obra, disuelto en una rica serie de imágenes individuales, pintado con un amor maravilloso y una claridad aún más maravillosa. Con ligereza y libertad estas historias espléndidas se suceden y confunden siguiendo el hilo suelto de un contexto apenas seguido, cada historia una joya.
Simultáneamente surgieron muchas pequeñas narraciones, algunas magistrales, y luego siguió el libro más poderoso de Selma Lagerlöf, el primer tomo de "Jerusalen". Seguramente lo más hermoso y grande que ha producido la literatura sueca moderna, un libro sobre el alma de Suecia, polifacético y sin embargo armonioso, tierno e imponente, realista y visionario. En él se describe la vida del pueblo campesino sueco y no conozco ningún otro libro moderno en el que se haya expresado tan bien el alma de un pueblo.Tampoco conozco ninguna obra literaria en la que la vida religiosa y las vivencias de una comunidad estén descritas de una manera tan clara, objetiva y elegante. La segunda parte de la gran obra que se desarrolla en Jerusalén no tiene ya esa perfección primitiva absoluta. Es aún hermosa y magnífica y supera a muchas novelas famosas. Pero igual que las pobres gentes de montaña venidas de Suecia se encuentran extrañas y sufren bajo el fuego del sol de la pedregosa ciudad de Palestina, aunque es la ciudad prometida, la escritora pierde algo de su inquebrantable fuerza y seguridad. La confrontación con la historia universal, la necesidad de reflexión histórica tienen más culpa que el terreno extraño. Pues tanto el paisaje como la vida ciudadana de Oriente están descritos de manera bella, característica, a veces genial. Si no fuese por la primera parte, a nadie se le ocurriría criticar tan duramente la segunda. Pero el primer tomo es una obra tan maravillosa que el segundo se lee y juzga con exigencias infinitamente acrecentadas. Sin embargo, no olvidemos la belleza y emoción que contiene.
De los demás libros de Lagerlöf -todos me resultan hermosos e insustituibles para mí- "El tesoro del señor Arne" me merece aún especial atención. Una novela corta dentro del estilo grande y severo de las baladas, imponente e impresionante como una auténtica leyenda antigua. El señor Arne de Solberga es asesinado con su mujer, su hijo y sus criados por mercenarios vagabundos que le roban su tesoro de oro. El crimen se cometió de noche, y se salvó una hija adoptiva de la casa que después encuentra cobijo en casa de un pobre pescadero.Seguramente no sería capaz de reconocer a los malhechores y tampoco se siente llamada ni capaz para ayudar a esclarecer y vengar el crimen. También parece que los asesinos se han ahogado con el tesoro robado en su huida sobre el hielo de la bahía. Pero las víctimas inocentes no encuentran la paz, visible e invisiblemente actúan, crean sueños y buscan colaboradores, aquí despiertan espanto y allí compasión, tejen a los asesinos huidos una red invisible de trampas. La huérfana Elsalill que se había puesto a salvo y que entretanto ha iniciado sin sospechar nada un juego amoroso aún vacilante con uno de los asesinos, ayuda a descubrir sin querer, casi a la fuerza las pruebas, hasta que se encuentra a los ladrones y ella muere. Los criminales perseguidos logran refugiarse en un barco que de momento está atrapado en el hielo, pero espera de un momento a otro el deshielo y la deseada posibilidad de partir. El destino es inevitable. Todas las ensenadas de la costa quedan libres y navegables, por todas partes las barcas y los barcos salen al mar, sólo una ensenada y un barco están bloqueados por un muro de hielo y los que se habían escapado varias veces astutamente pagan en el último momento su culpa. Esto es de un efecto poderoso, sencillo y puro e implacable como una gran tragedia, lleno del imperio de fuerzas legendariamente sobrenaturales y a pesar de todo consecuente y evidente. Se podrían decir aún muchas frases agradecidas y elogiosas sobre la extraordinaria "Una mansión de leyenda", el encantador "El maravilloso viaje de Nils Holgersson", pero para qué. El que se haya dedicado una vez seriamente a una obra de Lagerlöf y se halla hecho amigo suyo tendrá que desear y deseará leer más de ella.En el I Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en París en junio de 1935, se creó la Asociación Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Selma Lagerlöf fue la única mujer que formó parte del Comité Internacional junto a escritores antifascistas de la talla de George Bernard Shaw (1856-1950), Ramón del Valle Inclán (1866-1936), Máximo Gorki (1868-1936), André Gide (1869-1951), Thomas Mann (1875-1955) y Aldous Huxley (1894-1963). La escritora sueca ocupó los últimos años de su vida en apoyar a los intelectuales alemanes que sufrían la persecución nazi, llegando a donar su medalla de oro del Premio Nobel para ser subastada con la finalidad de recaudar fondos para la resistencia.