Qué manera elegante de decirlo, qué bien... La sorpresa escalofriante es verse de pronto rodeado de muerte; un día ya no hay otra cosa... En un marco que consagra la juventud más allá de lo real y razonable.
¿Siente que la vejez es una frontera, un tabú?
No creo que sea un tabú, cada quien la maneja según sus dones, como se maneja la vida. Lo que piense la sociedad en general a mí no me importa... La suerte fue que después de los setenta, dejé de pensar en ella como un problema y la tomé como tema para la literatura.
¿En qué libro? En "El teatro de Sabbath" hay citas de uno de sus libros favoritos, "As I lay dying" (Mientras yo agonizo) de William Faulkner.
Diga mejor, por no haberlos justificado ni haberlos hecho potables. Yo odiaba la guerra de Vietnam y no estaba precisamente en la derecha. En la vida a menudo tengo opiniones estúpidas como cualquiera, pero mientras escribo no tomo posición: ataco la tarea, describo lo que veo. Aprendí que no hay que atender a cualquier crítica porque, ya sabe, el lector toma una novela y la usa para sus fines personales. Hago lo mismo; tomo de la vida lo que me sirve para hacer una ficción de arte.
Sin duda, las críticas más acérrimas las ha tenido de la comunidad judía por sus críticas al estado de Israel y su desacralización de la Tierra Santa. En "La contravida", Zuckerman visita a su hermano en Galilea, admite que el sitio da para afirmar que a Jehová le llevó una semana crearlo mientras que Londres debió de insumirle meses de retoques... El personaje no encuentra allí nada digno, hay un sarcasmo tras otro sobre los colonos.
Se trata de colonos de los asentamientos. Son los que sueñan con el Gran Israel, es la derecha expansionista. De hecho, mis amigos israelíes me atacan porque soy demasiado condescendiente con esos colonos siniestros. Todo depende de dónde uno se para. Esos temas me saltan al cuello, trato de saber lo que hace palpitar a esos personajes...
Desde "El lamento de Portnoy" en adelante, en cada una de sus novelas aparecen los temas de la identidad y la asimilación: están los rasgos comunes de la colectividad judía pero también el anhelo de herejía y quienes "celebran sus raíces", tal como usted los presenta, son patéticos.
Me gusta reflejar esto de que otro venga a decirle a uno: "deberías ser así, deberías ser como yo", en un libro así como en la vida. Mi trabajo es encender la luz en medio de un drama; y si explota todo, que explote, no lo voy a detener. Trato esos temas pero en mis propios términos.
Identidad...
Mire, cuando oigo esa palabra sacudo la cabeza en señal de asentimiento, pero la verdad es que no sé lo que quiere decir. "Identidad", "celebrar las raíces"... no son palabras de mi vocabulario.
En sus libros desmiente la identidad, aunque se teorice mucho sobre las narices...
Los judíos han sido grandes inventores; de hecho inventaron el mito de la nariz judía hasta creérselo, cuando está el mundo lleno de grandes narices italianas, griegas y egipcias. Ya lo ve; después de su calvario en el siglo XX los judíos siguen fabricando buenas narices... Yo tengo una nariz de gentil si la compara con las narices mayores de la estirpe. ¿Sería judío el que inventó la rinoplastia? Yo me hice hombre en la época de las rinoplastias pioneras, y aunque hoy se ven trabajos asombrosos, las narices de quirófano brillan a los costados.
La actriz judia de "Me casé con un comunista" se odia a sí misma por serlo. Ese es el judío que ridiculiza Larry David.
¡Ah, los judíos que se odian a sí mismos son los mejores! Es un chiste. No me gustan las etiquetas; puedo decirle que escribo para romper etiquetas. Un buen libro es una caja con estereotipos rotos. El estereotipo es un corsé de metal, es ignorancia. Y le aclaro que no miro a ese tal Larry. Por TV sólo veo partidos de béisbol.
Newark, Nueva Jersey. Fui, pero su paisaje ya no existe.
Se críe uno dónde se críe, va a estar impregnado de su región. Mi región era una familia de Newark y éramos parte de una comunidad. Yo era amorosamente tiranizado por la cultura del barrio judío pero no sentía las cadenas de la restricción. Ser judío era formar parte de una red. Pero yo nací y vivo en los Estados Unidos, por lo tanto me pienso un norteamericano libre. Se debe tener en cuenta la importancia del regionalismo en la literatura estadounidense: John Updike es su Pensilvania central. Hay autores que intentaron escapar a los límites de esos pequeños mundos y pasaron el resto de sus vidas evocándolos. El mayor narrador de la literatura de mi país escribió toda su obra sobre Jefferson County, ¡un solo condado de Mississippi! Faulkner escribía sobre la aristocracia decadente, los negros de Mississippi o el idiota del pueblo. ¿Sabe qué dijo cuando lo invitaron al agasajo en la Casa Blanca en su honor? "Demasiado lejos sólo para una cena." Mucho más mundano y acaso tan grande, Bellow dice al ganar el Nobel, en 1976: "¿Me están viendo ahora cómo viajo a todas partes?". Pero él sólo escribe sobre Chicago.
Sexo, sexo... Sus personajes son verdaderos maratonistas. Hay sexo para todos los gustos, vivido y fantaseado, novias, esposas, amantes, guirnaldas de mujeres; hay obscenidad, comunión emocional, porno crudo. Usted es ateo pero el sexo funciona como creencia. Es el lugar del anhelo, el engaño, la verdad sobre sí mismo.
Fui testigo de una transformación salvaje de los códigos sexuales. Si pienso en la exposición sexual en los años de mi iniciación, tras la Segunda Guerra, y los estímulos de los jóvenes hoy, bueno, es como comparar dos planetas. No puedo juzgar quién lo pasa mejor pero sí decir que el contraste es exorbitante.
¿Cree que sigue siendo un país puritano? ¿Cómo conviven la pornografía con el caso Mónica Lewinsky, que por poco lleva a Clinton al juicio político?
Lewinsky fue un rebrote masivo de prensa amarilla. Se debió al uso que los medios dieron al escándalo. El puritanismo acabó en los Estados Unidos en el siglo XVIII, es un mito sobre este país donde el entretenimiento más extendido es la pornografía. Usted va a un hotel en Chicago y si quiere, ve veintisiete películas porno en una noche. Si busca en Internet "asiáticas calentonas", se puede pasar el resto de su vida abriendo páginas. La mitad de los matrimonios termina en divorcio por adulterio. Lo que sí teníamos en los '50 era un poderoso convencionalismo de clase media. Y sin embargo, era un país de grandes bebedores. ¿Sabe cuál es el movimiento social más importante de los Estados Unidos? Alcohólicos Anónimos. La corrupción ha sido grave históricamente; piense en el negocio de los esclavos y en la conquista del Oeste. Estados Unidos no se hizo con salmos sino matando indios. Entre la corrupción histórica, el capitalismo y las finanzas hay un hilo conductor. ¡Ahí tiene al financista Madoff! Un judío que no le hizo nada bien al pueblo judío...
Qué modo de celebrar sus raíces, estafar a su colectividad...
La libertad produce exceso, arte y corrupción. Así es la bestia norteamericana. Es un país que, por su dimensión misma, resulta diabólico.