14 de diciembre de 2010

Julio Verne: "El gran pesar de mi vida ha sido el hecho de que nunca he tenido lugar alguno en la literatura francesa" (3)

Suele decirse que Julio Verne se anticipó a su tiempo y eso no es rigurosamente cierto. Se dice también que creó una literatura de anticipación, lo que tampoco es estrictamente exacto. Y se dice que inició el género de la novela de ciencia-ficción, lo que igualmente sólo responde en parte a la realidad. Verne, en realidad inventó muy pocas cosas. Lo que sí supo hacer, con verdadera maestría, fue captar la coyuntura social de los momentos decisivos de la historia europea que le tocaron vivir y asimilar las partes y el conjunto de la revolución científica del siglo XIX. La figura del Verne escritor adquiere un nuevo relieve y una nueva dimensión si se observa que se pasó horas y horas leyendo obras científicas o conversando con los hombres de ciencia para fundamentar sus "predicciones" y para no tener que "inventar" más que lo imprescindible. Cuando el 21 de julio de 1969 la nave espacial Apolo XI se posó sobre la superficie lunar, el hombre concretó un viejo sueño de la humanidad concebido por poetas y utopistas. Sin embargo, ciento trece años antes de que -gracias a la ciencia y la técnica modernas- se convirtiera en realidad, Verne había proyectado con asombrosa precisión ese viaje. En sus novelas "De la Terre a la Lune" (De la Tierra a la Luna) y "Autour de la Lune"
(Alrededor de la Luna), no sólo concibió la idea de un viaje espacial, sino que previó una asombrosa serie de detalles que coincidirían con la realidad, tales como el medio idóneo para el viaje espacial, un proyectil en cuyo interior hueco viajan los astronautas; la nación que podría realizar semejante empresa, Norteamérica, con una certera referencia a Rusia como la otra nación más interesada en los viajes espaciales; el lugar más apropiado para el lanzamiento, situado por Verne en Florida, muy cerca de Cabo Kennedy; las dimensiones adecuadas de la nave lunar, pues su proyectil era de envergadura y peso semejantes a la de la Apolo; la trayectoria correcta que debía seguir el vehículo para realizar su viaje; el fenómeno de la falta de gravedad que sufren los astronautas en el espacio exterior; el proceso de regeneración de aire en circuito cerrado; la satelización de la nave con respecto a la Luna, alrededor de la cual ha de trazar una órbita que le permita emprender el regreso a la Tierra; el sistema de cohetes para corregir la trayectoria; y por último, la forma y lugar en que los astronautas volverían a tomar contacto con la Tierra, pues Verne hace que su proyectil lunar caiga en el mar a cuatro kilómetros del lugar exacto donde amarizó la Apolo VIII, la primera nave tripulada que realizó una órbita lunar... semejante a la de la novela de Julio Verne. El cúmulo de predicciones exactas es aún más extraordinario por el hecho de no resultar un caso aislado en la obra de Verne. Así, por ejemplo, en "Voyages et aventures du capitaine Hatteras" (Las aventuras del capitán Hatteras), ubicó el polo del frío (el lugar más frío de la Tierra) en la isla de Cornwall, muy cercana a Oimiakón, un poblado septentrional ruso donde se han medido en la actualidad las temperaturas más bajas del planeta, y situó, con toda exactitud, en el cabo Columbia el punto de donde partiría cuarenta y tres años después Robert Peary (1856-1920) para descubrir el Polo Norte. En "Vingt mille lieues sous les mers" (Veinte mil leguas de viaje submarino), creó un submarino tal y como son los actuales, un buque capaz de permanecer sumergido indefinidamente, de navegar con plena autonomía, e incluso de atravesar el Océano Artico por debajo de la capa de hielo, exactamente lo que haría ochenta y ocho años después el primer submarino atómico, que llevaría el nombre de "Nautilus" en homenaje a su antecedente verniano. Realizó también anticipaciones técnicas como el helicóptero en "Robur le conquérant" (Robur el conquistador); sociológicas como el nazismo en "L'étonnante aventure de la mission Barsac" (La asombrosa aventura de la misión Barzac); económicas como el capitalismo monopólico en "L'île à hélice" (La isla de hélice) y políticas como el imperialismo norteamericano en "La journée d'un journaliste américain en 2889" (La jornada de un periodista norteamericano en el año 2889). Julio Verne se propuso en su juventud alcanzar una cultura enciclopédica, una cultura al estilo de la de los hombres del Renacimiento, que abarcara todas las ramas de la ciencia. Trabajó diez años en prepararse científicamente antes de escribir su primera novela, y durante toda su vida, cuando consideraba que sus conocimientos no bastaban, recurría a especialistas para que lo ayudasen. Debe tenerse en cuenta, además, el contexto social en que desarrolló su obra, que es el de una época de descubrimientos extraordinarios y de inventos revolucionarios que se ensamblaron entre sí y dieron lugar a nuevos avances, hasta el punto de que el progreso científico-técnico alcanzó una dinámica propia que lo hizo avanzar de forma cada vez más acelerada. La civilización tecnológica se había puesto en marcha y arrastró a la cultura; las ideas más audaces fueron, por lo tanto, un producto de la época. En 1807, por ejemplo, el estadounidense Robert Fulton (1765-1815), después de repetidos fracasos consiguió hacer funcionar satisfactoriamente un buque de vapor, el Clermont, que realizó una primera travesía de 249 kilómetros en treinta y dos horas por el río Hudson. En 1813, sólo seis años después, ya había una flotilla de vapores prestando servicios en el Támesis; en 1818 un buque de vapor se aventuró al mar abierto realizando la travesía Escocia-Irlanda, y al año siguiente un vapor norteamericano, el Savannah, hizo la primera travesía atlántica. En 1830, el gobierno francés utilizó intensiva y fructuosamente los buques de vapor para apoyar la conquista de Argelia, y ocho años después, cuando Verne era apenas un chico de diez años, los vapores alcanzaron un grado de perfeccionamiento tal que el Great Western, de la compañía británica Great Western Railway, hizo la travesía del Atlántico sin utilizar la ayuda de las velas en un tiempo récord de catorce días. Si el buque de vapor abrió los océanos a la navegación, que ya no dependió más de las corrientes y los vientos, el ferrocarril abrió poco después los continentes al transporte rápido y masivo de mercancías y viajeros. En 1825, el inglés George Stephenson (1781-1848) hizo funcionar el primer ferrocarril en Gran Bretaña, y tres años después, coincidiendo con el nacimiento de Julio Verne, entró en funcionamiento la primera locomotora francesa. Cuando Verne cumplía doce años existían ya 3.000 kilómetros de vía férrea en Europa, y cerca de 8.000 en todo el mundo. Y para complementar los dos inventos anteriores, hubo otro adelanto trascendental: el telégrafo. Como en el caso del buque de vapor y de la locomotora, existieron numerosos precedentes y experiencias no suficientemente satisfactorias antes de que, en la década del '30, se produjera una cadena de éxitos paralelos e independientes, protagonizados por Samuel Morse (1791-1872), Charles Wheatstone (1802-1875) y Carl August von Steinheil (1801-1870) entre otros, que convirtieron al telégrafo en una realidad práctica y rentable al poner en comunicación instantánea a gentes y países distantes miles de kilómetros unos de otros. Estos tres inventos fundamentales cambiaron la faz de la Tierra y de la sociedad. El hombre no sólo unió los continentes, sino que incluso, antes de terminar el siglo XIX, los separó a su antojo con los canales de Suez y de Panamá. Es ese el contexto en el que Verne, geógrafo de países fabulosos, creador de personajes enigmáticos e inventor de originales máquinas, llegó al mundo. Alumno estudioso y serio, en 1847 marchó a París para estudiar abogacía pero, una vez terminada la carrera, no demostró ningún interés en ella. Su amistad con Alejandro Dumas (1802-1870) y otros autores dramáticos había despertado en él la afición hacia ese género literario, lo que lo indujo a escribir algunas obras como "La conspiration des poudres" (La conspiración de la pólvora), "Un drame sous la Régence" (Un drama bajo la Regencia) y "Les pailles rompues" (Las pajas rotas), comedia esta última que fue la primera que estrenó -en 1850- y que sólo se representó una docena de veces. Luego alcanzó a estrenar "Onze jours de siége" (Once días de asedio) antes de ser nombrado secretario del Théátre Lyrique y continuar con sus ensayos dramáticos sin mucho éxito, hasta que escribió, en 1862, su primera novela, "Cinq semaines en ballon" (Cinco semanas en globo), con la que obtuvo un gran éxito que lo animó a continuar en este género. Firmó entonces un contrato exclusivo con el prestigioso editor Pierre Jules Hetzel (1814-1886), comprometiéndose a proporcionarle dos obras anuales durante veinte años, o cuarenta en un breve espacio de tiempo, por lo cual recibiría 20.000 francos anuales o 10.000 por volumen. El éxito de las obras siguientes fue tal que su editor hubo de mejorarle cinco veces el contrato. Sucesivamente publicó algo más de sesenta relatos en los que ostentó una variedad de erudición y una riqueza de imaginación inigualables que lo convirtieron en poco tiempo en una gran celebridad. Para algunos críticos Verne fue un escritor que jamás nos habló de un mundo ajeno al nuestro y que nunca se alejó del mundo viviente; siguiendo al ensayista suizo George Borgeaud (1913-1998), "más bien pensaba que no se ha descubierto nada mejor que la maravilla de existir ni de la potencia de lo concreto, sólo se extrae de sus libros la certidumbre de que la vida vale la pena ser vivida, que el hombre le descubrirá su sentido, que las máquinas de su invención le permitirán violar sus secretos y quizá los elementos de una eternidad". Estamos, claro, delante del Verne que durante decenios fue leído como un fabulador de aventuras positivas, de positivismo humano, objetivo y burgués. Sus últimos años, sin embargo, transcurrieron entre problemas de salud y un notable desencanto por la revolución tecnológica e industrial que había animado gran parte de su obra. Al momento de la realización de la entrevista para "McClure's Magazine", una de las pocas que concedió en su vida, Verne se hallaba sumido en una profunda tristeza: "El gran pesar de mi vida ha sido el hecho de que nunca he tenido lugar alguno en la literatura francesa", declaró a su entrevistador, quien en la presentación del reportaje expresó: "Fue como la confesión de una vida sin sentido, el suspiro de un viejo hombre que nunca puede volver hacia atrás. No obstante, a sus sesenta y seis años, todavía se mantiene fuerte de espíritu... Desafortunadamente, su salud le preocupa. Ultimamente sus ojos se han debilitado, y por momentos él se siente incapaz de guiar su pluma y hay algunos días en los cuales la gastralgia lo martiriza".


¿Por qué usted dice que no ha tenido lugar alguno en la literatura francesa?

Cuando yo me quejaba de que mi lugar en la literatura francesa no había sido reconocido, Dumas solía decirme: "Tú debías haber sido un autor norteamericano o inglés. Entonces, tus libros traducidos al francés hubieran tenido una enorme popularidad en Francia y habrías sido considerado por tus compatriotas como uno de los más grandes escritores de ficción". Como puede comprobar, no ha sido considerado mi lugar dentro de la literatura francesa. Quince años atrás, Dumas propuso mi nombre para la Academia, y como en ese momento tenía varios amigos en la Academia -entre los que estaban Labiche, Sandoz y otros- parecía que era la gran oportunidad para que se determinara mi elección y el reconocimiento formal de mi trabajo. Pero nunca ocurrió. Cuando recibo cartas de Norteamérica dirigidas al señor Julio Verne, miembro de la Academia Francesa no puedo evitar una sonrisa. Desde el día en que mi nombre fue propuesto ha habido, desde entonces, no menos de cuarenta y dos elecciones en la Academia Francesa que, por así decirlo, se ha renovado completamente. Pero yo he sido olvidado. El gran pesar de mi vida ha sido el hecho de que nunca he tenido lugar alguno en la literatura francesa.

Háblame de sus viajes.

Me he dedicado a la navegación por puro placer, pero siempre con el objetivo de conseguir información para mis libros. Esta ha sido mi preocupación constante y cada una de mis novelas han sido beneficiadas por mis viajes. De esta forma, en "Un billet de loterie" (Un billete de lotería) será encontrada la narración de mis experiencias y observaciones personales en una excursión que tuve la oportunidad de realizar a Escocia, Iona y Staffa; así como también de un viaje a Noruega en el año 1862, cuando viajé desde Estocolmo hasta Christiana a través del canal. Fue un viaje extraordinario de tres días y tres noches en un vapor y luego llegamos a la parte más salvaje de Noruega llamada Tolemark. Visitamos, además, las cataratas de Gosta, la cual tiene una altura de novecientos pies. En "Les Indes noires" (Las Indias negras) está la descripción de mi gira por Inglaterra y mi visita a los lagos escoceses. La idea original de "Une ville flottante" (Una ciudad flotante) sobrevino cuando viajaba hacia Norteamérica, en el año 1867, a bordo del famoso transatlántico Great Eastern. Allí visité Nueva York, la ciudad de Albany y además el Niágara. Tuve la maravillosa oportunidad de ver el Niágara cubierto de hielo. Fue el día 14 de abril. Se podían ver algunos torrentes de agua entrando a raudales a través de algunos orificios abiertos en la superficie helada. "Mathias Sandorf" fue el resultado de una excursión desde Tánger hasta Malta en mi yate, el St. Michel, el cual fue nombrado así en honor a mi hijo Michel, que me acompañó en ese viaje, así como también me acompañaron su madre y mi hermano Paul. En el año 1878 tuve una instructiva y agradable excursión a través del Mar Mediterráneo junto a Raoul Duval, el hijo de Hetzel y mi hermano. Viajar era el gran placer de mi vida y fue con gran pesar que en el año 1886, fui forzado a abandonar tal distracción a consecuencia de mi accidente. Seguramente, usted sabe la triste historia de cómo un sobrino mío, que me adoraba y al cual yo también quería mucho, vino a verme un día a Amiens y después de murmurar algo, ferozmente, me apuntó con un revólver y me disparó, hiriendo mi pierna izquierda. A consecuencia de este hecho, nunca más he podido caminar como lo hacía antes. La herida nunca se ha cerrado y nunca me han extraído la bala. El pobre muchacho estaba fuera de sus cabales. Luego, dijo que lo había hecho para atraer mi atención, de manera que se escucharan mis demandas por un puesto en la Academia Francesa. El está ahora en un asilo y temo que nunca se curará. El gran pesar que esto me trajo es el hecho de que nunca más podré ver Norteamérica de nuevo. Me hubiera gustado visitar la ciudad de Chicago este año, pero dado el estado de mi salud y esta herida que no cierra, será imposible para mi salir de Francia.

Ha utilizado sus experiencias personales pero también ha leído mucho, ¿no es verdad?

Aunque la mayoría de las descripciones geográficas en mis novelas son extraídas de mis observaciones personales, en algunas ocasiones he tenido que apoyarme en las cosas que he leído para hacer las descripciones. En "Aventuras de un niño irlandés", la novela sobre la que le hablé, y que muy pronto será publicada, describo las aventuras de un muchacho en Irlanda. La historia comienza cuando el chico tiene dos años de edad y termina cuando cumple los quince, que es cuando hace su fortuna y la de sus amigos, lo que constituye un desenlace para la novela, ¿no lo cree así? En el libro, el joven viaja por toda Irlanda y como nunca he visitado ese país, mis descripciones de los lugares y escenarios han sido tomadas de los libros que leo. En mi trabajo, estoy adelantado por varios años. La próxima novela, es decir, la que se publicará el próximo año, se titula "Mirifiques aventures de maître Antifer" (Maravillosas aventuras de Antifer), y ya está terminada. Es la historia de la búsqueda y descubrimiento de un tesoro, y el argumento gira en torno a un problema geométrico muy curioso. Estoy muy apegado a la novela que aparecerá en 1895, aunque no puedo decirle nada más por el momento, porque aún no ha tomado forma. Al tiempo que elaboro estas historias, también escribo cuentos. En el próximo número de "Le Figaro", el cual será publicado para las navidades, saldrá un cuento mío titulado "Monsieur Ré-dièze et Mademoiselle Mi-bémol" (El señor Re sostenido y la señorita Mi bemol). Seguramente conoce que el re sostenido y el mi bemol son exactamente la misma nota en el piano. ¿Ya ve entonces la trama? Ahí está implícito mi conocimiento musical. Nada de lo que uno aprendió deja de utilizarse alguna vez en la vida.