¿Qué influencia del cine ve hoy en la literatura?
Creo que los escritores tenían una visión cinematográfica aún antes de que los Lumière inventaran el cine. Basta con leer a Stendhal, a Balzac, para darte cuenta de que hacen descripciones que son absolutamente cinematográficas. Bueno, alguien podría decir que ya estaba el teatro, pero el teatro no trabaja con grandes paisajes, con largas calles oscuras, con esas escenas que sólo podés encontrar en la literatura… o en el cine. Fijate que se da una cosa bastante interesante ya que estamos hablando de esa película de Fritz Lang; es de 1944, vayamos unos diez años más atrás todavía. Cuando el cine se hace sonoro, parlante, vienen una serie de películas que con justicia hoy están en el olvido. ¿Qué pasó? Pasó que en esas películas que eran dramas o historias románticas, los guionistas ante la posibilidad del sonido hacían hablar más de la cuenta a los personajes. Contemporáneo a esas películas se hicieron películas policiales. Y esas películas policiales de los años '30 siguen vigentes. Te puedo nombrar "Scarface" (Caracortada), por ejemplo. ¿Cuál es el secreto? El secreto es que tienen guiones escritos por autores de policiales. Un género que requiere frases cortas y pocas palabras. Por lo que este tipo de cine tiene más actualidad y vigencia que aquellas películas que se perdieron en palabras.
Si hubiese que cifrar un ADN del policial argentino, ¿cómo sería?
Un elemento básico es una obra publicada en 1877, "Las huellas del crimen", de Raúl Waleis (seudónimo de Lucio Varela), la primera novela policial en lengua castellana, reeditada ciento treinta años después, y de la que recién ahora está volviendo a hablarse. En ella están todos los elementos que después veremos desarrollados, por ejemplo, en Sherlock Holmes. A ésta hay sumarle "El matadero" de Esteban Echeverría, que tiene la violencia del policial negro, y también a Walsh, quien ensambla ambos mundos -el del enigma y el negro- con "Variaciones en rojo", primero, y "Operación Masacre" y "¿Quién mató a Rosendo?", después.
¿Para dónde evoluciona el policial?
Si nos remontamos hasta la fundación de Poe con Dupin, hay que avanzar por Agatha Christie y Arthur Conan Doyle como emblemas de la literatura "de enigma" -que no cuestiona a la sociedad ni al sistema-, seguir por la franja "negra" (Hammett, Thompson) que sí lo hace y semblantea un panorama institucional ultracorrupto y violento, sin panegíricos. Hay que reparar en los repudios de Borges y Bioy a esta última vertiente para, finalmente, desembocar en lo que se observa como un resurgimiento de las raíces del género a partir de "Crímenes imperceptibles", de Guillermo Martínez, y de "El enigma de París", de Pablo De Santis. No hablo de la calidad de los libros, porque los dos son magníficos escritores, quiero señalar, nomás, un pequeño trasfondo político: ambas transcurren lejos de
Aunque ha transitado por casi todos los géneros, se ha dedicado en especial a las novelas policíacas.
Contar historias es un reto por la complejidad y la exigencia que demanda. Lo que más me atrae de ese género es su permanencia. Antaño muchos afirmaban que los policíacos eran los parientes pobres de la familia. Sin embargo, destacadas figuras de la literatura universal alguna vez lo exploraron. El género policial es el pariente pobre de la fiesta de la literatura; dicen de él: "Vamos a invitarlo, es de la familia", aunque sabemos que no va a venir bien vestido. Cuando yo me pongo a pensar y rastreo mi propia literatura, me doy cuenta de que en el fondo hay un dejo policial siempre. ¿Por qué? En "El libro de todos los engaños", primera novela que publico, una de las corrientes de la novela es una búsqueda. En "Siroco", es la búsqueda de la resolución del crimen para cobrar un dinero. En "Sucesos argentinos", sigue siendo la búsqueda de la solución del crimen, con
¿Piensa que hay como una nueva literatura en la argentina?
Yo creo que toda literatura siempre es nueva. Hay autores... ahora que se habla tanto de Vargas Llosa y su premio Nobel, hay autores que, más o menos, se han quedado en el tiempo. Vargas Llosa puede ser un caso. Su literatura se acerca más a la de los años sesenta, no? Y después no revolucionó más. Es una escritura más bien tirando a clásica. A mí me interesa lo que sea ruptura, pero adhiero a lo que decía, con toda justicia, Picasso: "antes de romper la mano hay que saber dibujarla". O sea, hacé poesía libre pero no estaría mal que, además, supieras escribir un soneto. Rompé las medidas, pero primero sabé usarlas. Porque cuando te encontrás con cierta literatura que es pura ruptura y que no entendés nada, porque de eso se trata, bueno, no, no estoy de acuerdo. Antes cité "Ulises"; la novela tiene una lógica interna perfecta. Pero de pronto aparecen libros que no tienen ninguna lógica interna que son un conglomerado de palabras. Se dio en algún momento ese tipo de literatura acá, tal vez se siga dando, no sé. Responden a una lógica que dice: "como no hay ninguna historia para contar, yo no cuento historias y lo que hago es tirar palabras...". Y bueno, tiralas. Yo creo que hay muchas historias para contar. Quizás todo es la misma historia, pero la cosa está en cómo la cuentes. A mí contame una historia. Ya sea la historia de Bloom caminando por las calles de Dublín, o la historia de Sandokán tratando de recuperar a su querida Mariana.
Me parece que en todo estos conceptos hay un común denominador que es el placer.
Sí. El placer por la lectura y por la escritura. Leer en principio tiene que causar gozo. Y lo mismo cuando estás escribiendo. Cuando escribís estás en el mejor de los mundos. Ahora tengo gente en los talleres a la que le digo: "bueno, está bien, no se preocupen porque yo también empecé escribiendo esas tonterías". Yo me acuerdo el primer cuento que escribí... No me acuerdo qué pasaba en el cuento, pero sí me acuerdo que en un momento estaban en una piscina, en una pileta, en un barrio distinguido en San Isidro, todos con el whisky, qué se yo. Mientras tanto caía agua, estaban llenando la pileta; y a pocos metros de ahí iban con el tachito a una canilla de una villa miseria. Yo había escrito un cuento social, ¿no? Era una porquería ese cuento, pero yo me sentía orgulloso de lo que había escrito. Después tuve mi primera experiencia, que fue bastante dura también, con mi cuento, y ya en "El Escarabajo de Oro". Yo dejo volar mucho mi imaginación, mi fantasía. Voy creando permanentemente situaciones. Eso creo que tiene que ver con el escritor. Yo puedo estar en un momento muy terrible, imaginemos un velorio, donde la gente está sufriendo y qué sé yo, y de pronto yo estoy mirando eso y digo: "puta, qué situación para un cuento". Los escritores somos bastante aves de rapiña. Entonces cualquier cosas que te sirve, la incorporás. Incluso en algunos momentos decís: "qué mala persona soy… y sí, soy una mala persona".
¿Cuál es el estado de la literatura que se hace hoy en Argentina, la que hacen los jóvenes?
Hace unos meses fui jurado de un concurso de Aerolíneas Argentinas para escritores de hasta cuarenta años, y premiamos una novela de un chico que tendrá treintiocho, realmente muy buena. El segundo premio fue también una muy buena novela. Gente desconocida. Hay una serie de autores jóvenes que están más por el éxito y el vedetismo que por la literatura: son aquellos que se dicen vendidos por reediciones y les importa poco lo que digan los conocedores. Entonces te encuentras con esa gente que lo único que hace es estar sobre todo con los agentes literarios que te dicen: "mirá, en este momento 'El código Da Vinci' es un 'best- seller', escribamos así". Entonces, la penúltima novela del Premio Planeta, "casualmente", es "El robo de la Gioconda"… Da Vinci, Gioconda… Aparecen novelas con los templarios o los caballeros, nos vamos para atrás… Aparece gente como la española Rosa Montero, que escribe una novela de caballería… Después aparecen más, con caballeros, y Jesús y el manto… Yo bromeo diciendo: "mirá, tengo una idea para un editor: una novela con la vida de Jesús en la que Jesús y su discípulo Marcos tienen una relación homosexual". Sería un escándalo, la Iglesia nos excomulga, pero toda la comunidad gay la compra a rabiar. Es un éxito. Bueno, eso que yo hago en broma lo hacen en serio. Y se ponen a escribir así. Eso es comercio. Hay diferentes modos de ganarse la vida, unos contrabandeando, otros escribiendo, pero no van a ser libros que van a quedar. Y no digo que mis libros vayan a quedar, pero yo aspiro a escribir cosas que queden de acá. Es una apuesta imposible de saber, no sé, dentro de cien años. A mí me preguntan a veces cuál sería mi deseo y les digo: me gustaría despertar por un ratico dentro de cien años para ver qué se está leyendo en Argentina, qué autores quedaron… Sé, por ejemplo, que Borges ya queda, como algunos otros. ¿Pero y el resto?
¿Tiene en marcha algún proyecto?
Sí, tengo dos novelas. Una que me apasiona mucho, como me pasó con "Gutiérrez...", y hasta te puedo dar el principio. Una cosa curiosa, desperté una mañana y se me apareció la frase inicial. Es así: "La puta con la que debuté se tiene que haber muerto. Hoy tengo sesenticinco años, ella me llevaba veinte. Si no se murió, está en un geriátrico. No recuerdo cómo se llama, no recuerdo cómo era, pero tengo imperiosa necesidad de encontrarla. No sé para qué". Y a partir de ahí el tipo empieza a buscarla desesperadamente, que es una búsqueda imposible, pero se la plantea a los sesenticinco años (que es mi edad ahora). Me gustó el principio, y con esa comenzaré. Así empezó "Gutiérrez..." y salió una buena novela. La otra es una novela policial, que seguramente a los editores les va a gustar más. Tengo un largo borrador escrito. El protagonista es el personaje de "Siroco" y "Sucesos argentinos", un "bon vivant" que vive en Barcelona, pero no exiliado, y se supone que en algún momento tuvo que ver con la cosa política o intelectual, digamos que pudo haber sido de izquierda, pero ahora es un tipo que vive de la mejor manera. Es un hombre de paja. "Sucesos argentinos" la publicó Galimart y precisamente le puso de título "El tango del hombre de paja". En este caso quiero tomar al tipo que viene de Barcelona a Argentina para un negociado. "Sucesos..." pasa en Argentina en 1978, plena dictadura. Ahora lo quiero poner en pleno menemismo. Y acá se complica en una historia muy terrible donde aparece un chico muerto, aparentemente por una violación, que al final se descubre que el chico participaba con la anuencia de la madre, una vividora, en una historia de fiestas sexuales con altos poderes del gobierno que incluyen a un ministro… En fin, como siempre pasa, nuestro protagonista no triunfa, consigue unos pesos y se va. Pero lo que quiero es describir cómo fue ese tiempo de corrupción, contado desde un hecho muy terrible. "Ojos que no ven", se va a llamar.
Fue fundador de una revista literaria emblemática, "Nuevos Aires", y redactor de "El Escarabajo de Oro", junto a Abelardo Castillo, entre otros grandes. En ese entonces, los cuestionamientos de la literatura eran en torno al compromiso del escritor con la revolución. ¿Cómo ha cambiado eso y cuáles son las preocupaciones actuales?
Bueno, en ese entonces, nuestro mentor era Sartre; todos partíamos de la literatura del compromiso. Teníamos la idea de cambiar el mundo y hacerlo a través de la literatura. El mundo no se cambió o se cambió un poco. Si empezamos a evaluar, después de todos los desastres que hubo en nuestro país, yo nunca viví tantos años de democracia. Estés a favor o en contra de los gobiernos, eso es positivo.
¿Y eso ha llevado a que cambien los debates de la literatura?
Sí, ¿qué pasa? Ahora, el compromiso es una cuestión dada por hecho, ya nadie habla del compromiso en la literatura, antes era una pregunta o una cuestión invariable. Hoy, nadie te dice: "¿vos estás comprometido?". Porque el compromiso está dado y ya no en la escritura, sino en la actitud diaria.
¿Y cuál es hoy el desafío de la literatura?
Seguir buscando nuevas maneras y prestar atención a los nuevos soportes que se presentan. En los '60, el blog, internet y la PC no existían, escribíamos a máquina. Ahora no se puede ignorar que eso existe, que hay una nueva forma de comunicación. Y en la escritura hay que tener en cuenta que hay otra forma de contar la historia. Aunque el amor y la traición y la historia en sí sigan siendo los mismos. Uno no puede quedarse escribiendo con su pluma fuente como si nada, los sonetos que luego publicará en "La Nación". No podés contar de la misma manera, tenés que hablar con un lenguaje actual, sin olvidarte de los grandes que te precedieron. Uno va por la calle y ve a los chicos mandando SMS y están usando la escritura para comunicarse, pero una escritura muy especial. Eso va a generar un nuevo tipo que va a ir derrotando al barroco para ir hacia una narración más corta y más movida. No sé qué va a pasar pero están ocurriendo cambios y surgirá algo diferente.