"No
es que yo me siente a escribir una historia divertida. Todas y cada una de las
cosas que yo me siento a escribir, se supone, son tristes. Pero también creo
que el humor es un consuelo para las personas. Entonces la historia sigue
siendo triste, pero el humor la completa, la hace verdadera, la convierte en
parte de la vida", declaró la escritora estadounidense Lorrie Moore (1957) en
una oportunidad. Y, efectivamente, ese es su método desde sus inicios: una
mirada agridulce y una voz ácida para ver y comentar todo lo que sucede
alrededor de sus sufridas pero a la vez graciosas antiheroínas. En 1985 publicó
su primer libro de cuentos, "Self help" (Autoayuda), en el que parodiaba los
manuales de autoayuda que a principios de los '80 causaban furor, cazando y
disecando las diversas taras de la autoayuda con un espesor literario y
emocional que rápidamente la ubicó como una de las más sólidas entre las casi
siempre frágiles nuevas promesas de la literatura norteamericana. Al año
siguiente publicó "Anagrams" (Anagramas), una novela con la que exorcizó los
peores fantasmas que podían llegar a presumirse en su libro anterior y comenzó
a ser escuchada como una voz nueva, nítida y brillante. "No soy una de esas
personas que siempre quisieron ser escritores, aunque parezca lo contrario",
dijo en una de sus primeras entrevistas. Nacida en Glens Falls, se inscribió en
la Universidad St. Lawrence de Canton en un curso de Lingüística, pero la
burocracia universitaria la desvió a un curso de Escritura creativa. Finalmente
obtendría una Maestría en la Universidad de Cornell en Ithaca. Autora de libros
de cuentos y novelas, Lorrie Moore se caracteriza por sus historias de un humor
irónico e inteligente y sus personajes vívidamente caracterizados. Habla de
mujeres. Mujeres que languidecen en pequeños departamentos provincianos, o
mueren, o se enamoran, o pierden a sus hijos; actrices, profesoras, amas de
casa, bailarinas, adolescentes, descarriadas y puritanas. Sus cuentos aparecen
con frecuencia en diversas revistas y antologías. Lo que sigue el la primera
parte de un resumen editado de varias entrevistas. Ellas son las realizadas por
Pablo Ingberg (suplemento "Cultural" del
diario "El País" de Montevideo, 14 de abril de 2001); por Angela Pneuman
(revista "The Believer" de Nueva York, octubre de 2005); por Héctor M. Guyot
(diario "La Nación" de Buenos Aires, 9 de enero de 2010); y por Antonio Lozano
(revista "Qué Leer" de Madrid, noviembre de 2011).
A
los diecinueve años resultó ganadora del concurso de ficción de la revista
"Seventeen", y a los veintiocho publicó su primer libro de cuentos,
"Autoayuda". ¿Cómo llegó a la escritura?
Llegué a la escritura por distintos
caminos, además del amor por el arte y la literatura, y el sentimiento de
soledad. Tomé algunas clases de escritura creativa siendo estudiante de
secundaria y en la universidad. Me limité a ir, sin inmutarme mucho, a pesar de
las muchas pausas y las incertidumbres, culturales e individuales.
¿Qué
quiere decir con "incertidumbre
cultural"?
Pues, la precaria situación de la ficción
en nuestro mundo, que en las últimas décadas ha declarado muerta a la novela y
el cuento está en constante resurrección, lo que significa que está medio
muerto. Pero uno sigue escribiendo de todos modos, como muchos dicen, porque se
debe.
¿Alguna
vez consideró participar en otras artes? ¿Música o arte visual? ¿Drama? Sus
personajes son a menudo cantantes -Benna, por ejemplo, en "Anagramas", y Sils y
Berie en "Hospital de ranas"-. ¿Usted canta?
Mi amor por las otras artes, cuando yo
era joven, era mayor que mi amor por la escritura. Me tomé las clases de ballet
bastante en serio, hasta que tuve que dejarlas por los calambres en las piernas
además de ser demasiado alta. Me gustaba la música: tocaba el piano y cantaba
en la ducha. Y estuve en un bar de karaoke con mis alumnos de postgrado, a los
que les encantaba cantar. ¿A quién no? Fui a la universidad pensando que podría
ser una pintora y en cuestión de semanas me di cuenta de que no sabía nada
acerca de cómo trabajar la pintura como para conseguir hacer cosas
interesantes. En otras palabras, en tantas cosas que quería advertí tristemente
que no estaba lo suficientemente dotada. Pero con la escritura pude caminar,
aunque pesadamente, y nadie me desanimó. La gente fue mucho más amable, así que
me encaminé hacia ella.
De alguna manera, ¿la Lorrie Moore niña ya contenía a la escritora
en la que se iba a convertir?
Supongo
que sí, aunque por entonces, obviamente, no fuera consciente de ello. Me
interesaban todas las artes: dibujaba, tocaba el piano, montaba obras de teatro
con los amigos… También asocio la infancia a muchos momentos de soledad. Puesto
que tenía tres hermanas que armaban un gran jaleo, solía encerrarme en mi
habitación, sobre todo a leer. Me encantaba el piano, pero me faltaba talento y
tiempo. Adoraba el ballet, pero exigía demasiada disciplina. Cuando entré en la
adolescencia y pude analizar con algo de criterio mi situación, acepté que en
lo único en lo que sobresalía un poco era escribiendo.
¿Qué
cree que había en su carácter que ayudó a encarrilarla hacia la escritura?
Entre
todas las disciplinas artísticas, quizás la de escribir ficción sea la que te
empuja más a ir entrando y saliendo de un sueño, a sentirte a gusto en un mundo
de fantasía del que debes aprender a regresar constantemente a la realidad para
no perder la cabeza. Ya de niña era buena tomando este trayecto de ida y vuelta
con mis creaciones. Además, los futuros escritores por lo general fueron
tímidos de pequeños. Yo escuchaba mucho porque no me atrevía a abrir la boca.
¿Cree
que la escritura, como una especie de voluntad, la expone directa y
personalmente? ¿Se siente usted sobreexpuesta y desearía retomar algunas cosas
del pasado? Ha dicho que nunca va a escribir sus memorias, ¿por qué es eso?
Bueno, yo no tengo una vida bastante
interesante para un libro de memorias, a menos que resuelva exagerar y mentir.
Pero eso es ficción. En cuanto a la exposición personal en la ficción, es así,
seguro. Uno tiene que ser valiente. Siempre hay un poco de exposición personal,
para usar su frase, y además existe un tipo de preconcepto sobre la exposición
personal que puede tener las mismas consecuencias molestas. No hay nada que uno
pueda hacer. Un escritor no puede controlar la recepción de su trabajo o la
percepción de su autor, tanto como uno quisiera. Sólo tiene que ponerse el
casco y las botas y salir con su pluma. En algún momento, en cierta medida, lo
que es bueno y lo que es malo de su trabajo es lo que está bien y está mal con
una misma. Lo que hay en una es lo que está en los demás, y eso si todo va
bien.
Las memorias
parecen ser una forma que se ha puesto de moda últimamente, y con frecuencia
los autores son jóvenes. Tengo curiosidad por saber lo que usted piensa que eso
significa.
El fenómeno de las memorias tiene varios
aspectos al mismo tiempo, supongo. No es la terapéutica del autor y el lector
que buscan revelar, confesar y discutir un problema de la vida real. Existe el
deseo de los lectores de algo que haya sucedido realmente. Mi hijo de diez años
lo siente de esta manera. Las cosas no captan su atención a menos que sean
realmente ciertas. Esto habla, también, creo, sobre la falta de una voz para
lanzar un hechizo. Si la prosa puede echar un encanto que va a ser escuchado,
no importa lo que dice, y tal vez después decidimos si nos gusta lo que dice.
Si una narración utiliza el lenguaje de una manera mágica y animada, vamos a
escuchar la historia. Pero si el lenguaje no lanza un hechizo, la vamos a
escuchar sólo si se nos está contando algo que realmente sucedió. Así de esta
manera, existe una amplia gama de habilidades en la prosa de las memorias, me
parece a mí.
Las
encuestas demuestran que a los niños en edad escolar primaria les gustan los
libros que cuentan historias verdaderas, mientras que las niñas gravitan hacia
la ficción.
¿En serio? No he visto esas encuestas y sospecho
un poco de cualquiera de ellas, muchas se hacen mal. Lo que es cierto es que
los niños son muy susceptibles a lo que hacen sus compañeros y a cualquier
atisbo de prejuicio o predisposición que perciban de la cultura.
¿Fueron
sus inicios una forma de narrativa intuitiva? ¿Qué cree de los recursos
singulares de la narrativa?
La narrativa combina elementos de la
visión y el sonido, tanto la psicológica como la social. Uno tiene la
oportunidad de diseñar el escenario, escribir las líneas y estar en el juego.
Es glorioso. Es musical, teatral, intelectual e histórico tanto en su registro
interior como el exterior. Usualmente hay algunas salidas en falso en una
historia hasta encontrar su verdadera forma, la intuición es tan sólo una
pequeña parte.
En
la introducción a "The Best American Short Stories 2004" (Los mejores cuentos
cortos norteamericanos de 2004), se discuten algunas de las diferencias entre
cuentos y novelas. ¿Siempre sabe en qué está trabajando desde el principio?
Lo sé de antemano. Sería extraño para mí
encontrar una novela sorpresa de pronto en mi escritorio. La naturaleza de la
idea que determina la forma o el género, se dará en la novela con el tiempo, ya
que requiere múltiples puntos de vista o una técnica distinta. Para mí, los
cuentos son las respuestas a las perturbaciones que de repente entran en mi
cabeza. Luego lleno mi escritorio con notitas del tipo "qué pasaría
si" e intento la narración.
Aunque
usted ha publicado ya volúmenes de cuentos, novelas y un libro para niños, en
los cuentos parece moverse "como un pez en el agua", en su propio elemento. ¿Se
siente más cómoda en ese género?
Siempre
me he sentido mucho más cómoda con los cuentos, su ámbito y su ritmo, y
obviamente he escrito muchos más cuentos que novelas, de modo que en el cuento
me muevo con un poco más de confianza. Pero actualmente estoy trabajando en una
novela, así que éste no es el mejor momento para decir que soy primariamente
una escritora de cuentos, aunque es tentador hacerlo.
¿Tiene una clara decisión acerca del
género en que va a escribir antes de sentarse a escribir?
Sí,
sin duda. Algunos escritores se sientan a escribir novelas y se encuentran con
que sólo han escrito un cuento, que la novela de algún modo se derrumbó o se
aceleró o se desvió. En general, yo siento que las novelas son acerca del
tiempo: el tiempo es su tema y su medio. Los cuentos son usualmente una simple
tajada penetrante de tiempo que contiene sentimientos y los dilemas clave en
las circunstancias de un personaje. Por supuesto, siempre hay excepciones.
La acción de sus narraciones (cuentos y
novelas) transcurre en distintos lugares, a veces mencionados por sus nombres.
¿Son siempre lugares en los que usted ha estado? ¿Necesita haberlos visto antes
personalmente para ubicar en ellos a sus personajes?
No
soy muy buena imaginando detalles de un lugar en el que nunca he estado, al
menos de una manera general. Pero todo es vuelto a imaginar para la página.
En sus cuentos recurren algunos temas más
bien duros (enfermedad, muerte, separación, sensación de fracaso), pero están
siempre tratados con una alta dosis de ironía y sarcasmo. Hace años incluso
usted declaró que siempre trataba de escribir "Romeo y Julieta" pero terminaba
saliéndole otra cosa. ¿Es el humor una especie de "autoayuda" para atravesar
ese tipo de cuestiones, en la escritura y tal vez en la vida "real"?
El
humor es un hábito de la mente. Yo creo, con toda sinceridad, que la mayor
parte de la gente tiene ese hábito en mayor o menor medida. Es parte de mi
trabajo como escritora de ficción llevar a la página el modo en que la gente
habla y piensa. En la vida real, la gente es increíblemente divertida. Ponga
seis personas en una habitación y cada uno de ellos dirá algo divertido dentro
el término de una hora. El reconocimiento de nuestro propio absurdo, y del
absurdo de otros, es una forma de autoayuda, supongo.
Los cuentos de "Autoayuda" están en su mayoría escritos en segunda
persona, mientras que todas las historias de "Como la vida misma", y todos menos uno
en "Es más de lo que puedo decir de cierta gente", están en tercera persona. La
mayoría de los de "Anagramas" y todos los de "Hospital de ranas" y sus dos
novelas están en primera persona. ¿Cómo logra la voz de la narración? ¿Es
significativo que la mayoría de sus obras más cortas estén escritas en tercera
persona y sus dos obras más largas hasta la fecha están en primera?
Lo que uno hace, creo, es entrar en un
surco. Si usted realmente hace un recuento, creo que hay más páginas en
"Autoayuda" en primera persona, ya que las tres historias más largas están
escritas así y no en segunda persona. Pero, sí, la segunda persona sin duda
resultó ser una especie de surco que no pude dejar. ¿Por qué una se mete en ese
surco cuando tanta gente quiere salir de él? Las dos novelas, como usted dice,
están en su mayoría escritas en primera persona, como ocurre en la novela en
que estoy trabajando, la mayoría de los cuentos, es cierto, están en tercera,
aunque mi historia más reciente, muy corta, la escribí en primera persona.
¿Todo esto es para señalar qué? Que cada relato me es dictado en forma diferente;
yo no sé qué otra cosa decir realmente al respecto. Hay momentos en que la
primera persona es necesaria para observar a los demás (no al protagonista) con
una voz que al mismo tiempo cree un personaje (normalmente el protagonista),
pero también hay momentos en que la tercera persona es necesaria para dotar al
protagonista de una voz que no es la del personaje, pero si lo es de la
historia.
¿Qué piensa usted sobre ese supuesto
cambio en su obra?
Me
gusta esa expresión, "supuesto cambio". Estoy de acuerdo con usted en que tal
vez es supuesto. Yo estoy simplemente tratando de tropezar hacia adelante,
tratando en cada libro de escribir lo mejor que puedo.
¿En qué medida le parece que sus libros anteriores
eran más experimentales y los últimos menos?
Tal vez en
todos mis libros haya cierta dosis de lo que aquí, en los Estados Unidos, se
llama experimentalismo, pero en "Es más de lo que puedo decir de cierta gente",
quizás el experimentalismo que antes era más abierto se haya vuelto más sutil y
absorbido dentro del relato. Quizás ahora el impulso experimental adopta menos
la forma de una innovación estructural y más la de un motivo metanarrativo. Si
yo tuviera que señalar algún modo en que mi obra haya cambiado un poco, diría
que en mis últimos tres libros, a diferencia de en los dos primeros, hay un
mayor sentido del espacio -paisaje y ubicación-. Fue algo deliberado, porque no
había casi nada de eso en mis trabajos iniciales. En aquel entonces yo tal vez
estaba un poco demasiado influida por
Beckett.