El primer cuento que Lorrie Moore escribió ganó
el premio de la revista "Seventeen". "Cuando gané, pensé: 'esto es fácil'.
Aunque también pensé que competía con chicas de trece o catorce años y yo tenía
diecinueve. Entonces volví a pensar: 'esto no es tan fácil'. Lleva años". Tras
la aparición de sus dos primeros libros, publicó uno de literatura infantil: "The
forgotten helper" (El ayudante olvidado), trabajó como asistente legal durante
dos años y comenzó a publicar en periódicos tales como "Paris Review" y "The
New Yorker". En 1990, ya habiendo abandonado Nueva York, recluida y enseñando
inglés en la Universidad de Wisconsin, publicó "Like life" (Como la vida misma),
un libro de cuentos con el que ganó el premio O'Henry. Luego le seguirían
"Birds of America" (Es más de lo que puedo decir de cierta gente) y el reciente
"Bark" (Corteza), ambos de cuentos; y las novelas "Who will run the frog hospital"
(Hospital de ranas) y "A gate at the stairs" (Al pie de la escalera). En todos
ellos puede apreciarse una obra que articula la tragedia, el vacío y el humor
en historias que, bajo su agudeza y empatía, se convierten en verdaderas épicas
de la vida común. A continuación, la segunda y última parte del compendio de
entrevistas realizadas a la escritora neoyorquina, miembro de la Academia
Americana de las Artes y las Letras.
¿Considera
su escritura parte de una tradición?
Oh, ¿hay una tradición en el realismo satírico?
No lo sé. Existen verdaderamente grandes libros y yo no pondría los míos en su
compañía. Ése es el problema cuando uno trata de ver su propia escritura como
parte de una tradición: esa tradición está demasiado poblada de grandeza. Y yo
principalmente estoy intentando crear algo nuevo e interesante.
Usted
recibió reconocimiento bastante temprano en su carrera. ¿Cómo le afecta
esto? ¿Alguna vez se siente preocupada por estar a la altura de las
expectativas?
Bueno, yo nunca quise una vida pública de ningún
tipo, y en la medida en que he tenido que tener una, me ha sido difícil, pero
no sin sus beneficios colaterales. He conocido a algunas personas
estupendas, por ejemplo, que se han convertido en mis amigos. Pero en realidad
todo lo que quería era estar sola para escribir. Nunca he tenido un gran éxito
comercial, pero teniendo en cuenta lo que hago, he sido muy afortunada. En
cuanto a las expectativas, artísticamente las únicas expectativas que me
interesa atender son mías. En la vida, hay algunas otras que compiten.
¿El
trabajo de quién le inspira? ¿Existen libros que antes le atraían y que no
lo hacen ahora, o viceversa?
Desde el principio me encantaron Donald Barthelme,
Sorrentino Gilbert, Jayne Anne Phillips y Charlotte Brontë. Y me siguen
gustando. Ahora me gustaría añadir tantos a esa lista, incluyendo a Alice
Munro, Henry James, Edward Jones, Michael Ondaatje. Cuando yo tenía dieciocho o
diecinueve años, mi escritora favorita era Margaret Atwood. Por primera vez
leía ficción acerca de mujeres que no eran diosas o ganadoras. En cierto
sentido eran víctimas, pero no eran enclenques. Tenían estilo en su manera de
ser víctimas. Cuando estaba creciendo, en los años '60 y '70, leí muchas
novelas escritas por hombres donde las mujeres estaban esbozadas de apuro, sin
ningún conocimiento o comprensión íntima, y nunca eran el centro del asunto.
Obviamente hay grandes excepciones, -"Anna Karénina", "Madame Bovary"-, pero para
la mayoría de los escritores que yo leía, la vida interna de las mujeres no
presentaba ningún interés particular. Para una joven escritora parecía en ese
momento como una invitación abierta. Las cosas que me gustaban cuando era
joven (los Bee Gees, la banda sonora de "Funny Girl", los poemas de Plath y
Sexton) me gustan mucho todavía. Soy leal e inmutable de esa manera, aunque hay
otros adjetivos más duros que podrían ser utilizados para describir esa misma
lealtad.
¿Cómo cree
que ha evolucionado su escritura? ¿Cómo ve su trabajo anterior? ¿Qué ha sido lo
más fácil y lo más complicado?
Yo he estado escribiendo seriamente durante
treinta años, y menos en serio algo más. No vuelvo atrás y miro mis primeros
trabajos porque, la última vez que hice, hace muchos años, no me gustó. Mis dos
primeros libros, lo sé, están llenos de energía y hay frases que todavía me
gustan. Pero están repletos de errores de juicio, de gusto y de sensibilidad.
Yo no tenía la habilidad de asumir una parte del material que publiqué, pero
esta insuficiencia, o sentimiento de inadecuación, en realidad nunca se va.
Sólo hay que caminar penosamente para adelante bajo la lluvia, sin tener nada en
cuenta.
Usted dice
que ese sentimiento de inadecuación nunca se va, que hay que seguir caminando
bajo la lluvia. ¿Qué hacer cuando la escritura no va tan bien?
Con "caminando bajo la lluvia" me refería
al cuento de hadas "Cenicienta". ¿Qué debo hacer cuando la escritura no va
bien? Bueno, yo no escribo, lo cual es tanto el síntoma como la cura y la
causa. Luego, a veces me digo a mí misma, mientras estoy escribiendo, "voy
a arreglarlo más tarde". Y es verdad, a veces lo hago.
Usted ha
enseñado Inglés en la Universidad de Wisconsin y ha realizado talleres de
escritura durante treinta años. ¿Cómo caracterizaría la interacción de la
docencia y la escritura en su vida?
Yo no siento que haya mucha interacción. En general,
la enseñanza y la escritura utilizan partes diferentes del cerebro, y aunque las
dos son experiencias literarias, una requiere cortas ráfagas discordantes con
la comunidad estudiantil, y la otra tiene lugar en soledad en grandes
extensiones de tiempo.
¿Cuál es
su filosofía de enseñanza de la escritura?
Por desgracia, no creo haber descubierto mi
"filosofía" de enseñanza. Después de tantos años, todavía se puede
inventarla sobre la marcha. En los talleres literarios cada estudiante necesita
algo un poco diferente. Algunos necesitan confianza en sí mismos, otros ser
sacudidos un poco, mientras que otros necesitan que les digan qué leer. Yo sólo
trato de dar una pequeña mano.
¿Qué tipo de consejos les da a sus alumnos?
Suelo pedirles
que escriban algo que jamás les mostrarían a sus propios padres. Eso muchas
veces los libera y les permite escribir trabajos muy interesantes. Si están
tratando únicamente de complacer, incluso de manera inconsciente, el resultado
va a ser mediocre.
Según su propia experiencia personal como alumna y como profesora, y también en general, ¿de qué modo cree usted que ayudan los cursos de
escritura creativa a quien quiere dedicarse a escribir?
Los cursos
de escritura, tal como están planteados en los Estados Unidos, abren una vía
para que los escritores jóvenes, que de otro modo podrían no tener dinero o
tiempo para escribir, ingresen en una comunidad de escritores y dediquen un
período de sus vidas a esa empresa. Es una especie de prueba. Se prueba la
devoción, se prueba la pasión. Y se prueban las habilidades. No es una
educación convencional, y los escritores que ya son económicamente
autosuficientes y forman parte de una comunidad literaria no necesitan,
emocional o artísticamente, enrolarse en tales cursos. Pero para otros
escritores jóvenes que están luchando de un modo más aislado o económicamente
problemático, esos programas y cursos son como salvavidas. Democratizan la
oportunidad de escribir, que es una idea importante. Existe cierta noción
romántica de que más allá de lo aislado que alguien pueda estar o de lo pobre
que sea, si quiere escribir, escribirá. Pero no es verdad siempre. Muchos
jóvenes escritores muy bien dotados, especialmente los que no provienen de la
clase media alta, caen derrotados por los obstáculos que la vida le pone al
arte, y entonces los cursos de escritura son un modo de remediar eso.
Trabajar como profesora de escritura creativa, ¿redunda en algún tipo de beneficio o perjuicio para su propia escritura?
Mi propio
trabajo como profesora de escritura es con frecuencia un verdadero placer,
especialmente si hay una buena conexión con los alumnos. Las reuniones se
llevan a cabo una vez a la semana, y allí se discuten los trabajos de lectura y
escritura asignados. ¿Qué cosa mejor podría haber? Pero, para serle franca, eso
tiene poco y nada que ver con mi propio trabajo de escritura. A menos que una
sea Norman Mailer o John Updike, tiene que hacer alguna otra cosa para poder
pagar las cuentas. La mayoría de los novelistas trabaja como docente; otros
hacen periodismo o escriben guiones. Yo necesito tomarme algo de tiempo libre.
No puedo enseñar y escribir al mismo tiempo. Probablemente sería más fácil si
una manejara un taxi. Al enseñar, se intenta corregir la prosa de los alumnos y
brindar asilo a gente que tiene el desafortunado hábito de escribir ficción.
Eso es bueno. Pero a la larga hay que dejar de hablar de escritura, hay que
irse y ponerse a escribir.
Algunos escritores
jóvenes han sido descritos como "imitadores de Lorrie Moore". ¿Alguna vez
ha encontrado un trabajo que le parezca una imitación -buena o mala- de su
obra?
No sé lo que es
una imitación de mi trabajo, pero al parecer los demás sienten que lo hacen.
Hay un montón de historias de estudiantes, lo que todos los maestros de
escritura consiguen, que están escritas en segunda persona. Me culpan de esto,
lo sé.
Las reseñas de "Es
más de lo que puedo decir de cierta gente" fueron muy elogiosas, aunque, y
recuerdo especialmente la de Julian Barnes en "The New York Review of Books",
todas coinciden en señalar a grandes rasgos que, en relación con libros
anteriores, usted "ha madurado, ha alcanzado mayor profundidad, ha pasado de
cierto experimentalismo a formas más conservadoras". ¿Qué siente usted frente a
esos comentarios?
Como yo también
escribo reseñas, generalmente me siento comprensivamente compadecida de la
desesperación de los reseñadores por tratar de encontrar algo para decir sobre
un libro. La reseña de Julian Barnes, ya que usted la menciona, parece muy
amable y generosa, pero, como le sucede a la mayoría de los autores, yo
generalmente soy la que menos entiende qué pretende decir en realidad una
reseña de un libro mío.