15 de marzo de 2015

Lorrie Moore: "Escribir ficción lo empuja a uno a entrar y salir de un sueño, a sentirse a gusto en un mundo de fantasía del que se debe aprender a regresar constantemente a la realidad para no perder la cabeza" (2)

El primer cuento que Lorrie Moore escribió ganó el premio de la revista "Seventeen". "Cuando gané, pensé: 'esto es fácil'. Aunque también pensé que competía con chicas de trece o catorce años y yo tenía diecinueve. Entonces volví a pensar: 'esto no es tan fácil'. Lleva años". Tras la aparición de sus dos primeros libros, publicó uno de literatura infantil: "The forgotten helper" (El ayudante olvidado), trabajó como asistente legal durante dos años y comenzó a publicar en periódicos tales como "Paris Review" y "The New Yorker". En 1990, ya habiendo abandonado Nueva York, recluida y enseñando inglés en la Universidad de Wisconsin, publicó "Like life" (Como la vida misma), un libro de cuentos con el que ganó el premio O'Henry. Luego le seguirían "Birds of America" (Es más de lo que puedo decir de cierta gente) y el reciente "Bark" (Corteza), ambos de cuentos; y las novelas "Who will run the frog hospital" (Hospital de ranas) y "A gate at the stairs" (Al pie de la escalera). En todos ellos puede apreciarse una obra que articula la tragedia, el vacío y el humor en historias que, bajo su agudeza y empatía, se convierten en verdaderas épicas de la vida común. A continuación, la segunda y última parte del compendio de entrevistas realizadas a la escritora neoyorquina, miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras.


¿Considera su escritura parte de una tradición?

Oh, ¿hay una tradición en el realismo satírico? No lo sé. Existen verdaderamente grandes libros y yo no pondría los míos en su compañía. Ése es el problema cuando uno trata de ver su propia escritura como parte de una tradición: esa tradición está demasiado poblada de grandeza. Y yo principalmente estoy intentando crear algo nuevo e interesante.

Usted recibió reconocimiento bastante temprano en su carrera. ¿Cómo le afecta esto? ¿Alguna vez se siente preocupada por estar a la altura de las expectativas?

Bueno, yo nunca quise una vida pública de ningún tipo, y en la medida en que he tenido que tener una, me ha sido difícil, pero no sin sus beneficios colaterales. He conocido a algunas personas estupendas, por ejemplo, que se han convertido en mis amigos. Pero en realidad todo lo que quería era estar sola para escribir. Nunca he tenido un gran éxito comercial, pero teniendo en cuenta lo que hago, he sido muy afortunada. En cuanto a las expectativas, artísticamente las únicas expectativas que me interesa atender son mías. En la vida, hay algunas otras que compiten.

¿El trabajo de quién le inspira? ¿Existen libros que antes le atraían y que no lo hacen ahora, o viceversa?

Desde el principio me encantaron Donald Barthelme, Sorrentino Gilbert, Jayne Anne Phillips y Charlotte Brontë. Y me siguen gustando. Ahora me gustaría añadir tantos a esa lista, incluyendo a Alice Munro, Henry James, Edward Jones, Michael Ondaatje. Cuando yo tenía dieciocho o diecinueve años, mi escritora favorita era Margaret Atwood. Por primera vez leía ficción acerca de mujeres que no eran diosas o ganadoras. En cierto sentido eran víctimas, pero no eran enclenques. Tenían estilo en su manera de ser víctimas. Cuando estaba creciendo, en los años '60 y '70, leí muchas novelas escritas por hombres donde las mujeres estaban esbozadas de apuro, sin ningún conocimiento o comprensión íntima, y nunca eran el centro del asunto. Obviamente hay grandes excepciones, -"Anna Karénina", "Madame Bovary"-, pero para la mayoría de los escritores que yo leía, la vida interna de las mujeres no presentaba ningún interés particular. Para una joven escritora parecía en ese momento como una invitación abierta. Las cosas que me gustaban cuando era joven (los Bee Gees, la banda sonora de "Funny Girl", los poemas de Plath y Sexton) me gustan mucho todavía. Soy leal e inmutable de esa manera, aunque hay otros adjetivos más duros que podrían ser utilizados para describir esa misma lealtad.

¿Cómo cree que ha evolucionado su escritura? ¿Cómo ve su trabajo anterior? ¿Qué ha sido lo más fácil y lo más complicado?

Yo he estado escribiendo seriamente durante treinta años, y menos en serio algo más. No vuelvo atrás y miro mis primeros trabajos porque, la última vez que hice, hace muchos años, no me gustó. Mis dos primeros libros, lo sé, están llenos de energía y hay frases que todavía me gustan. Pero están repletos de errores de juicio, de gusto y de sensibilidad. Yo no tenía la habilidad de asumir una parte del material que publiqué, pero esta insuficiencia, o sentimiento de inadecuación, en realidad nunca se va. Sólo hay que caminar penosamente para adelante bajo la lluvia, sin tener nada en cuenta.

Usted dice que ese sentimiento de inadecuación nunca se va, que hay que seguir caminando bajo la lluvia. ¿Qué hacer cuando la escritura no va tan bien?

Con "caminando bajo la lluvia" me refería al cuento de hadas "Cenicienta". ¿Qué debo hacer cuando la escritura no va bien? Bueno, yo no escribo, lo cual es tanto el síntoma como la cura y la causa. Luego, a veces me digo a mí misma, mientras estoy escribiendo, "voy a arreglarlo más tarde". Y es verdad, a veces lo hago.

Usted ha enseñado Inglés en la Universidad de Wisconsin y ha realizado talleres de escritura durante treinta años. ¿Cómo caracterizaría la interacción de la docencia y la escritura en su vida?

Yo no siento que haya mucha interacción. En general, la enseñanza y la escritura utilizan partes diferentes del cerebro, y aunque las dos son experiencias literarias, una requiere cortas ráfagas discordantes con la comunidad estudiantil, y la otra tiene lugar en soledad en grandes extensiones de tiempo.

¿Cuál es su filosofía de enseñanza de la escritura?

Por desgracia, no creo haber descubierto mi "filosofía" de enseñanza. Después de tantos años, todavía se puede inventarla sobre la marcha. En los talleres literarios cada estudiante necesita algo un poco diferente. Algunos necesitan confianza en sí mismos, otros ser sacudidos un poco, mientras que otros necesitan que les digan qué leer. Yo sólo trato de dar una pequeña mano.

¿Qué tipo de consejos les da a sus alumnos?

Suelo pedirles que escriban algo que jamás les mostrarían a sus propios padres. Eso muchas veces los libera y les permite escribir trabajos muy interesantes. Si están tratando únicamente de complacer, incluso de manera inconsciente, el resultado va a ser mediocre.

Según su propia experiencia personal como alumna y como profesora, y también en general, ¿de qué modo cree usted que ayudan los cursos de escritura creativa a quien quiere dedicarse a escribir?

Los cursos de escritura, tal como están planteados en los Estados Unidos, abren una vía para que los escritores jóvenes, que de otro modo podrían no tener dinero o tiempo para escribir, ingresen en una comunidad de escritores y dediquen un período de sus vidas a esa empresa. Es una especie de prueba. Se prueba la devoción, se prueba la pasión. Y se prueban las habilidades. No es una educación convencional, y los escritores que ya son económicamente autosuficientes y forman parte de una comunidad literaria no necesitan, emocional o artísticamente, enrolarse en tales cursos. Pero para otros escritores jóvenes que están luchando de un modo más aislado o económicamente problemático, esos programas y cursos son como salvavidas. Democratizan la oportunidad de escribir, que es una idea importante. Existe cierta noción romántica de que más allá de lo aislado que alguien pueda estar o de lo pobre que sea, si quiere escribir, escribirá. Pero no es verdad siempre. Muchos jóvenes escritores muy bien dotados, especialmente los que no provienen de la clase media alta, caen derrotados por los obstáculos que la vida le pone al arte, y entonces los cursos de escritura son un modo de remediar eso.

Trabajar como profesora de escritura creativa, ¿redunda en algún tipo de beneficio o perjuicio para su propia escritura?

Mi propio trabajo como profesora de escritura es con frecuencia un verdadero placer, especialmente si hay una buena conexión con los alumnos. Las reuniones se llevan a cabo una vez a la semana, y allí se discuten los trabajos de lectura y escritura asignados. ¿Qué cosa mejor podría haber? Pero, para serle franca, eso tiene poco y nada que ver con mi propio trabajo de escritura. A menos que una sea Norman Mailer o John Updike, tiene que hacer alguna otra cosa para poder pagar las cuentas. La mayoría de los novelistas trabaja como docente; otros hacen periodismo o escriben guiones. Yo necesito tomarme algo de tiempo libre. No puedo enseñar y escribir al mismo tiempo. Probablemente sería más fácil si una manejara un taxi. Al enseñar, se intenta corregir la prosa de los alumnos y brindar asilo a gente que tiene el desafortunado hábito de escribir ficción. Eso es bueno. Pero a la larga hay que dejar de hablar de escritura, hay que irse y ponerse a escribir.

Algunos escritores jóvenes han sido descritos como "imitadores de Lorrie Moore". ¿Alguna vez ha encontrado un trabajo que le parezca una imitación -buena o mala- de su obra?

No sé lo que es una imitación de mi trabajo, pero al parecer los demás sienten que lo hacen. Hay un montón de historias de estudiantes, lo que todos los maestros de escritura consiguen, que están escritas en segunda persona. Me culpan de esto, lo sé.

Las reseñas de "Es más de lo que puedo decir de cierta gente" fueron muy elogiosas, aunque, y recuerdo especialmente la de Julian Barnes en "The New York Review of Books", todas coinciden en señalar a grandes rasgos que, en relación con libros anteriores, usted "ha madurado, ha alcanzado mayor profundidad, ha pasado de cierto experimentalismo a formas más conservadoras". ¿Qué siente usted frente a esos comentarios?

Como yo también escribo reseñas, generalmente me siento comprensivamente compadecida de la desesperación de los reseñadores por tratar de encontrar algo para decir sobre un libro. La reseña de Julian Barnes, ya que usted la menciona, parece muy amable y generosa, pero, como le sucede a la mayoría de los autores, yo generalmente soy la que menos entiende qué pretende decir en realidad una reseña de un libro mío.