19 de julio de 2013

Armand Mattelart: "La globalización está cada vez más dirigida a formar individuos en función del capitalismo mundial integrado"

Muy ligado a la historia cultural y política de América Latina en las décadas del sesen­ta y setenta, el sociólogo belga Armand Mattelart (1936) es uno de los referentes obligados a la hora de hablar de temas de la comunicación y la cultura. Autor de textos que van desde el célebre "Donald l'imposteur" (Para leer al Pato Donald), escrito junto a Ariel Dorfman (1942), pasando por los análisis de la prensa, de la publicidad, de los medios al­ternativos y de las políticas de comunica­ción, inquietudes que se vieron reflejadas en, por ejemplo, "Multinationales et système de communication" (Multinacionales y sistemas de comunicación) y "De l'usage des médias en temps de crise" (Los medios de comunicación en tiempos de crisis); hasta la producción de los últimos años -"Technologie, culture et communication" (Tecnología, cultura y comunicación) o "Penser les médias" (Pensar sobre los medios)- en donde predomina tanto la voluntad de explorar históricamente la genealogía de la comunicación como el objetivo de estructurar un discurso crítico que dé cuenta de una globalización económica -y a veces cultural-, que para muchos sólo tiene reservado el lugar de la exclusión. Durante el Encuentro de Facultades de Comu­nicación Social de América Latina realizado en Lima en noviembre de 1997, fue consultado acerca de algunos de estos temas por Carlos Mangone para el nº 6 de la revista "Magazin Literario" de diciembre de 1997. Los conceptos vertidos en la entrevista, que ya tiene sus años, no han perdido para nada su vigencia en la actualidad, cuando la desocupación y la exclusión de los jóvenes es cada vez mayor.


¿Cómo se expresaría la exclusión en este fi­nal de siglo?

Tú tienes varias capas de exclusión, que ahora se han profundizado y que son finalmente la pérdida de todos los derechos que impedían la desnutrición, el hambre, etcétera. Y esto en todas las realidades. En Francia, el gobierno ha debido bajar los precios de las cantinas de las escuelas por­que había niños que no comían. La exclu­sión también es el aumento de la violencia en las propias escuelas, es una secuela. Hoy el gobierno, entre los 300 mil empleos creados y que se pagan con el salario mínimo, ha debido establecer en los liceos puestos de mediadores, una suerte de "ombudsman", porque hay tantos conflictos que la vida se ha vuelto imposible, porque son precisamente niños que viven en carne propia, en sus familias, la violencia por el ambiente que crea el desempleo. Son me­diadores muy jóvenes. Es una solución pa­ra resolver el desempleo temporario, son como nuevos funcionarios...

Una crisis entonces que afecta también al Estado de bienestar...

Un recorte, pero al mismo tiempo la necesidad de que no se desangre total­mente... Es un Estado de bienestar en circunstancias de precarización.

Sobre todo, la precarización del lugar so­cial de la juventud...

Claro. Y, si bien la exclusión principal es la económica, existen otras formas que van adquiriendo creciente importancia. Por ejemplo, la exclusión de todo acerca­miento artístico a la realidad. La marginación completa de los nuevos artistas. No hay posibilidad para ellos de sobrevivir. Existen ejemplos que muestran una serie de contradicciones: estudiantes cercanos a mi trabajo pueden ilustrar esta situación. Jóvenes ar­tistas que trabajan como controles del Louvre nunca se habrían atrevido a decir que los públicos de museos son como "rebaños". Lo que ocurre como consecuencia de esto es que aparece una opinión negativa, totalmente impensable en personas decidi­damente progresistas, con respecto a la
democratización de la cultura, porque se observa a la gente consumiendo cultura como si lo hiciera en un supermercado. Como artistas, resulta una agresión tre­menda porque muestra una sociedad que hace turismo en los museos... Esto se acentuó hace poco tiempo cuan­do estos mismos artistas se presentaron a una convocatoria para el turno noche del Louvre. Decían que iba a haber en el Louv­re una reunión, una ceremonia. Se arren­daba el Louvre, pero no se aclaraba dema­siado. Debían presentarse de 18 a 23 hs. y vigilar el Louvre a puertas cerradas para que dos mil personas lo "disfruten"... todas invitadas o pertenecientes a Microsoft. Allí el choque es mucho más grande. Pueden cerrar el Louvre, que, si tú quieres, es el símbolo de la Ilustración y de la cultura de la modernidad. Los artistas jóvenes ven que los empresarios con un montón de di­nero lo "sacan de circulación" mientras ellos viven con el salario mínimo vital. Creen en el arte y los que arriendan el Louvre lo toman como un nuevo paisaje. Se forman nuevos guetos... Incluso, dentro de los consumos que se habían generalizado, se establecen nuevos privilegios. Además es peligrosísimo, porque Micro­soft quiere comprar una cantidad impor­tante de obras de arte del Louvre para po­nerlas en sus productos. Es decir una doble "apropiación".

Y todo quizás justificado por el discurso de la eficacia, del gerenciamiento de la "adminis­tración cultural"...

Aparece también una forma de financiamiento del Louvre... Se arrienda todas las semanas para "galas". Las fuentes de exclusión se dan también para todo lo que sería antieconómico.

Y, ¿qué tipo de reacciones se producen en los jóvenes que trata en su trabajo académico?

Te daría otro ejemplo de mi vida de docente. Estamos asustados por las res­puestas a los trabajos de admisión a la Li­cenciatura en Comunicación e Informa­ción. A partir de dos preguntas muy generales acerca de las relaciones entre medios y gobierno, las respuestas muestran la interiorización del orden. Piden orden en lugar de la exigencia de otras épocas en que la juventud -que digamos por otra parte que "existía", no es una invención de los tiempos actuales- pedía desorden y crea­ción. Es una suerte de rebelión de tipo po­pulista y en definitiva, las respuestas reve­lan eso y nos inquieta. Claro que junto con esto, quizás como un efecto de la lucha del propio mer­cado académico, se forma una comunidad que "comparte" la situación. Resulta comple­jo. Allí habría dos tendencias. Algunos pue­den ir hacia comportamientos racistas, me­jor dicho, hacia "sentimientos primarios", de cosas simplificadas, preámbulo de otro tipo de exclusiones; y, por otra parte, apa­rece el "juntarse" para enfrentar la situa­ción, por ahora, como simple resistencia.

Se podría decir que el fantasma que reco­rre, en este caso Europa, es la desocupación...

Lo que me ha sorprendido es la evolu­ción de mujeres que llegan muy tímidas al primer año del doctorado y cuando salen bien en sus estudios, después de buscar trabajo, te mandan cartas de una violencia inédita, en contra del destino. Una violen­cia que nunca había visto en mujeres jóve­nes. Es gente que pensaba que la ley del as­censo social valía. Sobre todo, en los hijos de la primera generación de ascenso social. A mí me inquieta. Tienes una acumulación de rabia, ésa es la palabra, pero no puede ser canalizada políticamente y entonces toma la forma de un rechazo a todo lo so­cial, a todas las instituciones...

En los años sesenta y setenta, buena par­te del análisis de la publicidad denunciaba las exclusiones simbólicas, los estereotipos; critica­ba las "culturas negadas". ¿Cómo percibe ac­tualmente este proceso tanto en el discurso pu­blicitario como con el propio análisis?

Sucede algo muy particular que se podría resumir en el hecho de que "pue­den vender todo, incluso el hecho de no comprar". Lo que ha incorporado la publicidad, en su afán de conocer cada vez más a los "receptores", es toda la teoría de Michel De Certau. Ellos se dan cuenta de que tienen una masa que se "escapa". Como dicen los publicitarios franceses, los consumidores son "profesionales", saben. Están obligados a nuevos acercamientos, están obligados a adecuarse al discurso globalizado, de allí algunas concesiones a cierto multiculturalismo y lo "política­mente correcto" en el manejo de sus re­presentaciones. Pero también han confis­cado palabras del "otro" campo, como es el caso de "apropiación" de la marca, del producto, de la imagen. Esto ya se da en todas las sociedades, incluso en las que hasta hace poco, como Francia, practica­ban una cierta resistencia histórica a la he­gemonía "publicitaria". Se dan también en los análisis algunas si­tuaciones curiosas y que incluso van más allá del propio discurso publicitario. Michelle Mattelart está estudiando el lugar de la mu­jer en dos procesos de revuelta social. Por una parte, el Mayo francés del '68: en aque­lla época toda la semiología estudiaba la re­presentación de la mujer en la TV, pero to­dos los líderes de la revuelta eran hombres, era en definitiva un movimiento sexista. Por la otra, en la protesta es­tudiantil del '86, lo que ocu­rre en la representación me­diática sigue siendo sexista, pero en la realidad del mo­vimiento existe el ascenso de las mujeres en la sociedad. Sin embargo, ocurre algo más curioso todavía: cuando hablo con mis es­tudiantes mujeres, dicen que es verdad pe­ro parece no preocuparles mayormente. Por lo menos, eso dicen, aunque debe preocu­parles, porque les envía una imagen falsa de sus existencias. Volviendo al tema de los análisis, exis­te además una reacción en la propia Fran­cia y creo que algo va a ocurrir. Lo que creo es que existe la necesidad de revisar libros como el de Chacotin, textos como el de Vance Packard o de historiadores que úl­timamente trabajan sobre los usos de la informática en relación con nuevas situa­ciones de una "palabra manipulada".

Parecería que volviéramos a utilizar algu­nos términos que marcaron el análisis de la comunicación y la cultura de otras décadas...

Resulta muy interesante. Parece una respuesta para aquellos que dicen que to­das las estrategias de manipulación han desaparecido; se plantea la necesidad de realizar un análisis a partir de lo argumen­tativo, es decir, lo que se había dejado de lado demasiado pronto. En nuestra socie­dad hay nuevas situaciones de manipula­ción, como es el caso un tanto paradójico de la propia ecología. Todo ocurre justa­mente en circunstancias en que se ha da­do mucha importancia al receptor en cla­ve de consumidor.

Finalmente, ¿cuál sería por estos tiempos una preocupación central de sus trabajos, lo que podríamos decir exageradamente, sus "Patos Donalds" de fin de siglo?

Actualmente los "Patos Donalds", co­mo usted dice, es decir, lo que me preocu­pa, es lo que llamo el "homo-global", pro­ceso que está llegando a la naturalización de la realidad que es profundamente desi­gual, aspecto que me inquieta profunda­mente. Un conjunto de mecanismos es­tructurados que se han puesto en marcha y sobre los cuales no se reflexiona lo sufi­ciente. Está cada vez más dirigido, como planteaba Guattari, a formar individuos en función del capitalismo mundial inte­grado. Finalmente, estaríamos demasiado atrapados en un nuevo mito determinan­te. Allí resulta importante interrogarse acer­ca de la construcción de la personalidad de los individuos, es decir, de cada uno de nosotros en el tiempo y el espacio de la globalización. Sobre todo, lo pienso con la responsabilidad de formar estudiantes. Me preocupa este campo, tan propenso a pro­ducir mitos, el "nuevo mito" de la globalización es la comunicación.