Darwin se encontró con Juan Manuel de Rosas en
agosto de 1833. El hacendado bonaerense, que ya era uno de los protagonistas
de la vida política nacional y se vislumbraba como el hombre poderoso que
llegó a ser, estaba en su campamento a orillas del río Colorado al mando de un
ejército, según el inglés, "de villanos seudobandidos" como jamás se
había reclutado antes. La reunión "terminó sin una sonrisa" y Rosas
le dio "un pasaporte con una orden para las postas del gobierno". Darwin
señaló sobre sus establecimientos: "Están admirablemente administrados y
producen más cereales que el resto. Lo primero que le dio gran celebridad
fueron las reglas dictadas para sus propias estancias y la disciplinada
organización de varios centenares de hombres para resistir con éxito los
ataques de los indios". Darwin se refiere a las "Instrucciones a los
mayordomos de estancias" que Rosas escribió en cuartillas en 1819 sin
ánimo de publicarlas, aunque aparecerían en formato de libro en 1856. En ellas detallaba
con precisión las responsabilidades de cada uno de los administradores,
capataces y peones rurales. También rescató sus cualidades de gran jinete, lo
cual, "de conformidad con los usos y costumbres de los gauchos, le ha
granjeado una popularidad ilimitada en el país, y como consecuencia, un poder
despótico".
Episodios como los precedentes figuran en el “Diario
de viaje” que Darwin escribió en 1839, a la vuelta de la travesía de cinco años
-entre 1831 y 1836- alrededor del mundo, como naturalista a bordo del HMS Beagle
y corresponden al período en que permaneció en el actual territorio argentino,
entre julio de 1833 y junio de 1834. El “Diario”, además de minuciosas
descripciones de la geología, la flora y la fauna de las zonas visitadas,
contiene consideraciones antropológicas, costumbristas y anécdotas como las
anotadas y abundan las vinculadas a su paso por Argentina. En los capítulos
sobre la actual provincia de Buenos Aires, Santa Fe, norte de la Patagonia y
Uruguay, por ejemplo, abundan los relatos acerca de la presencia y la amenaza
de los indios, preocupación constante de los gauchos y soldados con los que
convivía. Relata varias situaciones en las cuales, si bien finalmente no
pareció correr riesgo alguno, se percibe con claridad el temor sufrido y la
obsesión por el ataque aborigen. También menciona el gran consuelo que suponía
una copa de mate y un cigarrillo cuando descansaba después de una larga cabalgata
y le era imposible conseguir algo de comer durante algún tiempo.
La conversación nocturna en las postas y
campamentos siempre versaba acerca de los indios. Darwin describe sus
crueldades, no menores que las cometidas por los soldados y los gauchos:
"Los indios, hombres mujeres y niños, alrededor de ciento diez, fueron
hechos prisioneros o muertos, porque los soldados la emprendieron a sablazos
contra todos los hombres, quienes se hallaban tan aterrados que no ofrecían
resistencia en masa, sino que cada uno huía como podía, abandonando aún a su
mujer e hijos". Luego agrega una anécdota: "Mi informante me contó
que al perseguir a un indio, éste pedía piedad a gritos, mientras, al mismo
tiempo con gran disimulo preparaba las bolas para hacerlas girar sobre su
cabeza y golpear a su perseguidor. 'Pero yo le derribé al piso con mi sable, y
apeándome luego le corté el cuello con mi cuchillo'. Éste es un cuadro muy
oscuro; ¡pero mucho más chocante es el hecho de asesinar a sangre fría a todas
las mujeres que parecían tener más de veinte años! Cuando le dije que esto me
parecía inhumano, me replicó: 'Y, ¿qué se puede hacer? ¡Ellos se crían así!'.
Por aquí todos están convencidos de que es la más justa de las guerras porque
se hace contra bárbaros". Para Darwin, "resulta imposible concebir
algo más bárbaro y salvaje" que una reunión de indios aliados a Rosas:
"Algunos bebieron hasta emborracharse; otros se hartaron de ingerir la
sangre fresca de las reses sacrificadas para su cena, sintiéndose luego con
náuseas, en medio de la suciedad y la sangre coagulada".
En ocasión de su excursión a Santa Fe, en
octubre de 1833, cuenta que al pasar junto a algunas casas que habían sido
saqueadas y luego abandonadas vieron un espectáculo que los guías
"contemplaron con gran satisfacción y era el esqueleto de un indio con la
piel desecada, colgando de los huesos, suspendido de la rama de un árbol".
Y sobre el gobernador de Santa Fe, Estanislao López (1786-1838), escribió:
"Lleva diecisiete años en el poder. Esta estabilidad se debe a sus
procedimientos tiránicos; la tiranía parece adaptarse mejor a estos países que
el republicanismo. La ocupación favorita del gobernador es cazar indios; de
poco tiempo a esta parte había matado cuarenta y ocho y vendido los hijos a
razón de tres o cuatro libras cada uno". Y pronostica con terrible
exactitud: "En otros cincuenta años no quedará ni un indio salvaje al
norte del Río Negro".
La vida de los gauchos y soldados, miserable en sus
condiciones materiales, acosados y en peligro, impresionó vivamente a Darwin.
Relata que en la Sierra de la Ventana hicieron un "alto para pasar la
noche. En ese momento una desafortunada vaca fue divisada por los ojos de lince
de los gauchos, quienes se lanzaron en su persecución y en pocos minutos la
enlazaron y la mataron. Teníamos allí las cuatro cosas necesarias para la vida
en el campo: pasto para los caballos, agua (sólo una charca de agua turbia),
carne y leña. Los gauchos se pusieron del mejor humor al hallar todos estos
lujos, y pronto empezamos a preparar la cena con la pobre vaca. Esta fue la
primera noche que pasé a la intemperie, teniendo por cama el recado de
montar. Hay un gran placer en la vida independiente del gaucho al poder
apearse en cualquier momento y decir: 'Aquí pasaré la noche'. El silencio
fúnebre de la llanura, los perros alerta, y el gitanesco grupo de gauchos
haciendo sus camas en torno del fuego, han dejado en mi mente un cuadro
imborrable de esta primera noche, que nunca olvidaré".
A su regreso de Santa Fe, los primeros días de
noviembre de 1833, Darwin se convirtió en partícipe involuntario de un
conflicto político: la Revolución de los Restauradores orquestada por la Sociedad
Popular Restauradora, que terminó con la renuncia del gobernador Juan Ramón Balcarce
(1773-1836). Esta suerte de club político era
una organización que respondía a Rosas y cuyo brazo armado era la temible “Mazorca",
una organización parapolicial y seudomilitar que se encargaba de registrar
las casas de los opositores, a los que arrestaban, torturaban y mataban. El método era
el degüello. Luego los cadáveres se exponían colgados y las cabezas en picas. Al
llegar a la desembocadura del Paraná a bordo de un pequeño barco, Darwin
desembarcó en Las Conchas, con intención de proseguir a caballo, pero se encontró
con soldados que no lo dejaron avanzar. Anota: "El general, los oficiales
y los soldados, todos parecían, y creo que en realidad lo eran, grandes villanos".
Sin embargo, cuando contó su amable encuentro con Rosas la actitud hacia él
cambió y le dieron un salvoconducto que le fue muy útil en el trayecto, aunque
tuvo que dar un gran rodeo a la ciudad y entrar por Quilmes.
Darwin reflexionó: "Apenas había quejas que
pudieran justificar la revolución: pero esto sucede en una nación que en el lapso
de nueve meses (de febrero a octubre de 1820) había sufrido quince cambios de
gobierno". Y agregó que "sería absurdo buscar pretextos. En este
caso, una partida de setenta hombres partidarios de Rosas, que estaban
disgustados con el gobernador Balcarce, salió de la ciudad, y gritando por
Rosas, levantaron en armas todo el país. La ciudad fue sitiada, sin
provisiones, ganado vacuno y caballar. Los sitiadores sabían bien que
impidiendo el suministro de carne tendrían segura la victoria", apuntó.
Darwin ofrece también en su “Diario” algunas
consideraciones generales sobre los habitantes de la región y, como siempre,
mantiene cierta ambivalencia en sus juicios: "Los gauchos o campesinos
son muy superiores a los que residen en las ciudades", opina y luego
puntualiza que son "corteses", "hospitalarios" y
"modestos, tanto respecto de sí mismos como de su país, y al mismo tiempo
animosos y bravos". Subraya que "se cometen muchos robos y se
derrama mucha sangre. El uso constante del cuchillo es la causa principal. Es
lamentable escuchar cuántas vidas se pierden por cuestiones triviales". Dice
que "los robos son la consecuencia natural del juego -universalmente
extendido-, exceso de bebida y de la extremada indolencia”. En esa misma
línea, se queja de que "para colmo, hay una gran cantidad de días feriados".
Las críticas continúan en cuanto a las cosas que
sucedían en la Confederación Argentina: "La policía y la justicia son
completamente ineficientes. Si un hombre pobre comete un asesinato y es
atrapado, será encarcelado y, tal vez, fusilado; pero si es rico y tiene
amigos, no tendrá graves consecuencias. Es curioso que hasta las personas más
respetables del país favorezcan siempre la fuga de los asesinos. Parecen
pensar que los individuos delinquen contra el gobierno y no contra la
sociedad". Más adelante añade: "El carácter de las clases más
elevadas y educadas, que residen en las ciudades, participa, aunque tal vez
en grado menor, de las buenas cualidades del gaucho; pero temo que tengan
muchos vicios de los que él está libre. La sensualidad, la burla hacia toda
religión y una gran corrupción son cosa común. Casi todos los funcionarios
públicos pueden ser sobornados. El director de Correos vendía sellos falsificados.
El gobernador y su primer ministro se confabulaban para estafar al Estado.
Nadie puede esperar justicia cuando entra en juego el oro. Con tan completa
falta de principios en los hombres que conducen, y con una infinidad de empleados
revoltosos con sueldos de hambre, ¡el pueblo todavía tiene esperanza de que
una forma democrática de gobierno triunfe!".
Pero, por otro lado, Darwin no ahorró elogios y
vislumbró un buen futuro para estas tierras: "Las maneras corteses y
señoriales, en los distintos aspectos de la vida; el excelente gusto de las
mujeres en el vestir, y la igualdad de trato en todas las clases". "Y
no cabe duda -analiza- de que el excesivo liberalismo de estos países debe
llevar al final a buenos resultados. La tolerancia generalizada hacia las religiones
extranjeras; la alta consideración hacia la educación; la libertad de prensa;
las facilidades ofrecidas a todos los extranjeros, y especialmente -como yo
mismo puedo asegurar- cualquiera que profese algún interés por la ciencia, por
más humilde que sea, deberá recordar con gratitud la Sudamérica española".
Darwin viajó dos veces a las islas Malvinas: la
primera en marzo de 1833, menos de dos meses después de que los ingleses las
ocuparan definitivamente, y la segunda en marzo de 1834, luego de una serie de
sangrientos episodios. Sin embargo, dedicó sólo medio capítulo de su “Diario”
a describir con el detalle habitual los terrenos y la fauna autóctonos, y
prácticamente no hizo ninguna referencia precisa a los conflictos políticos
(la toma de posesión por parte de los ingleses en el primer viaje) y
policiales (el levantamiento del gaucho Rivero que terminó con el asesinato de
varios colonos y el representante del gobernador inglés). En cambio si anotó
nuevamente los hábitos culinarios de los gauchos: “Cazaron una vaca y tuvieron
de cena carne con cuero, un bocado tan superior a la carne de vaca ordinaria
como el venado lo es al cordero". Y acotó: "Si algún respetable
regidor de Londres hubiera cenado con nosotros aquella noche carne con cuero,
pronto se habría celebrado en Londres".
El “Diario” de Darwin contiene, como se ha
visto, detalladas apreciaciones sociológicas y antropológicas, pero además
innumerables descripciones geológicas y biológicas. Cerca de la playa de Punta
Alta, en las proximidades de Bahía Blanca, encontró restos de animales
extinguidos de tamaño gigantesco, pero que guardaban un extraordinario
parecido con sus diminutos equivalentes del mundo actual. El 9 de enero de 1834
escribió en el “Diario”: "Es imposible reflexionar acerca de los cambios
producidos en el continente americano sin experimentar profundo asombro.
Antiguamente debieron de pulular en él grandes monstruos. Desde la época en
que vivimos no pueden haber tenido lugar grandes cambios en la constitución
física del país. ¿Cuál puede ser entonces la causa del exterminio de tantas
especies y de tantos géneros enteros".
El viaje le reportó al joven Darwin una enorme
cantidad de datos y, sobre todo algunas dudas sobre las creencias vigentes. A
su regreso a Londres llevó consigo una enorme colección de datos y pero todavía
ninguna teoría que les diera sentido y los organizara. Cuando al amplísimo
material acumulado en casi cinco años de viaje añadió sus lecturas sobre las
variaciones en cultivos o crías domésticas, llegó a su idea de la selección
natural. Recién en 1837 inició un cuaderno de notas sobre el problema de las
especies y, en octubre del año siguiente, leyó “An essay on the principle of population”
(Ensayo sobre el principio de la población) del economista inglés Thomas
Malthus (1766-1834), una obra que lo inspiró en la idea de la lucha por la
existencia y lo impulsó a seguir trabajando en la hipótesis de la
"transmutación" de las especies. “Después, leyendo a Malthus, inmediatamente vi cómo aplicar este principio”,
contó en una carta. En su ensayo, Malthus afirmaba que la población humana
aumenta más rápidamente de lo que aumentan los alimentos y que, en
consecuencia, la población tendría que reducirse por hambre, enfermedad o
guerra.
En 1844,
Darwin ya había desarrollado su teoría y escrito un voluminoso texto. En los
quince años siguientes llevó a cabo un inmenso trabajo de acumulación de
pruebas, reflexión y experimentos, que habrían de constituir su mayor obra.
Sólo el hecho de que en junio de 1858 Alfred Russel Wallace (1823-1913), otro naturalista
y explorador británico, le enviara un breve artículo en el que exponía una
teoría de la selección natural (prácticamente idéntica a la suya, que Darwin
con gran honestidad dio a conocer), le impulsó a publicar el resumen de un
resumen de todo su trabajo. Tras la publicación del artículo en el periódico de
la Sociedad Linneana de Londres en julio de ese mismo año, Darwin trabajó
febrilmente durante los siguientes trece meses hasta que, el 22 de
noviembre de 1859, finalmente apareció “El origen de las especies”. A
partir de entonces cambiaría la historia de la biología.