ESPERO CURARME DE TI
Jaime Sabines
México (1926-1999)
Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad. ¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se pueden reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada. Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama: tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo "qué calor hace", "dame agua", "¿sabes manejar?, "se hizo de noche"... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho "ya es tarde", y tú sabías que decía "te quiero". Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque ésto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.
EL INFORME
Jules Renard
Francia (1864-1910)
- Dispense, amigo, ¿Cuánto tiempo se necesita para ir de Corbigny a Saint-Réverien?
El picapedrero levanta la cabeza y, apoyándose sobre su maza, me observa a través de la rejilla de sus gafas, sin contestar. Repito la pregunta. No responde. "Es un sordomudo", pienso yo, y prosigo mi camino. Apenas he andado un centenar de pasos cuando oigo la voz del picapedrero. Me llama y agita su maza. Vuelvo y me dice:
- Necesitará usted dos horas.
- ¿Por qué no me lo ha dicho usted antes?
- Caballero -me explica el picapedrero-, me pregunta usted cuánto tiempo se necesita para ir de Corbigny a Saint-Réverien. Tiene usted una mala manera de preguntar. Se necesita lo que se necesita. Eso depende del paso. ¿Conozco yo su paso? Por eso le he dejado marchar. Le he visto andar un rato. Después he calculado, y ahora ya lo sé, y puedo contestarle: necesitará usted dos horas.
EL ANIMAL FAVORITO DEL SEÑOR K
Bertolt Brecht
Alemania (1898-1956)
Cuando se le preguntó cuál era el animal que más le gustaba, el señor K respondió que el elefante. Y dio las siguientes razones: el elefante reúne la astucia y la fuerza. La suya no es la penosa astucia que basta para eludir una persecución o para obtener comida, sino la astucia que dispone la fuerza para grandes empresas. Por donde pasa este animal queda una amplia huella. Además, tiene un buen carácter, sabe entender una broma. Es un buen amigo, pero también es un buen enemigo. Es muy grande y muy pesado, y, sin embargo, es muy rápido. Su trompa lleva a ese cuerpo enorme los alimentos más pequeños, hasta nueces. Sus orejas son adaptables: sólo oye lo que quiere oír. Alcanza también una edad muy avanzada. Es sociable, y no sólo con los elefantes. En todas partes se le ama y se le teme. Una cierta comicidad hace que hasta se le adore. Tiene una piel muy gruesa; contra ella se quiebra cualquier cuchillo, pero su natural es tierno. Puede ponerse triste. Puede ponerse iracundo. Le gusta bailar. Muere en la espesura. Ama a los niños y a otros animalitos pequeños. Es gris y sólo llama la atención por su masa. No es comestible. Es buen trabajador. Le gusta beber y se pone alegre. Hace algo por el arte: proporciona el marfil.
AMORES ENTRE GUARDIAN Y CASUARINA
Ana María Shua
Argentina (1951)
Plaza pública. Guardián enamorado de casuarina (secretamente, incluso para sí mismo). Recorte del presupuesto municipal. Guardián trasladado a tareas de oficina. Casuarina languidece. Guardián languidece. Patéticos encuentros nocturnos. Con el correr de los días, casuarina transformada en palo borracho. Murmuraciones en el barrio. Una noche, trágico parto prematuro: vástago discretamente enterrado. Previsible crecimiento in situ de una planta desclasada y rebelde que se niega a permanecer atada a sus raíces pero tampoco quiere estudiar y bebe desordenadamente cerveza sentada en el cordón de la vereda.
REFLEXIONES SOBRE EL CUERPO HUMANO
César Bruto
Argentina (1905-1984)
Las partes más famosas del cuerpo humano han sido: el talón de Aquiles, la nariz de Cleopatra, las piernas de la Mistinguette, la palma de Mallorca, el pie de Atleta, la mano de Bleque, el ojo del Amo, la cara de Piedra, el pelo de Santo, la garganta del Diablo, el ojo de la Tormenta, la nuez de Adán, el codo de Dorrego, las "cadeiras" de Sofía y el culo del Mundo.
El abdomen es la parte situada entre el tórax y la pelvis, de gran utilidad para guardar un montón de órganos que no podrían estar en otro sitio. De la parte de afuera, lo más interesante que tiene el abdomen es el ombligo, que lleva siempre una persona alrededor. Eso sin despreciar los ya mencionados tórax y la simpática pelvis, sobre todo cuando la vemos en determinados cuerpos femeninos. Hemos avanzado mucho en esta materia y dentro de poco estaremos en condiciones de obtener la estructura genética de una buena persona. Todavía no se sabe seguro cuando ocurrirá, pero será sin duda antes que hayamos definido qué es una buena persona. No sólo la ingeniería genética ha progresado. También los trasplantes, aunque los especialistas aún no han sido capaces de hacer de tripas corazón. Los cardíacos no son gente de buen corazón y éste es un órgano que cuando suena, para toda la orquesta. Observemos que el corazón trabaja mientras la vesícula se la pasa haciendo cálculos. Pero no se preocupen por el corazón, les va a durar toda la vida. Sabemos que el hombre que tiene corazón de oro, músculos de acero, voluntad de hierro y pies de plomo, puede especializarse en mineralogía, y al de cabeza de chorlito, cara de perro, vista de lince y estómago de avestruz, le va a resultar conveniente dedicarse a la zoología. No es fácil saber mucho sobre medicina, mas considerando la cantidad de órganos que hay, pero nos consta que el que pierde el ojo derecho tiene la mirada siniestra, que los especialistas en enfermedades nerviosas no tienen pacientes, que los dermatólogos van derecho al grano y que si el cerebro fuera tan simple para comprenderlo, nosotros seríamos tan simples que no lo podríamos comprender.
Sin embargo, los no iniciados en el arte de Hipócrates, algo hemos avanzado. No ignoramos que una hemiplejia es grave según del lado que se la mire, que el lugar más seguro para encontrar una mano que nos ayude, es en el extremo de uno de nuestros brazos. Siempre nos quedan algunas dudas, por ejemplo: ¿Cómo harán los médicos chinos para diagnosticar la ictericia? ¿Cómo se presenta la palidez en los enfermos africanos? En los últimos tiempos hemos aprendido varias cosas: las várices son venas que se quieren hacer ver, que la vejez es mejor que estar muerto -en algunos casos-, y que la definición de enfermo terminal puede provenir de terminar mal. Además un descubrimiento trascendente: todo aquello que el médico no consigue curar se llama virus, que viene a ser el hijo del matrimonio formado por un microbio y la nada. En definitiva la vida es dura y no dura. Viene a ser una sucesión de agujeros. El último con tapa.
EL MISOGINO
Max Jacob
Francia (1876-1944)
- ¿No me reconoces? Soy aquella a la que amaste tanto -decía la mendiga.
Me compadeci de la infortunada, la vestí, le di de comer. ¡Ah! con cuánta autoridad dominaba al día siguiente a los de casa; vigilaba mis lecturas, se quejaba del olor del tabaco. Un dia, expulsó a mi legítima esposa.
- ¿No me reconoces? Soy tu esposa legítima...
- ¡Ah, no, una vez es suficiente!
EL HIJO DE PERRA
Erskine Caldwell
Estados Unidos (1903-1987)
Trabajé durante toda la semana en la construcción de una presa en el río y la noche del sábado fui a la ciudad con uno de los obreros. Con el dinero que había ganado durante la semana, jugamos a los dados en un garito y bebimos whiskey. El domingo por la noche compramos varias botellas de whiskey y contratamos a dos mujeres para que pasaran la noche con nosotros. Cuando me levanté a las cinco de la mañana del día siguiente para ir a trabajar, desperté a mi compañero y le dije que se vistiera. Se levantó, se miró durante un rato en el espejo y se bebió otro trago de la botella. Le dije que se diera prisa, y me contestó que Dios le había estado pellizcando en los talones desde que tenía diez años, y luego cogió su pistola y gritó:
- ¡Mira hacia otra parte! ¡Voy a matar a un hijo de perra!
La bala le penetró en su cabeza. En pocos segundos rodó por la cama y cayó al suelo, donde, en medio de un gran charco de sangre, quedó como un guiñapo. La mujer que había dormido en su cama, se incorporó y dijo:
- Otro pobre loco víctima de la melancolía de las mañanas del lunes.
LA CLEPTOMANA
Ramon Gómez de la Serna
España (1888-1963)
Era poderosa y aristocrática, pero tenía la obsesión de las cucharillas. Es esa una cleptomanía corriente, sobre todo en los palacios reales, y por eso hubo reyes que cambiaron las de oro por otras de similor, para evitar que se llevasen costoso "recuerdo de S.M.". Poseía cucharillas de los mejores hoteles del mundo, de las casas más nobles -con el escudo en el agarradero-, y hasta algunas arrancadas a las colecciones napoleónicas. Un día, sin poder resistir mi curiosidad, le pregunté que se proponía almacenando tantas cucharillas. Entonces la cleptómana me dijo en voz baja:
- Vengarme del mundo... Dejarlo sin una cucharilla... Que muevan el cafe con tenedor.
WERNER
Leo Masliah
Uruguay (1954)
Werner era ignorante, inmoral, morboso, sórdido, mentiroso, feo, malpensado, sucio, execrable, pervertido, impuntual, lujurioso, porfiado, haragán, egoísta, académico, desordenado, inhábil, detestable, mezquino, huraño, holgazán, intrigante, creído, lascivo, desatento, inmundo, culturoso, avaro, soberbio, presuntuoso, insensato, trasnochador, malviviente, vanidoso, antipático, demasiado pagado de sí mismo, torpe, desconfiado, tramposo, estafador, avieso, desabrido, irascible, fatuo, obstinado, vicioso, displicente, mugriento, abstruso, depravado, cruel, chismoso, grosero, despiadado, soez, intrigante, presumido, testarudo, perverso, descarado, tacaño, glotón, vago, informal, quisquilloso, intratable, engreído, malicioso, suspicaz, malcriado, necio, entrometido, jactancioso, fullero, senil, descortés, atolondrado, fanfarrón, insufrible, terco, desleal, inmaduro, ruin, maleducado, simplón, incapaz, desvergonzado, pérfido, fluctuante, cargoso, lerdo, rústico, descocado, receloso, esquivo, hostil, atropellado, enredador, infame, adulador y malhablado. Es una suerte, hija, que no te hayas casado con él.
DRACULA Y LOS NIÑOS
Juan José Millás
España (1946)
Estaba firmando ejemplares de mi última novela en unos grandes almacenes, cuando llegó una señora con un niño en la mano derecha y mi libro en la izquierda. Me pidió que se lo dedicara mientras el niño lloraba a voz en grito.
- ¿Qué le pasa? -pregunté.
- Nada, que quería que le comprara un libro de Drácula y le he dicho que es pequeño para leer esas cosas.
El niño cesó de llorar unos segundos para gritar al universo que no era pequeño y que le gustaba Drácula. Tendría seis ó siete años, calculo yo, y al abrir la boca dejaba ver unos colmillos inquietantes, aunque todavía eran los de leche. Yo estaba un poco confuso. Pensé que a un niño que defendía su derecho a leer con tal ímpetu no se le podía negar un libro, aunque fuera de Drácula. De modo que insinué tímidamente a la madre que se lo comprara.
- Su hijo tiene una vocación lectora impresionante. Conviene cultivarla.
- Mi hijo lo que tiene es un ramalazo psicópata que, como no se lo quitemos a tiempo, puede ser un desastre.
Me irritó que confundiera a Drácula con un psicópata y me dije que hasta ahí habíamos llegado.
- Pues si usted no le compra el libro de Drácula al niño, yo no le firmo mi novela -afirmé.
- ¿Cómo que no me firma su novela? Ahora mismo voy a buscar al encargado.
Al poco volvió la señora con el encargado que me rogó que firmara el libro, pues para eso estaba allí, para firmar libros, dijo. El niño había dejado de llorar y nos miraba a su madre y a mí sin saber por quién tomar partido. La gente, al oler la sangre, se había arremolinado junto a la mesa. No quería escándalos, de modo que cogí la novela y puse: "A la idiota de Asunción (así se llamaba), con el afecto de Drácula". La mujer leyó la dedicatoria, arrancó la página, la tiró al suelo y se fue. Cuando salían, el pequeño volvió la cabeza y me guiñó un ojo de un modo extremadamente raro. Llevo varios días soñando con él. Quizá llevaba razón su madre.