Cuando iba al colegio alemán y me mandaban a escribir sobre un tema hacía un poema en alemán. Mis primeros poemas fueron en alemán. Cuando los llevaba, los profesores decían que no podían ser míos. Tuvo que ir mi padre poco menos que a jurar que los poemas en alemán los escribía yo. Tendría ocho años, más o menos.
No tenía ni noción de ser escritor todavía.
Sí, tenía. Creo que desde que nací sabía que iba a ser poeta. Siempre tuve esa obsesión. Yo estuve hasta los dos años en Paso de los Toros, después mi padre -que era químico farmacéutico- compró una farmacia en Tacuarembó, que es la capital del departamento, y ahí lo estafaron. Y a mis cuatro años nos vinimos para Montevideo. Mi padre me mandó al colegio alemán porque era químico, admiraba mucho a los alemanes en la química. Pero una día llego a casa y le digo: vino un profesor y dice que a partir de mañana cuando entra un profesor tenemos que hacer el saludo nazi. Y me sacó.
¿Y el primer Bennedetti que pisó Uruguay?
Brenno Benedetti. Lo trajo Francisco Piria, el pionero de Piriápolis. Mi abuelo era nacido en Foligno, en el centro de Italia. Era químico, astrónomo y enólogo. Piria supo de él y lo trajo engañado. Ni le pagó lo que le había prometido. Y mi abuelo dijo: "Bueno, mire, yo así no me quedo, me voy para Montevideo". "¿Y en qué se va a ir?". "Y, en el vapor", dijo mi abuelo. "El vapor es mío -dijo Piria- y yo no le vendo el pasaje". Y mi abuelo se vino a pie desde Piriápolis a Montevideo. ¡Cien kilómetros a pie! Sabía de todo. Mi abuelo era un sabio.
¿Hubo un momento clave en su decisión de ser escritor?
Sí. Yo estaba trabajando en Buenos Aires, por el año '38, más o menos. Mi patrón no respetaba ni mis feriados de los domingos. Me venía a buscar para que entretuviera al hijo. Y a mí me reventaba eso. Entonces, yo tempranito, a las 7 de la mañana, me iba a la Plaza San Martín y ahí compré una vez un libro de Baldomero Fernández Moreno. Y me lo leí todo en la Plaza. Y dije: "Yo tengo que ser poeta". Yo sabía que mi vocación desde niño era la poesía, pero otros poetas que yo había leído me resultaban un poco difíciles para que el lector los captara. Casi todos los poetas que escribían en esa época en Uruguay y en la Argentina eran muy herméticos. Y me encuentro con este poeta, que era un poeta sencillo, al que se le entendía perfectamente. Y digo: "Tengo que escribir como escribe este tipo, sencillo". Fue el primer poeta que me influyó. Después, fui muy lector de Antonio Machado, de César Vallejo, de Neruda. Pero me gustaba más Vallejo. Me llegó más desde el punto de vista humano.
Usted forma parte de lo que se llamó la "Generación Crítica".
O generación del '45. Sí, que ya quedamos pocos sobrevivientes.
¿Qué salieron a discutir?
No la estética, la política. Nos oponíamos a los gobiernos colorados o blancos. Ahora el Frente Amplio cumplió treinta y tres años, pero estuvimos un poco en los prolegómenos que llevaron a la creación del Frente Amplio. Sería un antecedente intelectual. Fundamos la revista "Número". Había dos revistas literarias en ese momento: "Número" y "Asir". "Asir" decía caracterizarse porque se ocupaba, sobre todo, del campo uruguayo, de la cosa gauchesca y a nosotros nos acusaban de "extranjeristas" porque traducíamos a Kafka, a Joyce. Pero después cuando llegó la Revolución cubana, nosotros, salvo Emir Rodríguez Monegal, adherimos y los de "Asir" estuvieron casi todos en contra. Actualmente de esa generación del '45, los de "Asir" murieron casi todos. Y del grupo nuestro queda Idea Vilariño, que nació en el '20, como yo.
En sus sus primeras reflexiones sobre la literatura, usted daba cuenta de la lectura de Henry James, de Kafka, de Proust.
De Virginia Woolf, de Hemingway. Tengo un largo ensayo sobre Proust.
Habiendo pasado por narradores que cambian lenguajes y estructuras, hace una opción llana, comunicativa. ¿Es consciente de eso en algún momento?
Sí. Ahí está la influencia de Fernández Moreno y también me influenciaban Chejov, Maupassant, Quiroga. Yo gozaba de ciertos poetas difíciles, incluso traduje a varios de ellos. Pero no me sentía escribiendo en ese tono. Nunca pensé escribir una literatura complicada, aunque la pudiera disfrutar. Uno hace lo que le sale. Y lo que me salía a mí -como poeta sobre todo- era una cosa más sencilla. Y en la prosa también. Me costó mucho comprender por qué "La tregua" se difundía tanto. Llegué a la conclusión de que es por que aborda un ambiente de clase media. Y la clase media existe en todas partes, bajo dictadura, bajo democracia, bajo gobiernos religiosos. Su éxito se debe a eso.
La clase media es también protagonista de sus dos primeros éxitos: "Poemas de la oficina" y "Montevideanos".
"Poemas de la oficina" fue el primer libro mío que tuvo lectores. Fue mi octavo libro. Antes había editado siete libros pagados por mí. El primer editor que tuve fue un español -catalán creo que era- que se llamaba Benito Milla, que por asuntos de la guerra española se exilió. Se exilió en Montevideo y se le ocurrió poner una editorial. Y él fue mi primer editor y yo fui su primer autor. Benito Milla, de Editorial Alfa.
Con esa saga -"Montevideanos", "Poemas de la oficina", "La tregua"- hace foco en el burócrata de clase media. ¿Qué vio en ese personaje que terminó representando a tanta gente?
"La tregua" está basada en un personaje de oficina. El protagonista era mi jefe. Yo entré en la contaduría de lo de Piria, los que habían traído a mi abuelo, como un simple pinche de oficina, después fui oficial de contaduría y después fui jefe. Pero antes de ser jefe, estaba de jefe un señor que era muy serio, muy triste, medio hosco siempre. Y un día lo noté que de repente estaba alegre, animado, y le digo: "Don Diego, qué pasa que ahora ha cambiado tanto". "Vamos a tomar un café", me dice. "Es que estoy enamorado, pero con problemas: la muchacha de la que estoy enamorado tiene la mitad de años que yo". Ese fue el origen de "La tregua". Me contó que en un café se le había declarado a la muchacha, y resulta que él se murió antes que ella aunque en la novela, ella se muere antes que él.
¿Nunca siente la tentación de experimentar?
Siempre había alguna cosa experimental. Mismo la primera novela mía, "Quién de nosotros", es un principio de experimentación. Yo me acuerdo que no nos conocíamos con Cortázar y yo, cuando salió el libro, le mandé uno porque lo admiraba. Y Cortázar me contestó: "Estoy como maldiciéndote porque yo estoy escribiendo una novela con el mismo tema. Y no sé si la seguiré porque va a parecer que es un plagio de la tuya. Me ganaste de mano". Ese fue mi primer contacto con Julio. Nos hicimos muy amigos. Incluso cuando yo vivía en París y él también, éramos casi vecinos. Cortázar fue un tipo formidable y ahora me da bronca tanto homenaje cuando en el '83 el gobierno de Alfonsín ni lo recibió.
Usted tiene una relación con Buenos Aires que comienza cuando va a trabajar de chico. Y tiene una etapa muy fuerte que es la del exilio.
Ahí yo fui a Buenos Aires en los primeros '70, pero ya como exiliado. Tenía un llavero, que le llamábamos el llavero mágico, con las llaves de las casas de varios amigos, que podía entrar en cualquier momento del día o de la noche si me sentía perseguido, y fui varias veces. Entre ellas -en aquella época estaban juntos-, a lo de Favero y Nacha Guevara. Dos veces me metí en la casa, de noche, porque yo la pasé mal en Buenos Aires. Me tuve que ir.
Usted vive en la calle que tiene el nombre de alguien que mataron en Buenos Aires, su compatriota Zelmar Michelini.
Fui muy amigo de Zelmar. Cuando yo estuve en esa segunda época en Buenos Aires nos veíamos, por lo menos, tres veces por semana. Yo estaba en La Habana cuando lo mataron y escuchando un día por radio la audición de la BBC de Londres, ahí supe la noticia; fue como si hubieran matado a un hermano.
El impacto de la Revolución Cubana en su generación ha sido fortísimo. Visto en perspectiva hoy, ¿qué significó y qué significa ahora que está tan sola?
Para nosotros significó mucho. Aún reconociendo los defectos. Yo siempre estuve en contra de la pena de muerte y se lo dije personalmente a Fidel. Yo, en otro tiempo a Fidel le digo: "¿Por qué no quitan la pena de muerte? Si ustedes quitan la pena de muerte, lo dejan a los Estados Unidos solo en toda América con la pena de muerte". Pero no lo convencí.
¿Cómo ve esa generación que ha perdido tanto a la luz de los que fueron sus ambiciones políticas, habiendo sido usted de algún modo uno de los formadores de esa generación?
Evidentemente fue una derrota. Fue una derrota. Una revolución que fue derrotada. Quien niegue eso hoy es un estúpido. La derrota también incluye enseñanzas. Yo no estaba de acuerdo con la lucha armada. Y en el movimiento ese en el que yo fui dirigente -el Movimiento 26 de Marzo- siempre me opuse a que tomaran las armas. Me parecía que era un destino que llevaba a la derrota. Siempre se los dije. Pero no me llevaron el apunte. Muy pocas veces me llevaron el apunte en temas políticos.
Sin embargo "El cumpleaños de Juan Angel" se lo puede leer como una novela poética que aprueba el uso de las armas.
No, porque está tomado como tema. No es un manifiesto de Mario Benedetti. Es un manifiesto de Juan Angel. Es Juan Angel. En todas las novelas que he escrito es muy raro que el protagonista sea yo. Son personajes inventados. A mí me pareció que lo de la fuga esa era un tema literario.
Este lugar que tiene en la Argentina y en el Uruguay, de ser un escritor con lectores, con un fuerte vínculo con el lector y al mismo tiempo con objeciones o indiferencia de parte de la crítica, ¿le genera resentimiento?
Me parece que si no les gusta lo que escribo tienen todo el derecho de decirlo. Pero a veces, por ejemplo, me criticaban lo literario por razones políticas. Hay un escritor argentino, Elvio Gandolfo, que ha hecho un manifiesto terrible, con muy mala leche. Otros dijeron que no les gustaba lo que yo escribía, y tenían todo el derecho. Yo también, como crítico, muchas veces escribí notas negativas sobre algún escritor.
Puesto nuevamente ante la opción de ser un escritor con muchos lectores y un escritor desestimado por la crítica, ¿volvería a hacer la misma apuesta literaria hoy?
Hoy la crítica me trata mejor. Incluso Elvio Gandolfo, cuando me dieron el Premio Reina Sofía de Poesía, que es el premio más importante de poesía en España, en un reportaje dijo que posiblemente se había equivocado en su juicio. Hoy la crítica me trata mejor. Sobre todo en España. Pero repetiría la opción, sí.
En un reportaje que le hace Rufinelli para "Cuadernos Crisis", habla que sobre usted opera una especie de contradicción entre literatura y presión de la vida. Como si la presión de la vida lo hubiera marcado más que la presión de la escritura.
Claro que sí. Yo creo que no sólo en mi caso, en muchos casos de escritores latinoamericanos. Es muy estúpido un escritor que diga que nunca tuvo influencias; todos tuvimos influencias en nuestras primeras etapas. Y después empezó la influencia de la realidad. La realidad fue tan conmovedora que no hubo más remedio que atenderla y penetró en nuestros libros. En los poemas, en los cuentos, en las novelas, en los ensayos, en el periodismo.
Pasó por todos los géneros, cuento, novela, poesía, ensayo...
Teatro también. Malo.
¿Qué género prefiere?
La poesía. Ahora me gustaría escribir una novela u otro libro de cuentos. Pero los temas que me vienen son todos de poesía. No sé si escribiría otro libro de prosa. A lo mejor "El porvenir de mi pasado" es mi último libro de prosa. Pero los temas que me vienen ahora son de poesía.
Hay quienes dicen que usted es un escritor no sólo de lectores, sino de no lectores. ¿Es así?
Creo que sí, que es cierto.
¿Cómo lo toma?
Me parece bien conseguir atraer con algún poema a un nuevo lector. Le voy a contar dos cosas que me pasaron en Guadalajara. Estábamos con Daniel Viglietti y habíamos dado recitales, esos que hacemos a dos voces; después nos retiramos a una habitación y ahí venía la gente para que le firmáramos autógrafos. Había un muchacho que se quedó recostado en la pared hasta que se fue todo el mundo. Y le pregunto: "¿Le firmo algo?". "No -me dice- yo no vine para que me firme nada, le quiero contar algo: yo estaba muy desgraciado, me había ido muy mal en el amor, en lo económico, en el trabajo, en la familia, y decidí suicidarme. Y escribí todas las cartas a mis amigos y a mi familia explicando por qué me suicidaba. Y dos días antes -yo había decidido suicidarme un martes- el domingo, salí a comer un sándwich y me encontré con un amigo y me dice qué te pasa qué tenés esa cara de desánimo. Le dije: ando con muchos problemas. Entonces este amigo abrió el portafolios y sacó 'Inventario' y me lo dio. Leé este libro. Yo me iba a suicidar el martes y el domingo vi el libro sobre la mesa y lo empecé a hojear y me lo leí todo y no me suicidé. Ese libro me dio valor de vivir". Ahí mismo, en esa estada, estaba firmando ejemplares en una librería y se acercaron un hombre y una mujer cuarentones y uno me dice: "Nosotros fuimos pareja, estuvimos casados. Le queríamos contar que nos conocimos leyendo 'Inventario'. Después la cosa no marchó bien y nos divorciamos. Pero tenemos una buena relación y quisimos venir para saludarlo y para contarle eso, que si nos habíamos casado había sido por leer su libro". Y el último día vienen de nuevo estos dos. "Queríamos continuar un poco la historia. Porque volvimos a leer 'Inventario' y nos vamos a casar de nuevo". Esas son historias de no lectores quizás.
Si hoy tuviera que hacer un balance de su obra, ¿cuáles son los puntos más altos?
Yo creo que la mejor novela que he escrito no es "La tregua" sino "La borra de café". Una novela donde hay más cosa autobiográfica.
¿Y en poesía?
No sé. "El cumpleaños de Juan Angel" es un libro que quiero mucho. Pero el poema "A la izquierda del roble" hay gente que lo sabe de memoria. Yo iba mucho ahí, al parque este. Y un día vi una pareja y me inspiró a hacer ese poema.
¿Qué cree que le da usted a los lectores?
Pienso que uno le da sentimientos y que se anudan con sentimientos propios de ese lector. Pienso que es por eso cierta vinculación con ciertos lectores. Con otros, no. Otros simplemente se acercan porque les gusta el poema desde el punto de vista literario. Pero yo creo que en mi caso el sentimiento tiene mucho que ver, porque tiene que ver conmigo cuando escribo. Cuando escribo un poema, generalmente pongo mucho sentimiento en el cuerpo. No sólo en los poemas de amor. En otros poemas, los que tienen que ver con mi país. Los que tiene que ver con estos tiempos tan complicados que estamos viviendo.
¿Qué está significando la vejez para usted?
Significa ser consciente de que la vida se termina.
¿Tiene una conciencia trágica de la finitud?
El problema es que yo soy ateo. La visión que un ateo tiene de la muerte no es muy esperanzada. Un sabe que es el final.
¿Qué le gustaría que se diga de usted?
Yo qué sé.
¿Nunca lo pensó?
Yo espero que se me siga leyendo. No todo lo que he escrito, que son ochenta y tantos libros, pero por lo menos algunos poemas, algunos cuentos. Sería una forma de existir. Sería una batalla contra la fatalidad de la muerte.
¿Le genera expectativas un posible triunfo del Frente Amplio en Uruguay?
Lo veo ahora bastante probable. Pero gobernar, después, va a ser difícil. El país está muy destruido. Una de las cosas que noté después de once o doce años de ausencia es cómo no hay el mismo sentido de solidaridad que había antes en la gente. La dictadura sembró egoísmo y esto se nota.
¿Qué significa dar a conocer un tercer "Inventario"?
Inventario tiene dos acepciones: una que es como una nómina de cosas, pero también viene de inventar, es una palabra rica en significados.
En uno de sus poemas se lee: "Lo oscuro venidero me persigue con su propuesta de cenizas". Es una visión desencantada del final.
Yo sí. Por un lado está la preocupación y el miedo, puede ser, por la muerte personal; pero tengo otra preocupación: temo que la humanidad se suicide.
Usted dice: "El mundo desafina con el hombre, trabaja sin cesar por su suicidio". ¿En qué lo ve?
En todo lo que está pasando. Por ejemplo en la guerra contra Irak. En que la mayor potencia militar del mundo se embarque en una cosa tan injusta, tan basada en mentiras. Las armas que decían que estaban, no estaban. Y además que otros países como Inglaterra y la propia España salgan a apoyar semejante genocidio. Todo esta cosa de la globalización, me parece que es una forma de suicidio. Yo creo que el imperialismo, sobre todo en este tiempo último, es una calamidad. La única esperanza que tengo es que el imperialismo se destruya, que los propios norteamericanos lo destruyan. Y creo que el hecho de que cuando hay elecciones en los Estados Unidos el partido mayoritario es el de la abstención, significa que hay una mayoría de norteamericanos que no están de acuerdo con el camino que han seguido estos gobiernos. Mi esperanza es esa, en los propios norteamericanos. Otro país no tiene suficiente poder bélico para derrotar a los Estados Unidos e inaugurar un mundo nuevo. Sólo los propios norteamericanos lo pueden derrotar y ojalá que lo derroten.
¿Le gustaría conocer el siglo XXI en su totalidad, o piensa que va a ser mejor no verlo?
Quién sabe si el siglo XXI vaya a existir en su totalidad.