Lo que usted dice puede ser cierto, aunque esto no me preocupa. También la poesía, como la moda, pasa. Mi obra poética está hecha al desgaire, como por añadidura, mientras me ocupaba de otras tareas que, como la crítica de arte, yo tomaba más en serio pues de eso vivía. De todos modos, si fui leído en algún momento en Buenos Aires, como usted dice, créame que lo tomo como un signo alentador. Sin embargo, la observación suya, permítame decir, me remite a dos cosas principales: en primer lugar al hecho de que la obra de los poetas circula ahora más a través de internet, páginas webs y correo electrónico, que a través de publicaciones impresas, libros y revistas. Estos medios han ido progresivamente cediendo espacio a la comunicación electrónica, más inmediata, accesible y barata. En segundo lugar, me explico lo que usted observa respecto de mi obra por la incomunicación en que los países latinoamericanos han vivido y en especial en las últimas décadas, cuando se incrementaron increíblemente el costo de los boletos aéreos, el correo postal, el precio de las ediciones, el desempleo y, en fin, tantas cosas. El envío de un libro desde mi patria costaba más de lo que se paga por él en librería (ahora va a implementarse un sistema de franquicia para la literatura creativa). Ya no resultaba tan fácil publicar un libro en otro país cuando en el país mismo de origen hacerlo era una hazaña. Por otra parte, hemos vuelto a un nacionalismo recalcitrante que sigue impidiendo que nos interesemos por las novedades literarias producidas en las naciones vecinas. Usted sabe que en la década de los '90 se pusieron de moda los festivales de poesía oral, lo cual contribuyó mucho a que la obra de uno fuera leída, interesara y se publicara en otras regiones, y a la inversa. Yo mismo fui favorecido por esta apertura comunicacional que fue flor de un día. Hemos vuelto a pertrecharnos en nuestras fronteras. En Argentina, para dar un ejemplo, no circula la obra de los poetas venezolanos, salvo cuando son publicados en editoriales transnacionales, pero ya usted debe saber, para citarle un solo caso, que la editorial Norma, de Colombia, acaba de cerrar su colección de poesía internacional, alegando que la lírica no vende. Las ediciones poéticas de hoy día alcanzan a cincuenta y cien ejemplares y son los autores mismos los que, raspando sus ollas, sufragan los costos y corren con el muerto. No hay en muchos de nuestros países editoriales del Estado como la venezolana Monte Avila Editores, la cual se da el lujo de lanzar a los poetas más conocidos de nuestro país en ediciones de treinta y cinco mil ejemplares. Monte Avila se ha ocupado de difundir la literatura venezolana a la par de la extranjera. Y ha provisto al escritor venezolano de un cierto cosmopolitismo que falta en otra partes y que haría bien que lo tuvieran. Ahora voy a referirle lo siguiente: en nuestro país se ha editado a más de una veintena de poetas argentinos, por uno o ninguno de Venezuela publicado en Argentina durante un lapso de más o menos veinte años.
En algunos medios, claramente opositores, a usted se lo llama "poeta chavista" y se lo menciona como uno de los pocos intelectuales que apoyan el cambio político de Chávez. Más allá de esa cortina de desprestigio, ¿qué pasa con la intelectualidad en su país? ¿Cuál es su compromiso?
En los diarios venezolanos puede leer usted cualquier disparate con tal que sea siempre para desprestigiar al gobierno de Chávez. Pero si le dijera que en este momento son más, numéricamente hablando, los que apoyan los cambios que se están efectuando en el país que los que los adversan, usted no lo creería porque usted sabe que varios medios de su país difunden haciéndose eco interesado de lo que dicen los medios venezolanos que, como se sabe, apoyaron irrestricta y mayoritariamente el golpe de Estado de 2002. En todo caso, decir que la revolución venezolana no cuenta con el apoyo de intelectuales es una matriz de opinión con la que se busca, internacionalmente, golpear al proceso por uno de sus flancos donde es más vulnerable: el ideológico. Precisamente aquel que el gobierno está más interesado en fortalecer y que de hecho se está robusteciendo. Lo cierto es que hubo un momento en que la intelectualidad de derecha, y otra que se dice de izquierda pero que igualmente mira hacia el imperio, se mostró muy activa en las movilizaciones y marchas que precedieron al golpe de Estado. Entre esta ralea intelectual hubo escritores y artistas plásticos consagrados, ganadores de premios nacionales, cuyos nombres aparecían en los manifiestos contra el gobierno y en apoyo a la élite patronal que convocó al paro petrolero de 2002. Esto hizo creer a la opinión pública, dado el prestigio que tenían los nombres que encabezaban los manifiestos, que era una masa intelectual importante cuando en verdad se trataba de una gran mayoría de funcionarios reclutados de la empresa privada y de la administración pública, amén de muchos artistas plásticos frustrados en su sueño de instalarse cuanto antes en Miami y sin meter, por supuesto al contingente representado por una clase media de comportamiento fascistoide, embriagada de cacerolazos e idiotizada por el mensaje manipulador de los grandes medios de comunicación, prensa escrita y TV.
De acuerdo con lo que acaba de decir, ¿cómo se presenta la actual situación de Venezuela en el marco de los dos bloques en que pareciera dividida la cultura venezolana?
No voy a referirme a los cambios que están ocurriendo en la Venezuela de hoy. Hay muchísima información en publicaciones y páginas webs, a partir del momento en que el país se convirtiera, con el gobierno de Hugo Chávez, en referencia obligada del universo político de Latinoamérica. Sólo quiero agregar que estos cambios han sido muy positivos y están modificando la conducta, la idiosincrasia y el modo de pensar de los venezolanos, favoreciendo la autoestima y en consecuencia la participación y el protagonismo del común de la gente, en todas las regiones del país. Estos cambios no cesan y ocurren vertiginosamente. Venezuela es hoy una especie de gran crisol político, un laboratorio. Una nación que se está transformando rápidamente, al punto de que ha hecho creer que el modelo socialista proclamado hace poco en una de sus intervenciones por Chávez puede pasar en poco tiempo de la utopía a una realidad concreta, convirtiéndose en modelo a seguir para otros pueblos de América Latina. El carácter radical de los cambios que están ocurriendo ha incidido por supuesto en el mundo intelectual y en la escena cultural. Se manifiestan con igual acritud, saña y radicalismo, en el campo del arte y la literatura, de forma que han conducido a la división del país, también en la cultura, en dos bloques intransigentes: los que apoyamos el proceso y nos sentimos de algún modo identificados e integrados a él , y los que defienden el proyecto cultural de los gobiernos anteriores, proyecto (si es que se puede hablar de tal) caracterizado por una concepción selectiva y elitista de la cultura.
Intelectuales de derecha...
No quiero afirmar que los que adversan a la revolución de Chávez son intelectuales de derecha, puesto que algunos de ellos militaron hasta hace poco en partidos de izquierda, y aún se dicen izquierdistas que "disienten por principios del tirano". Pero es significativo que el rechazo, solapado o manifiesto de esta intelectualidad de derecha a las políticas de Chávez, tildadas de populistas, se produzca acompañado por el mayor desprecio y burla a las medidas populares emprendidas por el Estado, como son las misiones sociales y, en materia literaria, las múltiples redes de apoyo a la lectura y la puesta en práctica de planes editoriales masivos que favorecen a gran número de personas que anteriormente no tenían acceso a medio alguno de publicación. En la educación está ocurriendo algo similar con las misiones creadas para enseñar a leer o a formar profesionales, por una vía alterna al cerrado y autonómico sistema universitario. Entretanto, el conflicto político contribuye a deslindar el campo intelectual de izquierda del de la derecha, aunque se están produciendo acercamientos de los dos bloques, aproximaciones generadas por el hecho de que ya se puede hacer una lectura más comprensiva y menos mediatizada -en el peor de los sentidos- de las políticas del Estado, justo a tiempo que, aupada por el clima de paz y las libertades existentes, surge una nueva intelectualidad de izquierda formada al calor de las misiones y de los módulos de facilitación de la lectura y de estímulo a la escritura creativa que se han extendido como un rizoma por todo el país, originando una fiebre de saber y de expresarse. Más tarde que nunca, si el proceso no es interrumpido por la intervención extranjera, porque la oposición trata empecinadamente de crear las condiciones de desestabilización que justifiquen una invasión de los marines, o por el magnicidio, podríamos llegar a tener en poco tiempo un país politizado y civilizado en el mejor sentido de la palabra, un país como el que, sin ninguna probabilidad de éxito, soñábamos desde la clandestinidad, en los tiempos de "El techo de la ballena" y de la guerrilla urbana.
¿Cree que esa transformación de fondo, esa ruptura definitiva con el modelo neoliberal, la tienen en mente los gobiernos de Kirchner, Lula y Tabaré?
No hay que llamarse a engaño creyendo que pueden producirse transformaciones sociopolíticas de fondo, por más que afecten la estructura profunda del país, sin antes cambiar el modelo neoliberal imperante en nuestras economías. Eso se lo diría cualquier estudiante de Economía y es lo que explica la alineación de Chávez dentro de lo que él ha llamado el socialismo venezolano del siglo XXI, decisión tomada acelerada y justamente cuando ya se habían adoptado en Venezuela políticas de cambio muy exitosas que apuntaban en los últimos seis años, de hecho, hacia el socialismo. O si usted quiere, hacia un capitalismo de Estado. Sin esta decisión de Chávez, por la cual el país entra en nueva etapa histórica, la revolución bolivariana peligraría. La transformación ocurrida en Venezuela ha sido vertiginosa si la comparamos con los cambios, más lentos y superficiales, que están sucediendo en países como Argentina y Brasil en donde no se ha producido y está lejos de producirse una ruptura con el modelo de economía neoliberal, una ruptura que lleve a sus gobiernos a desarrollar políticas y estrategias tan radicales y extremas como las que se han implementado en Venezuela. Pero también estamos conscientes de que el rumbo que tomarán esos países sureños dependerá del éxito que, a breve plazo, tenga el modelo socialista venezolano. Es indudable, y eso lo sabe Chávez, que la posición progresista que tienen actualmente los gobiernos de Brasil, Uruguay y Argentina fortalece enormemente y le sirve de escudo protector a la revolución bolivariana ante las amenazas del imperio, tal como se ha visto a propósito de las respuestas de Lula y Kirchner a los voceros de Bush cuando éstos los han emplazado a fijar en contra de Venezuela.
Pasando a la literatura, usted ha señalado alguna vez que los poetas que trabajan con el estilete del desenfado y "el aniquilamiento de la conformidad" vigilan al lenguaje. Desde esa óptica, ¿qué pasa en Venezuela?
No hay muchos poetas a quienes desvele constatar que más importante que el resultado es el proceso de escribir. Eso es lo que entiendo por "vigilancia del lenguaje", tal como usted lo sugiere. Es decir, la producción de un estado previo a la escritura del poema en el cual el lenguaje es obligado a examinarse a sí mismo, como una herramienta y durante el acto de escribir. No se trata de la vigilancia de la pureza del idioma ni del estilo o de las formas de los géneros literarios. Se trata más bien de un estar consciente de la operación de escribir en el momento mismo en que se escribe, lo cual nos vuelve más inconformes, más reflexivos que si sólo pensáramos en el resultado, haciendo del lenguaje un simple medio. En cuanto a valores que puedan asociarse a un nuevo modo de escribir que cuestione el facilismo, la repetición y el lugar común, de espaldas a toda intención renovadora, le diré que la poesía venezolana tiene una tradición contemporánea breve, que se inicia en la década de los '40 bajo la influencia de las vanguardias europeas y en particular del surrealismo, a través de un proceso de transculturación de valores y modelos que encontraron en los grupos "Sardio" y "El techo de la ballena", entre 1957 y 1961, el instrumento mismo para generar un movimiento renovador que llega hasta nuestros días. Quizás sea en el aspecto crítico y teórico donde es más fuerte la poesía venezolana contemporánea. En literatura somos pocos y el país es pequeño, estrecho para las mentes universales, y en donde los buenos poetas se cuentan con los dedos. No se da aquí tanta dificultad para escoger lo más representativo, como sí sucede en Argentina y en Perú, donde el cercado poético es abundante y enorme, pero entre nuestros poetas que manifiestan continuidad en su trabajo, poseedores de una obra madura que merece ser leída en otras partes el elemento predominante parece ser una cierta reflexión sobre el lenguaje que se da acompañada por la escritura y la crítica de la poesía, con muy diversos matices y registros de un poeta a otro, como podrían ser los que aportan Rafael Cadenas, Armando Rojas Guardia, Gustavo Pereira, Alfredo Silva Estrada, Guillermo Sucre y Francisco Pérez Perdomo, entre otros.
Ha dicho reiteradas veces que la principal influencia de su obra no ha sido la lectura de poetas, sino la realidad. Hoy, ¿de qué manera la nueva Venezuela influye en su trabajo, no sólo en sus textos, sino también en su obra plástica?
La idea no es mía. La tomé de Lichtenberg, quien decía que aprendemos más de la observación de las cosas que de la lectura de libros. Creo que lo decía pensando en la realidad como un todo que incluye a la lectura. Algo que sólo se puede afirmar cuando se ha vivido bastante y se está de regreso de los libros. Esto no quita que quien ha escrito bastante se resigna a desprenderse totalmente de ellos. Y menos que pueda negar cuánto debe a los libros. La lectura representa para el escritor el inicio de su carrera, especialmente cuando nos damos cuenta de que todo poeta comienza donde otro ha terminado. Lo que quiero decir es que, llegado a cierto momento de nuestras vidas, la observación de la realidad se hace una con la reflexión. También pienso que la observación de la realidad ofrece un nivel de lectura más profunda que la lectura de libros, pues mientras aquella nos permite tomar distancia de los objetos, la otra es más propensa a sumergirnos en la subjetividad y a que continuemos con el vicio de considerar el lenguaje como una extensión del yo. Después de todo resulta difícil saber qué es lo que uno toma de la realidad y qué toma de la lectura de otros poetas o en general de la literatura escrita u oral. Borges atribuye al plagio la mejor fuente de inspiración para el escritor, pero quizás no estaba diciendo nada original, pues Lautréamont, de quien no lo tomó Borges, decía que "el plagio es necesario, el progreso lo implica". Podríamos decir entonces que lo que en materia literaria se ofrece como novedad no pasa de ser un "collage" construido con los restos de lo que otros escribieron o dijeron.
Si no me equivoco, su último libro es "Protofixiones", una serie de cuentos breves que en Buenos Aires aún no se conoce. ¿A qué alude ese título?
En "Protofixiones" reúno textos que pertenecen a un género difícil de encasillar pues no son cuentos breves ni tampoco poemas. Fueron publicados en libros de poemas de donde están tomados y se caracterizan por no responder a una intención genérica definida: ni al relato tradicional ni al poema lírico. Surgieron a menudo de un esfuerzo automático en donde más que el argumento o el tema preconcebido lo que interesa es el giro inesperado y fantástico que adquiere el texto cuando se escribe con precipitación, dejando que el argumento se arme solo por un movimiento interno del lenguaje justamente en el proceso de escribir y como resultado de éste. Quizás sea éste el procedimiento más común que utilizan los autores de esa ficción breve que últimamente se ha puesto de moda en la literatura latinoamericana. Lo que pretendo decir es que hay una clase de ficción que no cabe meter en género alguno, ni en prosa ni en poesía.
Muchos señalan que el surrealismo como poética es cosa muerta y rechazan la imagen como estilete de la poesía. La considerada "nueva poesía" argentina, parece estar más atenta a relatar una anécdota que a saber observarla...
Mire, actualmente se efectúan muchos esfuerzos para tratar de restablecer la continuidad del surrealismo, el cual como usted sabe goza entre nosotros de una tradición importante a la cual, sin embargo, pocos críticos asignan valor actual, a despecho de ser muy rica. Pareciera que es algo que ocurrió en nuestra literatura y que dejó una marca profunda a la que siempre habrá que volver. Esta restauración del espíritu surrealista a través del surgimiento de grupos nuevos suele estar más motivada por el afán de estar informado que por hacer una literatura surrealista nueva, más por afán de conocimiento que por ímpetu creador. De hecho las condiciones de la literatura han cambiado y continuarán cambiando. Y en ese marco el surrealismo ya cumplió un rol histórico. Pocos de sus practicantes continúan productivos y fieles al paradigma surrealista. Pero, por favor, no digamos que es un movimiento muerto. La obra de sus creadores continúa viva, y quién sabe si por estos tiempos tan calamitosos el surrealismo pudiera llegar a ser de nuevo una llama encendida y peligrosa como una bomba de tiempo.