En 1965, ya consagrado y reconocido, escribió estos versos transparentes y admirables:
Tango que he visto bailar
por quienes eran capaces
de otro baile, el del cuchillo.
Tango de aquel Maldonado
con menos agua que barro;
tango silbado al pasar
desde el pescante del carro.
Despreocupado y zafado
siempre mirabas de frente;
tango que fuiste la dicha
de ser hombre y ser valiente.
Tango que fuiste feliz
como yo también lo he sido,
según me cuenta el recuerdo,
el recuerdo o el olvido.
Estos versos recibieron el don mágico de la música de Astor Piazzolla y la voz de Edmundo Rivero.