Nazim Hikmet (1901- 1963) está considerado como el primer poeta moderno turco, y es reconocido en todo el mundo como uno de los grandes poetas internacionales del siglo XX.
Comprometido activamente con la política de su país, vivió una larga serie de peripecias entre la cárcel, el destierro, la censura y la persecución. Tras su muerte, su obra alcanzó amplia difusión al valorarse su estilo que, aunque a veces panfletario, fue simple y directo, sin enrevesadas metáforas ni grandielocuencia, pero capaz de expresar con asombrosa claridad las situaciones más complejas.
Entre su amplia producción se cuentan los poemarios "Seyh Bedrettin destani" (La epopeya de Sheik Bedreddin, 1936) y "Memleketimden insan manzaralari" (Aspectos humanos de mi país, 1940), además de numerosas antologías, muchas de ellas publicadas póstumamente.
ACERCA DEL VIVIREl vivir no admite bromas.
Has de vivir con toda seriedad, como una ardilla, por ejemplo;
es decir, sin esperar nada fuera y más allá del vivir;
es decir, toda tu tarea se resume en una palabra:
Vivir.
Has de tomar en serio el vivir.
Es decir, hasta tal punto y de tal manera
que aun teniendo los brazos atados a la espalda,
y la espalda pegada al paredón,
o bien llevando grandes gafas y
luciendo bata blanca en un laboratorio,
has de saber morir por los hombres.
Y además por hombres que quizás nunca viste,
y además sin que nadie te obligue a hacerlo,
y además sabiendo que la cosa más real y bella es
Vivir.
Es decir: has de tomar tan en serio el vivir
que a los setenta años, por ejemplo,
si fuera necesario plantarías olivos sin pensar
que algún día serían para tus hijos;
debes hacerlo, amigo, debes hacerlo,
no porque, aunque la temas, no creas en la muerte,
sino porque vivir es tu tarea.
Sucede, por ejemplo, que estamos muy enfermos;
que hemos de soportar una difícil operación;
que cabe la posibilidad de que no volvamos
a levantarnos de la blanca mesa.
Aunque sea imposible no sentir la tristeza de partir antes de tiempo,
seguiremos riendo con el último chiste,
mirando por la ventana para ver si el tiempo sigue lluvioso,
esperando con impaciencia las últimas noticias de prensa.
Sucede, por ejemplo, que estamos en el frente,
por algo, por ejemplo, que vale la pena que se luche.
Nada más comenzar el ataque, al primer movimiento,
puede caerse cara a tierra, y morir.
Todo esto hemos de aceptarlo con singular valor,
y a pesar de todo, preocuparnos apasionadamente
por esa guerra que puede durar años y años.
Sucede que estamos en la cárcel.
Sucede que nos acercamos a los cincuenta años,
y que falten dieciocho más para ver abrirse las puertos de hierro.
Sin embargo, hemos de seguir viviendo con los de fuera,
con los hombres, los animales, los conflictos y los vientos,
es decir, con todo el mundo exterior que se halla
tras el muro de nuestros sufrimientos;
es decir: estemos donde estemos hemos de vivir
como si nunca hubiésemos de morir.
Se enfriará este mundo, una estrella entre las estrellas;
por otra parte una de las más pequeñas del universo,
es decir, una gota brillante en el terciopelo azul,
es decir, este inmenso mundo nuestro.
Se enfriará este mundo un día,
algún día se deslizará en la ciega tiniebla del infinito
-no como una bola de nieve, no como una nube muerta-,
como una nuez vacía.
Desde ahora mismo se ha de sufrir por todo esto,
ha de sentirse su tristeza desde ahora,
tanto ha de amarse el mundo en todo instante,
se le ha de amar tan conscientemente
que se pueda decir: he vivido.