El pasado 6 de julio se concretó la presentación del libro "Sistemas de puntuación en el fútbol argentino", un breve y original ensayo en el que su autor, tentado por las múltiples observaciones que ha realizado, decidió con mucho humor a través de una búsqueda tan sencilla como ingeniosa, encontrar un nuevo sistema que fundamentalmente se basara en los anteriores y que tuviera conceptos avanzados de modernidad. Nacido en la ciudad de Buenos Aires, el médico psiquiatra y árbitro internacional de ajedrez Ricardo Petrelli (1950) nos introduce en un tema tan poco analizado como lo es el de los sistemas de puntuación en el fútbol. El carácter de la obra, más allá de su título, aborda además la temática de todos aquellos deportes en los que los atletas compiten entre sí, tanto en forma individual como colectiva como es el caso del ajedrez, una materia en la que Petrelli ya ha incursionado en sus anteriores libros "Ajedrez fatal" y "Teoría laberíntica y aristocinética del ajedrez".
A modo de enunciación, el autor explica que "intentar abordar el estudio de los sistemas de puntuación es todo un desafío. La aparente sencillez y cristalinidad de ellos, los hacen parecer como perfectos e inexpugnables, pero existe un devenir histórico que nos muestra una realidad indiscutible: han cambiado con el transcurso del tiempo". Y señala: "La experiencia de tantos años de aplicación de un sistema nos ha brindado situaciones nuevas, que deben ser profundamente estudiadas para producir cambios, a veces sumamente necesarios para actualizar y optimizar sus resultados". Para conseguirlo, Petrelli desechó fórmulas matemáticas complejas y difíciles de entender, explicaciones engorrosas y situaciones complicadas, realizando un pormenorizado estudio de los sistemas aplicados en el deporte más popular en la Argentina y el mundo.
Al ya de por sí jubiloso suceso del lanzamiento del libro -en el salón que la editorial Dunken posee en el centro porteño- se sumó la estupenda intervención del historiador Angel Oscar Prignano (1946) en el acto de presentación del mismo. Prignano fue presidente de la Junta de Estudios Históricos de San José de Flores y vicepresidente 2° de la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires, además de fundador del periódico "Flores al Sur" y de la revista "Historias de la Ciudad". De su nutrida -y nutritiva- obra escrita, cabe mencionar "El Bajo Flores. Un barrio de Buenos Aires", "Seis clubes de fútbol del Bajo Flores", "Crónica de la basura porteña. Del fogón indígena al cinturón ecológico", "De tragedias y resurrecciones. Entre el puerto y San José de Flores" y "El inodoro y sus conexiones. La indiscreta historia del lugar de necesidad que, por común, excusado es nombrarlo".
Lo que sigue a continuación es la trascripción de la sabrosa disertación de Prignano:
Después de leer el libro de Ricardo Héctor Petrelli que estamos presentando en sociedad, asomaron a mi cabeza algunas reflexiones sobre el fútbol, juego maravilloso y apasionante, si los hay. Si bien a mí siempre me interesó buscar otras miradas sobre las manifestaciones del hombre, en este caso el fútbol, al mismo tiempo debo reconocer que no me habría sido posible poner en foco los puntos de vista que voy a desarrollar si no hubiera accedido al trabajo de Petrelli. De allí que cabe advertirles que no me voy a referir a la excelencia del texto y a la clara expresión de la propuesta que hace el autor, dueño de una mente analítica y despejada. Esto está descontado. Me referiré a las otras lecturas que puede provocarnos.
En un clásico paso de comedia del grupo Monty Python, humoristas británicos de los años sesenta y setenta, la selección alemana de fútbol se enfrenta con la griega, pero los jugadores son Hegel, Leibniz y Heidegger, por un lado, y Sócrates, Aristóteles y Pitágoras, por el otro. ¿Por qué resultó divertido este absurdo? Tal vez porque hay pocas cosas que se consideren tan apartados como el fútbol y la filosofía. Sin embargo, tal distancia podría ser ilusoria y realmente existen semejanzas: una dialéctica encadenada, un tinte coincidente y hasta un escenario compartido. Porque el juego fue siempre un problema filosófico y el fútbol, como juego que convoca multitudes, no escapó a esta premisa.
El célebre novelista, ensayista y dramaturgo francés Albert Camus, que durante su adolescencia y primera juventud fue arquero del Racing Universitario de Argel, declaró a una revista deportiva que después de tantas experiencias que el mundo le había permitido tener, lo que sabía con certeza respecto de la moralidad y las obligaciones se lo debía al fútbol. Si bien es cierto que estas declaraciones fueron a un medio gráfico deportivo, lo que podría hacerlas aparecer como de circunstancia o de compromiso, no dejan de ser interesantes.
La filosofía argentina se resistió más que la narrativa a esta temática. Si bien Claudio Tamburrini editó "Etica y deporte", lo hizo recién en 1996 y en Suecia. El escritor y filósofo Ariel Magnus, por su parte, refiriéndose a su libro "Ganar es de perdedores" (en "Página/12" del 17 de junio de 2010) manifestó lo siguiente: "Se me ocurrió que la jugada podría entenderse como un argumento, y el gol como la Verdad. La pregunta que deriva de eso es por qué el fútbol es tan entretenido a pesar de ofrecer tan pocos goles y por qué la filosofía es tan apasionante a pesar de darnos verdades en un número tan escaso". Y razonó: "El fútbol fascina porque se juega con los pies. Aparte está basado en una prohibición, la de tocarla con la mano. Yendo un poco más allá y pensando en filosofía, el equivalente a la 'infracción' podría ser la contradicción lógica. Lo llamativo es que en países como el nuestro festejamos los goles con la mano, que abre una especie de paradoja al romper aquello del vale/no vale". El fútbol también fue abordado intermitentemente por la literatura, la sociología y otras conjeturas. Algunas producciones de estos géneros son: "Su majestad, el fútbol" de Eduardo Galeano, "Fútbol y masas" de Juan José Sebreli, "El día del arquero" de Juan Sasturain, "Nosotros y el fútbol", trabajo de varios autores editado por el Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, los cuentos de Mempo Giardinelli, las crónicas de Osvaldo Soriano y Roberto Fontanarrosa, los ensayos de Amílcar Romero y algunos textos de Roberto Arlt y Alejandro Dolina. Muy poco para tanto campo de acción, con lo que -siguiendo en términos futbolísticos- el tema parece un área sin defensores ni atacantes a la vista. Por eso nos complace que ahora tengamos el libro de Petrelli, un enfoque del fútbol consumado -el de los resultados- que llega a nosotros a través de una excelente edición de los amigos de Dunken.
Al día siguiente del triunfo de la Argentina sobre Corea del Sur en el Mundial de Sudáfrica que está concluyendo, el citado Sasturain -manifiestamente contrario a los resultados traducidos en guarismos- escribió en "Página/12": "Por suerte, un partido de fútbol, aunque se resuelva con un resultado, no es sólo una cuenta ni una operación reductible a términos cuantitativos: sumas, restas, proporciones". Y agregó: "Porque lo que hace a la belleza, el interés (fervores, angustias, alegrías) que despierta el fútbol -y es lo que diferencia su popularidad de la de los juegos de azar-, es que un partido (también un campeonato) es un relato, un cuento, una historia que, como tal, no tiene un resultado sino un desenlace, que es otra cosa en términos épico-dramáticos".
El fútbol es mucho más que el fútbol. Se podría decir que es la contradicción amor-odio resuelta al final de los noventa minutos. Algunos afirman que es un espejo de la vida; un espejo que no nos devuelve la imagen invertida ni deformada de los espejos de las ferias de diversiones, sino agregada, exaltada y hasta desconocida por los propios que se exponen a su reflejo. El fútbol, como la vida, es un juego impredecible donde el talento de los jugadores (todos nosotros) y el azar (todas las circunstancias) imponen sus resultados (vivir, persistir, morir). Es un juego de vida y muerte. Y si hay una cosa que todos nosotros (mortales, al fin y al cabo) nos empeñamos en negar, que a toda costa queremos evitar, que no sea una posibilidad inminente, esa cosa es la muerte, precisamente.
Heidegger decía que el hombre viene a este mundo arrojado, que es ser inconcluso, un proyecto incompleto. Que es posibilidad y sólo posibilidad. Estamos arrojados a un mundo que es nuestro espacio y posibilidad de realización. Y la mayor de las posibilidades es la muerte, precisamente lo que el ser debe asumir fundamentalmente. Uno tiene la posibilidad de ir a la cancha un domingo cualquiera, de tomar un colectivo o el tren para ir a visitar a un amigo, o de seducir a la mujer que desde hace tiempo viene deseando... Tiene esas posibilidades. Pero la posibilidad de todas las posibilidades es la muerte, que a uno lo puede encontrar en cualquier momento y en cualquier circunstancia, acaso antes de ir a la cancha, de llegar a la casa de ese amigo o de lograr la tan deseada conquista amorosa.
Y aquí está, a mi propio parecer, lo valioso del libro de Petrelli. Pues tiene otras lecturas que van más allá de lo que está en negro sobre blanco ("suma, restas, proporciones", al decir de Sasturain). Es tan rico y su propuesta está tan claramente desarrollada que nos invita a reflexionar antes que reducir todo a simples y fríos guarismos, a esquemas de proporciones y chances, a gélidas estadísticas. En el sentido llano de lo que está escrito, podemos simplificar y decir que Petrelli se ocupó de hacer un análisis de los distintos métodos de puntuación puestos en práctica en la historia del fútbol argentino, mostrarnos la ortodoxia y heterodoxia de tales registros, sus simetrías y asimetrías. Pero lo más interesante y objeto de mi análisis es su propuesta de un sistema nuevo y superador, para él más adecuado, más fundado y ecuánime, según la condición de local o visitante de los contrincantes. Aquí reposa el planteamiento teórico de su trabajo.
Sin embargo, sospecho que Ricardo tiene un deseo oculto: proporcionarle algo más al visitante. Porque se juega por el visitante, se solidariza con el visitante. A su modo, quiere esquivar la eventual muerte del visitante, que está arrojado en la cancha y es posibilidad. Porque es muy probable que Petrelli le tenga miedo a la muerte, que le quiera escapar a la muerte. Por eso se obstina en hacer cálculos y evaluar porcentajes para concederle algo más al visitante. Auxiliarlo, salvarlo... Ricardo no quiere ser equitativo en el reparto de puntos. Lo que pretende es beneficiar al visitante en desmedro del local. Porque la muerte es mucho más posible y cercana en el que está en desventaja. Esta claro que el visitante debe luchar no sólo contra el equipo local, sino también contra las ventajas del local. El local conoce acabadamente su cancha, el pasto que crece en ella y el viento que lo atraviesa. También sabe del aliento de su público y la presión que ese aliento ejerce sobre el visitante. Petrelli desearía neutralizar esa presión, reducirla, eliminarla si es posible. Repito: se puso del lado del visitante; tomó posición a su favor. Porque el visitante siempre está en desventaja y muy cerca de la derrota, que es la muerte.
En tren de divertirnos un poco, veamos este asunto desde otro costado y llevémoslo al ámbito doméstico: ¿Ustedes se imaginan a alguien que sea invitado a cenar por un amigo, un pariente o el jefe de la oficina, y haga y deshaga a su antojo? ¿Abra la heladera en busca de comida, descorche botellas y se tome el contenido, encienda la televisión o el equipo de música cuando se le ocurra, es decir que haga la pata ancha ante la mirada pasiva del dueño de casa?... No, no es posible imaginarlo. Porque cuando uno va a cenar a la casa de otros, lo hace respetando sus condiciones. Uno se sienta donde lo invitan a sentarse (tal lugar en la mesa y no aquel, que está reservado para el dueño de casa, el local) come y bebe lo que el anfitrión le ofrece, tal vez sin siquiera haber sospechado de antemano el menú que le están sirviendo, o escucha la música que pone el que la juega de local. En una palabra: acepta sus leyes. Pero Petrelli quiere subvertir esas leyes.
Pongamos la cuestión de nuevo en una cancha de fútbol sin dejar este mismo tono festivo. Petrelli quiere darle algo más al visitante que gana, o sea dejarle entreabierta la puerta de la heladera. Quiere premiar al visitante que empata, es decir cederle la cabecera de la mesa. Y castigar al local que pierde o empata, obligarlo a aguantarse la música que eligió el invitado. Porque está del lado del visitante, no lo olviden. ¿Qué es lo que propone? Cuatro puntos para el que gana como visitante en lugar de los tres que otorga el sistema actual, puntuación que se mantiene para el que gana como local. Dos puntos para el que empata como visitante en lugar del punto que da el sistema actual, que se mantiene para el que empata como local. Cero puntos para el que pierde como visitante, lo mismo que en el sistema actual. Y aquí lo formidable, lo más osado de su propuesta; quizá lo más excesivo: para el que pierde como local ¡un punto de descuento!... ¡Extraordinario! Premio para el visitante; castigo para el local. Así de simple e inesperado.De todo esto hay algo que se desprende claramente: el cuestionamiento de Petrelli no es con el sistema actual de puntuación en sí, sino con el local que ejerce presión sobre el visitante en desventaja. ¿Por qué tres puntos para el vencedor, uno para cada uno si no se sacan ventajas en el marcador o cero para el vencido sin considerar la condición de local o visitante? He aquí la cuestión, el núcleo de este libro. Petrelli -y ya me atrevo a afirmarlo- no quiere remover el sistema vigente porque lo crea injusto; en realidad pretende reemplazarlo por el suyo propio con el propósito de socorrer al más débil -el visitante-, facilitarle el ámbito de las posibilidades para darle más chances y desviarlo de la derrota. En definitiva: ponerlo lo más lejos posible de la muerte. No hay lugar a dudas: a Ricardo Petrelli le gusta jugar de visitante.