17 de julio de 2010

Rogelio García Lupo: "Perón trasladó a la política nacional el estilo de Mussolini"

Rogelio García Lupo (1931), uno de los grandes periodistas de investigación de América Latina, comenzó a trabajar como periodista en 1952. En 1959 fundó en Cuba la Agencia Internacional de Prensa Latina, un proyecto que contó en sus comienzos con Jorge Ricardo Masetti (1929-1964), Rodolfo Walsh (1927-1977) y Gabriel García Márquez (1928). Ha trabajado como corresponsal en Buenos Aires del semanario "Marcha" de Montevideo, y de los diarios "El Nacional" de Caracas y "Tiempo" de Madrid. También ha colaborado en las revistas "Brecha", "Continente", "El Periodista", "Noticias Gráficas" y "Primera Plana", y en el diario "Clarín". Son de su autoría los libros "La rebelión de los generales", "Contra la ocupación extranjera", "Mercenarios y monopolios en la Argentina", "Diplomacia secreta y rendición incondicional", "La Argentina en la selva mundial", "Historia de unas malas relaciones", "Tres revoluciones militares", "Lanusse, general de ganadería", "A qué viene De Gaulle", "La trama secreta de la Guerra del Golfo" y "El Paraguay de Stroessner". En 2005 publicó "Ultimas noticias de Perón y su tiempo", un recorrido por la historia de Juan Domingo Perón (1895-1974), su persona y sus actos de gobierno. El libro relata una serie de hechos apuntalados por una exhaustiva documentación, cuyos protagonistas son tanto políticos y militares, como agentes secretos, empresarios y arribistas de toda calaña que conformaron el entorno gubernamental en la Argentina de mediados del siglo XX. "Una época agitada por internas castrenses, delirios monumentales, tráfico de armas y capitales de dudosa proveniencia", tal la manera como la describió el periodista Jorge Boccanera (1952) en un artículo escrito a propósito de la publicación del libro. "El perfil de Perón que traza el periodista García Lupo -dice Boccanera- es el de un hombre adoctrinado en el arte de la guerra, maniobrando en el centro mismo de la agitación. Un oficial de Inteligencia manejando temas de logística y siempre en el lugar de los acontecimientos". Y refiriéndose al momento histórico en que se suceden los acontecimientos narrados en el libro y el papel desempeñado por Perón en ellos, agrega Boccanera: "Si cada dirigente político recorta sus estrategias en una realidad de doble fondo y un tiempo tensionado por pugnas de acumulación de poder, el momento de la historia nacional e internacional que atravesó la figura del general Perón fue de un de alto voltaje político-conspirativo. Lo atravesó en su calidad de estratega, vale decir en la acepción total de una palabra que designa a un tiempo al jefe militar y al conductor. Si se reconoce al líder de un movimiento de masas, con una amplia visión de la realidad social, resulta innegable el valor agregado de su sólida formación teórica en el plano de la guerra. Ese extenso teatro de operaciones -un contexto nacional e internacional de redes clandestinas, diplomacia secreta y documentación fraguada- es el friso sobre el que el periodista García Lupo recorta el perfil de un dirigente altamente ejercitado en la Inteligencia militar en su reciente libro". En el nº 2 de la revista "Nómada" de diciembre de 2006, apareció al respecto un artículo del escritor y periodista argentino Vicente Muleiro (1951) titulado "Un criterio de profesionalismo". En él dice, entre otras cosas, que "hacia comienzos del siglo XX la Inteligencia militar ya ha dejado de ser la posibilidad de infiltrarse en las líneas enemigas y distribuir mentiras para despistarlas, tal como la había practicado con éxito José de San Martín ante los españoles acantonados en Chile. También ha dejado de ser la sigilosa práctica de ingresar camuflado en las líneas contrarias para obtener información sobre desplazamientos y planes adversarios. Además, los ejércitos con cierto desarrollo institucional -y el argentino estaba entre ellos- son otros. Finiquitada a costa de los indios la Campaña del Desierto; concluida la aberración mitrista de la Guerra del Paraguay; atenuados los conflictos civiles (según la ensoñación militar), las instituciones armadas se confrontan al imperativo de renovarse. El Ejército hace punta. Las reformas florecen: se establece el Servicio Militar Obligatorio; se perfecciona el sistema de gradación a partir de la Escuela Militar; se instruye a los oficiales y a la tropa en acuerdo con el modelo prusiano, y uniformados alemanes revistan profesionalmente en el Ejército argentino; se hacen cursos de perfeccionamiento. Todo esto consolida el criterio de profesionalismo. Juan Domingo Perón, oficial egresado en el cuadragésimo tercer lugar de las promoción de 1913, es ya un hijo pleno de este Ejército que, pese a sus notorias brutalidades públicas, como las de la Patagonia Rebelde, también valorizaba la formación cultural y participaba del afán de conquista de la naturaleza que inficiona el auge filosófico y doctrinario del positivismo. Hacia adentro, el Ejército jura no politizarse al menos en términos partidarios; pero se trata de una quimera. Como columna armada del poder, el Ejército pretende estar al tanto de todo y la Inteligencia pasa a ser el instrumento a través del cual se informa para dar sus pasos. La Primera Guerra Mundial fracciona aún más su curiosidad. En Europa se consolida un nuevo orden económico que se irradia a todo el planeta; el acelerado industrialismo y su correlato en la renovación armamentística crece en la cabeza de los uniformados. Chile y Brasil serán siempre hipótesis de conflicto; como tradicional guardia pretoriana de intereses consolidados la expansión de las ideologías libertarias, el marxismo y toda su gama de variantes, preocupa". "¿Cómo no informarse? ¿Cómo no hacer Inteligencia?" se pregunta Muleiro, y agrega: "Perón era un joven y brillante oficial de Estado Mayor y prematuro profesor de la Escuela de Guerra. Poseía también un transparente y persuasivo estilo de escritura y una curiosidad proverbial. A él le es encargado el informe sobre el golpe que da José Félix Uriburu cuyo triunfo califica de 'milagro'. En 1938 es enviado a Italia para perfeccionarse y estudiar la coyuntura europea. Vuelve entusiasmado por las variantes del socialismo nacional antimarxista. Allí, su cualidad de cuadro de inteligencia, comienza a conectarse con su proyecto de poder". El ya citado Boccanera fue el encargado de entrevistar a García Lupo aposta de "Ultimas noticias de Perón y su tiempo". Dicha entrevista apareció en el mismo ejemplar de la revista "Nómada" en que apareció el texto de Muleiro.


El título de su libro alude al tiempo que le tocó vivir a Perón. ¿Fue ese tiempo convulsionado y de extrema conspiración?

Fue un tiempo marcado por el derrumbe de Estados Unidos en 1929 y la crisis mundial consecutiva, con las respuestas conocidas: auge del fascismo, propagación del comunismo, guerra civil en España, etcétera. Los militares argentinos estaban obsesionados con el crecimiento de Brasil y se atrevieron a intervenir abiertamente en la guerra del Chaco, jugando un papel tan audaz como fomentar el separatismo de Santa Cruz de la Sierra y la creación de una nueva república en esa parte del territorio de Bolivia.

Perón, según usted, sale del "caldo de cultivo" de las logias militares. ¿Cómo era ese "caldo"?

Las logias militares del siglo XIX, comenzando por la Lautaro, siempre desempeñaron un rol activo en la política. Es difusa la influencia de la masonería en las logias militares, aunque parece fuera de duda que había masones y profanos en las sociedades secretas militares. Hubo dinastías masónicas y completamente militares, como los Justo, que prolongaban a abuelos y bisabuelos masones de las logias inglesas del Peñón de Gibraltar, o los Fraga y los Roca. Cuando Carlos Pellegrini fue ministro de Guerra dispuso la prohibición para los militares de ingresar en logias secretas. Tal era su proliferación. Pero el concepto de logia secreta que tenía Pellegrini era que pertenecer a la masonería no era formar parte de una logia prohibida. O sea que prohibía a los oficiales del Ejército integrar logias pero al mismo tiempo le parecía natural -y lo era en su tiempo-que ingresaran a la masonería. El mismo Pellegrini que prohibió las logias era Gran Maestre de la masonería argentina cuando murió.

¿Trasladó Perón al ejercicio de la política ciudadana las enseñanzas del arte de la guerra?

Creo que lo que trasladó Perón a la política nacional fue el estilo de Mussolini, que lo deslumbró durante su residencia en Italia, hasta el estallido de la guerra. Mussolini entusiasmaba a muchos en esa época, desde Winston Churchill en adelante. Mussolini no era militar pero había combatido y lo habían herido en la guerra del '14, un detalle que también debe haber pesado en el balance de Perón, quien siendo militar de profesión nunca había intervenido en una guerra verdadera.

¿Puede agregarse aún algo nuevo a lo que se conoce sobre Juan Domingo Perón?

Si algo puede aportar mi investigación es terminar de construir la imagen del oficial de Inteligencia. Ese Perón donde convergen la sagacidad y su condición de militar de Inteligencia. En general la Inteligencia del Ejército no se ha caracterizado por tener un gran desarrollo, pero cuando alguien tiene una manija de esa clase en sus manos y es inteligente, llega a lo que llegó Perón.

Y por sobre sus otras capacidades, un Perón estratega...

Mi tesis es que Perón fue un oficial de Inteligencia del Ejército, y precisamente esto es lo que yo quiero contribuir a investigar. No cualquier oficial tiene a su cargo el operativo del 6 de septiembre de 1930 (la caída de Yrigoyen), ni tiene a su cargo la logística del Ejército paraguayo en la guerra del Chaco. No cualquier oficial es enviado a Italia en la víspera del estallido de la Guerra Mundial para incorporarse al Regimiento de Alpinos de Mussolini, ni es trasladado a Francia para ver desde la ciudad de Burdeos la entrada del ejército alemán. Es decir, nadie está en todos estos lugares calientes dentro y fuera del país al mismo tiempo, si no tiene una misión militar estricta.

Estas misiones militares, ¿lo llevan a crear prácticamente los servicios de Inteligencia?

Sí, claro. Es el creador del Servicio de Inteligencia del Ejército, como rama. La creación del control de Estado es hacia el final de su gobierno, en el '53; ahí pone al general Sánchez Toranzo como jefe de Inteligencia con la idea de profesionalizarla en el mejor sentido de la palabra. No hablo de crear una burocracia de inteligencia militar, lo que fatalmente ocurre cuando se arma un esquema con jerarquías. En la etapa en que él mismo realiza actividades tan vinculadas con la inteligencia política y militar, las decisiones de motorizar algún proyecto de esta clase salían del Estado Mayor del Ejército. Está la famosa fotografía de Perón en el estribo del auto de Uriburu. ¿Todas son casualidades? Es una cosa muy curiosa: lo expulsan de Chile, participa en la guerra del Chaco; siempre está en "el lugar".

En esa dirección, usted propone una lectura un tanto diferente del personaje.

Creo que hay que comenzar a estudiar a Perón como un profesional de la Inteligencia militar, que siempre ha estado encargado -aunque a veces parezca estar lejos- de la estrategia del Estado Mayor del Ejército Argentino. Su condición de militar no desaparece nunca, sea en el poder político o el exilio. Perón es funcional a una estrategia del Estado Mayor del Ejército.

¿Cuál es "su" retrato de Perón?

Perón advierte en los preparativos del golpe contra Yrigoyen que la irresponsabilidad, la ignorancia, la ambición y la traición, forman parte de la mochila del soldado y del proyecto del político. Cuando lo informan del plan del conspirador Julio Alsogaray para secuestrar a Yrigoyen con un camión de reparto del diario "La Prensa", Perón se agarra la cabeza, le cuesta creerlo. Yo pienso que la conspiración de 1930 fue un curso acelerado de realismo, con el saldo de un hombre de acción -Perón- cargado de escepticismo. Cuando Perón llegó al gobierno sabía todo lo que había que saber sobre la conducta humana.

¿Por qué escéptico?

El tiene, respecto de la realidad, una idea cargada de escepticismo, a pesar de que parece estar con una euforia permanente. Era un hombre muy escéptico. Se nota en el informe que le hace al general Accame -a raíz de esta actividad se elabora un informe: "Lo que yo vi de la revolución de 1930", que yo reedité hace varios años en el libro "Tres revoluciones militares"-, donde cuenta una anécdota de lo sucedido el 6 de septiembre. Y para que Perón la rescate -él no hacía periodismo de color- quiere decir que le importó. Dice que él va a tomar la Casa Rosada, que está prácticamente vacía. Se fue Yrigoyen, todavía el Ejército no llega y le toca a él hacerse cargo. Bueno, dice que caminando por la Plaza de Mayo ve acercarse a un hombre muy entusiasmado envuelto en la bandera argentina gritando: "¡Viva la patria, viva el Ejército!". A Perón le llamó la atención. "Momentito", le dijo, lo revisó y descubrió que bajo la bandera se llevaba una máquina de escribir de la Casa Rosada. Es una anécdota que lo retrata. La puso en el informe porque a él le importó. Un hombre escéptico funda su escepticismo en experiencias de esta clase.

Las estrategias de Perón incluyen una vinculación estrecha con otros mandatarios. En el caso de Alfredo Stroessner, usted habla de diferencias.

No tenían nada que ver entre sí; su cercanía se debió a que el Estado Mayor del Ejército Argentino había planeado una política hacia Paraguay ya con Federico Chávez, el presidente derrocado por Stroessner. Perón, que era amigo de Chávez, mantiene negociaciones con el enemigo de su amigo porque ya había una estrategia que cumplir. Este hecho responde a esa estrategia que venía de los años '30, cuando Perón hizo la logística del ejército paraguayo contra Bolivia. En esa guerra, el Estado argentino sabía que no podía ceder el control político y económico de Paraguay a Brasil, de allí que Perón estableciera lazos con Stroessner.

En alusión al valor político y a la capacidad de adaptación del personaje, aparece Perón tras la guerra en el '45, Perón salvando al Ejército argentino de dar explicaciones.

El Ejercito argentino comprendió que el fin de la guerra le traería problemas a muchos altos mandos que deberían responder por su política de neutralidad o su abierta simpatía por los derrotados. Cuando uno encuentra en la correspondencia de Victoria Ocampo de 1945, que a ella le parecía posible llevar a Perón ante el tribunal de Nuremberg, se entiende de qué estamos hablando. Perón les propuso a sus camaradas de armas levantar un gran partido de masas y legitimar con la consulta democrática a los militares. La estrategia funcionó: millones de votos lo respaldaron y la cuestión de dónde habían estado los militares argentinos en la guerra se perdió en el pasado. El presente de crecimiento económico y buenos salarios dejó el tema a los historiadores. Vale decir que Perón tuvo la suficiente serenidad como para salvar al Ejército argentino de tener que dar explicaciones internacionales. Es una demostración de valor de un político impresionante y al mismo tiempo de adaptación.

¿Es verdad que Perón le escribió a propósito de un libro suyo sobre De Gaulle?

Sí. Publiqué en el '64 el libro "A qué viene De Gaulle", un análisis de la política de Francia que editamos con Jorge Alvarez. Los derechos se vendieron en varios países y pasó algo gracioso: cuando De Gaulle pasa por Bogotá, Lima y Buenos Aires, en cada embajada de Francia le alcanzan el libro y De Gaulle dice: "¡Pero, este hombre está en todas partes!". A raíz de ese libro mantuve correspondencia con Perón, que adhería a la opción gaullista. El libro estaba en la biblioteca de Perón que se remató y vino a Argentina; no recuerdo bien si finalmente la compró Francisco De Narvaez o un empresario español de Aerolíneas Argentinas. La carta manuscrita de Perón la conservo.

Por último y en referencia al trabajo periodístico, ¿hay que partir de investigaciones propias y desconfiar de informaciones interesadas?

Sí. Muchas veces están inspiradas en campañas de acción psicológica, de espionaje y desestabilización de gobiernos. Si alguien se pusiera a estudiar esos años, va a encontrar que en un libro de Raúl Damonte Taborda de 1944 se dice que Perón era un agente nazi, y quizás lo cite con toda naturalidad. Pero resulta que ese libro era el producto de la acción psicológica que en ese momento se desarrollaba en Argentina dentro de una puja por el poder, con intereses internacionales en juego. El libro de Silvano Santander sobre las relaciones del Ejército argentino con los nazis también aparece citado en todos los libros que se publicaron en la década del '90; incluso en la actualidad, aunque la mayoría de esos textos no se corresponden con la realidad y fueron en su momento desvirtuados.