14 de mayo de 2014

Apuntes sobre Bioy Casares (7). Edgardo Cozarinsky

En 1948 Bioy Casares publicó el libro de cuentos "La trama celeste", un tomo que reúne seis relatos fantásticos en los que transita en torno a los juegos de apariencia y realidad, espaciales y temporales, a los laberintos y al poder de la mente sobre la materia. A lo largo de las historias allí contadas conviven un asesino pasional, un hombre sometido al arbitrio de animales mutantes, un hombre que traspasa una puerta y retrocede dos siglos, otro que, mediante un rito mágico, detiene el tiempo, y otro más que, tras sufrir un accidente mientras pilota un avión, entra en un universo paralelo. Cuentos todos ellos que, al abundar en finas alusiones, en veladas simetrías, en juegos secretos, reclaman la máxima atención de los lectores. En la década siguiente aparecieron dos libros de cuentos más: "Historia prodigiosa", en 1956, y "Guirnalda con amores", en 1959. En el primero de ellos, conformado por seis cuentos -pertenecientes al género fantástico menos el último, que es una alegoría, según el autor- Bioy Casares pone de manifiesto con un estilo llano y su ya probada maestría, la expectativa que alimenta el interés de la trama, la sutileza de las situaciones psicológicas, la intención humorística, el sobreentendido manejado con gran habilidad y el desenlace imprevisto. Lo sobrenatural, la perturbación de lo fantástico, se amalgama en estos textos con un tono incisivamente burlesco, una dimensión satírica desbordante y fluida respecto a las supersticiones y a las convenciones de las creencias en milagros, herejías, mitos y leyendas, las alusiones intertextuales y hasta evidentes connotaciones ideológicas.
"Guirnalda con amores", es un libro muy original dentro de su producción ya que introduce relatos breves en los que conjuga casi siempre historias y situaciones donde el amor es el eje temático central, y agrega breves misceláneas narrativas y reflexivas. Algunos relatos son muy irónicos, predomina un incisivo humor y el tratamiento de algunas relaciones amorosas alcanzan casi siempre un tono paródico. Lo fantástico es desplazado a un segundo plano, pero de todas formas, el predominio de lo sentimental siempre se desarrolla en una atmósfera extraña y paradojal. Ernesto Schoo (1925-2013), escritor, periodista y crítico argentino, diría en un artículo aparecido en el diario "La Nación" el 21 de junio de 1959: "La voz de Bioy Casares resuena ahora con acento personalísimo y persuasivo en las pági­nas de esta 'Guirnalda con amores', recopilación de cuentos, aforismos, parábolas, máximas, pensamientos y, por primera vez, poesías (incluyendo una feliz traducción de la 'Oda V' del libro I de Horacio). En todos los trabajos de este volumen centellea el espíritu inquisitivo, sen­sible, burlón, escéptico y melancólico de Bioy Casares. En tiempos de la novela-reportaje y del escritor-cronista, cabe agradecer la presencia en nuestras letras de este singu­lar creador de fábulas más intensas y más bellas que lo que comúnmente se denomina 'realidad'".
Veinte años después de la publicación del libro, Bioy Casares diría que estaba entusiasmado por escribir lo que denominaba "un libro de fermentos", esto es, que incluya "reflexiones, cuentos, recuerdos de situaciones, diálogos oídos en una peluquería o en cualquier parte, de todo un poco" (lo que haría finalmente en "De jardines ajenos", publicado en 1997). Manifestaba de este modo su gusto perdurable por la obra miscelánea, tal como había sucedido en uno de los textos de "Guirnalda con amores" -el titulado "Fragmentos"- el que responde plenamente a estas características. En aquellos comentarios de 1979, Bioy Casares aludía al poco éxito que acompaña a esas publicaciones y anotaba las críticas que llovían sobre sus autores: "Ahora que Cortázar acaba de publicar uno de ese estilo, suelen decir que ha estado juntando todo lo que tenía tirado por los baúles y los cajones". Hacía referencia a "Territorios", el libro que el autor de "Rayuela" había publicado el año anterior. Corresponde decir que, entre los escritores hispanoamericanos de entonces, Cortázar fue quizá el más afecto a estas colecciones de textos heterogéneos y, recordando su interés y estima por la obra de Bioy Casares, no sería desatinado imaginar que la lectura de "Guirnalda con amores" lo haya animado a intentar a su vez compilaciones misceláneas como "La vuelta al día en ochenta mundos" o "Último round". Bioy Casares había insinuado una defensa de este tipo de obras en las primeras páginas de "Guirnalda con amores", en cuyas líneas iniciales declaraba rotundamente: "Lo menos presuntuoso, para publicar esta despreocupada miscelánea, sería que yo esperara a estar muerto".

Edgardo Cozarinsky (1939). Escritor, cineasta y dramaturgo nacido en Buenos Aires. Después de una adolescencia pasada en cines de barrio viendo programas dobles de viejos films de Hollywood y leyendo con preferencia a autores en lengua inglesa, estudió Literatura en la Universidad de Buenos Aires, escribió para revistas de cinéfilos de la Argentina y España y publicó un ensayo sobre Henry James (1843-1916): "El laberinto de la apariencia". Hacia fines de la década del '50 conoció a Silvina Ocampo, a Bioy Casares y a Borges, escritores que frecuentó durante sus años de vida en Buenos Aires. Después de una incursión en el periodismo escribiendo artículos en las revistas "Sur", "Primera Plana" y "Panorama", en 1971 realizó su primer film: "... (Puntos suspensivos)”, el que obtuvo buena repercusión en festivales europeos y norteamericanos. En 1973 ganó el premio "La Nación" de ensayo con un trabajo sobre el chisme como procedimiento narrativo en las obras de Marcel Proust (1871-1922) y el ya mencionado James. Al año siguiente publicó "Borges y el cine" al tiempo que, en medio de la anarquía política y la incipiente represión que asolaba el país, dejó Buenos Aires para radicarse en París. Allí forjó una carrera internacional como cineasta que incluye una veintena de films como director y otros tantos como guionista. Desde 1988 alterna su residencia entre Buenos Aires y la capital francesa aunque, desde principios de 2000, pasa la mayor parte del tiempo en Buenos Aires. En 1999 estuvo un mes internado en un hospital de París por una infección en un disco, y durante esa internación le diagnosticaron un cáncer. En sus propias palabras, oyó una campana que le ordenaba no perder más tiempo. Desde esa fecha, su obra literaria desplazó a la cinematográfica y empezó a publicar sobre todo ficción pero también ensayos y crónicas. Es autor de los libros de cuentos "Vudú urbano", "La novia de Odessa" y "Tres fronteras"; de las novelas "El rufián moldavo", "Maniobras nocturnas", "Lejos de dónde", "La tercera mañana" y "Dinero para fantasmas"; de los ensayos "Museo del chisme", "El laberinto de la apariencia", "El pase del testigo" y "Nuevo museo del chisme"; y de las crónicas "Blues", "Milongas" y "Burundanga". En diciembre de 1959, en el nº 261 de la revista "Sur", reseñó "Guirnalda con amores" de Bioy Casares.

Las virtudes de esta "despreocu­pada miscelánea" (así la presenta su autor) son tan insólitas en nues­tras letras que han causado estu­por. Aun muchos lectores asiduos de Bioy Casares, al no hallar aquí la rigurosa geometría de "Plan de evasión" o la proeza estilística de "El sueño de los héroes", han busca­do en las palabras "obra menor" refugio para su incomodidad. Es necesario, sin embargo, señalar la importancia de "Guirnalda con amores", la inteligencia y la sensi­bilidad que hacen triunfar a este volumen sobre el trascendentalismo fácil de tanta literatura hispa­noamericana.


De los once libros que compo­nen esta colección, seis constan de relatos y cinco de fragmentos: aforismos, anécdotas, poemas bre­ves, reflexiones. En el prólogo, Bioy Casares se retrata burlona­mente, con un lápiz rojo en la mano, releyendo sus cuadernos para hacer la difícil selección, y halla algo irrisorio en "anticipar, siquiera en parte, las operaciones de la posteridad y de la gloria". Para la curiosidad de muchos lec­tores, los cuadernos de apuntes de un escritor, indecisamente situa­dos entre el diario y la creación cabal, poseen la ambigua atrac­ción del taller literario y de la intimidad descubierta. Para esos lectores, este volumen no reserva flaquezas pero sí una aproxima­ción al autor que disfrutarán con gratitud. En un fragmento como "Intenciones" está el plan de la pre­sente colección ("libre de todas las vulgaridades, aun de las pro­pias de la ironía, libre de todas las lentitudes, aun de las propias de la verdad"); en "Estilos" y "Escribir no es fácil", la clave de muchos acier­tos del autor; "La vocación" quizá explique por qué Bioy Casares ha ensombrecido el recuerdo de sus primeros libros. Además, cabe intuir en algunas anécdotas la se­milla de ficciones futuras: cuando algunos de estos fragmentos apa­recieron con el título "De un cuaderno de apuntes" en el número con que "Sur" celebró sus veinte años (1950), incluían uno llama­do "Un hombre sin complejos"; más tarde, ese episodio encontró su lugar definitivo en el capítulo XXXVI de "El sueño de los hé­roes". Para todo lector, estos frag­mentos despliegan su amena va­riedad sin agobiarlo con laborio­sas agudezas, sin permitirle intuir la figura del autor halagado por su propio ingenio.



En las narraciones -advierte el prólogo- los elementos fantásti­cos son escasos. La mejor, a mi juicio, es un cuento que los inclu­ye: "Mito de Orfeo y Eurídice". Bioy Casares sugiere el tránsito gra­dual del protagonista a otro mun­do; sólo una breve oración ("Aun­que había bruma, aquello no era otra sala de baños") confirma ese proceso. Finalmente, un cambio de perspectiva enmarca el relato en un hecho de nuestra historia reciente y, al cerrarlo con una reflexión sobre la indescifrable arquitectura de un edificio que­mado, traslada los destinos posi­bles e irrecuperables del persona­je al dominio de lo incognoscible. La fantasía entrelaza con destreza motivos de amor y de muerte, que también sustentan otro relato: es ésta una narración muy senci­lla; en su centro sólo hay un sentimiento delicado y simple, pero se lo ha expresado tan noble­mente que nos cautiva con una emoción poco frecuente en su autor.
Los muchos rasgos comparti­dos por las narraciones galantes autorizan un comentario común. Hay en todas ellas un narrador que utiliza la primera persona y ofrece al lector amplias oportuni­dades de identificación: un indi­viduo sensible a los placeres de la vida y a la belleza de las mujeres; incurablemente ingenuo, también, pues pretende razonar la conduc­ta femenina y cree que su deduc­ción corresponde a la realidad, que termina, indefectiblemente, escuchando de los objetos más o menos tácitos de su amor la con­fidencia de absurdas aventuras amorosas vividas con otros hom­bres. Los escenarios pueden ser Buenos Aires, Roma, la Riviera o Interlaken; las relaciones huma­nas, en cualquier contexto, son una red de apariencias falaces y móviles impenetrables. Mildred, tras la postergada culminación de una aventura veraniega, cree ad­vertir en su amante "piel áspera y rugosa... y olor a pantanos", y en medio de la noche abando­na Roma hacia Londres y el mari­do corrector de pruebas de Gollancz; Filis, la rubia y dulce Filis, conduce a un caballero papal en peregrinaje por las calles de Roma hasta la habitación de una prosti­tuta; Margarita cree haber hallado el fantasma de la seguridad en un marido anciano y complaciente que la guía con serena firmeza a un asilo de alienados de Reykjavik.
Bajo la amabilidad y la buena educación puede yacer, como en "Todas las mujeres son iguales", una maquinación siniestra. Esa superficie también puede quebrar­se súbitamente, como en un mo­mento de inaudita crueldad de "Recuerdo de las sierras", aunque se nos sugiere con pudor la posi­bilidad de una pesadilla. Estos episodios participan de la elegan­cia y la superficialidad, del humor y la melancolía; su equilibrio es tenue pero firme, como su encan­to, y refleja la personalidad de un autor "atento a los escondidos pla­ceres menores y a las continuas bellezas de la vida".


La prosa de Bioy Casares, tan personal en la sintaxis como en la certeza con que organiza sus ma­tices, es aún más notable como instrumento narrativo. Pocos es­critores relatan en español con tanto gusto evidente por el mero hecho de narrar; casi ninguno trans­mite sin desmayo ese interés al lector. Su estilo también sabe cap­tar con admirable frescura la en­tonación propia del relato oral. A esta propiedad deben su elusiva gracia esbozos de ficción como "Un sueño" y "Triste historia del verdulero Delgado".
Inteligencia, amabilidad, deli­cadeza, ingenio, son cualidades que, más allá de toda limitación geográfica, no abundan en una época que goza sabiéndose atroz. "Guirnalda con amores" irritará indudablemente a quienes ejercen con extensa aprobación el patetismo. Quizá por ello no es audaz vaticinarle la dichosa per­manencia de aquellas obras cuya frecuentación nos depara un placer sereno, parecido a la amistad.