"Guirnalda con amores", es un libro muy original
dentro de su producción ya que introduce relatos breves en los que conjuga casi
siempre historias y situaciones donde el amor es el eje temático central, y
agrega breves misceláneas narrativas y reflexivas. Algunos relatos son muy
irónicos, predomina un incisivo humor y el tratamiento de algunas relaciones
amorosas alcanzan casi siempre un tono paródico. Lo fantástico es desplazado a
un segundo plano, pero de todas formas, el predominio de lo sentimental siempre
se desarrolla en una atmósfera extraña y paradojal. Ernesto Schoo (1925-2013),
escritor, periodista y crítico argentino, diría en un artículo aparecido en
el diario "La Nación" el 21 de junio de 1959: "La voz de Bioy Casares resuena
ahora con acento personalísimo y persuasivo en las páginas de esta 'Guirnalda
con amores', recopilación de cuentos, aforismos, parábolas, máximas,
pensamientos y, por primera vez, poesías (incluyendo una feliz traducción de la 'Oda V' del libro I de Horacio). En todos los trabajos de este volumen centellea
el espíritu inquisitivo, sensible, burlón, escéptico y melancólico de Bioy
Casares. En tiempos de la novela-reportaje y del escritor-cronista, cabe
agradecer la presencia en nuestras letras de este singular creador de fábulas
más intensas y más bellas que lo que comúnmente se denomina 'realidad'".
Veinte
años después de la publicación del libro, Bioy Casares diría que estaba
entusiasmado por escribir lo que denominaba "un libro de fermentos", esto es,
que incluya "reflexiones, cuentos, recuerdos de situaciones, diálogos oídos en
una peluquería o en cualquier parte, de todo un poco" (lo que haría finalmente
en "De jardines ajenos", publicado en 1997). Manifestaba de este modo su gusto perdurable
por la obra miscelánea, tal como había sucedido en uno de los textos de
"Guirnalda con amores" -el titulado "Fragmentos"- el que responde plenamente a
estas características. En aquellos comentarios de 1979, Bioy Casares aludía al
poco éxito que acompaña a esas publicaciones y anotaba las críticas que llovían
sobre sus autores: "Ahora que Cortázar acaba de publicar uno de ese estilo,
suelen decir que ha estado juntando todo lo que tenía tirado por los baúles y
los cajones". Hacía referencia a "Territorios", el libro que el autor de "Rayuela"
había publicado el año anterior. Corresponde decir que, entre los escritores
hispanoamericanos de entonces, Cortázar fue quizá el más afecto a estas
colecciones de textos heterogéneos y, recordando su interés y estima por la
obra de Bioy Casares, no sería desatinado imaginar que la lectura de "Guirnalda
con amores" lo haya animado a intentar a su vez compilaciones misceláneas como
"La vuelta al día en ochenta mundos" o "Último round". Bioy Casares había
insinuado una defensa de este tipo de obras en las primeras páginas de "Guirnalda
con amores", en cuyas líneas iniciales declaraba rotundamente: "Lo menos
presuntuoso, para publicar esta despreocupada miscelánea, sería que yo esperara
a estar muerto".
Edgardo Cozarinsky (1939). Escritor, cineasta y dramaturgo nacido en Buenos Aires. Después de una adolescencia pasada en cines de barrio viendo programas dobles de viejos films de Hollywood y leyendo con preferencia a autores en lengua inglesa, estudió Literatura en la Universidad de Buenos Aires, escribió para revistas de cinéfilos de la Argentina y España y publicó un ensayo sobre Henry James (1843-1916): "El laberinto de la apariencia". Hacia fines de la década del '50 conoció a Silvina Ocampo, a Bioy Casares y a Borges, escritores que frecuentó durante sus años de vida en Buenos Aires. Después de una incursión en el periodismo escribiendo artículos en las revistas "Sur", "Primera Plana" y "Panorama", en 1971 realizó su primer film: "... (Puntos suspensivos)”, el que obtuvo buena repercusión en festivales europeos y norteamericanos. En 1973 ganó el premio "La Nación" de ensayo con un trabajo sobre el chisme como procedimiento narrativo en las obras de Marcel Proust (1871-1922) y el ya mencionado James. Al año siguiente publicó "Borges y el cine" al tiempo que, en medio de la anarquía política y la incipiente represión que asolaba el país, dejó Buenos Aires para radicarse en París. Allí forjó una carrera internacional como cineasta que incluye una veintena de films como director y otros tantos como guionista. Desde 1988 alterna su residencia entre Buenos Aires y la capital francesa aunque, desde principios de 2000, pasa la mayor parte del tiempo en Buenos Aires. En 1999 estuvo un mes internado en un hospital de París por una infección en un disco, y durante esa internación le diagnosticaron un cáncer. En sus propias palabras, oyó una campana que le ordenaba no perder más tiempo. Desde esa fecha, su obra literaria desplazó a la cinematográfica y empezó a publicar sobre todo ficción pero también ensayos y crónicas. Es autor de los libros de cuentos "Vudú urbano", "La novia de Odessa" y "Tres fronteras"; de las novelas "El rufián moldavo", "Maniobras nocturnas", "Lejos de dónde", "La tercera mañana" y "Dinero para fantasmas"; de los ensayos "Museo del chisme", "El laberinto de la apariencia", "El pase del testigo" y "Nuevo museo del chisme"; y de las crónicas "Blues", "Milongas" y "Burundanga". En diciembre de 1959, en el nº 261 de la revista "Sur", reseñó "Guirnalda con amores" de Bioy Casares.
Las virtudes de esta "despreocupada miscelánea" (así la presenta su autor) son tan insólitas en nuestras letras que han causado estupor. Aun muchos lectores asiduos de Bioy Casares, al no hallar aquí la rigurosa geometría de "Plan de evasión" o la proeza estilística de "El sueño de los héroes", han buscado en las palabras "obra menor" refugio para su incomodidad. Es necesario, sin embargo, señalar la importancia de "Guirnalda con amores", la inteligencia y la sensibilidad que hacen triunfar a este volumen sobre el trascendentalismo fácil de tanta literatura hispanoamericana.
Edgardo Cozarinsky (1939). Escritor, cineasta y dramaturgo nacido en Buenos Aires. Después de una adolescencia pasada en cines de barrio viendo programas dobles de viejos films de Hollywood y leyendo con preferencia a autores en lengua inglesa, estudió Literatura en la Universidad de Buenos Aires, escribió para revistas de cinéfilos de la Argentina y España y publicó un ensayo sobre Henry James (1843-1916): "El laberinto de la apariencia". Hacia fines de la década del '50 conoció a Silvina Ocampo, a Bioy Casares y a Borges, escritores que frecuentó durante sus años de vida en Buenos Aires. Después de una incursión en el periodismo escribiendo artículos en las revistas "Sur", "Primera Plana" y "Panorama", en 1971 realizó su primer film: "... (Puntos suspensivos)”, el que obtuvo buena repercusión en festivales europeos y norteamericanos. En 1973 ganó el premio "La Nación" de ensayo con un trabajo sobre el chisme como procedimiento narrativo en las obras de Marcel Proust (1871-1922) y el ya mencionado James. Al año siguiente publicó "Borges y el cine" al tiempo que, en medio de la anarquía política y la incipiente represión que asolaba el país, dejó Buenos Aires para radicarse en París. Allí forjó una carrera internacional como cineasta que incluye una veintena de films como director y otros tantos como guionista. Desde 1988 alterna su residencia entre Buenos Aires y la capital francesa aunque, desde principios de 2000, pasa la mayor parte del tiempo en Buenos Aires. En 1999 estuvo un mes internado en un hospital de París por una infección en un disco, y durante esa internación le diagnosticaron un cáncer. En sus propias palabras, oyó una campana que le ordenaba no perder más tiempo. Desde esa fecha, su obra literaria desplazó a la cinematográfica y empezó a publicar sobre todo ficción pero también ensayos y crónicas. Es autor de los libros de cuentos "Vudú urbano", "La novia de Odessa" y "Tres fronteras"; de las novelas "El rufián moldavo", "Maniobras nocturnas", "Lejos de dónde", "La tercera mañana" y "Dinero para fantasmas"; de los ensayos "Museo del chisme", "El laberinto de la apariencia", "El pase del testigo" y "Nuevo museo del chisme"; y de las crónicas "Blues", "Milongas" y "Burundanga". En diciembre de 1959, en el nº 261 de la revista "Sur", reseñó "Guirnalda con amores" de Bioy Casares.
Las virtudes de esta "despreocupada miscelánea" (así la presenta su autor) son tan insólitas en nuestras letras que han causado estupor. Aun muchos lectores asiduos de Bioy Casares, al no hallar aquí la rigurosa geometría de "Plan de evasión" o la proeza estilística de "El sueño de los héroes", han buscado en las palabras "obra menor" refugio para su incomodidad. Es necesario, sin embargo, señalar la importancia de "Guirnalda con amores", la inteligencia y la sensibilidad que hacen triunfar a este volumen sobre el trascendentalismo fácil de tanta literatura hispanoamericana.
De los once libros que componen
esta colección, seis constan de relatos y cinco de fragmentos: aforismos,
anécdotas, poemas breves, reflexiones. En el prólogo, Bioy Casares se retrata
burlonamente, con un lápiz rojo en la mano, releyendo sus cuadernos para hacer
la difícil selección, y halla algo irrisorio en "anticipar, siquiera en
parte, las operaciones de la posteridad y de la gloria". Para la
curiosidad de muchos lectores, los cuadernos de apuntes de un escritor,
indecisamente situados entre el diario y la creación cabal, poseen la ambigua
atracción del taller literario y de la intimidad descubierta. Para esos lectores,
este volumen no reserva flaquezas pero sí una aproximación al autor que
disfrutarán con gratitud. En un fragmento como "Intenciones" está el plan de la
presente colección ("libre de todas las vulgaridades, aun de las propias
de la ironía, libre de todas las lentitudes, aun de las propias de
la verdad"); en "Estilos" y "Escribir no es fácil", la clave de muchos aciertos
del autor; "La vocación" quizá explique por qué Bioy Casares ha ensombrecido el
recuerdo de sus primeros libros. Además, cabe intuir en algunas anécdotas la semilla
de ficciones futuras: cuando algunos de estos fragmentos aparecieron con el
título "De un cuaderno de apuntes" en el número con que "Sur" celebró sus veinte años
(1950), incluían uno llamado "Un hombre sin complejos"; más tarde, ese episodio
encontró su lugar definitivo en el capítulo XXXVI de "El sueño de los héroes". Para
todo lector, estos fragmentos despliegan su amena variedad sin agobiarlo con
laboriosas agudezas, sin permitirle intuir la figura del autor halagado por su
propio ingenio.
En las narraciones -advierte el prólogo- los elementos fantásticos son escasos. La mejor, a mi juicio, es un cuento que los incluye: "Mito de Orfeo y Eurídice". Bioy Casares sugiere el tránsito gradual del protagonista a otro mundo; sólo una breve oración ("Aunque había bruma, aquello no era otra sala de baños") confirma ese proceso. Finalmente, un cambio de perspectiva enmarca el relato en un hecho de nuestra historia reciente y, al cerrarlo con una reflexión sobre la indescifrable arquitectura de un edificio quemado, traslada los destinos posibles e irrecuperables del personaje al dominio de lo incognoscible. La fantasía entrelaza con destreza motivos de amor y de muerte, que también sustentan otro relato: es ésta una narración muy sencilla; en su centro sólo hay un sentimiento delicado y simple, pero se lo ha expresado tan noblemente que nos cautiva con una emoción poco frecuente en su autor.
En las narraciones -advierte el prólogo- los elementos fantásticos son escasos. La mejor, a mi juicio, es un cuento que los incluye: "Mito de Orfeo y Eurídice". Bioy Casares sugiere el tránsito gradual del protagonista a otro mundo; sólo una breve oración ("Aunque había bruma, aquello no era otra sala de baños") confirma ese proceso. Finalmente, un cambio de perspectiva enmarca el relato en un hecho de nuestra historia reciente y, al cerrarlo con una reflexión sobre la indescifrable arquitectura de un edificio quemado, traslada los destinos posibles e irrecuperables del personaje al dominio de lo incognoscible. La fantasía entrelaza con destreza motivos de amor y de muerte, que también sustentan otro relato: es ésta una narración muy sencilla; en su centro sólo hay un sentimiento delicado y simple, pero se lo ha expresado tan noblemente que nos cautiva con una emoción poco frecuente en su autor.
Los muchos rasgos compartidos
por las narraciones galantes autorizan un comentario común. Hay en todas ellas
un narrador que utiliza la primera persona y ofrece al lector amplias oportunidades
de identificación: un individuo sensible a los placeres de la vida y a la
belleza de las mujeres; incurablemente ingenuo, también, pues pretende razonar
la conducta femenina y cree que su deducción corresponde a la realidad, que
termina, indefectiblemente, escuchando de los objetos más o menos tácitos de su
amor la confidencia de absurdas aventuras amorosas vividas con otros hombres.
Los escenarios pueden ser Buenos Aires, Roma, la Riviera o Interlaken; las
relaciones humanas, en cualquier contexto, son una red de apariencias falaces
y móviles impenetrables. Mildred, tras la postergada culminación de una
aventura veraniega, cree advertir en su amante "piel áspera y rugosa... y
olor a pantanos", y en medio de la noche abandona Roma hacia Londres y el
marido corrector de pruebas de Gollancz; Filis, la rubia y dulce Filis, conduce
a un caballero papal en peregrinaje por las calles de Roma hasta la habitación
de una prostituta; Margarita cree haber hallado el fantasma de la seguridad en
un marido anciano y complaciente que
la guía con serena firmeza a un asilo de alienados de Reykjavik.
Bajo la amabilidad y la buena
educación puede yacer, como en "Todas las mujeres son iguales", una maquinación
siniestra. Esa superficie también puede quebrarse súbitamente, como en un momento
de inaudita crueldad de "Recuerdo de las sierras", aunque se nos sugiere con
pudor la posibilidad de una pesadilla. Estos episodios participan de la elegancia
y la superficialidad, del humor y la melancolía; su equilibrio es tenue pero
firme, como su encanto, y refleja la personalidad de un autor "atento a
los escondidos placeres menores y a las continuas bellezas de la vida".
La prosa de Bioy Casares, tan personal
en la sintaxis como en la certeza con que organiza sus matices, es aún más
notable como instrumento narrativo. Pocos escritores relatan en español con tanto gusto evidente por el mero hecho de
narrar; casi ninguno transmite sin desmayo ese interés al lector. Su estilo
también sabe captar con admirable frescura la entonación propia del relato
oral. A esta propiedad deben su elusiva gracia esbozos de ficción como "Un sueño" y "Triste historia del verdulero Delgado".
Inteligencia, amabilidad, delicadeza,
ingenio, son cualidades que, más allá de toda limitación geográfica, no abundan
en una época que goza sabiéndose atroz. "Guirnalda con amores" irritará
indudablemente a quienes ejercen con extensa aprobación el patetismo. Quizá por
ello no es audaz vaticinarle la dichosa permanencia de aquellas obras cuya
frecuentación nos depara un placer sereno, parecido a la amistad.