2 de mayo de 2014

Entremeses literarios (CLXXIV)

NOCHE DE EPIFANÍA
Abelardo Castillo
Argentina (1935)

Querido querido Jesús dios mío, perdóname que te lo cuente a vos justamente esta noche que debe ser un lío con todo lo de los chicos pobres y del África pe­ro como ya escribí la carta de Matías no creo que esto lo pueda arreglar otra persona porque recién oí dar las do­ce y ellos ya deben andar por acá y capaz que lo traen, perdóname también que te diga de vos y no de tú como cuando rezo, pero si me pongo a pensar las palabras fi­nas con el sueño que tengo voy a hacerme un matete o voy a parecer la tía Elvirita cuando se las quiere dar de educada. Me imagino que sabes que te habla Carola, la hermana de Matías, pero por si acaso te lo cuento como le dice papá a mamá que hay que contarles las cosas a los hombres, como si fueran tarados, vos contame las cosas como si yo fuera tarado y no me vengas con sobrentendidos. Matías vos sabes que es medio loco pero yo lo quiero porque tiene cinco y es lindísimo y es mi hermano, aunque al principio lo quería menos porque se hacía pis encima y se cagaba todo, vos perdóname pero no te voy a decir que se hacía popó, como la tilinga de Elvirita, y de todas maneras ahora apenas se caga de vez en cuando porque ya aprendió a sacarse los pantalones solo. Lo que más me gusta son los ojos que tiene, que parecen esos papeles celestes medio plateados de los ra­mos de flores, y también me gustan esos dientes parejitos que la verdad no sé para qué te salen tan parejos si después se te caen y te vuelven a salir y encima te cre­cen para cualquier lado y parecen serrucho, pero cuan­do se te caen éstos sí que estás frita como la abuela que se olvida la dentadura en cualquier parte y cuando yo era más chica y no sabía cómo era ese asunto de los dientes postizos casi me muero de la impresión cuando me los encontré en la pileta del baño. No sé cómo vine a parar acá pero lo que quería decirte es que a Matías yo no le puedo negar nada, y por eso escribí la carta. Ese chico la tiene completamente dominada, dice mamá, ese chico es la piel de Judas pero su hermana es el brazo eje­cutor. Y siempre cuenta la vez que él me hizo quemar los zapatos de presillas. Como a lo mejor es un pecado y nunca lo confesé te lo digo a vos directamente para que me perdones directamente. Matías odiaba esos zapatos de presillas que son iguales para nosotras y para los va­rones, y tenía razón, si no me gustaban ni a mí, y como el pobre tenía cuatro y era tan chico que ni sabía pren­der un fósforo me hizo traer alcohol fino, o lo del alcohol fue una idea mía, no sé, y me dijo Carolita linda, quemalos. Lo que pasa es que te mira con esos ojos re­dondos y celestes que parecen bolillones y quién le nie­ga nada, cómo te vas a negar a escribirle una carta a un chico que no sabe escribir y que se empaca en no decir­le a nadie lo que quiere para el día de los reyes ni nun­ca pensó que a lo mejor los reyes son los padres. No es que yo esté muy segura, pero si no son los padres para qué necesitan saber qué pedís, y lo malo es eso, Jesús querido querido, lo malo es que ahora no estoy nada segura, porque si los reyes no son una de esas macanas que inventan los grandes para que después la vida te de­silusione, como dice Elvirita que tiene como veinticinco años y ya se quedó soltera, si los reyes son los reyes y son magos, vos no sabes, Jesús querido hijo de la santí­sima Virgen, lo que va a pasar en esta casa mañana a la mañana cuando se despierten, o dentro de un rato, porque a mí me parece que ya se lo trajeron. Y ahora que lo pienso esto tendría que estar contándoselo a la Virgen, que como es mujer y madre por ahí entiende mejor que vos este tipo de problemas de familia, pero ya que empecé no puedo cambiar de caballo en la mitad del río, como dice papá. Hace una semana que le andan dando vueltas, qué vas a pedir para el día de los reyes, Matías, qué te gusta, un trencito, un videojuego, uno de ésos para armar casitas. Matías nada. Decinos qué pedis­te, Matías, querés un triciclo. Nada. Los reyes saben lo que quiero. Sí, Matías, pero igual tenes que contarnos para que te ayudemos a pedir nosotros. Matías nada y que si el regalo es para él no precisa que nadie se meta, y ellos mira cómo Carolita nos dijo que pidió una bici­cleta para que nosotros también pidamos con ella, y él a mí qué me importa Carolita el regalo es para mí y ellos son magos y saben todo. Y yo creo que es cierto que sa­ben todo, porque desde hace un rato tengo la impre­sión de que ya se lo trajeron pero no pienso prender la luz ni abrir los ojos, debe medir como siete metros, y lo peor es que la carta de Matías la escribí yo. Pero no sólo a mí me tiene dominada, también a la abuela y a mamá. Me acuerdo la vez que me vio sin bombachas y se puso a llorar y a gritar como desesperado que yo no tenía pito, que lo había perdido o me lo habían cortado o qué sé yo qué burradas y mamá casi se desnuda para mostrarle que las mujeres no necesitamos ningún pito, hasta que papá le dijo pero qué estas haciendo, Mecha, te volviste loca. Y mamá dijo qué le va a pasar al chico si me mira, degenerado, o no te das cuenta que cree que han mutilado a la nena. Pero se va a impresionar Me­cha, decía papá. Cómo se va impresionar a los cinco años, cómo un inocente de cinco años se va a impresio­nar de su propia madre. Entonces la abuela dijo algo del bello público y ahí medio que me perdí. Tu marido lo di­ce por el bello público, dijo la abuela, y mamá se calmó de golpe, pero Matías seguía llorando como un huérfa­no y no había modo de convencerlo, o sea que los tiene dominados a todos, no a mí sola. Mamá dijo me depilo, y papá dijo ¡Mecha! y la abuela que es viejísima y por eso sabe más dijo hace que te toque y listo, con los pan­talones que usas se va a dar cuenta enseguida, y la ver­dad que no me acuerdo cómo terminó porque cada vez tengo más sueño. Sí, Jesús querido de mi corazón, ya sé que estás esperando que te cuente lo de la carta, pe­ro si no te explico los pormenores, como dice papá cuando discute con mamá, vos, Mecha, explícame bien los pormenores y no me andes con evasivas, si no te explico sin evasivas los pormenores de mi casa y cómo es mi hermano Matías cuando se empaca, cómo te ex­plico lo de la carta. Porque al final le dijeron que escri­biera una carta, y él que cómo iba a escribir una carta, tiene razón el pobre chico, si apenas cumplió cinco y es analfabeto, y ellos vos dictanos Matías y mamita o la abuela o Elvirita la escriben, y él que le compren un mecano y se vayan todos a la mierda, vos perdóname Jesús pero Matías no tiene mucho vocabulario, no como yo que todos se admiran del vocabulario que tengo y a lo mejor fue por eso que él me lo pidió a mí. Escribime la carta, Carolita linda, y me hizo jurar con los dedos en cruz que no se lo diga a nadie o me caigo muerta y có­mo le voy a negar nada cuando me mira con esos ojos o será que salí a mi madre, como dice papá, y tengo el sí fácil. Sí, le dije, dictame. Vos pone señores reyes ma­gos, y yo le dije mejor pongo queridos, y Matías vos po­ne señores y que lo quiero a rayas. Pero mira que yo leí en Lo sé todo que algunos miden como siete metros, contando la cola miden como siete metros. Fenómeno, dijo Matías, cuáles son los mejores. Los de Bengala, dije yo. Entonces pone queridos y que lo quiero de Bengala y pone que sea de verdad, dijo Matías, a ver si me traen uno de esos de paño lenci para tarados, y lo que yo creo Jesús de mi corazón es que ya se lo trajeron, lo oigo res­pirar entre mi cama y la de Matías, debe ser afelpado, debe ser tan hermoso, oigo cómo abanica suavemente su cola sobre la alfombra, ay lo que va ser mañana esta ca­sa, lo que va a ser dentro de un rato cuando yo me duer­ma y papá entre a dejar mi bicicleta y el mecano de Ma­tías, y por favor, cuando me castigues, acordate que me acordé de los chicos pobres y del África.


DELIBERACIONES DE ALTURA
Paz Monserrat Revillo
España (1962)

No se ponen de acuerdo. Unos hablan de una mutación del cromosoma Y. Otros de una rara anomalía genética que provoca ambigüedad en los genitales. Se han aportado pruebas sobre un tipo de hermafroditismo que vuelve delicados y livianos a quienes lo sufren.  En los pasillos se cruzan expertos y asesores procedentes de todas las disciplinas: políticos, economistas, especialistas en arte antiguo y rabinos estudiosos de la cábala. Mientras en las comisiones de la Cumbre Internacional representantes de todos los países deliberan sobre el sexo de los ángeles, yo intento llenar el carro de la compra familiar con veinte euros.


EL MIEDO
Nicasio Urbina
Nicaragua (1958)

Nadie podrá decirte que no temas. El miedo y la soledad son todos tuyos. Ni la multitud vibrante ni la bulla te acompañan, solamente amplifican tu tristeza. Goza los momentos de alegría; tañe las campanas, suéltate el pelo, abre los brazos y deja que la poesía viva en tus entrañas, más no dejes que los pájaros te engañen. Las arpías siguen de cerca tus pasos, la nostalgia y la tristeza siempre acechan, y el temor volverá a roerte en la vigilia. Nadie podrá decirte que no temas. Deja que el miedo te penetre lentamente; algo está tratando de decirte.


LA PROMESA
Asun Gárate
España (1964)

Cuando mis ocho hermanos y yo éramos pequeños nuestra madre falleció de repente, quizás de cansancio. En el entierro, mientras el ataúd desaparecía bajo las paladas del sepulturero, nosotros nos sentíamos muy huérfanos y llorábamos escandalosamente. Para consolarnos, papá hizo una promesa: él estaría siempre a nuestro lado, nunca nos abandonaría. Fiel a su palabra, ha cumplido cien años y aún sigue aquí. A veces coge una pulmonía, sufre de ciática o lo atropella un tranvía. Nada grave. Pasa una temporadita en la cama y se levanta como nuevo. Un poco resignado tal vez, algo más encorvado. Mis hermanos y yo hace mucho que no le necesitamos, pero qué orgullosos estamos de él. Un hombre capaz de mantener lo que prometió, un caballero. Mamá no piensa igual. Vino a casa el domingo por la tarde, tan guapa como la recordábamos. Nos preparó la cena y charlamos hasta que anocheció. Se lamentaba de llevar demasiado tiempo sola en el cielo. Antes de irse le agarró del brazo a papá, le acarició las arrugas del rostro y le dijo que todo tiene un límite, que se muriera de una vez. Él nos contó con los dedos de la mano: todavía quedan cinco...


UN SOL MENOS
Patricia  Nasello
Argentina (1959)

Es raro volver sola con papá a casa, tan raro que no me animo a decirle que tengo hambre. Tomo una hoja blanca y el primer lápiz de color que veo. Dibujo un sol con una panza grandota.
- Mírame -dice.
Sigo dibujando.
- Mírame -grita. Los dos tiramos de la hoja, el sol se rompe.
Aprieta los brazos alrededor de mí muy fuerte. Su camisa huele a líquido de planchar.
- Mamá se tiene que quedar ahí -repito para él lo que me explicó la abuela a la tarde- porque hace frío y necesita el abrigo de la tierra.
- Voy a preparar la cena -contesta. Parece que no escuchó lo que dije.
Además no prepara nada, se queda así, quieto. Ni siquiera enciende la luz y está oscuro. Esta noche da miedo.


A CARA O CRUZ
Beatriz Alonso Aranzábal
España (1963)

De ser una gran ejecutiva a dormir en el coche reclinando el asiento. De los buenos días protocolarios a las miradas insustanciales. De la despedida fría de sus colegas a la sonrisa compasiva de la controladora del aparcamiento. De las vistas de su dormitorio al reflejo del sol en el salpicadero. Ha sido un paso. El breve trayecto entre jugar y perderlo todo. Jugar sin límites, como cuando era niña. El motor encendido. Por delante, el largo viaje de la recuperación. Detrás, un escaso equipaje. El freno de mano puesto. El tubo de escape liberando gases. La moneda en el aire.


LOS MONOS
Juan José Arreola
México (1918-2001)

Wolfgang Köhler perdió cinco años en Tetuán tratando de hacer pensar a un chimpancé. Le propuso, como buen alemán, toda una serie de trampas mentales. Lo obligó a encontrar la salida de complicados laberintos; lo hizo alcanzar difíciles golosinas, valiéndose de escaleras, puertas, perchas y bastones. Después de semejante entrenamiento, Momo llegó a ser el simio más inte­ligente del mundo; pero fiel a su especie distrajo todos los ocios del psicólogo y obtuvo sus raciones sin trasponer el umbral de la conciencia. Le ofrecían la libertad, pero prefi­rió quedarse en la jaula. Ya muchos milenios antes (¿cuántos?), los monos decidie­ron acerca de su destino oponiéndose a la tentación de ser hombres. No cayeron en la empresa racional y siguen todavía en el paraíso: caricaturales, obscenos y libres a su manera. Los vemos ahora en el zoológico, como un espejo depresivo: nos miran con sarcasmo y con pena, porque seguimos observando su conducta animal. Atados a una dependencia invisible, danzamos al son que nos tocan, como el mono de organillo. Buscamos sin hallar las salidas del laberinto en que caímos, y la razón fracasa en la captura de inalcanzables frutas metafísicas. La dilatada entrevista de Momo y Wolfgang Köhler ha can­celado para siempre toda esperanza y acabó en otra despedi­da melancólica que suena a fracaso. El homo sapiens se fue a la universidad alemana para re­dactar el célebre tratado sobre la inteligencia de los antropoides, que le dio fama y fortuna, mientras Momo se quedaba para siempre en Tetuán, gozando una pensión vitalicia de frutas al alcance de su mano.


AGENTES DEL ORDEN
Javier Ximens
España (1953)

Oí sonidos suaves que procedían del salón, me asusté y desperté a mi marido. Juan cogió el calzador dispuesto a defender nuestro hogar y nuestras vidas. Allí abajo estaba el policía, con un plumero en la mano derecha y colocando los cacharros con la izquierda, la linterna en la boca. Llamé al servicio de alerta. Cuando oyó el ruido de cadenas saltó por la ventana, pero aún le dio tiempo de sacudir el polvo del ficus. Al instante hizo presencia un grupo de ladrones con modernos medios de desorden, desbarataron los cajones, repartieron los platos sucios por los muebles, borraron las pistas impolutas e incluso hubo algún buen ladrón que sacó los restos de tortilla del cubo de la basura y los puso encima del televisor. Uno, posiblemente el más cobarde, saltó por la ventana persiguiendo al agente. Después de dejar la casa patas arriba, el capo nos dijo que parecía que no sobraba ningún objeto, que le detendrían pero que no serviría de nada, a las veinticuatro horas estaría volviendo a poner orden en las casas. Esta mañana, Juan y yo llegamos temprano al trabajo y con el temor de que cualquier día los policías puedan entrar en casa y recoger el cuarto de los niños.


PARPADEOS
Eugenio Mandrini
Argentina (1936)

Sólo hay tres clases de ciegos, ¿o tres no es el número perfecto? Está ese al que no hay explosión ni asamblea de luciérnagas que lo saquen de la sombra profunda. Está el otro, el que aun ciego, conserva un esbozo de penumbra y al resplandor de un fósforo queda de pronto en éxtasis y bajo la luz furiosa del mediodía cree que los ojos le vuelan. Y finalmente está aquel, el ciego que palpa afanoso los contornos y las grietas, los movimientos y temblores de los breves mundos. Ese, el tercero, es el amante.


CELOS
Paloma Casado
España (1957)

Que le perdone, me ruega. Que nunca más me será infiel. Que ni siquiera mirará a ninguna otra mujer. Que le permita volver. No para de mandarme mensajes desde el móvil que le regalé en su último cumpleaños para que estuviéramos siempre conectados. Y fue gracias a las nuevas tecnologías que le descubrí las fotos con esas amiguitas. Me llamaba celosa y controladora y, en sus reproches, le intuí las ganas de abandonarme. Pero no soy capaz de dejarle y pasar página. Cuando me lo planteo, siento un abismo bajo mis pies, como si el mundo desapareciera y solo quedara un agujero negro. He decidido darle otra oportunidad. Esta misma noche, me pondré ese vestido escotado que tanto le gusta, prepararé una cena especial con cava, abriré el candado de la puerta del sótano y le dejaré subir a casa. Pero la cadena con que le he amarrado no, esa se la voy a dejar puesta porque, como dice mi madre: "el que evita la ocasión, evita el peligro".