10 de julio de 2013

Periodismo de autor (VI). Manuel Vázquez Montalbán: "Treinta miradas del comisario Montalbano"

Según sus propias palabras, Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003) recién comenzó a considerarse un escritor en 1979, cuando su novela "Los mares del Sur" obtuvo el premio Planeta. Y sin embargo nunca dejó de ejercer su labor de periodista, una profesión que inició en 1961, cuando todavía era estudiante universitario, escribiendo reportajes en la última página de "Solidaridad Nacional", el diario barcelonés que editaba la Falange Española. Así, escribió una serie de artículos tras la muerte de Ernest Hemingway y entrevistó entre otros a Camilo José Cela. En 1963 ingresó como redactor jefe en la revista "Siglo 20", medio que, tras seis meses de continuos problemas con la censura, fue finalmente clausurado por el régimen franquista. Después pasó por las revistas "Hogares Modernos" y "Triunfo" hasta que, en 1966, ingresó como comentarista de política internacional en el diario "Tele/eXpres", una tarea que desempeñó hasta 1975. Tras colaborar regularmente en la redacción de la revista bimestral "CAU" (Construcción Arquitectura Urbanismo) y en la revista de humor "Hermano Lobo", fundó "Por Favor" -revista en la cual también trabajó Juan Marsé- y "La Calle". Entre 1977 y 1979 dirigió el semanario "Primera Plana" y luego pasó a escribir en el diario barcelonés "El Periódico" y en el semanario "Interviú". Mientras tanto escribía artículos para los periódicos políticos"Mundo Obrero", "Treball", "Lluita Obrera" y "Nuestra Bandera". En marzo de 1981 apareció la revista "Gimlet", "policíaca y de misterio", de la cual fue su director, y, en 1984, comenzó su colaboración con el diario "El País", en el que escribió regularmente hasta su fallecimiento. Analista extremadamente agudo de la realidad, de la situación política y de los hechos cotidianos de la sociedad, Vázquez Montalbán fue requerido también por la prensa extranjera, publicando artículos en "Le Monde Diplomatique" de Francia, "La Repubblica" de Italia y"La Jornada" de México, entre muchos otros medios.
El siciliano Andrea Camilleri (1925) tenía tras de sí una extensa carrera como novelista, guionista, director teatral y televisivo cuando, en 1994, publicó "La forma dell'acqua" (La forma del agua), primera novela de la serie protagonizada por el Comisario Montalbano, nombre que eligió para homenajear a Vázquez Montalbán. El libro fue un suceso tal en Italia que la serie de novelas y relatos protagonizados por este personaje se extendió, hasta el día de hoy, a la treintena de títulos. "Il ladro di merendine" (El ladrón de meriendas), "La voce del violino" (La voz del violín), "La pazienza del ragno" (La paciencia de la araña), "La pista di sabbia" (La pista de arena) y "La caccia al tesoro" (La caza del tesoro) son algunos de ellos. Sin proponérselo, Camilleri logró que el Comisario Montalbano se convirtiese en el más duro competidor en Italia del archifamoso Pepe Carvalho, el mítico personaje creado por Vázquez Montalbán.
Cuando en 1998 Camilleri publicó el tomo de relatos "Un mese con Montalbano" (Un mes con Montalbano), Manuel Vázquez Montalbán se encargó del prólogo a la edición española, el que tituló "Treinta miradas del comisario Montalbano". El texto fue reproducido después por varios medios internacionales, entre ellos "La Vanguardia" y "La Repubblica".

TREINTA MIRADAS DEL COMISARIO MONTALBANO

Aunque era un rumor que crecía como una bola de nieve o como el "impeachement" de un presidente de los Estados Unidos, fue necesario llegar al verano de 1998 para que la irresistible ascensión de Andrea Camilleri se convirtiera en evidencia informativa. Siete novelas, siete, del escritor siciliano aparecían en todas las listas de libros más vendidos de Italia, copando en algún momento los primeros lugares. No estábamos ante un fenómeno de prefabricación publicitaria, sino al contrario, ante la comprobación de que la literatura más artesanal puede ser ratificada por el gran público mediante el concurso de un nuevo sujeto del cambio de gusto: la vanguardia de los lectores, hoy mucho más determinante que la vanguardia de la crítica, por mal que les siente a algunos críticos empeñados en identificar al público con el mercado para desacreditarlo como juez. El propio Camilleri confiesa a la prensa: "Soy un escritor lanzado por el tam tam del público, no he ganado premios de resonancia. Elvira (Edit. Sellerio) no hace ninguna publicidad, y así llegaba a diez mil ejemplares porque la gente se telefoneaba y, como se aconseja una película, se aconsejaba mis libros". Es más, algunas veces los lectores le han abordado y le han desaconsejado los próximos pasos a dar por su personaje, el comisario Salvo Montalbano, a manera de "feedback" espontáneo que merece un tratamiento en las facultades de Ciencias de la Comunicación.
"¿No has leído a Camilleri? ¿Cómo es posible que no hayas leído a Camilleri?" dejó de ser un rumor para convertirse en "fumetto" sobre la línea del cielo de la sociedad literaria italiana. Apuesta meritoria porque sus libros aparecían en una editorial siciliana, Sellerio, prestigiada por el padrinazgo de Sciascia, pero con pocas posibilidades de competir con las grandes editoriales. De cinco mil ejemplares en cinco mil, "El perro de terracota", "La matanza olvidada", "La concesión del teléfono", "La ópera de Vigàta" La voz del violín" iban absorbiendo capas de lectores hasta forzar la pregunta: ¿quién es Andrea Camilleri?
Ante todo estamos ante una personalidad excéntrica con respecto a la sociedad literaria en la que casi todos tratamos de ganar el combate por KO recién cumplidos los veinte años: Camilleri alcanza el irreversible éxito lector a los setenta y tres, después de una vida profesional de la cultura, profesor de Arte Dramático, guionista y director teatral y televisivo, con logros importantes como la serie italiana dedicada a Maigret interpretada por Gino Cervi o versiones de autores italianos como "Terceto despedazado" de Italo Svevo.
Apasionado por el ámbito del 800 siciliano, autor de un bellísimo ensayo sobre la componenda como procedimiento de acuerdo en la cultura siciliana ("La burbuja de la componenda"), en 1980 publica su primera novela en Garzanti que no será un éxito hasta su reedición en Sellerio en 1997 ya en el inicio del fenómeno Camilleri. El escritor clarifica la vía de acceso a una estrategia personal de novela de intriga y al hallazgo del punto de vista propuesto al lector para la complicidad de la indagación: "Para escribir un 'giallo' se necesita un delito y un investigador. He escogido el nombre de Montalbano porque es uno de los más comunes en Sicilia y también como homenaje a Manuel Vázquez Montalbán...". Afirmación que recojo porque después de haber conocido a Camilleri y de haberle leído, me parece un honor inmerecido, aunque a veces, Montalbano, no Camilleri, se irrite por los gustos de Carvalho, especialmente por los gastronómicos.
En cuanto a la técnica, Camilleri asume que ha destripado las novelas de Maigret para poder llevarlas a la pantalla: "Diego Fabbri me ha enseñado cómo desmontar un 'giallo' de Simenon y volverlo a montar para la televisión. En mi primer libro 'La forma del agua', Montalbano era una función, no un personaje con todos sus atributos. 'El perro de terracota' la he escrito para definirlo y cuando he visto que interesaba, escribí otras dos". Camilleri va connotando los ámbitos hipotéticos sicilianos y a su propio personaje que crece novela a novela hasta poder permitirse el ejercicio de deconstrucciones de su estrategia literaria e investigadora en "Un mes con Montalbano".


Este libro propicia una magnífica entrada en el universo de Camilleri y su personaje, a episodio por día del mes, se resuelven casos no siempre criminales pero que ponen a prueba la sagacidad psicológica y deductiva del comisario, así como su gusto por la exhibición cultural. Las referencias cultas actúan como los jeroglíficos egipcios en los poemas de Pound, ventanas abiertas a otro universo, inverosímiles para un comisario de policía real, pero perfectamente verosímiles para un comisario de policía literario, criatura al fin y al cabo construida con palabras. Camilleri juega con la doble vida culta de Montalbano obligando al lector a la complicidad de creer posible que un vagabundo se enfrasque en un diálogo de alto nivel con el funcionario del orden. Pone a prueba de esta manera el verosímil literario que nada tiene que ver con otros verosímiles de ficción, por ejemplo el fílmico tal como lo descodificó Edgar Morin, o lo verosímil comprobable en la realidad.
Camilleri justificó la escritura de los treinta relatos de "Un mes con Montalbano" por la intención de ofrecer una galería de la mentalidad siciliana y por el propósito de entretener al comisario Montalbano mediante treinta pedazos de apetitosa carne mientras el autor se concentraba en otras escrituras. La resultante es un muestrario de todas las pinceladas que componen el efecto Montalbano y una magnífica manera de abrir la boca para las restantes novelas de Camilleri. Los diseccionadores de las novelas del comisario Montalbano sitúan la intención literaria y al personaje en un espacio amplio dentro del género policíaco, tan amplio que lo desborda. Más cerca de Maigret que de Spade o de Carvalho que de cualquier investigador científico criminalista a lo Boileau Narcejac, Camilleri confiesa los homenajes implícitos a uno y otro personaje, incluso el parentesco eufónico entre Montalbano y Montalbán, pero es preciso leer sus novelas para comprender los elementos que le acercan y le alejan de Simenon o de mis intenciones o posibilidades. De Simenon le separa una visión lúdica y culta de la indagación y de la función del mirón así como una cosmogonía sureña frente a las brumas ambientales y cerebrales de la cosmogonía simenoniana. De mi personaje o de mis novelas alquiladas a Carvalho le separa el propio sustrato de Camilleri, en ciertas notas coincidentes con el mío, pero menos condicionado por la ansiedad del escritor con voluntad de serlo y demostrarlo que a veces me ha asaltado. Montalbano exhibe su cultura sorprendente, especialmente dieciochesca y a veces las tramas se construyen en relación con un pretexto culto, en cambio Carvalho quema los libros de los que alguna vez dependió.
El estilo de Camilleri está cargado de cultura e historia, pero también de paciencia cultural e histórica, paciencia de isleño al que siempre le cuesta más que a cualquier peninsular llegar al centro del universo. Falsa distancia por otra parte, porque ya Sciascia, cuando el crítico Porzio le pregunta por qué ha hecho de Sicilia el territorio de sus novelas, el escritor le contesta: "Sicilia es el mundo". Siciliano de origen, vinculado a la atmósfera ética, cultural y estética que ha hecho posibles a Sciascia, Bufalino y Consolo, con los que Camilleri ha compartido la obsesiva inmediatez de los cuatro puntos cardinales que envuelve a toda isla, el escritor reside en Roma y asiste a su propio éxito con una distancia senequista, en el supuesto de que Séneca además hubiera tenido sentido del humor, el espléndido sentido del humor de Andrea Camilleri.


Complejo el éxito de este autor porque sus novelas no son fáciles y requieren la complicidad de un lector culto y relativizador, por otra parte capaz de aceptar ese universo siciliano, incluso ese lenguaje siciliano sabiamente dosificado y quintaesenciado. Tampoco es fácil su estilo que traduce una manera de mirar y sancionar la realidad que habrá requerido una tensión extra por parte de la, en este caso, traductora. El éxito de Camilleri se ha debido en parte a que su literatura ha sido adoptada por el norte lector más inteligente, el que no demanda mercancías de un ser folclórico, sino de un asumible imaginario del sur, contradicción entre lo abstracto sublimado y las notas de concreción que lo connotan. Ha sido ese lector de norte cultural más que geográfico el que ha propiciado que un género como el policíaco dejara de ser un subgénero y un adjetivo para devenir estrategia de conocimiento narrativo, en el que Camilleri, a sus setenta y tres años, se integra como una de las aportaciones más rejuvenecedoras de la sociedad literaria europea de la presente década.