No se puede escribir sin puntuar. Lamentablemente esa es la dura realidad y aquel que se anime a escribir deberá enfrentar la duda cruel y sortear este difícil trance. Dejando flotar la mirada sobre algunas ediciones, uno descubre la falta de un criterio de puntuación apareciendo a veces comas, puntos suspensivos y guiones como esparcidos al azar y sin ninguna relación con el texto que están organizando. Evidentemente, hay quienes creen que los signos de puntuación son elementos decorativos, caprichos de un espíritu sensible, huellas de la cadencia de una voz que no sufriría alteraciones al pasar al papel. Sin embargo, la duda cruel nos lleva a conjeturar que los signos de puntuación quizás merezcan un destino más noble, trascendente, ya que son fundamentales para la claridad y precisión de un texto, herramientas imprescindibles que responden a reglas sencillas. Ante la duda cruel lo mejor es dar batalla.
Todavía resuena en las aulas de mi escuela primaria la voz de la señorita Hilda diciendo que para poner las comas bastaba con leer en voz alta y ubicar las comas-pausas allí donde “el aire se terminaba”. En consecuencia, el punto respondería a una pausa mayor para tomar aire y el punto y coma, bueno, el punto y coma ingresaba en una zona oscura en la que pocos probaban suerte. Crecimos con la duda cruel de si nuestra capacidad pulmonar sería la responsable de una puntuación deficiente y la consecuente baja nota en Castellano. Muchos años debieron pasar para comprender que los signos de puntuación no separan aire, separan ideas. Sin restar mérito al aporte de los signos de puntuación a la cadencia y ritmo de un texto de cualquier género, su principal función es la de organizar el sentido de ese texto, dando claridad a la expresión y asegurando la comprensión del mismo por parte del lector.
La coma es, tal vez, el más usado de los signos y el que provoca más errores, a pesar de su aparente insignificancia. La coma se utiliza par separar palabras en una serie o enumeración. Ejemplo: Una experiencia nueva, interesante, provechosa. Cuando la última palabra se une a la anterior mediante o, y ó ni se suprime la coma. Ejemplos: Ayer, hoy o mañana. Moscato, pizza y fainá. Del mismo modo se utiliza par separar oraciones o frases. Ejemplo: Jóvenes y viejos, profesionales y aficionados, intelectuales y comerciantes, todos deben pagar la deuda externa. También rige aquí el mismo criterio de suprimir la coma ante o, y ó ni. Ejemplo: Ver una película, salir a caminar o quedarse en casa. En los casos en que una frase podría inducir a confusión, es preferible no ahorrarse las comas. Si bien es correcto decir: Diego iba con Hernán y Julio, el mayor, con Luis, mucho más claro es: Diego iba con Hernán, y Julio, el mayor, con Luis.
La coma se utiliza, además, para encerrar o aislar una palabra o una frase aclaratoria de la oración principal. Esta función la asemeja al paréntesis por dos razones: la oración puede leerse y entenderse omitiendo la palabra o frase entre comas y, en segundo lugar, para que surta efecto deben aparecer de a dos. Ejemplo: El entrenador, emocionado, felicitó al equipo. La mujer, al verlo, retrocedió unos pasos. La aparición de la doble coma es obligatoria en expresiones que aclaran o explican como sin embargo, no obstante, en primer lugar, esto es, en principio, etcétera, y en el uso del nombre en vocativo, es decir, cuando se llama o se habla a alguien. Ejemplo: Me gustaría, profesor, que estuviera de acuerdo. Isabel, llegas tarde. De todos modos, la duda cruel persiste ya que, en todos los casos, la puntuación se define en virtud de lo que se quiere decir. Por ejemplo, en la oración: El hermano dormido no pudo ayudarle (sin comas) se determina cuál hermano no ayudó y suponemos que hay más de un hermano. En cambio, si la oración es: El hermano, dormido, no pudo ayudarle (con comas) se aclara que es un único hermano y estaba dormido.
Para terminar, una recomendación útil es recortar esta columna y pegarla al lado de la computadora o sobre el escritorio, leer objetivamente los textos y reconocer que más de una coma aparece como señal de una frase que costó completar, como intento de reflejar una manera particular de hablar, como un adorno en oraciones que parecen largas o simple desidia.