Las grandes civilizaciones que han dejado una huella profunda y duradera en la historia de la humanidad, han establecido siempre su propio calendario y han elaborado sistemas para fijar el comienzo, la duración, las divisiones y las fechas importantes del año. El calendario musulmán comienza con la Hiyra (Hégira), o sea el viaje del profeta Mahoma de La Meca a Medina. La palabra árabe hiyra significa "emigración", pero en el islamismo ha adquirido un sentido mucho más amplio y profundo puesto que tiene relación con la vida del profeta. A veces se ha traducido erróneamente el término por "huida" o "refugio", aunque originalmente tenía la connotación de ruptura de los vínculos de parentesco o de asociación. A esta acepción preislámica el islamismo le añadió el significado de "ruptura de los vínculos de parentesco en nombre de Dios".
El profeta Mahoma emprendió su misión en el año 610, cuando tuvo la primera revelación en el monte Hira, cerca de La Meca. Pronto atrajo a su doctrina a un grupo pequeño pero fervoroso de discípulos. Mas, a medida que aumentaba el número de sus adeptos, la nueva religión suscitó una violenta oposición, particularmente entre los poderosos de La Meca que controlaban la vida económica de la ciudad. La oposición creció, feroz y obstinada, y tras trece años de predicación y de lucha incesantes, Mahoma comprendió que su movimiento se había estancado y que no podía confiar en un éxito inmediato. Fue en esas circunstancias cuando decidió abandonar su ciudad natal de La Meca y emigrar con sus discípulos a Medina, cuya población había prometido ayudarle en el cumplimiento de su misión. La hégira se presentaba así como la única solución, pero no era fácil decidirse por ella. Para los miembros de la naciente comunidad musulmana suponía un gran sacrificio abandonar hogares y bienes, contactos sociales y relaciones familiares, haberes económicos y comerciales y todos los privilegios de que gozaban como ciudadanos de la más próspera y prestigiosa ciudad del norte de Arabia y establecerse en una localidad que prácticamente no tenía oportunidades materiales que brindar. La emigración entrañó pues, como motivo esencial, el concepto nuevo y revolucionario de la entrega a una causa noble y el sacrificio en nombre de Dios para proteger su mensaje y transmitirlo a la humanidad sobre una base más segura.
El espíritu de sacrificio como motivación de la hégira se refleja a menudo en numerosas tradiciones en torno al profeta y a sus compañeros. Así, uno de sus seguidores expresa su propio sentimiento y el de los demás con estas palabras: "He abandonado a mis parientes y amigos y mis bienes haciendo la hiyra hacia Dios". Otro dice: "Hicimos la hiyra con el enviado de Dios, para deleite de Dios, el altísimo y bendito". Cuando un musulmán abandona su casa y a parientes y amigos en nombre de Dios, adquiere una enorme fuerza moral y psíquica que le permite vencer todas las dificultades espirituales y materiales. Si un hombre no deja tras de sí el mal, su hégira es inútil en cuanto a los resultados. Alguien preguntó al profeta: "Oh, mensajero de Dios, ¿cuál es la hégira más admirable?". El profeta respondió: "La hégira más admirable es que renuncies a aquello que no place a tu Dios". A la luz de estas tradiciones, los sabios del Islam distinguen dos direcciones de la hégira: hacia adentro y hacia afuera. La hégira interior consiste en la renuncia a todas las tentaciones malignas del ser y la hégira exterior en salvar la religión trasladándose de un lugar a otro.
Desde el punto de vista histórico, la hégira del profeta de La Meca a Medina en el año 622 constituye un momento decisivo en su misión profética y una revolución en el islamismo. Considerado en su aspecto externo, el movimiento islámico adoptó entonces una nueva forma y se estableció como una comunidad definitiva con un jefe único. En La Meca, Mahoma era un simple ciudadano; en Medina, el profeta jefe de una comunidad. En La Meca debía limitarse a una oposición más o menos pasiva al orden establecido; en Medina organizó una sociedad religiosa. En resumen, la hégira del profeta confiere una forma explícita a lo que hasta entonces había sido implícito.La hégira anunció una nueva era en la historia del Islam. Debido a esta importancia histórica y conceptual, cuando bajo el segundo califa, Umar lbn al-Jattab, se planteó la cuestión de adoptar un calendario musulmán independiente, los compañeros de Mahoma decidieron por unanimidad fijar la hégira como comienzo del nuevo calendario, prefiriéndola como fecha inicial a la de otros acontecimientos importantes, como el nacimiento del profeta o el día en que tuvo su primera revelación. Mahoma no se proponía solamente predicar la fe sino además "poner la fe en acción". Y eso fue posible gracias a la hégira. De ahí que en la historia entera del Islam nada pueda compararse a ésta en cuanto a su importancia histórica y a sus consecuencias ideológicas, sociales, políticas y culturales.
"El es Quien colocó al Sol como claridad y a la Luna como luz, y dispuso las mansiones de la Luna, a fin de conocer el numero de los años y el cómputo", dice el Corán. Así, la Era Islámica se calcula a partir del año de la hégira, que tuvo lugar en 622 de la Era Cristiana según el calendario gregoriano. Siguiendo las orientaciones del Corán, que expresamente dispone que el tiempo se mida en relación con la luna, el año islámico consta de 354 días y está dividido en 12 meses lunares de 30 ó 29 días. En cada ciclo de treinta años, los años 2, 5, 7,10, 13, 16, 18, 21, 24, 26 y 29 son bisiestos y su día excedente se añade al mes de Dhu 'l-Hidya. Dado que el año islámico es más corto que el año solar, el día de Año Nuevo islámico retrocede y vuelve a caer en la misma fecha cada 32 años y medio.
Los días de la semana se llaman: Yawm al-Ahad (Domingo), Yawm al-lthnain (Lunes), Yawm al-Thalatha (Martes), Yawm al-Arba'a (Miercoles), Yawm al-Jamis (Jueves), Yawm al-Yum'a (Viernes) y Yawm al-Sabt (Sábado). Mientras que los meses del año se denominan: Muharram, Safar, Rabi' I, Rabi' II, Yumada I, Yumada II, Radgab, Shaban, Ramadán, Shawwal, Dhu 'l-La'da y Dhu 'l-Hidya. El establecimiento de una correspondencia precisa entre las fechas de los calendarios islámico y gregoriano requiere hacer cálculos bastante complicados.