24 de noviembre de 2007

La rueda de argumentos de Edgar Wallace

Richard Horatio Edgar Wallace nació en el distrito londinense de Greenwich el 1 de abril de 1875. Era hijo ilegítimo del actor Richard Horatio Edgar y de la actriz Marie "Polly" Richards, quien lo hizo bautizar por un sacerdote católico y lo inscribió en el registro parroquial como hijo de Walter Wallace, un personaje ficticio. Más tarde fue adoptado por George Freeman, un mozo del mercado de pescado de Billingsgate. Abandonó definitivamente la escuela a los doce años, si bien a partir de los once sólo asistía a clase parcialmente, pues se ganaba la vida vendiendo periódicos. Desde entonces hasta los dieciséis años trabajó sucesivamente en varias imprentas, en una zapatería, en una fábrica de impermeables, como cocinero en un buque, como albañil y como repartidor de leche, para enrolarse luego en el ejército, sirviendo seis años en Africa del Sur, donde fue, sucesivamente, corresponsal de la agencia Reuter (1899/1900), del "Daily News" (1901) y del "Daily Mail" (1901/1902).
A los veinte años de edad publicó un tomo de versos, pero después se dedicó principalmente al género novelesco, con lo que alcanzó pronto gran popularidad. Escribió varios millares de relatos cortos, una veintena de comedias e infinidad de artículos de carreras de caballos y crítica teatral, además de ciento cincuenta novelas, en la mayoría de las cuales el protagonista es el invesigador privado Reeder. Se destacan entre sus escritos: "The four just men" (Los cuatro hombres justos), "The man who bought London" (El hombre que compró Londres), "The green archer" (El arquero verde), "The angel of terror" (El ángel del terror), "The twister" (El tortuoso), "The secret house" (La casa secreta), "The man who was nobody" (El hombre que no era nadie) y "The door with seven doors" (La puerta de las siete cerraduras) entre tantos otros. Durante algún período en los años veinte, se vendían 5.000.000 de ejemplares de sus libros al año: uno de cada cuatro vendidos en Londres era suyo. Al mismo tiempo llegaron a representarse simultáneamente hasta seis comedias suyas en los escenarios de la capital británica.
Aunque los antecedentes de la literatura policíaca son antiguos, fue sin embargo a mediados del siglo XIX cuando, merced al crecimiento de las aglomeraciones urbanas, al desa­rrollo de la prensa y al nacimiento de la policía científica, el género comenzó a adquirir rasgos definidos y muy diferenciales. Edgar Allan Poe (1809-1849) puso sus cimientos, particularmente, con "Los crímenes de la calle Morgue" que introdujeron al investigador C. Auguste Dupin. Otros siguieron este camino, es decir, articular la trama en torno al detective protagonista. El máximo esplendor se produjo en la escuela anglosajona, con el británico Arthur Conan Doyle (1859-1930), creador del detective Sherlock Holmes y sus compatriotas Gilbert K. Chesterton (1874-1936), creador del Padre Brown y Edgar Wallace con su ya mencionado, investigador Reeder. En Francia fueron Emile Gaboriau (1832-1873) y Maurice Leblanc (1864-1941), creador del elegante ladrón Arsenio Lupin, quienes impusieron el género, juntamente con Pierre Souvestre (1874-1914) y Marcel Allain (1885-1969), autores de la serie "Fantomas", iniciada en 1911.
El desarrollo de la prensa sensacionalista y el nacimiento del cine en episodios en 1908, acrecentaron el interés del público hacia este género, particularmente en Estados Unidos, donde proliferaron las "detective stories".Edgar Wallace contaba una curiosa anécdota entroncada directamente con la producción literaria que llevó a cabo: ideó, construyó y patentó un artefacto llamado "The Edgar Wallace plot wheel" (La rueda de argumentos de Edgar Wallace), consistente en dos círculos superpuestos. En el de abajo había escritas, no tan al azar como podría pensarse, una serie de líneas argumentales clásicas del género de novela de misterio, como por ejemplo "amnesia", "asesinato", "robo", "herencia", "accidente" o "explosión". El círculo superior, móvil, tenía una ventanita. Cuando el autor se quedaba atascado en alguna historia hacía girar la rueda. Cayera donde cayera, Wallace seguía fielmente los dictados que le marcaba este particular método para vencer la temida página en blanco.
En 1931, en pleno apogeo de su fama como escritor, periodista y director teatral, se presentó como candidato al Parlamento por el Partido Liberal, aunque sin éxito. Ese mismo año se radicó en Hollywood, donde falleció después de escribir para la R.K.O. el guión original de King Kong el 10 de febrero de 1932.