3 de noviembre de 2007

Nostradamus y una profecía cumplida

Michel de Nostre Dame, o como era el uso de los cientí­ficos de su época, Nostradamus, en su traducción latina, nació el 15 de diciembre de 1503 en Saint Remy de Provenza (Francia).
Era hijo de Jaume de Nostre Dame, acaudalado notario, un cargo que en esa época principiaba a conferir dignidad social pre­cursora de la nobleza de toga, que florecería un siglo más tarde. Nostradamus era, por ambas ascendencias, de origen judío y al parecer sus abuelos eran conversos.
En todo caso, fue recibido en calidad de aprendiz por uno de ellos, médico y astrólogo, con profundos conocimientos de la cábala. Este abuelo le hizo estu­diar medicina en la Facultad de Montpellier, después de completar los estudios humanísticos en Avignon.
Recibió el título de Doctor, previos períodos de perfeccionamiento en las Facultades de Medicina de las Univer­sidades de Burdeos y de Toulouse.
En 1547, después de numerosos viajes de los que no hay antecedentes seguros, pero sí muchos rumores fantasiosos, fijó su residencia en la localidad provenzal de Salon.
Allí, además de su labor facultativa, si hemos de creer lo que el mismo dice en su Epístola al rey Enrique II, inició los estudios astrológicos que iban a traducirse en profe­cías, el 14 de marzo del año 1547. De estos estudios nacieron varias obras proféticas: en 1550, los almanaques astrológicos que le son atribuidos; en 1555, las tres primeras centurias y cincuenta y tres cuartetas de la cuarta, mas la carta a su hijo César como prólo­go y en 1558, el resto de las diez centurias básicas, mas la Epístola a Enrique II.
El efecto que produjo la publicación de la obra de Nos­tradamus fue de tal alcance que recibió el título de Médico Ordinario del Rey Enrique II. Dicen que este rey, cuya muerte accidental ocurrida en 1559 fue predicha por Nostradamus en 1555, en la cen­turia 1-35, maldecía en su lecho de agonía al profeta por haber comprendido sólo en ese momento el alcance de la predicción.
El rey Carlos IX, el segundo de los tres hijos de Enri­que II que le sucedieron en el trono, visitó a Nostradamus en su retiro de Salon, buscando iluminación acerca de su destino, confirmándole en su título de Médico Ordinario del Rey.
Nostradamus ha pintado la historia de su tiempo casi en forma total, pero sólo se pueden tomar los aspectos más claramente demostrables, ya que otros están escondidos tras claves bastante difíciles de comprender.

"El león joven dominará al viejo
en un torneo (duelo singular);
le reventará los ojos en su jaula de oro.
De las dos fuerzas en combate (clase-fuerza de guerra)
quedará una sola, la otra morirá de muerte cruel".

Esta centuria, la 1-35, fue publicada en 1555. El 29 de junio de 1559, el rey Enrique asistió en París a un brillante torneo que fue reseñado así por un cronista contemporáneo: "La mala suerte quiso que, por la tarde, la justa casi terminada, el Rey quisiere romper una lanza (participar en un asalto frente a otro caballero). Ordenó pues al conde de Montgomery de combatir contra él; éste se negó, presentó todas las excusas que pudo, pero el rey se lo exigió. Ya sea que la desgracia general lo quisiera así, ya sea su destino, fue alcanzado el rey, de contragolpe, en la cara, entrándole una gran raja de ma­dera en el ojo. El rey no perdió su coraje y perdonó al conde de Montgomery".
Once días después Enrique II fallecía. El vaticinio se había cumplido, el viejo León, con los ojos reventados den­tro de su yelmo de oro (jaula de oro), moría de muerte cruel.
Siete años más tarde, el 2 de julio de 1566, murió Nostradamus, atacado de hidropesía, siendo inhumado en el Convento de los Corde­larios de Salon.
Se colocó en su tumba el siguiente epitafio: "Aquí yacen los huesos del muy ilustre Michel Nostra­damus, el único a juicio de todos los mortales, de escri­bir con pluma casi divina, según la influencia de los astros, los acontecimientos futuros del mundo entero. El vivió sesenta y dos años, seis meses y diecinueve días, murió en Salon el año 1566, que la posteridad no perturbe su descanso".
Se dice que fue capaz de predecir su propia fecha de muerte. Doscientos veintiséis años después, en el año del Terror, en 1792, los revolucionarios de Salon violentaron el cemente­rio de la Iglesia de los Cordelarios, destruyendo templo y convento, exhumando los cuerpos que allí reposaban.
Cuando los saqueadores llegaron a su tumba, encontraron entre sus restos un medallón de oro que tenía la fecha exacta del saqueo de la tumba en los tiempos turbulentos de la Revolución Francesa.
Sin embargo, la reacción popular fue tan grande, que el Municipio se vio obligado a colocar las cenizas del profeta en un nicho de la Iglesia Matriz de Salon, colocando la pla­ca de marmol cuyo texto reprodujimos y cuya inscripción, desgastada por el paso de los siglos, apenas se lee.