¿El único? En todo caso, Robespierre comparte el "privilegio" de la exclusión con Jean Paul Marat, pero también con muchos otros de los que desempeñaron un papel central, por ejemplo en la revolución colonial y en la abolición de la esclavitud. Pienso en Julien Raimond, animador de la Sociedad de los Ciudadanos de color, Vincent Ogé, pero también con Etienne Polverel o Léger Félicité Sonthonax, que fueron comisarios civiles de Santo Domingo e impulsaron con todas sus fuerzas físicas y morales la abolición de la esclavitud en la isla en 1793. Y esto sólo en una rápida aproximación.
Desde 9 thermidor del año II (27 de julio de 1793), son más de doscientos años de campaña difamatoria. Montañas de infamia se amontonan al lado de numerosas biografías tendenciosas. Robespierre continúa siendo el "maldito".¿Qué hizo Robespierre para merecer tantas calumnias?
De forma sintética, podemos decir que fue porque tomó la defensa de la "causa del pueblo", como él mismo la llamaba, pero también de la "causa de los pueblos" y de sus derechos, y, en resumidas cuentas, "la causa de la humanidad" contra las diferentes formas de opresión colonialista que se imponían en su época. Para atenerme a la "causa del pueblo", Robespierre, como diputado en los Estados Generales entre marzo y junio de 1789, luego en la Asamblea Constituyente entre junio de 1789 a 1791 y en la Convención, entre septiembre de 1792 y 9 termidor el año II, defendió los derechos del pueblo. Uso pueblo en el doble sentido del término. En primer lugar en el sentido de "pueblo constituido" por la práctica del ejercicio de los derechos del ciudadano, eligiendo a sus representantes y participando en la elaboración de las leyes. El intervino para defender los derechos de todos los excluidos, como los comediantes, los judíos y los protestantes a quienes la Iglesia Católica excluía de la vida de los "cristianos buenos", pero también de los "libres de color", que los colonos que se decían "blancos" excluían de los derechos de ciudadano en las colonias, así como de los esclavos privados de todos los derechos civiles y políticos. También defendió al pueblo en el sentido de la "gente menuda", para que sus derechos y su dignidad de seres humanos fueran tan respetados como los de las capas superiores de la sociedad. Defendió el proyecto de una democracia fundada sobre el ejercicio efectivo de la soberanía popular y fue uno de sus principales promotores. ¡En una sociedad donde dominaban la "nobleza de la sangre" y la del dinero, tomar partido por el pueblo, a quien la "gente honesta" trataba ordinariamente con palabras tan insultantes como "canalla" o "populacho", era no sólo valiente, sino todo un programa político!
En tu obra historiográfica, rechazaste la concepción "clásica" de la Revolución Francesa como una "revolución burguesa con apoyo popular", para proponer el concepto la "Revolución de los derechos del hombre y del ciudadano". Explícanos por qué adoptaste este concepto y sus consecuencias tanto para el conocimiento de la Revolución Francesa, como para las actuales lecturas políticas de la misma.
¿Clásica? Verdaderamente, no lo es. Más bien se trata de la interpretación "marxista", que no "marxiana", de las revoluciones de la época "moderna" (siglos XVI- XVIII). Es una cuestión esencial y, por tanto, complicada. Trataré de presentarla a grandes trazos. A finales del siglo XIX e inicios del XX, los promotores de la noción de la "revolución proletaria" acabaron por cambiar el sentido de la Revolución Francesa, que hasta entonces aparecía como una tentativa de realización de una República popular, democrática y social, portadora de las mayores esperanzas de los pueblos en todos los continentes. En Francia, fue Jaurés quien, en 1904, afirmó con fuerza esta nueva tesis en su "Histoire socialiste de la Révolution Francaise" (Historia socialista de la Revolución Francesa). ¡Los Montagnards (Montañeses, minoría de la Convención Nacional) que hasta entonces habían sido percibidos como los defensores de la causa del pueblo y tachados de "anarquistas", de repente se vieron transformados en "pequeño-burgueses" de nariz empolvada y de mentalidad estrecha! De nuevo, Robespierre fue el primero en pagar los platos rotos. Con esta operación, la "revolución burguesa" se convertía en un paso obligatorio de la historia del "progreso" y el capitalismo se transformaba en el instrumento de este "progreso". ¡Para Jaurés, el héroe de la Revolución ya no estaba al lado del pueblo, sino al lado del "capitalismo" y Pierre Joseph Marie Barnave se transformó, por necesidades del guión, en una prefiguración del propio Marx! ¡Hay que leer las páginas asombrosas en que Jaurés compara a Barnave con Marx en el tema del carácter progresista atribuido al capitalismo y de un materialismo que les sería común! Estas dos afirmaciones merecerían ser revisadas en modo crítico. Será bien difícil encontrar lo que Marx podía tener en común con un "liberal económico" y con un defensor del colonialismo esclavista y segregacionista. Pero aquí nos encontramos ante un nuevo capítulo de esas historias enmarañadas…
Si te parece... podemos empezar a hablar del joven abogado de provincias. En Arras, pequeña ciudad del norte de Francia, el joven Robespierre adopta la causa de los pobres, la causa del pueblo...
Robespierre había obtenido una beca para estudiar en París. Regresó a Arras, donde ejerció como abogado, en 1781, con veintitrés años. Sus alegatos muestran enseguida su interés por la justicia. Defendió a los débiles de todos los medios sociales y adquirió un conocimiento concreto de las miserias individuales y sociales. Dejó penetrantes descripciones de las condiciones espantosas de detención, por ejemplo. Pero mostró toda su talla en el proceso que transcurre entre la convocatoria de los Estados Generales en 1788, hasta su elección como diputado del tercer estado de Arras en abril de 1789. Para él fue un auténtico descubrimiento conocer los abusos de poder cometidos por una pequeña camarilla que controlaba el poder local en los Estados de Artois. Estos Estados eran una institución antigua, en la cual cada uno de los tres órdenes: clero, nobleza, tercer-estado, estaba representado por cargos electos. Gracias a recientes reformas reales (que fechaban de 1771), el obispo de Arras y el gobernador habían sustituido las elecciones por un nombramiento. El resultado fue que una pequeña camarilla formada por algunos nobles y miembros del muy alto clero eliminaron a los electos del tercer estado. Sólidamente instalado en el poder local, este pequeño grupo pretendía que las elecciones para los Estados Generales se hicieran de la misma manera. Esto provocó la cólera del pueblo y de todos los excluidos. Robespierre redactó varios textos en defensa de las instituciones electivas y del principio de soberanía popular. Esta batalla coincidía con la de diversas provincias que conocían la misma suerte y el rey se vio obligado a legislar: él mismo puso fin a estos Estados Provinciales que se habían transformado en el instrumento de una tiranía local insoportable y abrió el derecho de voto, para el tercer estado, a todos los cabezas de familia de más de veinticinco años. En este proceso, Robespierre encontró al pueblo en lucha, con sus prácticas de democracia rural y municipal, abiertas a ambos sexos en el campo. Animó las reuniones del tercer estado de Arras, participó en la redacción del cuaderno de quejas de la provincia y fue elegido uno de sus ocho diputados. Por otro lado, el cuerpo de los zapateros remendones le pidió ayuda para redactar su cuaderno de quejas. ¡Fue en este ambiente donde Robespierre se inició en las prácticas de la democracia y en su renacer!
Durante la Asamblea Constituyente, la burguesía traicionó en diversas ocasiones la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano votada el 26 de agosto de 1789. Robespierre adoptó, en cambio, otra actitud. La lista de hechos es larga: la lucha por el sufragio universal y contra el derecho de voto censatario, la lucha por el derecho de todos los ciudadanos a formar parte de la guardia nacional, la oposición del "Incorruptible" a la ley marcial que se aplicaba contra los motines populares producidos por la carestía de la vida, su lucha contra la esclavitud, su lucha contra la pena de muerte...
Sí, la Declaración de los Derechos de Hombre y del Ciudadano merece un instante de atención. Pero antes, precisemos que el término "burguesía" es inadecuado para designar a la mayoría de la Asamblea Constituyente. No olvidemos que esta asamblea de los Estados Generales, transformada en junio de 1789, en Asamblea Constituyente, estaba formada por numerosos señores, nobles o plebeyos, algunos cultivadores acomodados y por una miríada de profesiones liberales. Es mejor hablar de "clase de los poseedores", en la que se mezclaban señores feudales y poseedores, del capitalismo de esta época (negociantes, plantadores de las colonias, grandes granjeros). ¡Esto es más preciso! La Declaración de los Derechos de Hombre y del Ciudadano sintetiza la teoría de la revolución del período moderno, desde el siglo XVI. No fue solamente un texto circunstancial, sino una nueva tentativa para hacer reconocer, a escala de toda una sociedad, principios de derecho de las personas, los pueblos y de la humanidad que debían ser respetados por los poderes públicos. ¡Habían habido unas tentativas anteriores, en Inglaterra en el siglo XVII, con dos revoluciones sucesivas, luego en Holanda, que desarrolló una guerra de independencia contra un ocupante extranjero, que duró cerca de un siglo! En 1788, una revolución en las "provincias belgas", que intentaban seguir las huellas de Holanda, había precedido, en Europa, a la Revolución Francesa. De hecho, un ciclo inmenso de revoluciones había comenzado ya a sacudir el dominio colonial europeo en América, luego había alcanzado Europa, para volver de nuevo a América a principios del siglo XIX. El voto de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano fue uno de los primeros actos de la Revolución en Francia. Cuando los Estados Generales se reunieron en mayo de 1789, la imprudencia del Rey le hizo creer que podría reprimir este "barullo", pero esa actitud tuvo consecuencias inversas, y los diputados tuvieron el coraje de arrebatarle la soberanía al Rey para reconocérsela al pueblo que acababa de elegirles. Este fue el sentido del Juramento del Jeu de Paume, el 20 de junio de 1789. En ese momento, los campesinos, que no veían mejorar su suerte, pasaron a la acción en julio siguiente y formularon claramente su voluntad de suprimir el régimen feudal y de repartir el dominio señorial en dos partes, quedando una mitad para los señores y la otra mitad para los campesinos, que verían por fin sus tierras libres de toda renta. Este gran levantamiento campesino, llamado Gran Miedo, obligó la Asamblea a legislar. Esta reconoció el principio de la supresión completa del régimen feudal, en el contrato social en Francia, y el de la Declaración de los Derechos de Hombre y del Ciudadano, como principios de carácter constituyente. En cuanto al régimen feudal, la Asamblea aceptó ese enunciado radical, rechazando posteriormente las medidas concretas. En cambio, la Declaración de los Derechos fue votada el 26 de agosto de 1789.
La "clase de los poseedores" acogió las movilizaciones populares contra la escasez con la ley marcial. Robespierre, apoyando al pueblo, se opuso a esta medida. ¿No hay que establecer el relato verdadero de cómo y por qué la ley marcial surgió y contra quién fue utilizada?
En efecto, la ley marcial era una creación reciente de los "economistas" quienes, como Jacques Turgot, intentaron cambiar el comercio controlado de granos y transformarlo en un capitalismo comercial de nuevo género. Hasta los años 1760-80, el mercado de las subsistencias se hacía bajo el control del poder municipal de las ciudades y las villas, para velar por el abastecimiento de los mercados e impedir especulaciones alcistas de los precios de los granos. Estas alzas de los precios eran verdaderamente asesinas -la palabra no es exagerada- para los salarios bajos. Diversos estudios han mostrado que la parte de los salarios bajos reservada para la alimentación oscilaba entre el 50 y el 75%. Lo que significa que la menor subida de los precios provocaba una escasez artificial en el sentido de que los pobres se veían forzados a emplear todo su salario en alimentarse, y si la subida sobrepasaba este umbral, no tenían nada que comer. Economistas, como los fisiócratas en los años 1760, después los "turgotinos" (partidarios deTurgot) en 1775, pensaron que la subida de los precios de los granos era una buena cosa porque permitiría enriquecer a los productores y a los vendedores de granos y, por consiguiente, al fisco. ¡Tenían razón sin duda, pero en detrimento de los salarios bajos! La libertad del comercio de los granos era el nombre "científico" dado a una operación de especulación alcista de los precios de los granos y de las harinas que eran la base de la alimentación del pueblo. Se efectuaron dos experimentos sucesivos y se provocaron "motines de subsistencia" espectaculares. ¡Por dos veces consecutivas el Rey intentó imponer la libertad de comercio de los granos, y por dos veces, analizando los efectos muy negativos de estas "emociones populares", había renunciado y prefirió proteger a sus súbditos! El partido de los economistas, porque verdaderamente se organizaron en partido, pensó que la Revolución era el momento propicio para volver a probarlo. Esta vez había que imponer la reforma por la fuerza. Turgot ya había pensado establecer la "ley marcial": su objetivo era impedir a los poderes municipales tasar el precio de los granos en los mercados, o si se prefiere, imponer "manu militari" la subida de los precios que volvía a absorber los salarios y las rentas fijas, con riesgo de provocar escaseces artificiales, enfermedades y crisis de mortalidad en las capas más pobres… Había nacido el arma alimentaria. El discurso de los economistas enmascaraba la cosa tras una argumentación impecable, salpicada por conceptos tan nuevos como bellos. Por ejemplo: "la libertad del comercio va a vivificarlo todo, la agricultura será floreciente, la economía crecerá, la felicidad está en el consumo sin freno, los gritos del pueblo son los gritos de ignorantes que no comprenden nada de economía", etcétera… Y para no oír más el grito del pueblo, los economistas apelaron a la "ley marcial". Podemos añadir que los economistas eran unos "creyentes": para ellos, en efecto, la economía tenía leyes que ellos consideraban que eran de naturaleza divina, un poco a la manera de las leyes de Newton. ¿La economía era una ciencia de la naturaleza o una actividad humana? La cuestión se planteó de este modo en aquella época. Lo cierto es que, el 29 de agosto de 1789, la Asamblea Constituyente votaba el principio de la "libertad ilimitada del comercio de los granos". Luego, el 21 de octubre, la "ley marcial" que se refería expresamente a toda tentativa de oponerse a eso. Una nueva idea había germinado en los cerebros fértiles de los economistas: ¡para evitar los disturbios en los mercados, el precio del pan fabricado en las panaderías sería subvencionado por las municipalidades... La especulación alcista de los precios de los granos podía desplegarse, financiada por los impuestos locales!
El público español suele ignorar que la Asamblea Constituyente constitucionalizó la esclavitud, en un contraste agudo con la Declaración de 1789, que proclamaba la igualdad de los hombres. Se ignora aún más que Robespierre fue el jefe de la pequeña minoría de diputados que defendió en esta ocasión la abolición de la esclavitud.
El problema colonial es en efecto, en el contexto de la historiografía sobre la Revolución Francesa, un frente de investigación totalmente nuevo. Es difícil entender por qué la historiografía de la Revolución Francesa tardó tanto en interesarse en ese tema. Esta cuestión verdaderamente sólo salió a la luz de los estudios después de 1989. Incluso hubo ocultación de este sujeto. He aquí un ejemplo. El Rey de Francia era, desde finales del siglo XVII poseedor de colonias en América, entre las que estaban las "islas de azúcar", donde la mano de obra estaba formada por cautivos africanos esclavizados en las plantaciones. La parte francesa de Santo Domingo se transformó en el primer productor de azúcar del mundo de la época y los beneficios, de naturaleza especulativa, eran verdaderamente prodigiosos. Los grandes plantadores azucareros eran allegados del Rey, quien les distribuía las tierras y los privilegios. En la segunda mitad del siglo XVIII, los nuevos colonos procuraron hacer fortuna en Santo Domingo, pero las tierras azucareras eran cada vez más raras. Sabiendo que la capa superior de los colonos franceses era mestiza, porque se habían casado en matrimonios legítimos con las mujeres africanas, estos recién llegados intentaron introducir la discriminación racial en la legislación colonial, esperando que las víctimas serían forzadas a abandonar sus bienes. Conocíamos estas prácticas de exclusión y sus resultados,
similares a las practicadas en la época de las guerras de religión, donde los bienes de los católicos fueron confiscados en los países protestantes y viceversa. Sin embargo, el Rey negó esta política de división de la clase de los colonos, por la excelente razón de que en el Reino, la indiferencia del color era entonces la norma y que una gran parte de la nobleza era mestiza desde hacía varias generaciones. Se formó un "partido colonial segregacionista" que quiso romper con el Rey y hasta procuró ponerse al servicio de otra potencia colonial protectora. Este "partido segregacionista" sacó provecho de la Revolución para introducir a sus diputados en la Asamblea, pero lamentó que se votara la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En efecto, el artículo primero afirmaba: "los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos". ¡El partido colonial denunció esta Declaración peligrosa y hasta la presentó como "el Terror" de los colonos, esta palabra está en sus propios textos! Muy inquietos con el giro de los acontecimientos, estos colonos pusieron en marcha una campaña a favor de la conservación de la esclavitud en las colonias y recibieron el apoyo del gran comercio de los puertos atlánticos y, conjuntamente, hicieron presión sobre los diputados corruptibles. Así es como el partido colonial consiguió imponerse a la Asamblea que votó, por mayoría, la constitucionalización de la esclavitud en las colonias el 13 de mayo de 1791 y la discriminación racial el 24 de septiembre. ¡Pues bien, este decreto del 13 de mayo que constitucionaliza la esclavitud en las colonias fue "ocultado" desde 1898! ¿Por qué? Probablemente porque la historiografía "funcionaria" quería rehabilitar el período de la Constituyente, al precio de algunas manipulaciones de la historia, y esta ocultación todavía dura… También pienso que es muy interesante comprender que la izquierda de la Revolución se formó a partir de este problema colonial. En 1789-91, el lado izquierdo era, en la Asamblea, muy pequeño: lo dirigían tres diputados, Gregoire, Pétion y Robespierre, quienes descubrieron la realidad colonial a partir de la Sociedad de los Ciudadanos de Color, que desarrollaba su lucha en el mismo París. Juntos, construyeron un proyecto revolucionario que pasaba por la destrucción de la sociedad colonial, esclavista y segregacionista, proponiendo una sociedad de "igualdad de epidermis" -el término es notable-, de introducción de los derechos universales del hombre y del ciudadano y de redistribución de las tierras. Este proyecto tomó cuerpo con la independencia de la república de Haití en 1804.
¿En qué concepción filosófica se basaban Robespierre y el "coté gauche" (la izquierda), cuando afirmaban que la Declaración de los Derechos del Hombre era universal?
La filosofía de la Revolución era la del derecho natural moderno, que aún es muy desconocida. Es lamentable, porque esta filosofía interesa a toda la humanidad. ¿Sabe que esa filosofía tuvo uno de sus puntos de partida en España? De hecho, se desarrolló en el mundo entero de la época, es decir, en Europa y en su imperio colonial, que comenzó en América, desde el principio del siglo XVI. Esta filosofía del derecho natural era una respuesta a los crímenes cometidos por los conquistadores de América: conquistas, pillajes, destrucción de las sociedades "indias", esclavización primero de los "indios", luego de los cautivos africanos… Fue el rechazo a estos crímenes contra la humanidad lo que parió la formidable idea de los derechos de los seres humanos. Esto suponía redefinir la propia humanidad y eso es lo que hicieron las universidades de Salamanca y de Coimbra: la humanidad es una y no está dividida en amos y esclavos, ni en dominantes y dominados, nace libre, y cada individuo del género humano tiene derechos que los poderes públicos deben defender. Esta filosofía política de los derechos de cada ser humano se acompañó con una defensa de los derechos de los pueblos a su territorio y a su soberanía. Vemos desde el principio esta concepción de un derecho natural que es a la vez político y cosmopolítico, que rechaza la conquista y el colonialismo, y esta conciencia es el producto de la abominable historia del "descubrimiento" de América, que Bartolomé de Las Casas llamaba la "destrucción de las Indias". En fin, esta filosofía del derecho natural moderno se completó entre los siglos XVI y XVIII, con las experiencias de diversas revoluciones que intentaron hacer reconocer estos derechos naturales del hombre. La Revolución inglesa los completó con los derechos del ciudadano, y los "Levellers" ingleses (Niveladores: ala izquierdista del parlamento que representaba a los artesanos, pequeños comerciantes y campesinos con propiedades) inspiraron a John Locke, que propuso una síntesis en su "Two treatises of government" (Dos tratados sobre el gobierno), de 1690. En el siglo XVIII, en Francia, esta filosofía del derecho natural moderno tomó un giro resueltamente laico que se explica por el gran movimiento intelectual que caracterizó la llamada época moderna que, durante tres siglos, emprendió la obra inmensa de separar la teología de otras facultades humanas. Ahora bien, en Francia, esta separación había conocido un giro radical desde que Francisco I se alió con el Imperio Otomano para conservar su Reino frente a los apetitos conjuntos de los Habsburgo y del Papa, y fundó la primera universidad laica, el Collége Royal, en París. En el siglo XVIII, la filosofía era la piedra de toque del saber, el punto de reunión de las demás facultades humanas. Quiero recordar que los tres primeros artículos de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, expresan netamente la definición de los derechos del hombre (la palabra "hombre" tiene el sentido de "ser humano de los dos sexos") y de la Escuela de Salamanca y la aportación de los Niveladores ingleses: "1. Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos... 2. El fin de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre... 3. El principio de toda soberanía reside esencialmente en la nación". ¡Durante la Revolución Francesa, la divergencia izquierda-derecha se produjo sobre la cuestión central de la Declaración de los Derechos de Hombre y del Ciudadano, cuando al día siguiente del gran levantamiento campesino de julio de 1789, los propietarios de señorío comprendieron que la Revolución también interesaba a los campesinos! La divergencia se produjo pues en estos principios declarados. Por un lado la izquierda se empeñaba en defenderlos y en ponerlos en práctica, y por otro, la derecha se desembaraza de ellos tan pronto puede. Es preciso entender que en aquellos momentos, la Declaración de los derechos naturales apareció como "el Terror" para los poseedores. En septiembre de 1789, Rivarol, periodista monárquico, denunciaba lo que veía como un peligro en la Declaración de los derechos: "con la Declaración de los derechos en la mano, los negros en nuestras colonias y los domésticos en nuestras casas pueden echarnos de nuestras propiedades".