Creo que más bien es un registro de nuestras contradicciones íntimas, las certezas y las dudas se entrecruzan, el mal y el bien se mezclan y no hay santitos ni santitas.
¿El fuera de sí es habitar el vacío?
Pienso que no, porque el vacío lo tenemos adentro. El afuera lo despierta.
Versos como: "...¿Qué soy, quién soy/ y nunca me lo van a decir", "la ceguera de haber sido" y otros, instalan el libro en un cruce entre el circunloquio de Hamlet y los versos de Lepera de "Cuesta abajo"...
Los dos primeros versos tienen que ver con la historia de los padres, que pocas veces te la cuentan y no sabés bien de dónde venís, eso que te hizo y que no empieza con ellos, sino con lo que les hicieron. El otro dice de otro modo lo mismo que Lepera.
En esa dirección, en "La máquina" asoma la duda trágica de Hamlet, sus cuestiones, el circunloquio donde interroga al "alma noble" que debe optar entre el "porfiado rigor" o "rebelarse contra un mar de desdichas". ¿Cuáles son las opciones en "De atrásalante en su porfía"?
Pues me parece que son exactamente ésas. En cuanto a Hamlet, pocos saben lo que realmente dijo. Esto: "Ser o no ser, el grave fato es ése./ Si es más noble sufrir en el marote/ las cachetadas de la suerte grela/ o ajustarse los leones como un macho/ y hacerles frente con la guardia alzada./ Crepar, apoliyar y de apoliyo/ gambetearle a la vida, esa fayuta./ Qué cosa grande qué es el apoliyo". Te encontrás a Hamlet en cualquier barrio porteño.
Justamente el verso que da título al libro (tomado del texto "Sí" de "Cólera buey") remata con un deseo de completud: "completos en el resto". Ya venía hace cuarenta años ese sentido de totalidad...
Alguna vez -en "El juego en que andamos"- quise que "la asamblea del mundo fuera un niño reunido". No me hacen caso.
El tema de la lucha por la dignidad cruza el libro: el clamor por la injusticia, la derrota y una revolución que "paró en algún lado", ¿cómo sigue ese tránsito interrumpido? ¿Gira el caballo de la calesita?
La verdad, es que no sigue. Por ahora. Me decía un amigo francés que en el '68 la muchachada de París gritaba "la imaginación al poder" y que ahora exige "la jubilación al poder". Ya se le va a pasar.
En poemas de este último libro y también en alguno de los dos anteriores hay versos que pueden leerse como dedicados a los "conversos", esos "sabios del muy después", "parásitos", "miserables que olvidan/ lo que viajaron de sí al otro"...
Es así, y no estoy hablando de invertebrados como Rodolfo Galimberti. Hay gente que soñó y luchó y ahora se pasó a la "teoría de los dos demonios". Son víctimas de un ataque ideológico senil. Hay otros que no se quisieron mojar el culo y ahora dicen "nosotros ya sabíamos". Son los profetas del pasado.
Desde el título "De atrásalante en su porfía" asoma la lucha de opuestos; en el poema "Amor" luz y oscuridad se juntan y se aman. André Bretón y Luis Cardoza y Aragón debatieron el tema de opuestos desde visiones diferentes; para uno se reúnen en armonía, para el otro conviven en tensión. ¿Cómo ve ese punto?
Como don Luis Cardoza y Aragón, ese gran poeta y escritor olvidado. Los opuestos viven en tensión porque se aman. O al revés.
Es irrefutable en su poesía la presencia del tango, pero más que sus motivos se percibe en ese decir, de nuevo, el fraseo canyengue, ¿puede ser?
Puede y es. Pero más que el tango es la nostalgia. No son cosas muy diferentes.
¿Podría decirse que el título del tango que inicia uno de sus poemas, "¿Dónde estás corazón?", es una pregunta que atraviesa todo el libro?
Tal vez, pero sin corazón no hay poesía. Aunque no se oiga su palpitar.
Los neologismos, las torsiones de lenguaje, las palabras "valija" tienen algo de homenaje a un poeta que usted respeta mucho: Girondo.
Es una vieja tradición de la escritura en castellano, aunque poco practicada. Lope de Vega dice en un soneto "Siempre mañana y nunca mañanamos". Cervantes, Quevedo, Góngora, neologizaron a gusto. Por lo demás, los pueblos se la pasan inventando palabras todo el tiempo. Desde que empezaron a hablar.
De nuevo dialoga en sus poemas con otros poetas, en este caso con Blake, Celan, Char, Angel González, a quienes designa con una palabra plena de significado: "compañeros ".
Lo son y no los únicos. Me acompañan el estar. No sé qué sería de mí sin la poesía de esos y otros grandes.
En el libro se repite la marca de lo "dual": "una música doble", "sobre dos cimas...", "las dos familias del deber"...
"Las dos familias del deber" se refiere al padre y a la madre. Siento que, en general, hay cosas duales en la palabra: "mesa" es una cosa y lo que nombra es otra y nunca se sabrá si lo nombrado está de acuerdo con el nombre.
Alguien dijo que en el exilio se pierden la infancia de las cosas y las cosas de la infancia, pero siempre en su poesía persiste el "niñar". En "Qué cosa" dice: "Cómo niña ese niño/ que te reniega, hombre". Ese que "baja los ojos", ¿representa al candor, la esperanza, el coraje?
Es como decís, todo lo que decís, más la vergüenza.
Uno de los núcleos de su poesía -el amor- está presente en este libro con mucha fuerza y en varios poemas; en "Pendientes" escribe: "El beso/ es una conversación entre/ lenguajes que cada uno persigue/ciego en las hierbas que/ la noche deja crecer". El tema ha sido siempre fuerte en la poesía latinoamericana. ¿Hoy se escribe buena poesía de amor?
La mejor poesía de amor actual que conozco la está escribiendo un gay, el colombiano Darío Jaramillo. Curioso, ¿no?
Otro eje del libro es la interpelación a la palabra, a la poesía, esa que "va del sí al no en una barcarola/ de alfabetos extraños''. ¿Siente que esa "Señora" es "salvaje?". ¿Le da mucha pelea?
Es salvaje porque no perdona nada, entra cuando quiere y se va cuando quiere. Es inútil pelearse con ella.
Ese corazón al que todos le daban duro con un palo y duro "de través/ de atrás adelante en su porfía", era un "emperrado" corazón que volaba, amoraba. Por lo que se ve no ha dejado de volar...
Y qué remedio queda. Como recordó la Ajmátova, el poeta no vive para escribir, escribe para vivir.
Justamente el verso que da título al libro (tomado del texto "Sí" de "Cólera buey") remata con un deseo de completud: "completos en el resto". Ya venía hace cuarenta años ese sentido de totalidad...
Alguna vez -en "El juego en que andamos"- quise que "la asamblea del mundo fuera un niño reunido". No me hacen caso.
El tema de la lucha por la dignidad cruza el libro: el clamor por la injusticia, la derrota y una revolución que "paró en algún lado", ¿cómo sigue ese tránsito interrumpido? ¿Gira el caballo de la calesita?
La verdad, es que no sigue. Por ahora. Me decía un amigo francés que en el '68 la muchachada de París gritaba "la imaginación al poder" y que ahora exige "la jubilación al poder". Ya se le va a pasar.
En poemas de este último libro y también en alguno de los dos anteriores hay versos que pueden leerse como dedicados a los "conversos", esos "sabios del muy después", "parásitos", "miserables que olvidan/ lo que viajaron de sí al otro"...
Es así, y no estoy hablando de invertebrados como Rodolfo Galimberti. Hay gente que soñó y luchó y ahora se pasó a la "teoría de los dos demonios". Son víctimas de un ataque ideológico senil. Hay otros que no se quisieron mojar el culo y ahora dicen "nosotros ya sabíamos". Son los profetas del pasado.
Desde el título "De atrásalante en su porfía" asoma la lucha de opuestos; en el poema "Amor" luz y oscuridad se juntan y se aman. André Bretón y Luis Cardoza y Aragón debatieron el tema de opuestos desde visiones diferentes; para uno se reúnen en armonía, para el otro conviven en tensión. ¿Cómo ve ese punto?
Como don Luis Cardoza y Aragón, ese gran poeta y escritor olvidado. Los opuestos viven en tensión porque se aman. O al revés.
Es irrefutable en su poesía la presencia del tango, pero más que sus motivos se percibe en ese decir, de nuevo, el fraseo canyengue, ¿puede ser?
Puede y es. Pero más que el tango es la nostalgia. No son cosas muy diferentes.
¿Podría decirse que el título del tango que inicia uno de sus poemas, "¿Dónde estás corazón?", es una pregunta que atraviesa todo el libro?
Tal vez, pero sin corazón no hay poesía. Aunque no se oiga su palpitar.
Los neologismos, las torsiones de lenguaje, las palabras "valija" tienen algo de homenaje a un poeta que usted respeta mucho: Girondo.
Es una vieja tradición de la escritura en castellano, aunque poco practicada. Lope de Vega dice en un soneto "Siempre mañana y nunca mañanamos". Cervantes, Quevedo, Góngora, neologizaron a gusto. Por lo demás, los pueblos se la pasan inventando palabras todo el tiempo. Desde que empezaron a hablar.
De nuevo dialoga en sus poemas con otros poetas, en este caso con Blake, Celan, Char, Angel González, a quienes designa con una palabra plena de significado: "compañeros ".
Lo son y no los únicos. Me acompañan el estar. No sé qué sería de mí sin la poesía de esos y otros grandes.
En el libro se repite la marca de lo "dual": "una música doble", "sobre dos cimas...", "las dos familias del deber"...
"Las dos familias del deber" se refiere al padre y a la madre. Siento que, en general, hay cosas duales en la palabra: "mesa" es una cosa y lo que nombra es otra y nunca se sabrá si lo nombrado está de acuerdo con el nombre.
Alguien dijo que en el exilio se pierden la infancia de las cosas y las cosas de la infancia, pero siempre en su poesía persiste el "niñar". En "Qué cosa" dice: "Cómo niña ese niño/ que te reniega, hombre". Ese que "baja los ojos", ¿representa al candor, la esperanza, el coraje?
Es como decís, todo lo que decís, más la vergüenza.
Uno de los núcleos de su poesía -el amor- está presente en este libro con mucha fuerza y en varios poemas; en "Pendientes" escribe: "El beso/ es una conversación entre/ lenguajes que cada uno persigue/ciego en las hierbas que/ la noche deja crecer". El tema ha sido siempre fuerte en la poesía latinoamericana. ¿Hoy se escribe buena poesía de amor?
La mejor poesía de amor actual que conozco la está escribiendo un gay, el colombiano Darío Jaramillo. Curioso, ¿no?
Otro eje del libro es la interpelación a la palabra, a la poesía, esa que "va del sí al no en una barcarola/ de alfabetos extraños''. ¿Siente que esa "Señora" es "salvaje?". ¿Le da mucha pelea?
Es salvaje porque no perdona nada, entra cuando quiere y se va cuando quiere. Es inútil pelearse con ella.
Ese corazón al que todos le daban duro con un palo y duro "de través/ de atrás adelante en su porfía", era un "emperrado" corazón que volaba, amoraba. Por lo que se ve no ha dejado de volar...
Y qué remedio queda. Como recordó la Ajmátova, el poeta no vive para escribir, escribe para vivir.