La crisis económica y financiera de septiembre de 2008 no puede ser disociada de esta otra crisis mundial que vivimos en septiembre de 2001, con la destrucción de las Torres Gemelas, que simbolizan -o simbolizaban- la potencia económica y financiera de los Estados Unidos. y estas dos crisis no pueden, a su vez, ser disociadas de manera factual de la pandemia de Gripe A que, al menos en Europa, se esperaba para septiembre de 2009. En estos tres septiembres el impacto psicológico en cada uno de nosotros ha sido incontestable. Modificó la manera que tenemos de sentir, de pensar y de actuar.; Qué es lo que ha cambiado en nosotros? ¿Cuáles son los nuevos sentimientos, el nuevo pensamiento, los nuevos comportamientos y las nuevas conductas que adoptamos frente a estos tres grandes trastornos sociales, morales, económicos, financieros y sanitarios? No sé la respuesta, pero una vez pasada la sorpresa y el desconcierto, aceptamos la perennidad del entorno social, del entorno urbano, de la estabilidad de nuestra moneda, de los organismos que la garantizaban y de nuestra salud y la de nuestros niños.
¿Cómo se da esta aceptación? ¿Es pasiva?
Estoy acá hablándole a usted y veo enfrente de mi consultorio la Torre Eiffel, y doy mi palabra de que me ha pasado muchas veces imaginar cómo sería si alguien la destruyera, si la tiraran abajo. Entonces, pienso que estamos viviendo sin drama y con serenidad, como si hubiéramos comprendido que nada es definitivo, absoluto, indestructible ni eterno. En segundo lugar, tras la Segunda Guerra Mundial, el hombre ha podido sobrepasar ese apocalipsis y seguir construyendo; claro que con otros problemas, pero las fuerzas de la vida son más fuertes que las fuerzas de la destrucción. Me parece importante resaltar que con la crisis financiera e inclusive con la gripe no veo que haya pánico. Si me pregunta cómo vivieron mis pacientes la crisis económica, no veo que haya habido un efecto preciso. Hubo un primer momento de desconcierto, pero curiosamente aceptamos que las condiciones que nos permiten vivir en paz y en serenidad pueden desaparecer de un minuto al otro. En una palabra, con las tres crisis hemos aprendido la más hermosa lección de la vida: todo es provisorio, todo puede desaparecer y todo es relativo. Esta lección va acompañada de una segunda gran lección, y es que el hombre es un ser animal adaptable, maleable, plástico y creador de nuevas ideas para vencer la adversidad. Desde que el hombre es hombre las fuerzas de la vida han sido siempre victoriosas, pienso, han triunfado frente a las fuerzas de la destrucción; y es en esos triunfos que se confirma el valor que tiene la vida.
A diferencia de Francia, en Argentina la Gripe A provocó un grado de pánico importante. ¿Cómo se modifican los modos de relacionarse en situaciones de gran vulnerabilidad y cómo opera la sensibilidad?
Hay una sensibilidad mayor hacia el otro, efectivamente. Hay movimientos de generosidad, de atención al otro. Por ejemplo, hacia aquellos obreros que han perdido el empleo, hay un movimiento de solidaridad. En ese sentido, las relaciones se mantienen. Y la relación más íntima, fuera de esa relación de nivel social donde un grupo puede ser solidario con otro, en el seno mismo de la relación de una pareja, de una familia, entre amigos, en la relación interna hacia el trabajo, las modificaciones son de confirmación. Yo diría que la relación humana se ha confirmado como más positiva que negativa. No hay aislamiento, no hay evasión, no hay escapada, no hay fuga, no hay un hedonismo de ir a comprarse cincuenta barbijos y no pensar en el prójimo. Yo hablo tanto de la crisis financiera que nos afecta desde hace dos años como de la crisis de la pandemia, aunque acá lo de la pandemia deberíamos dejarlo de lado porque en Francia no lo hemos vivido demasiado. Pero las relaciones se mantienen, se confirman como buenas. Parece que se consolidaran en lugar de debilitarse.
Hay una sensibilidad mayor hacia el otro, efectivamente. Hay movimientos de generosidad, de atención al otro. Por ejemplo, hacia aquellos obreros que han perdido el empleo, hay un movimiento de solidaridad. En ese sentido, las relaciones se mantienen. Y la relación más íntima, fuera de esa relación de nivel social donde un grupo puede ser solidario con otro, en el seno mismo de la relación de una pareja, de una familia, entre amigos, en la relación interna hacia el trabajo, las modificaciones son de confirmación. Yo diría que la relación humana se ha confirmado como más positiva que negativa. No hay aislamiento, no hay evasión, no hay escapada, no hay fuga, no hay un hedonismo de ir a comprarse cincuenta barbijos y no pensar en el prójimo. Yo hablo tanto de la crisis financiera que nos afecta desde hace dos años como de la crisis de la pandemia, aunque acá lo de la pandemia deberíamos dejarlo de lado porque en Francia no lo hemos vivido demasiado. Pero las relaciones se mantienen, se confirman como buenas. Parece que se consolidaran en lugar de debilitarse.
Sin embargo, en Argentina, los resultados en los ámbitos económico y de la salud parecen no ser tan positivos...
En relación a la crisis financiera hay dos tipos de población que han sido muy tocados: las personas de la clase rica, que han perdido mucho dinero y que no han invertido, y los obreros, que han perdido empleos. Esas dos clases son las más afectadas, pero todas las otras personas, digamos, la gran mayoría, hablemos de las clases medias, de los técnicos, de la pequeña burguesía, la mediana burguesía, los profesionales liberales, todos ellos, la gran masa, no ha sido particularmente afectada, aunque esta crisis está presente y en permanencia. Pero vuelvo a repetir: primero, no les ha tocado directamente, y segundo, yo pienso que es muy importante el hecho de que no haya una visión catastrófica de la crisis. Yo estoy contento con la reacción que tiene la gente de hoy, porque aborda la crisis serenamente, sin dejarse llevar al pánico, la locura o el enloquecimiento. Hay un ambiente sereno, una preocupación adulta, en su justa medida, inclusive con la gripe. Yo sé que en la Argentina la gripe ha afectado más: ha habido problemas como cierre de escuelas y de lugares públicos, pero acá en Francia la reacción de la gente, por ahora, es muda, no hay pánico. Al contrario, hay aprendizaje de que el instinto de supervivencia de la humanidad, vuelvo a decir, es más fuerte que el instinto de destrucción de la humanidad. Es decir que el descubrirnos vulnerables nos hace sentir fuertes.
Otra de las crisis de las que se habla en la Argentina ocurre en el seno del psicoanálisis: por un lado, como una consecuencia esperable del incremento en la inflación, pero también respecto del auge de otras prácticas que podrían considerarse más productivas en cuanto a los tiempos del tratamiento, por ejemplo. ¿Cómo describiría este panorama?
Sin riesgo de equivocarme, quiero decir que no hay crisis del psicoanálisis, o al menos yo no la veo. Si entendemos por crisis el debilitamiento de la práctica o del interés, en realidad, no hay crisis. A Freud en los años '30 se le decía que el psicoanálisis debía desaparecer, y ya en los años '20 se había dicho que iba a desaparecer. Desde que el psicoanálisis nació siempre se está diciendo que va a desaparecer. Es cierto que el psicoanálisis no tiene la misma presencia en los medios que tenía en los años '50 en los Estados Unidos o Inglaterra, o en los años '70 en Francia, con Lacan. Pero, sin embargo, el psicoanálisis sigue vigente; continúa su pequeño caminito, tranquilo y sigue avanzando. Sí ha habido cambios muy duros en el aspecto teórico: hay una serie de conceptos nuevos y de ajustes teóricos muy interesantes en la relación con las neurociencias. Los neurocientíficos han descubierto una serie de hipótesis que van a reencontrar las mismas hipótesis freudianas de principio del siglo XX, lo que es impresionante. Y hoy, neurocientíficos y psicoanalistas estamos trabajando juntos en la confirmación de distintas hipótesis bajo lo que se llama el neuropsicoanálisis. Pero insisto, los consultorios siguen tan activos como siempre.
Uno de los aspectos que se toman en cuenta para hablar de una crisis del psicoanálisis es que parece haber una preferencia por las consultas psiquiátricas, con lo que estarían aumentando los índices de medicación.
Efectivamente ha habido desde hace unos diez años la aparición de otras técnicas de respuesta al sufrimiento de los pacientes. Yo las llamo "psicotécnicas", pero no son psicoterapias. Todas tienen cosas buenas y cosas malas. Es cierto que responden a los pacientes que esperan una acción inmediata de resolución de sus problemas. Pero, dos cosas: primero, esa gente está muy desilusionada, porque van al psiquiatra que les va a hacer una terapia cognitiva y descubren, al cabo de seis meses, que finalmente el psiquiatra no duda en darles medicamentos, por ejemplo, para curar una fobia. Entonces estamos frente a una terapia medicamentosa. Lo que yo quiero decir es que esas técnicas hasta ahora no han disminuido la importancia de los psicoanalistas ni del psicoanálisis porque la solución no es siempre eficaz. En segundo lugar, la mayor parte de los pacientes no quiere resolver un problema sino una situación de vida. No solamente un síntoma, sino un síntoma que les ha perturbado la vida. En una palabra, los pacientes de hoy necesitan hablar, necesitan confrontar, necesitan profundizar, necesitan ir adentro del pasado, no para hacer una especie de incursión estéril del pasado, histórica. No; necesitan hablar de ellos, contar su vida, compartir lo que viven y lo que han vivido con alguien que sepa escucharlos.