17 de diciembre de 2008

Marcel Marceau: "El arte sólo puede evolucionar cuando es libre"

Marcel Marceau (1923-2007) nació como Marcel Mangel en Estrasburgo. Su padre, de oficio carnicero, fue apresado y deportado cuando los nazis desalojaron a los judíos de la regiones de Alsacia y Lorena en 1939, y sería asesinado en Auschwitz en 1944. Marcel consiguió escapar junto a su madre y hermano hacia Lille, en el norte de Francia. Pronto se alistó en la Resistencia, donde cambió su documento y adoptó el apellido del general Francois Séverin Marceau (1769-1796), un destacado militar de la época de la Revolución Francesa. Luego de la liberación de París ingresó en el ejército, donde sirvió de enlace entre las tropas francesas y las fuerzas al mando del general estadounidense George Patton (1885-1945). De hecho, su primera actuación la realizó en una tienda de campaña ante tres mil soldados norteamericanos. Su interés por el arte de la pantomima venía desde su infancia, inspirado por artistas del cine mudo como Harry Langdon (1884-1944), Charlie Chaplin (1889-1977) y Buster Keaton (1895-1966). En 1944 se inscribió en la Escuela de Arte Dramático Charles Dullin del Teatro Sarah Bernhardt de París, donde cursó estudios con el maestro Etienne Decroux (1898-1991). Dos años después pasó a formar parte de la compañía del director y actor teatral Jean Louis Barrault (1910-1994) y, en 1947, creó el personaje que lo inmortalizaría: Monsieur Bip, aquel de la cara blanca, ropa de payaso con una camiseta marinera y anchos pantalones, y un viejo y deformado sombrero de copa. Aunando las técnicas del Kabuki -tradicional teatro japonés-, el Katakhali -danza popular india- y la Commedia dell'Arte -antiguo teatro de improvisación italiano-, Marcel Marceau creó un universo abstracto con el resucitó y renovó en el siglo XX el arte de la pantomima, una manifestación artística surgida en los grandes teatros grecorromanos hacia el siglo V a.C., cuando la imposibilidad de escuchar a los actores obligó a éstos a sustituir la voz por el gesto y la expresión corporal. Su compañía de pantomima -única en el mundo al momento de su fundación- se presentó en los mejores teatros de París y pronto comenzó extensas giras internacionales que la llevaron a recorrer, a lo largo de cuarenta años, prácticamente el mundo entero. En Estados Unidos ganó dos premios Emmy por sus programas de televisión y en Inglaterra participó en trece películas producidas por la Enciclopedia Británica que se emitieron por la BBC. También participó en los films "Barbarella" de Roger Vadim (1928-2000), "Shanks" de William Castle (1914-1977) y "Silent movie" de Mel Brooks (1926). Es autor de los mimodramas "Le joueur de flúte" (El flautista), "Le matador" (El matador), "Le petit cirque" (El pequeño circo), "Paris qui rit, Paris qui pleure" (París llora, París ríe), "Jardin public" (El jardín público), "Mort avant l'aube" (Muerte antes del amanecer), "Candide" (Cándida), "Les trois perruques" (Las tres pelucas), "Le loup de Tsu-Ku-Mi" (El lobo de Tsu-Ku-Mi), "Le 14 juillet" (El 14 de julio), entre muchos otros. En el nº 23 de la revista "La Maga/Extra" de agosto de 1996, apareció la siguiente entrevista realizada por el crítico teatral Arthur Joseph en abril de 1969 al unánimemente aclamado como el más grande mimo del mundo.¿Cuál es la diferencia entre la pantomima y la danza?

La pantomima y la danza son hermanas, pero ambas son un pretexto para mostrar la técnica del mimo o el bailarín. Ya era así en tiempos de la danza clásica, como en "Les sylphides" (Las sílfides). Y cuando la pantomima relata una historia, también lo hace para mostrar las posibilidades físicas del mimo y su conocimiento estético. La pantomima se diferencia de la danza sólo en las reglas del juego. El bailarín flota en el aire, el mimo permanece en el suelo, por eso su arte lleva todos los caracteres del arte dramático: peso, profundidad, agitación externa e interna. Ambas artes se influyen mutuamente.

¿Y dónde termina esta influencia?

Creo que allí donde se confunden al punto de amenazar mutuamente sus respectivas libertades. El arte sólo puede evolucionar cuando es libre.

¿Alguna vez estuvo en las tablas en condición de actor?

No verdaderamente como actor. No disponía de tiempo para ello. La pantomima siempre me ha poseído. Estuve tres años con la troupe de Jean Louis Barrault y Madeleine Renaud; allí encarné diferentes papeles mímicos, entre ellos al arlequín Baptiste, de "Les enfants du paradis" (Los niños del paraíso), pero lo importante fue que volví a despertar a la vida al teatro de pantomimas que ya no existía. Inventé una figura, que se llama Bip.

¿Y cómo se originó Bip?

Yo creo que Bip estaba en mí, era una parte de mi vida, venía desde mi juventud, de mis románticos juegos infantiles. Era mi verdadero estímulo. Alrededor de este Bip he construido un equipo y, si se quiere, renovado el melodrama, porque Bip tiene tradición. Es una valiosa antigüedad de la Edad Media, nuevamente configurada en el Romanticismo. El legendario Pierrot se cuenta entre sus antepasados. El personaje apareció y precisaba sólo un nombre. Este debía ser fácil de recordar. Y como no podía ser Jacques Dupont, fue Bip. Yo quería un nombre que se pudiera retener fácilmente. Y se me ocurrió de repente. Yo no sabía que Bip sería un día el famoso Sputnik. Y también elegí Bip por no sonar específicamente francés, como el decadente Pierrot, sino internacional. Pierrot está atado a su indumentaria, los rasgos específicos de Bip son abstractos: vive en su mundo abstracto, pero puede ser que un día se hable de Bip como hoy se habla de Arlequín. Existe en esto una tragedia Marceau; se la explicaré. Por una parte está el Marceau que creó con Bip un mundo abstracto, en el que se encontró con aquello imaginario, con qué hacer visible lo imaginario. Y por otra parte ese Marceau que escribe mimodramas, los escenifica y hace representar por su Compagnie du Mime. El público no quiere separar a uno del otro. Busca a Bip también allí donde Marceau encarna a otros personajes, o es director. Los espectadores quedan defraudados cuando en un mimodrama como "Shinel" (El abrigo) de Gógol, o en "Don Juan", Bip no puede ser de la partida. Yo no creo que un Marceau, como mimo, esté ligado exclusivamente con un personaje o con su propia persona. Quien sea de otra opinión olvida lo esencial. Con nuestros mimodramas hemos creado piezas que se diferencias del teatro común tan sólo por el silencio, es decir, por la elocuencia corporal de los actores. No es el Evangelio en el que los grandes temas de la Historia sólo puedan ser tratados en la escena por hombres parlantes. Si está permitido presentar artísticamente pasiones y hechos con la ayuda de la música, la pintura, la plástica y la palabra, también debe estar permitido hacerlo "silenciosamente". En cuanto supe cómo debía llevarlo a cabo, llegué a mis mimodramas, como "El abrigo" y "Don Juan".

¿De qué medios dispone usted para fijar sus ideas o visiones? El director teatral tiene el texto, el director de orquesta de ópera, la partitura. ¿Cómo los retiene usted?

Tenemos una gramática según la cual fijamos lo hallado, para la gente del oficio. Un libro sobre la gramática de la pantomima no sería de utilidad para el público. Quizás haría de millones de hombres, malos mimos. Films que muestren la técnica y dominio corporal del mimo son más útiles. Es como con la prestidigitación: cualquiera puede aprender los secretos de la magia, pero para ser un artista prestidigitador hace falta otra cosa. Lo importante es que haya libros que enseñen la historia del mimodrama y expliquen lo que la pantomima quiere expresar.

¿Para sus temas sigue usted sólo su intuición?

Un tema no consta sólo de intuición. Al comienzo se halla, naturalmente, la inspiración inexplicable, pero yo creo que el artista debe tener una mirada calma y fría para con su obra, y juzgarla con neutralidad, pues es peligroso crear partiendo del impulso de la pasión. Los malos escritores escriben en el impulso. Los buenos permanecen fríos.

¿Cómo escenifica sus mimodramas "El abrigo" y "Don Juan"?

Hay que rodearse de talentos que entiendan la gramática; la pantomima tiene, como la danza, un código, y yo lo enseño a mis alumnos.

Tomemos un caso concreto. Cuando usted tiene una idea, ¿anota sus impresiones?

Desgraciadamente, no siempre. Pero, en el fondo, usted tiene razón. Habría que anotar cada gesto, porque si no, se olvidan muchas cosas. Por eso creo que un filme constituiría la mejor documentación de mi trabajo. Tengo siete cuadernos en los que he escrito lo que pienso de mi arte, la pantomima, y de la vida. Mucho se repite. Es un desorden. Pero algún día dejaré estas anotaciones y para alguien del teatro serán de utilidad. Todo eso está registrado por escrito, pero carece de interés para el público. ¿Hay que revelar realmente tanto de lo que acontece entre bastidores? El teatro tiene autores cuyos textos quedan. Lo trágico de la pantomima es que no queda nada si no se la filma. Soy consciente de este peligro y por eso ahora hago fijar mis mimodramas en películas de cine. En mis agendas suelo dibujar esbozos a fin de dejar testimonios. También escribo. Eso es todo lo que puedo dejar. ¿Quién conocería hoy a Mozart si no hubiese fijado por escrito sus sinfonías? ¿Qué sabemos de Debureau? Dejó el nombre de una persona, una leyenda. Ya es algo fuera de lo común que se haya escrito acerca de él, pues entonces no había cine. Sus trajes hablan de su arte. Pero ¿qué queda de los artistas cuyo arte es efímero? Ese es el gran problema. Mucho de lo que hoy consideramos extraordinario desaparecerá y otras cosas que pasamos por alto quedarán. Yo no creo que las opiniones de los contemporáneos sean juicios definitivos acerca de un artista... Quizá Van Gogh no se hubiera entonces suicidado. Muchos otros artistas no hubieran desesperado si la gente de su tiempo los hubiera reconocido. Pero sucumbieron porque no se creyó en ellos. El gran dilema de los impresionistas fue que se creyó realmente en ellos. ¿Conoce la anécdota de Cézanne? Un día, en Aquisgrán, fue atropellado en la calle por un joven; éste siguió su camino sin disculparse. Cézanne le gritó: "¿Tiene conciencia de que ha atropellado al mayor pintor de nuestra época?". El joven ni volvió la cabeza. ¿Quién tenía razón? El gran problema consiste en saber qué tendrá valor con el tiempo...

Volviendo al tema de la pantomima...

Pantomima es arte mímico, y el mimo es el actor que encarna el papel. Yo lucho en esto fuera de la figura de Bip. He constituido una Compañía de Mimos. El teatro de la pantomima no es sólo Marceau. El teatro de pantomima es una forma de arte, llevada por una compañía, por el escenógrafo, por la música. La pantomima no tiene que ser un arte del silencio y renunciar a la música. Para mí hay, por ejemplo, silencio en la música y música en el silencio. Cuando se habla con referencia al mimo, del arte del silencio, se quiere decir que es un arte que no se expresa con palabras. Se toma de la música lo abstracto. Yo no trabajo con música, yo me fuerzo a callar. Pero a veces utilizo música. Las "Pantomimes de style" (Pantomimas de estilo) son en parte sin, pero a veces, con música. Bip siempre tiene un motivo musical que suena cuando el personaje se presenta.

¿No existía ya antes esta forma de pantomima?

Sí, pero no se actuaba como lo hacemos nosotros. La pantomima era antes convencional. Era sólo acrobática. Era bailada y subrayada con diálogos. Había diferentes formas de pantomima. Pero siempre se guiaba según el gusto de la época.

¿No resulta de esto una cierta deformación del gusto del público?

Esa fue precisamente la confusión de los críticos. No en Alemania, que es donde mi arte es mejor comprendido. En Alemania existe el aspecto filosófico. Bip fue aceptado de inmediato. Pero en Francia, donde se es más bien escéptico, se reaccionó de otra manera, aunque fue aquí donde nació este arte. Por otra parte he tenido el mayor éxito en los países escandinavos y anglosajones, aunque en un principio era innegable una cierta desconfianza. Siempre tuvieron los mimos del Romanticismo mayores dificultades a vencer que los actores parlantes. También se suscitaron problemas entre los comediantes italianos y los actores de Comedie Francaise. Ellos eran una competencia tanto como la pantomima. Existe una crítica que considera que, habiendo la palabra por un lado y el cine por otro, la pantomima está superada porque es un arte tradicional y antiguo. Yo combato esto. La pantomima se ha renovado. Y porque podía renovarse es un arte grande. La pantomima es pasible de evolución sin fin, como la música. Mientras haya gente habrá música nueva. Y esto no quita valor a un Mozart, un Beethoven o un Bach. Ellos son los padres, sus hijos siguen viviendo y desarrollan su propia personalidad. Hay grandes compositores también en nuestro tiempo. Probablemente se comprenda esto tan sólo en una generación posterior. Y así es también con la pantomima: la hemos adaptado al tiempo, y nosotros respondemos a las demandas de nuestro tiempo.

¿Es quizá tan indeclinable la pantomima porque es más fácil de comprender que el teatro dramático?

Es más y más difícil, porque es limitada. La palabra tiene más posibilidades de expresión; puede mentir, tener doble sentido y doble intención. El mimo debe sujetarse a un proceder claro y visible. No debe proponer enigmas. Debe ser inmediatamente entendido y aferrar al espectador por las formas, la belleza y el contenido del mensaje. A la pantomima se le imponen límites, con lo que no quiero decir que sea pobre en posibilidades. Cada arte tiene sus fuentes secretas, y dentro de sus leyes la pantomima es rica, aun cuando existan cosas que no puede expresar. No puede mentir, por ejemplo. En todo caso dispone de la fuerza de la sugestión. Y es tal vez por eso que los escandinavos y los alemanes se dejan impresionar tan fuertemente por ella, ya que la gente de esos países gusta de perderse en ensoñaciones. Los alemanes buscan sin cesar. Sus pensamientos giran siempre en torno del problema de la forma, el ser y el llegar a ser. Los franceses, italianos y latinos son muy seguros en su forma. Piensan razonablemente y no incurren en sueños; no son tan musicales ni, casi diría, tan poéticos como los alemanes y escandinavos. Los franceses son pensadores agudos, realistas; con esto no quiero decir que no tengan fantasía. Pero ésta es racional. Por eso mismo no son los primeros en el campo de la música. Su dominio es la pintura. Y ésta es un arte matemático. En mi sentir no hay nada más concreto que la pintura. Los franceses reaccionan de manera diferente de los alemanes. Cada nación tiene sus rasgos de carácter. Pero un día el arte será universal. Mozart pertenece al mundo y no sólo a los alemanes. Y la pintura pertenece al mundo y no sólo a los franceses. Así es también con la pantomima. Entonces no habrá ningún mimo que sea sólo alemán o francés. Y habrá sólo la expresión de una forma artística que pertenecerá a todos los hombres. Hubo un tiempo en que las estrechas fronteras de los países originaban artes nacionales y con ello prejuicios. Hoy se viaja sin dificultad por sobre las fronteras, de país en país, por todo el mundo. Y eso se nota en el público. Cambia pronto. En Alemania me asombra ver cómo la juventud alemana se parece a la francesa en el vestir y en sus maneras. Se piensa cosmopolitamente porque establecen, mucho más que antes, contactos a nivel internacional. El espíritu de Goethe se desplaza por el mundo con mayor fuerza que antes. Quizá fue necesaria la guerra para que los hombres comprendieran que no pertenecen a un país sino al mundo entero. Goethe, el primer humanista, no es popular en Francia. Schiller tampoco. Pero su filosofía está ampliamente difundida sin que se piense de quién proviene. Los franceses se han dejado influir por la cultura goetheana sin haberla conocido bien. Una vez quise presentar "Faust" (Fausto) como pantomima. "Fausto" es el eterno problema del hombre que se halla atado a su tiempo. Sólo hay cuatro o cinco mitos en la literatura, y todos se parecen entre sí. Tome "Don Juan", "Don Quijote", "Fausto", "Hamlet", "Romeo y Julieta"; son mitos que no pertenecen sólo a la literatura sino a la historia de la humanidad. Para mí "Hamlet" tiene menor amplitud que "Fausto". Pero "Hamlet" tiene, a decir verdad, en el grandioso monólogo "Ser o no ser", en esa tirada fórmula la misma interrogación al problema de la existencia que "Fausto". Pero "Fausto" tiene mayores dimensiones que "Hamlet". La más hermosa frase de "Hamlet" es: "El resto es silencio". Ese es el gran misterio. Es asombroso. Shakespeare hace decir a Hamlet: "El resto es silencio", y Goethe dijo: "Más luz". Shakespeare fue fascinado por la idea del silencio, por el gran misterio del más allá, Goethe fue conmovido por la luz. Y así se refleja el hombre por igual en "Fausto", "Hamlet", "Don Quijote", "Don Juan". La vida es una gran síntesis y el hombre lleva en sí las mejores cualidades de las figuras que acabo de nombrar. Un gran alemán dijo: "Cuanto más se evoluciona, más cambia el punto de mira". Cuanto más se avanza, más lejos está la meta. Los artistas deben ser inquietos y estar inconformes consigo mismos, y buscar, buscar. Nos queda la dolorosa seguridad de que nunca alcanzaremos la forma definitiva. Pero somos un testimonio viviente de nuestra época. Y cuando se habla de nuestro tiempo, se significa todos los tiempos y épocas. No me gusta hablar de mí. Me resulta desagradable. Y tampoco es interesante. Seguramente muchos, para mí desconocidos, llevan una vida más interesante y agitada que yo. Lo mejor en mí es mi arte. Sólo como artista soy capaz de rendir.