El 15 de junio de 1986 -esto es, al día siguiente de la muerte de Jorge Luis Borges en Ginebra, Suiza-, el escritor italiano Antonio Tabucchi (1943) publicó en el diario "La Repubblica" de Roma un artículo titulado "Ma forse non esisteva" (Y quizás no existió), en el que analizaba las operaciones narrativas del escritor argentino. Allí, el autor de "Sostiene Pereira" comenzaba diciendo: "Hace un tiempo, una revista francesa publicó una insólita noticia: que Jorge Luis Borges no existía. Su figura, divulgada con ese nombre, habría sido sólo el invento de un grupito de intelectuales argentinos (entre ellos, naturalmente, Bioy Casares) que simplemente habían publicado una obra colectiva detrás de la creación de un personaje ficticio. Y que la persona conocida como Borges, aquel viejo ciego con bastón y sonrisa árida, era un actor italiano de tercer orden (la revista mencionaba incluso el nombre, pero no lo recuerdo) contratado años antes para hacer una broma, y que había quedado cautivo dentro del personaje resignándose finalmente a ser Borges de verdad. La noticia era tan borgeana que de por sí resultaba divertida; pese a que enseguida pensé que detrás de esa travesura no podía estar otro que el mismo Borges". Más adelante, Tabucchi agregaba: "La gran lección de ese Maestro que siempre rechazó irónicamente 'ser' deriva quizás esencialmente de esto: que también la literatura, como el género humano, es una idea colectiva, una especie de alma de la cual participan todos los que han escrito. Utilizar a Borges, plagiarlo -aun paródica o irónicamente-, es un derecho que él nos concede. Porque creo que Borges 'es' justamente eso: una fe soberana en la literatura y al mismo tiempo, paradojalmente, su radical negación: una solemne lección de escepticismo. Tal vez por eso Borges tuvo detractores encarnizados tanto en la derecha como en la izquierda: porque dio a entender claramente, a través de sus metáforas literarias, su no adhesión a ninguna fe que no se basara ante todo en su escepticismo. ¿A qué adhirió realmente Borges? Me lo he preguntado a menudo más allá de sus circunstanciales elecciones políticas, muchas veces francamente irritantes. Borges adhirió solamente a su inteligencia. Aparte de ésta, no veo, en profundidad, ninguna otra adhesión. Con frecuencia he pensado que era un ilustrado que vivió fuera del siglo de las Luces y que ya conocía el Novecento". Al cumplirse diez años de la muerte del autor de "El aleph", el diario "Clarín" de Buenos Aires por medio de la periodista Hinde Pomeraniec, entrevistó telefónicamente a Tabucchi para recordar el inicio de su romance literario con la obra de Borges. La entrevista apareció el 13 de junio de 1996.
¿Qué es Borges para usted?
Borges ha devuelto a la literatura su función de ficción, liberándola de los pesados cometidos que le eran ajenos y que habían terminado por empobrecerla.
¿Qué significa Borges para la literatura?
Borges es una fe soberana en la literatura y, al mismo tiempo, paradojalmente, su radical negación: una solemne lección de escepticismo. Borges adhirió solamente a su inteligencia.
¿Cuándo lo leyó por primera vez?
Lo leí en francés, a comienzos de la década del sesenta, cuando fue publicado por Roger Caillois. Yo estaba en París en aquellos años, como estudiante de francés en la universidad. El primer cuento que leí fue "El Aleph", y me causó una gran impresión. Años más tarde, cuando aprendí el español, lo leí en la lengua original.
¿Y cómo comenzó a leer a Borges? ¿En qué momento de la vida se encontraba usted?
Empecé a leer a Borges de muchacho, cuando lo descubrieron los franceses en los años sesenta. Entonces yo no leía en español ni conocía la lengua. Y como sabe, cuando los franceses descubren algo, logran imponerlo al mundo. En ese momento, yo estaba en París y se hablaba mucho de Borges. Me gustan mucho sus poesías. Lo considero un gran poeta, pero prefiero su prosa, sus cuentos. Todos.
¿Sería muy aventurado hablar de una especie de linaje integrado por Borges, Italo Calvino y Antonio Tabucchi?
¿Y por qué no? Los linajes, como le gustaban a Borges, existen en la literatura. Es más, yo diría que toda la literatura está formada por linajes. Ahora bien, yo puedo considerarme discípulo de Borges del mismo modo que puedo considerarme discípulo de un escritor latino de los primeros años después de Cristo. Es lo mismo. Como decía Borges, la literatura no tiene cronología.
Se lo preguntaba justamente por aquella idea de Borges de que leyendo a determinado autor, uno puede leer también a todos los autores que este autor leyó a su vez.
Le puedo decir algo. Curiosamente, sin conocerlo, cuando leí a Borges me di cuenta de que los autores que le gustaban eran los mismos que me habían gustado a mí desde mi niñez. Me refiero a Kipling, Stevenson, Conrad y Melville. Por lo tanto, pertenecemos a la misma familia.
En su artículo, usted hablaba de los textos de Borges que están cerca de la crónica. ¿Podría precisarlo un poquito más?
Como usted sabe, Borges escribió mucho en base a la crónica. Y a partir de allí tomó muchas impresiones para sus cuentos. Y curiosamente me parecen los escritos más contundentes, más interesantes, más profundos porque son más humanos. ¡A veces Borges es muy abstracto! Pero estos cuentos que recuerdo, por ejemplo, "Emma Zunz" o "El hombre de la esquina rosada", son cuentos que Borges extrajo de la crónica argentina, de los periódicos, de cuando él era periodista y considero que de esa manera produjo los cuentos que más me gustan.
Tal vez porque allí se ponen más en evidencia todos sus juegos, ¿verdad?
Sí, claro. Porque está directamente implicado con la realidad que, después él transforma en una realidad fantástica.
Usted dice que se puede utilizar a Borges porque él mismo lo autoriza, como si fuera una especie de derecho que lega a los lectores.
Borges es una lectura abierta. No es cerrada, no está concluida. Y por eso precisamente me gusta. Porque queda librada a la imaginación del lector: él deja el espacio para el lector. Me gustan especialmente los escritores que dejan ese espacio.
¿Me está diciendo que cuando escribe usted también piensa en eso?
Bueno, a mí también me gusta tener un cómplice, como decía Baudelaire. Y mi cómplice es ese lector que puede colmar los vacíos que yo dejé en mis escritos y que él puede llenar en su imaginación.
Según su opinión, entre los autores actuales, ¿hay alguno que participe de esos rasgos?
Mire, continuar con la lección de Borges es muy difícil. Tal vez sea preciso tomarlo al revés. Digo al revés en un sentido no sólo literal sino también metafórico. Quiero decir, tomar sus metáforas como un revés de nuestros sueños, de los hijos del fin del milenio, y volver a empezar, tal vez de una manera borgeana pero, tal vez, de una manera completamente nueva.
Usted dice "borgeana". No es frecuente que el apellido de un escritor pueda generar un adjetivo, ¿no?
Ah, claro. Existe un adjetivo "borgeano", un adjetivo "kafkiano", uno "joyceano". Borges pertenece a los grandes escritores del siglo XX. No hay duda.