Osvaldo Soriano (1943-1997) no sólo brilló como creador de ficciones sino que también lo hizo como periodista. Primero, en sus crónicas "de cabotaje" como él mismo las definía, las de los tiempos de la revista "Panorama" y el diario "La Opinión", cuando a los demás periodistas los mandaban a lugares remotos del extranjero y a él se lo enviaba al interior del país, el patio de atrás lleno de anónimos antihéroes que rescató del olvido. Después, durante su exilio, en "Il Manifesto" de Italia, "Le Canard Enchainé" de Francia y en los artículos que la emblemática revista "Humor" se atrevió a publicar en la Argentina. Y, luego de su retorno al país, en "Página/12", diario que no sólo contribuyó a fundar y moldear sino que convirtió en su tribuna para develar, desde sus contratapas dominicales, todo aquello que se les iba quitando a los argentinos, desde la dignidad a la alegría, fueran sus culpables los sátrapas del gobierno, de la City financiera o del negocio del fútbol, la prensa o las editoriales.
Fue trabajando para la revista "Semana Gráfica" cuando tuvo la oportunidad de conocer a Osvaldo Bayer (1927), el escritor y guionista cinematográfico autor, entre otros, de "Los anarquistas expropiadores y otros ensayos", "Rebeldía y esperanza", "La Patagonia rebelde" y "Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia". En el prólogo a "En camino al paraíso", la obra que Bayer publicó en 1999, el propio Soriano lo cuanta así:
"La primera vez que hablé con Osvaldo Bayer fue en 1970, por teléfono, y no fue una conversación simpática. Yo era redactor de 'Semana Gráfica', me habían pedido que escribiera un breve aniversario del fusilamiento del anarquista Severino Di Giovanni ocurrido en 1930. No encontré nada más natural que comprar el libro histórico de Bayer y tomar de allí todos los datos. Comodidad u osadía, la pagué cara: Bayer me llamó, se presentó y me dijo de todo. Al colgar me quedó de él una falsa imagen: la de un tipo intransigente y de pocas pulgas. Nada de eso: con el tiempo supe que con sus amigos y adversarios leales es uno de los hombres más tiernos y de mejor humor que tiene este país. En 1976 me lo encontré en la Feria del Libro de Frankfurt mientras Vargas Llosa hacía sus discursos en inglés. Había otros argentinos y muchos latinoamericanos exiliados. Le recordé el sofocón que me había hecho pasar, se echó a reír y fuimos a tomar un café para hablar de lo que pasaba en la Argentina y de qué se podía hacer desde afuera para dificultar el plan criminal de los militares. Hablamos también de nuestras carencias de expatriados y Bayer me preguntó si tenía plata como para ir tirando mientras conseguía algún trabajo. Le dije que no se preocupara, que ya saldría algo. Nos despedimos muy tarde y al día siguiente volví a Bruselas. Una semana después del encuentro con Osvaldo Bayer recibí una carta de Alemania. La abrí en seguida en busca de nuevas noticias, de algún plan de operaciones lejanas. En lugar de eso había un giro por una extraña suma: 1.527 marcos con cincuenta, o algo así. Con una esquela breve: 'Osvaldo: cobré un trabajo que me debían. Te mando la mitad. Un abrazo'. Y la firma de Bayer. No me mandaba un préstamo de amigo sino el auxilio de un anarquista fiel a su ideal: exactamente la mitad de lo que había cobrado. Sin explicaciones ni fecha de reintegro. Había encontrado a un tipo en apuros y compartía lo que tenía. Le escribí para agradecerle pero me contestó hablando de otra cosa. Nunca, desde entonces, pude tocar el tema con él; se molestó la vez que intenté hacerlo y de algún modo me sugirió que de esas cosas no se habla".Osvaldo Bayer rememoró aquella anécdota en el libro "Osvaldo Soriano. Un retrato", que el escritor y cineasta Eduardo Montes Bradley (1960) publicó en 2000:
"Como toda buena amistad, a veces empieza con una gran pelea, con un gran altercado. Mi primer contacto con Osvaldo fue cuando leí una nota allá por el año '72. Creo que fue en 'Vea y Lea' donde apareció una nota sobre Severino Di Giovanni que me indignó. Entonces, llamé al periódico, pedí hablar con el director y el director puso pies en polvorosa -como se decía antes-, y me dijo: 'Te voy a dar con el redactor que escribió eso y aclarálo con él'. Apareció Osvaldo y le dije: '¿Usted es el redactor del artículo? Usted no sabe nada de nada, usted es un burro, usted es un ignorante. ¿Cómo va a escribir sobre alguien del cual no ha estudiado nada ni leído nada? Además está dando la versión policial'. 'Bueno, pero escúcheme', me dijo. 'No lo escucho nada -interrumpí-; además, usted es poco hombre'. La cosa fue subiendo de tono, yo fui subiendo de tono. Osvaldo trataba de explicarse en forma bastante educada. Pero, finalmente, lo mandé al diablo y colgué. Ese fue el inicio de una gran amistad que tuve con Osvaldo Soriano. La segunda vez que nos vimos fue en la Feria del libro de Frankfurt del año '75. El se me presentó y me dijo: 'Yo soy Osvaldo Soriano, al que usted le gritó tanto por un artículo sobre Di Giovanni'. Lo dijo con una gran humildad. Para entonces, yo Osvaldo Bayer, ya me había olvidado del incidente, y a partir de ese momento realmente compartimos muchos momentos lindos de la vida".
Hay un par de nimias diferencias entre ambas versiones: el encuentro fue en 1976 para uno, en 1975 para el otro; la revista era "Semana Gráfica" para uno, "Vea y Lea" para el otro. Son sólo detalles insignificantes que no menoscaban el valor de la anécdota. La amistad entre ambos duró hasta la prematura muerte de Soriano, quien había definido a Bayer como "un hueso duro de roer". "Sin él -dijo Soriano de Bayer- sería más fácil olvidar".