América Latina se le impuso como tema en los Estados Unidos.
Exacto. Para pensar América Latina tuve que salir de la Argentina. Es lo que
decía Marx de la Historia. Hay que estar en un estadio posterior o en un afuera
para poder pensar eso. Mi reflexión sobre América Latina es un producto de mi
vida en los Estados Unidos.
En los Estados Unidos vivió la
experiencia del capitalismo en estado puro.
En los Estados Unidos descubrí que allí el dinero es la única realidad. Todo lo
que no es dinero es fantasía, es ficción. Lo único sólido, lo único que no se
desintegra es el dinero. Lo que además es una paradoja, ya que el dinero es
algo del orden ficcional. De ahí viene el uso que hago de la palabra
"realidadficción".
El arte contemporáneo tiene como uno de sus
centros de sentido la metáfora del dinero, justamente porque está más allá de
la metáfora.
Es que llegás a Estados Unidos, encendés la radio o la TV y lo único que oís es "money": ¡dinero! Como esa canción que canta Liza Minnelli en "Cabaret": "Money,
money, money, money". Eso es lo que existe: una ficción que es la única
realidad. Al mismo tiempo, en los Estados Unidos descubro la potencia del
capitalismo. Ahí el capitalismo se realizó plenamente. Acá hay lugares en los
que se sostiene -es increíble, pero se lo sostiene- que el dinero no importa.
Allá, el dinero es lo único que importa.
En ese contexto surge la idea de la
especulación -económica y teórica- como herramienta para pensar.
Ya no pienso más en las categorías "literarias" de autor y de obra.
La imaginación, lo que llamo "la fabrica de realidad", es lo
fundamental. Tanto cuando pienso en la literatura como en cualquier otra cosa, lo que
me interesa es la imaginación. La ficción ahora invade todo, por eso
"leo" de todo: desde las series de TV al cine; incluso el periodismo,
que trata casos que son más ficcionales que la propia ficción. Al mismo tiempo,
esas ficciones son la realidad. Yo leo la literatura como realidad.
¿Cuál es la relación entre el capitalismo y la
literatura?
El siglo
XX, que Eric Hobsbawm caracteriza como un siglo corto, podría considerarse el
siglo de oro de la literatura. Guarda correlación con la historia del
capitalismo y de la nación: es una historia de producciones nacionales y
exportables. Basta pensar en editoriales como Fondo de Cultura, Sudamericana,
Emecé; o en autores como Cortázar, Puig, Borges, que tuvieron gran poder
innovador y se constituyeron como clásicos. Después, con la globalización y la
escritura electrónica, viene la desnacionalización de las editoriales. La
entrada de España al mercado editorial en los '90 significa un capitalismo con
elementos imperiales: un neoimperialismo en el marco del cual se produce una
literatura que tiene como mercado potencial a 300 millones de personas. Una de
las lenguas con más hablantes después del chino y el inglés. La lengua se
transforma en una mercancía.
¿Esto quiere decir que existe una disputa por lo
que podríamos llamar soberanía literaria?
Claro, por
eso inventé una expresión: "el territorio de la lengua". Un territorio
capitalista pero también cultural que nos dejamos sacar por España, donde a
partir de los '90 se empezó a elegir qué se publicaría y qué no. Entonces cambia
todo: cambian la literatura, los escritores que la hacen y, fundamentalmente,
la propia relación entre literatura y política.
¿Cómo cambia esta última relación?
En los
clásicos había una separación muy clara. Vargas Llosa, por ejemplo, decía:
"Yo quiero hacer la revolución en la literatura". Defendía la autonomía
de la literatura como campo propio, con sus propias reglas y políticas. Al
mismo tiempo, los escritores tenían determinada relación con Cuba (no era lo
mismo ir a Cuba que no ir). A los escritores de hoy nadie les pregunta qué
piensan políticamente. Se despolitizó la figura del escritor, no necesariamente
la literatura, que es una maquinaria de producción de realidad, y esa es su
política. Hoy el escritor se ha transformado en un personaje mediático.
¿No hay forma de construirse como escritor por fuera
de los medios?
No. La
imagen del escritor es el camino a la literatura. Antes uno primero leía y
después iba a buscar al escritor. Ahora el escritor mismo es figura mediática:
vende los libros, los promociona, aparece en las ferias -sea la Feria del
Libro, el FILBA o el Hay Festival- haciendo diversas actividades. Su trabajo es
promocionarse. Como decía Lamborghini: "primero publicar, después
escribir". Además, en la imagen empieza a aparecer la postura, la belleza,
la ropa, como elementos que influyen en los lectores. En Estados Unidos las escritoras
atractivas son las más promocionadas y las más leídas. La figura del escritor
ya no es la del genio inspirado del siglo XIX. Esto está vinculado con la
propia profesionalización del escritor, con el hecho de que tiene que vivir de
algo, y no alcanza hoy con los derechos de autor; menos aún cuando se consolide
la circulación electrónica de los libros. Entonces el escritor se emplea en
viajar, en ir a congresos, en dar charlas. Es la era del espectáculo que describe
Guy Debord, pero llevada a la literatura.
¿No existe ya el escritor de los márgenes?
Sí. No es
lo mismo un escritor publicado por Mansalva que por Sudamericana-Random House.
Hay una diferencia de aparatos de distribución. Cuando la editorial es más pequeña,
los textos publicados se valorizan estéticamente. Es lo mismo que una película
exhibida en un cine de la calle Corrientes o en el Malba. Se lo recibe de
manera distinta. La circulación y la distribución producen efectos de lectura y
estetizaciones.
¿Y dónde queda ubicada la crítica?
Las literaturas autónomas, que eran las de la cultura de la biblioteca, exigían crítica literaria: trabajos sobre autores, sobre obras, etc. En cambio, en la literatura posautónoma requiere activismo cultural. La literatura sería una muestra más de una serie de actividades culturales, como pueden ser las acciones performáticas. La crítica misma puede ser literatura. La crítica literaria clásica está muerta, es un género puramente académico. Como terminó también el carácter emancipatorio y revolucionario de la literatura. El futuro es un presente perpetuo. Aunque ahora, en América Latina, se quiere reavivar un proyecto colectivo que vuelve a instalar una idea de futuro. Un futuro que no es heroico como en los '70, pero que nos saca de este presente perpetuo. Habrá que ver qué pasa…
El corpus literario que recorre "Aquí América Latina" es muy amplio, fruto de su acceso a las bibliotecas norteamericanas. ¿Cómo va a hacer para leer desde ahora, sin tener esa posibilidad fantástica?
Es un problema grave. Viviendo en Buenos Aires no tenés acceso a lo que pasa en toda la literatura en castellano. Es algo que hay que pensar. Creo que este aislamiento de cada país en su propia literatura es una barrera intelectual, epistemológica y política. Los autores que conocemos acá son decididos en España.
Esa cuestión está muy desarrollada en su libro, pero es un tema que ni se debate en la Argentina.
La lengua da ganancias. Buena parte de la economía actual se basa en producciones que tienen a la lengua como insumo principal. ¿Qué pasó en los años '90 para que España se volcara a esto y América Latina se desentendiera totalmente? La lengua tiene un valor económico estratégico. Los argentinos nos abandonamos, nos dejamos apropiar la lengua. Lo que sucedió es que España se integró a la Unión Europea, es decir, a un capitalismo moderno.
España siempre supo, desde Alfonso el Sabio, que la lengua es un asunto estratégico. Recién en el siglo XX, América Latina logró competir. En los '20, Borges discutió con Guillermo de Torre cuando el ensayista español propuso que Madrid fuera considerada "la capital del castellano". Ahora eso es impensable.
En los Estados Unidos se percibió muy bien el giro que dio España en los '90 cuando se convierte en el centro exclusivo y excluyente del castellano. Es el momento en que España invierte sumas considerables en los departamentos universitarios dedicados a los Latin American Studies y aparece el Instituto Cervantes. Todo lo que se produce en castellano termina pasando por allí, y como ellos son los que financian todo eso acaban siendo los que deciden qué se estudia, qué se investiga, qué circula. En esa estrategia es fundamental el papel que juega Telefónica, ligada al Cervantes.
Además de la estrategia española, también falta ahora un espíritu como el que tenían Darío o Borges, orgullosos de nuestra forma de escribir en castellano.
Recuerdo que venía desde los Estados Unidos, donde todo esto se ve muy claro, y notaba que a nadie en el mundo cultural argentino le importaba en lo más mínimo. Lo que hoy se desea es ser editado en Barcelona y presentar el libro allá. La literatura hoy pasa por los aparatos de distribución y difusión, y esos aparatos hoy están en manos españolas y centrados, fundamentalmente, en Barcelona.
La lengua es un recurso esencial, ya que es la base de la sociedad, del espectáculo y del mundo de la significación.
Yo digo que es como el agua o el aire, uno de los recursos esenciales de nuestro presente y el más estratégico con vistas al futuro. Mientras los españoles ponen el acento en este tema y los reyes van a todos los Congresos de la Lengua, en toda América Latina ni siquiera se está pensando en esto. Hay alguna inversión privada en los medios, hay algunas iniciativas independientes y en una escala muy micro, pero el Estado está absolutamente ausente en este tema en el que ya hay abundante bibliografía.
Las literaturas autónomas, que eran las de la cultura de la biblioteca, exigían crítica literaria: trabajos sobre autores, sobre obras, etc. En cambio, en la literatura posautónoma requiere activismo cultural. La literatura sería una muestra más de una serie de actividades culturales, como pueden ser las acciones performáticas. La crítica misma puede ser literatura. La crítica literaria clásica está muerta, es un género puramente académico. Como terminó también el carácter emancipatorio y revolucionario de la literatura. El futuro es un presente perpetuo. Aunque ahora, en América Latina, se quiere reavivar un proyecto colectivo que vuelve a instalar una idea de futuro. Un futuro que no es heroico como en los '70, pero que nos saca de este presente perpetuo. Habrá que ver qué pasa…
El corpus literario que recorre "Aquí América Latina" es muy amplio, fruto de su acceso a las bibliotecas norteamericanas. ¿Cómo va a hacer para leer desde ahora, sin tener esa posibilidad fantástica?
Es un problema grave. Viviendo en Buenos Aires no tenés acceso a lo que pasa en toda la literatura en castellano. Es algo que hay que pensar. Creo que este aislamiento de cada país en su propia literatura es una barrera intelectual, epistemológica y política. Los autores que conocemos acá son decididos en España.
Esa cuestión está muy desarrollada en su libro, pero es un tema que ni se debate en la Argentina.
La lengua da ganancias. Buena parte de la economía actual se basa en producciones que tienen a la lengua como insumo principal. ¿Qué pasó en los años '90 para que España se volcara a esto y América Latina se desentendiera totalmente? La lengua tiene un valor económico estratégico. Los argentinos nos abandonamos, nos dejamos apropiar la lengua. Lo que sucedió es que España se integró a la Unión Europea, es decir, a un capitalismo moderno.
España siempre supo, desde Alfonso el Sabio, que la lengua es un asunto estratégico. Recién en el siglo XX, América Latina logró competir. En los '20, Borges discutió con Guillermo de Torre cuando el ensayista español propuso que Madrid fuera considerada "la capital del castellano". Ahora eso es impensable.
En los Estados Unidos se percibió muy bien el giro que dio España en los '90 cuando se convierte en el centro exclusivo y excluyente del castellano. Es el momento en que España invierte sumas considerables en los departamentos universitarios dedicados a los Latin American Studies y aparece el Instituto Cervantes. Todo lo que se produce en castellano termina pasando por allí, y como ellos son los que financian todo eso acaban siendo los que deciden qué se estudia, qué se investiga, qué circula. En esa estrategia es fundamental el papel que juega Telefónica, ligada al Cervantes.
Además de la estrategia española, también falta ahora un espíritu como el que tenían Darío o Borges, orgullosos de nuestra forma de escribir en castellano.
Recuerdo que venía desde los Estados Unidos, donde todo esto se ve muy claro, y notaba que a nadie en el mundo cultural argentino le importaba en lo más mínimo. Lo que hoy se desea es ser editado en Barcelona y presentar el libro allá. La literatura hoy pasa por los aparatos de distribución y difusión, y esos aparatos hoy están en manos españolas y centrados, fundamentalmente, en Barcelona.
La lengua es un recurso esencial, ya que es la base de la sociedad, del espectáculo y del mundo de la significación.
Yo digo que es como el agua o el aire, uno de los recursos esenciales de nuestro presente y el más estratégico con vistas al futuro. Mientras los españoles ponen el acento en este tema y los reyes van a todos los Congresos de la Lengua, en toda América Latina ni siquiera se está pensando en esto. Hay alguna inversión privada en los medios, hay algunas iniciativas independientes y en una escala muy micro, pero el Estado está absolutamente ausente en este tema en el que ya hay abundante bibliografía.