31 de octubre de 2012

Josefina Ludmer: "La crítica literaria clásica está muerta, como terminó también el carácter emancipatorio y revolucionario de la literatura" (2)

Josefina Ludmer ha plasmado su prestigio en base a su consistente investigación, examen e interpretación de la cultura argentina y latinoamericana. En su primer ensayo, "Cien años de soledad. Una interpretación", por ejemplo, realizó un análisis desde un punto de vista estructuralista y psicoanalítico de la novela de García Márquez que agregó una nueva visión a las lecturas que se habían hecho hasta ese momento. Su interpretación consistió en describir al relato como un esquema cíclico en el cual se desarrolla un eje central en la primera parte de la historia, y una segunda parte que corresponde simétricamente a la anterior en cada uno de sus aspectos y determina el cierre de la obra en un círculo en el cual todo concluye tal como comenzó al inicio de la misma. Ludmer analizó la novela sobre la idea de un relato donde los diez primeros capítulos narran una historia que se vuelve a contar en forma invertida en los diez últimos capítulos, es decir, que el relato está narrado en forma de espejo, de manera que los hechos, las funciones y los nombres de los personajes se duplican en forma invertida. En "Onetti. Los procesos de construcción del relato", su segundo trabajo, Ludmer reconoció méritos en la ficción del escritor uruguayo cuando éste todavía no era considerado un clásico. Más aún, el mundo sórdido, pesimista y triste que retrataba Onetti de algún modo lo había desterrado por entonces a una suerte de isla existencialista. Ludmer lo rescató de aquella apariencia mostrando detalles de cómo Onetti alteraba las formas conocidas de hacer ficción a partir del análisis de tres de sus obras que se corresponden a los tres géneros en que desarrolló su narrativa: "La vida breve", novela; "Para una tumba sin nombre", novela breve o nouvelle; y "La novia robada", cuento o relato. Así, con una mirada apartada del academicismo y de los imperativos de las modas teóricas imperantes, Ludmer se dio a conocer. Ambos libros, polémicos e incomprendidos al momento de su publicación, resultaron fundacionales y pronto devendrían en canónicos. En esta segunda parte de la serie de entrevistas, Ludmer habla sobre sus lecturas y nos introduce en los pormenores de "Aquí América Latina. Una especulación", su último ensayo publicado.


Usted ha vinculado los tonos antinacionales de ciertas escrituras latinoamericanas (Fernando Vallejo, Horacio Castellanos Moya, Diogo Mainardi) con el momento de las desnacionalizaciones o privatizaciones. ¿Hay escrituras, voces o tonos vinculados con el momento actual, en el que estaríamos asistiendo a una suerte de reformulación del Estado o la Nación?

Veo un cambio en relación con las identidades en la literatura. La postulación de las identidades nacionales (lo argentino, lo mexicano), tan claras en los años '60 y en los clásicos latinoamericanos, desaparece, y en cambio aparecen identidades locales, del barrio, de la ciudad. Pienso en textos muy actuales: "Agosto", de Romina Paula, cuenta un viaje al interior, pero no se trata de lo nacional sino de la relación íntima con otro lugar; en "Las teorías salvajes", de Pola Oloixarac, está el mundo de la facultad. Siempre son identidades locales. O identidades gay, feministas, que no son nacionales, son globales.

Muchas de estas nuevas escrituras, que suelen llamarse "malas" en el sentido de que serían menos literarias, conviven con las otras, que se siguen produciendo. ¿Qué podría decirnos de esto?

La literatura no tendría en sí misma marcas estéticas o literarias. Hay escritores que son más barrocos, que inflan el estilo, que escriben con marcas literarias que no necesariamente agregan valor literario. Frente a la facultad que, como agencia de canonización, valora las escrituras que tienen más marcas literarias y menos las más despojadas, suspendo el juicio y caracterizo: hay escrituras con marcas literarias y escrituras que las borran. Obviamente considero que hay valores, escrituras que me gustan o no me gustan. Algunas de las que tienen marcas literarias para mí son malas, recargadas. En cambio, otras mucho más modestas me interesan más porque tienen una vibración diferente.

¿Cuándo dice: "Esto es bueno"?

Ah, ahí estoy yo. Lo puedo racionalizar y decir que no me gusta porque es una escritura muy barroca, o porque las frases están mal ritmadas. Yo uso criterios literarios para eso, pero no pretendo imponerlos. Parto de la base de que es muy difícil juzgar el presente, que está siempre en debate. La que pone el valor es la historia. Por eso caracterizo, no juzgo: veo que hay textos que subrayan lo literario y otros que lo borran, y que hay procesos de estetización que tienen que ver con la circulación de libros, los mercados globales, los premios, todo el aparato que legitima y valora. Antes eran la facultad y la academia los que prestigiaban, ahora es más el aparato de distribución internacional, de premios y jerarquías. La literatura está sometida a una red de agentes, de aparatos de distribución, y en función de esa globalización se consideran mejores o peores. Un premio hace que se lea un libro que de otro modo no se hubiera leído. La estetización de un texto no dependería totalmente de valores intrínsecos, sino de formas de circulación. Hay algo de constitución de élites en la valorización de escrituras minoritarias. En el cine se ve con más claridad.

¿Que ha leído últimamente con interés?

Lo que más me apasionó en el último año fue la serie "Millennium", de Larsson. Me pareció espectacular, me agarró, no la podía largar. También hay series televisivas que me atrapan así. Yo digo que lo que me atrapa es buenísimo, sea televisión, sea un "best-seller". La captura me fascina. Ningún libro de los que estoy leyendo últimamente me ha capturado tanto. Me gustó mucho "Los topos" de Félix Bruzzone. Me gustó también lo de Pola, aunque lo considero muy barroco, una escritura muy trabajada. Mi escritura favorita es la sequedad, por eso me gustó lo de Bruzzone. Trato de leer lo que sale.

¿Qué cambió en la literatura argentina durante los últimos diez años?

No veo cosas muy nuevas, al contrario, me parece que la literatura argentina es muy conservadora. Lo que estoy investigando ahora es "lo que viene después" porque creo que el presente argentino se define como lo que vino después de los '70. La cultura sueña todo el tiempo esos años.

¿Sigue viendo a la familia como dominante en la ficción y la política argentinas?

Sí. El peso de la familia viene por el lado de la memoria, en un sentido amplio, tomando a las madres, las abuelas, los hijos; la memoria se reformula de generación en generación. La familia es un sujeto político muy conservador. Cuando hablábamos de revolución, el sujeto político era la clase.

Escribió que la velocidad del neoliberalismo es mucho mayor que la de la política y la hace estallar. ¿Sigue viendo la misma relación entre mercado y política?

Posiblemente sea diferente pero no lo puedo ver todavía. Voy a comer a un restaurante de Palermo Hollywood y para mí son los '90: el tipo de gente, el uso del diseño. En esa década entra un rayo de globalización, de homogeneización que quedó en la literatura y en la cultura. Me objetan que con el kirchnerismo, eso sería distinto. Yo no veo grandes cambios.

¿No ve marcas nacionales en nuestra literatura?

Yo creo que lo argentino es exhibir un dominio de la cultura occidental que otros no tienen, algo que no se ve en ningún país de América Latina ni en España. Es así desde Sarmiento, es así en Borges. Es una marca fuerte.

En su último libro, "Aquí América Latina. Una especulación", se lanza a especular, analizar, interpretar, cuestionar y crear: lo suyo desde hace casi cuarenta años. ¿Por qué tanta literatura?

Porque es lo que aprendí a leer, pero si alguien quiere entrar por la pintura, la fotografía u otro lugar, que entre: la imaginación pública es todo lo que circula y se dice. La cuestión es poder extraer el jugo de lo que se lee.

En el libro establece un sistema literario compuesto por escritores, escritores jóvenes y escritoras mujeres, ¿por qué?

Hay una sola literatura, de mujeres y hombres, pero la sociedad coloca la escritura femenina en un segundo plano, en el mismo lugar que se le da a los jóvenes, el de promesas: quedan ahí, en una especie de espera. Y no hablo de guerra de género, sino de inclusión en el centro. No es así en la poesía y tal vez ni siquiera en el cuento; pero la novela queda como un coto masculino. Pero no está mal estar junto con los jóvenes. Es una zona que se mueve, porque el centro está congelado a veces, ¿no?

El libro antes tuvo otras formas: un diario, un curso en el Centro Cultural Ricardo Rojas, varios artículos en revistas...

El proyecto nació en 2000 cuando regresé a la Argentina desde Estados Unidos y empecé a interesarse por las temporalidades. Sentía que me movía entre dos tiempos. En Estados Unidos el futuro está todo el tiempo presente: nace un chico y se le abre una cuenta, se le empieza a depositar dinero para la universidad. Acá el futuro no existía. Para indagar el problema, comencé a escribir un diario en el que registraba noticias, lecturas de libros, películas, conversaciones con amigos. La indagación dio lugar a un curso sobre el tema y la literatura producida ese año en Buenos Aires, y también a un texto. No sabía qué hacer con eso, eran quinientas páginas, así que lo puse en el "freezer" y empecé a escribir sobre la ciudad, sobre la nación, con libros a los que accedía desde la biblioteca de Yale y que me acercaban mis estudiantes. Así nacieron los artículos que aparecieron en revistas y que ahora conforman la segunda parte del libro, "Territorios". En 2005, con la jubilación y el regreso a la Argentina, retomé el diario abandonado para dar forma a la primera parte del libro, "Temporalidades".

Las dos partes son bastante diferentes. La primera es más experimental, más compleja; el formato diario, con una fuerte presencia del yo y la exhibición de cierta intimidad, la hace muy atractiva.

Fue la aparición de mi Yo lo que me permitió dar forma a esa primera parte. Significó apartarse un poco de la crítica. Es como un ensayo de ahora, que implica una autobiografía, algo que se adapta al modo de lectura actual. La segunda parte la considero más clásica.

Una de las ideas centrales del libro es la desaparición de las dicotomías que se usaron durante mucho tiempo para pensar la crítica. Cada frase es a la vez teórica-ficcional-paródica-ensayística: términos que tradicionalmente se pensaron como antagónicos.

Totalmente. La característica de la primera parte es la ambivalencia entre ficción y teoría. Por momentos se ve la parodia y por momentos es un ensayo. La segunda es más clásica.

El libro comienza proponiendo "especular". ¿Cómo funciona eso?

"Especulación" es una palabra que tiene varios sentidos. Yo la uso por lo menos en tres. Como adjetivo que se relaciona con el espejo y sus imágenes. También uso "especular" como verbo: pensar y teorizar. Además, tiene que ver con calcular ganancias, como en la especulación financiera, por ejemplo. Me interesa que esta palabra tenga un sentido moral ambivalente. Además, la especulación es propia de un género que siempre me fascinó: la ficción especulativa, que se relaciona con la utopía y la ciencia ficción. La especulación es una especie de pensamiento, pero es aceptable porque no es pretensioso. Es un pensamiento bastardo, ficcionalizado, que procede por imágenes. La palabra "especulación", con todos sus juegos, fue la que me guió en la escritura de este ensayo. La especulación inventa un mundo diferente del conocido; es un universo sin afuera, que es "realvirtual".

Está muy atenta al presente y a los cambios que se han producido. En el libro inventa palabras fusionando otras: "realidadficción", "tiempoaquí", "intimopúblico". ¿Para pensar un nuevo mundo hay que usar un nuevo lenguaje?

Lo de hacer palabras fusionadas surgió de un error. Yo entregué el artículo sobre los tonos antinacionales a la revista "Grumo" en un archivo de Mac y usaba palabras separadas por guiones, pero se ve que el procesador de ellos no los leyó. El error me llevó a pensar en una posibilidad de escritura que advirtiera que el mundo ha cambiado: terminó el mundo bipolar, cayó el Muro, las oposiciones que antes parecían inconciliables se fusionan.