Uno debe dejar que el lenguaje hable por sí mismo. Cuando se vive en Austria, se debe permitir que el lenguaje de la extrema derecha, del Freiheitliche Partei Österreichs (Partido Liberal de Austria), de la Iglesia, del "Kronenzeitung", es decir esas corrientes del lenguaje que fluyen todo el año, hablen por sí mismas. Entonces cualquiera que lea el "Kronenzeitung", aun quien lo lee todos los días, se dará cuenta de qué cosas se dicen allí.
Con respecto a su obra "Totenauberg" (Epistemata), ¿qué nos puede decir?
Lo que hice en esa pieza o en "Nubes..." es confrontar los distintos pensamientos de Occidente. Por ejemplo, en "Epistemata" se enfrentan Heidegger y Hannah Arendt. Obviamente la mujer no puede ganar. Desde el principio, se sabe que va a perder. Como ocurrió en la realidad.
Según algunos, su producción no es de fácil comprensión.
Me persiguen los que me reclaman que sea más comprensible, pero yo soy más rápida y no me alcanzan. Tengo gestos arrogantes. Quizá porque como mujer me digo: "no voy a estar nunca más en una posición de inferioridad. Voy a tener el control de todo". Un hombre no necesitaría comportarse así porque quien posee el discurso hegemónico no necesita afirmarse de esta manera en la literatura. Quizá una actitud semejante proceda del miedo que uno tiene de chico de no ser querido, de no existir, si no rinde. De niña, pasaba el tiempo diseñando ropa para mi muñeca. Mi madre quería que yo fuera una virtuosa del piano. Cuando se pasó por el infierno de la ambición de la madre, ya la ambición no significa nada para uno. No busco la satisfacción personal de la ambición. Como mujer, como ser inferior, estoy absuelta. Si no logro hacer una obra importante, de todos modos no se espera que lo haga. Hay montones de libros sobre las mujeres que quieren amar y los hombres que no quieren, pero esos libros sólo los compran las mujeres porque a los hombres no les interesa para nada. Las mujeres, en cambio, tienen que estudiar muy bien a los hombres porque están obligadas a presentarse ante ellos como objetos. En esto no veo que haya habido algún cambio. La mujer sigue marginada. La peor humillación es que en las economías su trabajo no es registrado. Trabaja de una manera impresionante, pero eso no se ve. Baste pensar sólo en el trabajo de cuidado de los niños, los ancianos y los enfermos que realiza.
Perdedora en el rol marginal de la mujer en la sociedad, perdedora en la infancia, ahora es ganadora en la escritura. Su "Obra deportiva" fue premiada y tuvo mucho éxito.
Hasta "Obra deportiva", yo siempre desaparecía de mis textos. Estaba allí tan bien oculta que sólo yo sabía por dónde había pasado. Quiero evitar todas las cosas arbitrarias, traicionarme a mí misma con asociaciones reveladoras. No me pondría a merced de nadie que me llevara por ese camino. Deseo tener todo bajo control.
Usted puede guiarlo a uno muy bien en cuestiones de moda y literatura. Pero con tanto control en el arte, ¿dónde queda la vida?
Pierdo la vida, mi propia vida. Aparentemente tengo que renunciar a ella. Aunque quizá no tendría que hacerlo en absoluto. Otros escritores signados básicamente por el lenguaje sí viven, aunque en un estado de arrebato. Yo siento temor de perderme en él.
Ahora que usted ha ganado en el arte, puede comenzar a vivir. En inglés hay una expresión justa para el que gana y, al mismo tiempo, pierde, "beautiful looser" (hermoso perdedor).
Ser famoso es terrible para un escritor o un artista. Uno tiene que estar, digamos, retirado. La fama nos destruye.
De ningún modo quiero llegar a ser un instrumento. Por otra parte, no se me pueden pedir sentimientos patrióticos que jamás he aumentado ni manifestado.
¿Recibió felicitaciones de parte de las autoridades austríacas?
No me llamó ninguna de ellas. Pero, sabe, hoy mi teléfono está muy ocupado, quizá no han logrado ponerse en comunicación conmigo. De todos modos un amigo me dijo que el presidente de la República y el presidente del Parlamento han expresado su satisfacción por este premio.
Para muchos críticos, su obra literaria se inscribe en la línea de otros dos grandes escritores austríacos, Thomas Bernhard e Ingebort Bachmann. Ambos son muy duros con Austria. ¿Usted comparte esa posición crítica?
Desde un punto de vista estético son muy distintos de mi. Pero tenemos algo en común: la oposición a Austria. En cierto momento, Bachmann, no quiso vivir más en el país y se fue a Roma. Bernhard, en cambio, permaneció en él, pero en los últimos años de su vida prohibió la representación de sus piezas en territorio austríaco.
También usted, en 2000, el año de la asunción del gobierno de centro derecha, prohibió que se representaran sus textos teatrales. Como otros intelectuales se alineó contra Jórg Haider, al que en la obra "La despedida" de 2002, definió como "la tragedia y la farsa de la historia juntas".
Con la coalición de centroderecha se fracturó el país, un hecho que, de otro modo, no se habría producido. Esta ruptura provocó una verdadera regresión civil. De hecho llegaron al gobierno personas que no sólo no tomaron más distancia de las SS, sino que les rindieron honores públicamente. Es una cosa inadmisible. Se infringió un tabú que no debía ser violado.
Un tema recurrente de sus intervenciones y artículos de los últimos meses -aparecen regularmente en su página de Internet- es la guerra en Irak. ¿Por qué esa insistencia y cuál es su posición al respecto?
Para evitar equívocos, pienso que haber echado a un dictador sanguinario como Saddam Hussein fue algo positivo. El problema es que ahora le toca a la población padecer el terrorismo en acto. Hoy debería resultar claro para todos que el 11 de septiembre no fue obra de Irak, entendido como Estado; y es igualmente claro que la guerra en curso viola los derechos de un pueblo y los elementales principios de humanidad.