¿Usted, sus miedos, son entonces la más frecuente fuente de humor?
Sí, encuentro la cara del humor en mis miedos y mis angustias. Esa es mi manera de exorcizarlos.
Es verdad. No es mala idea. Ya me va a ver tirado en una cama arrancándome los pelos y derramando lágrimas.
Yo necesito que alguien se ocupe de mí. No sé moverme en todo eso que se relaciona con mis contratos de trabajo, por ejemplo. Todo eso lo hace Alicia.
Recuerdo uno de sus chistes que tiene que ver con lo que hacen los miembros de la pareja. En un ambiente prehistórico el hombre sale a cazar, pelea violentamente con una especie de mamut y vuelve a la cueva rengo, con un ojo negro y algún dedo de menos, pero feliz por haber cazado al enorme animal. La mujer lo mira y le dice...
"Te olvidaste de los rabanitos". ¡Já, já, já!
Sí, yo pensé que había allí algo de su vida cotidiana.
Sí, claro. De pronto yo voy, con gran esfuerzo enfrento una oficina. Subo, bajo, pregunto, anoto. Cuando vuelvo, Alicia dice: "¿Preguntaste por qué el mes pasado no mandaron los recibos?". Claro que no pregunté.
Descríbase a sí mismo entrando en una de esas enormes oficinas llenas de escaleras, gente que va y viene, empleados con cara de aburridos.
Ah no, no... ¡qué sufrimiento! Por todas partes las colas con personas que llevan papeles en las manos y tras las ventanillas empleados que quieren por sobre todas las cosas, distribuir gente, sacarla de su vista. "Pregunte en el subsuelo", "Ese plazo no empezó a correr", "Segunda puerta en el corredor de la derecha", "Ese plazo expiró. Debe comenzar el trámite otra vez". Son sádicos y usted también, haciéndome revivir todo eso. Por lo menos un poco sádica.
Sí, un poco. Pero es muy gracioso. Fíjese que mientras me describía la oficina, cerró los ojos dos o tres veces y arrimó sus brazos al cuerpo como si quisiera achicarse. Convertirse en uno de esos hombrecitos que suele dibujar desbordados por la dureza del mundo.
Sí, así están esos hombrecitos, desbordados, arrinconados.
Y usted se siente así algunas veces.
Muchas veces. En los restaurantes, por ejemplo. Porque allí el camarero manda y uno dependerá de él para sentirse mejor o peor. Y ni hablar de lo que pasa en el mundo médico. Ahí si que uno se vuelve chiquitito. Se transforma en un microbio.
Por otra parte las mujeres en sus dibujos son grandotas, dominantes.
Se vé que se me han pegado las suegras de nuestra cultura. Las que traían "Patoruzú" y "Rico Tipo".
¿Qué tipo de situaciones le resultan graciosas? Por ejemplo, en la calle.
Yo observo mucho, porque me hacen gracia los perros con sus amos. Un hombre va con su perro y se acerca a otro con otro perro. Los perros quieren juntarse, olfatearse, cambiar información. Pero los amos no están dispuestos a esa relación que consideran peligrosa y ambos tiran las correas con expresión de fastidio, mientras los perros con las orejas caídas, torciendo las cabezas se echan las últimas miradas.
Hablemos un poco de los personajes que rodean a Mafalda. ¿Cómo fueron naciendo?
Después de haber hecho durante un tiempo a Mafalda y sus padres me cansé, sentí que debía enriquecer ese mundo. Ahí metí a alguien bien distinto de Mafalda: Felipe.
¿Tiene algo que ver con una persona real?
Sí, está basado en Jorge Timossi.
¿El poeta? ¿Y por qué es tan distinto de Mafalda?
Y, por lo pronto se fue a vivir a Cuba apenas llegada la revolución.
En cambio, hay gente que se angustia con ese tema. Hice una tira con viejitos que, en lugar de estar en "el otoño de la vida" están en "la primavera de la muerte". Una señora me llamó y me dijo: "Le hablo como madre, no tiene derecho a amargarme la vida".
¿Cuál es según usted la relación entre humor y realidad?
No tengo las cosas claras. Mire esta página que estoy dibujando.
Es una boda en un laboratorio. Tendrá que ver con el sida.
Sí, claro. El médico es quien los casa. Lo que quiero decir es que pronto será más importante la medicina que la religión. El dibujo trata de mostrar un período de transición. En un rincón está la madrina y las señoras que lloran en las bodas. Esa es la parte que subsiste aún, que todavía no cambió. Yo no sé cual es la relación del humor con la realidad. Fontanarrosa dijo un día que los humoristas tenemos una especie de antena que nos permite ver cosas que aún no son claras.
¿Algún día la obligación del humor a plazo fijo dejará de angustiarlo?
A veces sueño que dibujo páginas y páginas. En el sueño todo es muy lindo y muy gracioso. Pero me despierto y no. En cambio, cuando me estoy durmiendo de pronto me asaltan buenas ideas. Enciendo la luz y las anoto. No entiendo a los que dicen que hay mecanismos que se pueden aprender y ponen las cosas en marcha.
¿Cómo serían esos mecanismos?
El de "Los Picapiedras" sería un ejemplo. Pero a mí me enferman "Los Picapiedras". No me hace gracia que una mujer pase la aspiradora en la Edad Media.
Para usted ¿hacer humor es parecido a qué?
Yo siento que es algo parecido a dirigir una película. Por ejemplo, en el dibujo de la boda en el laboratorio estuve dos días sin saber dónde colocar la cámara.
Desde dónde mostrar la escena.
Mi idea original era que se viera el laboratorio como un altar, más adelante el médico que los casa, y luego los novios de espaldas. Colocados así, a la suegra, a los invitados no había dónde ponerlos. Estuve dos días moviendo la cámara, hasta encontrar el ángulo.
Desde afuera esas dificultades son inimaginables.
Y no son sólo estas. Hay muchas más. ¿Cómo hacemos hoy una caja fuerte? Ya no tienen botones ni manijas. Son lisas, con una ranura donde se mete una tarjeta que abre. ¿Y millonarios? ¿Cómo se hacen?
Con barriga, habano y cadena de oro sobre el chaleco.
¿Dónde hay millonarios así? Hoy son flacos y pueden vestir jean y zapatillas de tenis.
Volviendo a lo que provoca nuestra risa.
Yo, por ejemplo, me río a carcajadas leyendo la Biblia.
¿La Biblia?
Son tantas las cosas cómicas. Hay dos ángeles que Dios envía a Sodoma para ver si es verdad lo que ha llegado a sus oídos. Los sodomitas ven a los ángeles, les echan el ojo y comienzan a perseguirlos. Tanto, que para protegerse, los ángeles se meten en casa de Lot. Lot, entonces, sale desesperado y dice a los sodomitas: "No jodan, tengo una hija de diez y seis años, virgen. Se las entrego". "No, dicen los sodomitas, nada de vírgenes, queremos a los ángeles". Esto es comiquísimo.
Cuénteme de la Mendoza de su infancia.
Pasaba el achurero con un carro forrado de zinc, vendía chorizos, chinchulines. Pasaba el pescador con un palo sobre los hombros que sostenía dos canastos con pescados. Los pescados tenían todos una mancha verde producida por una inyección que les daban para conservarlos, ya que los traían de Chile. Venía el leñero. Casi no había autos. Yo a los ocho años iba solo al cine que quedaba a diez cuadras. Y había tranvías.
¿Qué recuerda con más placer?
El fondo con las hormigas.
¡Qué hacía con las hormigas!
Me fascinaban. Había negras grandotas y chiquitas coloradas.
¿Qué lo fascinaba?
Yo vi que convivían en un estado permanente de guerra fría. Y cada tanto se armaba la gran guerra.
Y ganaban las negras.
No, no siempre. Otra cosa que hacía era cazar una mosca y tirarla en el hormiguero. Ahí veía cómo las hormigas la desmontaban rápidamente y ordenaban todo. Las alas por aquí, las patas por allá. También recuerdo con mucho placer un mecano. Todo era muy lindo. Pero la felicidad duró poco. Mi madre se enfermó de cáncer y sufrió mucho. Yo tenía diez años. Recuerdo gritos, morfina. Algo terrible. Tres años después de la muerte de mi madre murió mi padre. Allí me fui a vivir con mi tío Joaquín que era pintor.
Su vocación tal vez viene de allí.
Tal vez; no: viene de allí. Cuando nosotros éramos chicos y mis viejos iban al cine, Joaquín nos entretenía dibujando. ¿Recuerda a Juan Cristóbal, cuando puso por primera vez las manos sobre un piano? Para mí fue así. Una revelación. Empecé a hinchar a todo el mundo con que quería ser dibujante. Esto fue a partir del momento en que viví en su casa. El era dibujante publicitario, hacía la publicidad de las películas que se estrenaban, para el diario "Los Andes". Por eso a nadie se le ocurrió que ser dibujante era una locura. El hacía hoy su dibujo que salía mañana, y cuando llegaba fin de mes cobraba.
¿En qué está pensando?
Resulta curioso cómo tantas cosas en la vida dependen de la casualidad.
Me parece que ese hecho le produce cierto rechazo.
Añade inseguridad, incertidumbre.
¿A su natural inseguridad?
Sí, a ella.
No, no. Lo que ocurre es que como tipo físico paso desapercibido.
A las mujeres les gusta el tipo tímido. En cuanto unieran su timidez con su genio, ya estaría.
Ah bueno, si se enteran quién soy, sí. Pero si no se enteran no me dan bolilla.
¿Y usted cree que le darían bolilla a Woody Allen si no supieran quién es? Imagíneselo caminando por Corrientes, ¿alguna chica lo miraría? Lo que yo veo es que le hubiera gustado trascender por su físico.
Sí, eso me habría gustado.
¿Cómo quién querría ser?
Físicamente como Paul Newman, aunque también me gustaría tener el encanto de Joan Manuel Serrat. Hace poco hablábamos con un amigo de lo feo, lo lindo, las mujeres, los hombres y mi amigo dijo: "Sabes cómo me gustan las mujeres, pero si tengo que elegir entre Mercedes Sosa y Joan Manuel Serrat para salir a comer, elijo a Joan Manuel Serrat", ¡já, já, já!
Bueno, Mercedes no se cotiza por su físico.
Sí, pero no crea, tiene muchos encantos. Es tan maternal, lo abraza a uno con aquellos grandes pechos, uno mete la cabeza allí dentro y se siente sumergido en... la felicidad.