Kostas Mavrakis: Sus contradictorias críticas de
la burocracia
En los
años ’70, Kostas Mavrakis fue el
animador de la revista maoísta francesa “Théorie et Politique”. En “Du trotskysme.
Problèmes de théorie et d'histoire” (Sobre el Trotskismo. Problemas de la
teoría y la historia) las comparaciones entre Trotsky y Mao Tse Tung son
frecuentes. “Contrariamente a Mao -escribió-, Trotsky nunca supo analizar una
coyuntura en su especificidad, determinar la contradicción principal y la
consigna principal. Al no haber deducido las leyes de la revolución en una
formación social, aplicando en la práctica de la lucha de clases los principios
universales del materialismo histórico, su contribución a esta ciencia es
nula”. Autor de numerosos artículos, entre ellos “Défendre l'art pour sauver la
civilisation” (Defender el arte para salvar la civilización), “Islam et
terrorismo” (Islamismo y terrorismo) y “Le pacte migratoire de l'ONU” (El Pacto
de Migración de la ONU), también ha publicado los libros “Pour l'art. Éclipse
et renouveau” (Por el arte. Eclipse y renovación), “La civilisation et ses
ennemis” (La civilización y sus enemigos) y “De quoi Badiou est-il le nom? Pour
en finir avec le Siècle XX” (¿Cuál es el nombre de Badiou? Para poner fin al
siglo XX). Lo que sigue es la tercera y última parte de los trozos escogidos de
su ensayo sobre Trotsky.
Trotsky
acusaba a Lenin de desconfiar de la clase obrera. Estimaba que ella podía
intervenir espontáneamente como tal en la arena política y que no podría
tolerar la dirección de un partido unido y centralizado que actuara como su
mandatario. Esta denuncia de “sustituismo” (calumniosa en lo que a
Lenin concierne), tuvo una descendencia triple: los que creían que el
proletariado era incapaz de ser la clase dominante adoptaron teorías de la “nueva
clase”; los que pensaban lo contrario formaron ciertas
tendencias anarcotrotskistas, sentenciosas; la posición intermedia, la de los
trotskistas, fue que la burocracia es por cierto inherente a la división entre dirigentes
y dirigidos, pero que no existe un medio de atenuar sus efectos, a saber, la
democracia obrera, es decir, la autorización de las fracciones que reproducen
la misma división. Trotsky, sin embargo, no se había contentado con un análisis
tan primario del fenómeno burocrático, sino que había tratado de descubrir sus
bases sociales, de dar una explicación en términos de lucha de clases con una
apariencia marxista.
Así es
cómo Henri Weber justifica, según Trotsky, esta posición, en un folleto titulado
“Movimiento obrero, estalinismo y burocracia”: “Puede suceder, con todo, que la
burocracia de Estado se eleve por encima de las clases, se erija en potencia
autónoma e instaure temporalmente su propio poder incontrolado, que se ejerce
por medio de un hombre providencial todopoderoso”. A primera vista, esta
tesis está conforme con el análisis de “El XVIII Brumario de Luis Bonaparte” de
Marx, que dice: “Sólo bajo el segundo Bonaparte el Estado parece haberse
independizado completamente”. De hecho, si parece
que el Estado es independiente, es porque en realidad no lo es. A propósito de
la “casta burocrática” que gobierna Alemania en 1872, Engels nos dice
en “Contribución al problema de la vivienda”, que el Estado parece planear por
encima de las clases y representar los intereses de la sociedad entera, pero
que, en realidad, el Estado tal como existe en Alemania es también el producto
necesario de la infraestructura de la cual surgió”.
Volviendo
sobre la cuestión del bonapartismo en “La lucha de clases en Francia”, Marx
dice: “El poder del Estado, que parecía estar tan por encima de la sociedad,
era sin embargo el mayor escándalo de esa sociedad. El bonapartismo es la forma
más prostituida y a la vez la última de ese poder del Estado en el que la
sociedad burguesa desarrollada se había finalmente transformado en medio de
esclavizar el trabajo al capital”. Está claro que, para
Marx, la función del Estado bonapartista era ejercer la dictadura de la
burguesía y servir los intereses de esa clase. Mientras que, según Trotsky, el
régimen bonapartista-estalinista, aunque fuera “el arma histórica de la clase
obrera”, oprime a esta última, la roba en
provecho de una minoría privilegiada, organiza la producción
conforme a los intereses de esa minoría y sigue, en el plano
internacional, una política contrarrevolucionaria. La
analogía que Trotsky establece entre el “Estado obrero estalinista”
y el Imperio es, además, artificial e incluso absurda, ya que la naturaleza del
aparato del Estado varía radicalmente según las formaciones
sociales históricamente determinadas, en las cuales funciona como
instrumento de perpetuación de las relaciones sociales, de dominación y de represión
de una clase por otra.
Cuando en
1921 los mencheviques calificaron la NEP de “Termidor soviético”,
asintió e incluso se jactó de ello. Ahora bien, la
comparación es absurda. Es normal que la burguesía,
una vez en el poder, quiera detener la revolución para gozar en paz de
sus conquistas. Los termidorianos representaban a los nuevos especuladores y
adquirientes de bienes nacionales que no querían más trastornos. La Revolución
de Octubre, al contrario, era la del proletariado. La NEP no era la
consolidación de la adquisición de una clase de explotadores. Era, por el
contrario, un repliegue que permitía consolidar el poder del proletariado, la
clase más explotada, cuya emancipación libera a toda la humanidad. A
continuación, y hasta 1935, Trotsky no dejó de prevenir contra el peligro de un
Termidor, pero negó (contra algunos de sus partidarios) que ya hubiera
sucedido. Es apelando a esta analogía que él y sus amigos analizan las luchas
políticas durante todo ese período. Hasta 1928, consideraba termidorianos a
Bujarin y Rykov. En octubre de 1928, en la “Carta a unos amigos”, encara la
posibilidad de que la etapa termidoriana se haya salteado. La URSS podría pasar
directamente a un XVIII Brumario con Voroshilov y Budienny con las botas de
Napoleón. Examinaba también la eventualidad de una restauración del capitalismo
cuya vía prepararía Stalin.
En 1929, en
una polémica con grupúsculos que lo reivindicaban, definió Termidor como una
contrarrevolución que necesitaba una guerra civil. Este peligro, por real que
sea, no se ha materializado todavía, concluía. En efecto, pensaba en esa época
que “Termidor indica una transferencia de poder de las masas a manos de otra
clase”. Algunos años después, debía efectuar una “revisión
desgarradora” de todas sus concepciones pasadas. Entonces se
da cuenta de que Termidor sucedió en 1923, cuando Stalin
derrotó a la oposición de izquierda; como el gobierno de Stalin tenía carácter
bonapartista, la Unión Soviética vivía bajo el Consulado. Tal es el análisis
presentado en el folleto “El Estado obrero, Termidor y bonapartista”, en 1935.
De manera
que Trotsky reconocía que desde doce años atrás la URSS vivía bajo un gobierno
termidoriano sin que él se hubiera dado cuenta. Las especulaciones sobre una
comparación histórica torpe no podían menos que oscurecer los problemas en
lugar de plantearlos correctamente, ya que procedían, como se ha visto, de un
error teórico fundamental. Más tarde, en el libro “En defensa del marxismo”,
Trotsky reconocerá que la noción de casta aplicada por él a la “burocracia” soviética
no tenía carácter científico y no era más que una analogía
histórica que lo ayudaba a hacer, provisionalmente, “sociología del presente”.
Para
Lenin, al contrario, la burocracia y las tendencias al burocratismo estaban
enraizadas en el capitalismo y en la mentalidad burguesa y pequeño burguesa. El
burocratismo tiene una naturaleza de clase cuyo origen es triple durante la
vida de Lenin: el mantenimiento, en la administración del Estado, de burócratas
zaristas en tanto que especialistas necesarios por su “conocimiento para
gestionar”; las supervivencias ideológicas del capitalismo
(burocrático por naturaleza) entre las masas e incluso los dirigentes, aunque
fuesen revolucionarios; y el hecho de que las funciones económicas y
administrativas de las primeras etapas de la construcción del socialismo
permanecen ligadas a la herencia de la sociedad anterior e inducen una
ideología correspondiente que conduce a un estilo burocrático de trabajo entre
los cuadros.
La lucha contra el burocratismo es, por consiguiente, una lucha entre la ideología proletaria y la ideología burguesa o pequeño burguesa. Es una lucha de clases. Para llevarla a buen término, hay que liberar la iniciativa de las masas, a fin de que se eduquen en el plano político y técnico, para que puedan prescindir de los “especialistas” burgueses, para que la “clase obrera ejerza su dirección en todo”. “Nos importa que todos los trabajadores sin excepción participen en la administración del Estado. Es una tarea extremadamente difícil, pero el socialismo no puede ser instaurado por una minoría, por el Partido. No puede serlo más que por decenas de millones de seres, cuando hayan aprendido a hacerlo ellos mismos”.
Por todas esas razones, Trotsky considera que el fenómeno burocrático era en cierto modo ineluctable. ¿Qué haría un partido marxista si llegara a imponerse? “Cambiaría, purificaría, domaría a la burocracia por el control de las masas”. Por consiguiente, paliativos más o menos, el reino de la burocracia subsistiría. “La burocracia soviética está llamada a terminar con el antagonismo entre el proletariado y el campesinado, entre el Estado obrero y el imperialismo mundial. El régimen ‘personal’ de Stalin es, en último análisis, el producto de una viva lucha de clases entre el proletariado y la burguesía. La función objetiva del ‘salvador’ es salvaguardar las nuevas formas de propiedad usurpando la función política de la clase dominante”.
Trotsky no ve que, en un país en que el Estado dispone de los medios de producción, la cuestión decisiva es saber quién detenta el poder. El proletariado no puede detentar el poder económico más que a condición de ejercer el poder político. Si pierde este poder, pierde todo. Sobre este tema, existen textos de Lenin cuyo sentido perfectamente claro fue ocultado durante medio siglo. El dirigente bolchevique había subrayado que la única diferencia entre el capitalismo de Estado en Alemania y el instaurado en la Rusia de 1918 era que, en este último país, “los obreros detentaban el poder en el Estado”. Según él, si se combina el capitalismo de Estado según el modelo alemán y el Estado soviético, es decir, proletario, “se obtiene todo el conjunto de condiciones que da el socialismo”.
La Gran Revolución Cultural Proletaria permitió resolver en la práctica y en la teoría el problema que plantea la prosecución de la lucha de clases bajo la dictadura del proletariado, liberando la iniciativa de las masas gracias a una amplia democracia, de manera que vigilen los asuntos del Estado y derroquen a los dirigentes reaccionarios. Se sabe que su última etapa tuvo por consigna: “La clase obrera debe ejercer su dirección en todo”, o dicho de otro modo, no sólo en las fábricas (lo que ya entraña una lucha) sino también en las instituciones de enseñanza y los organismos del Partido y del gobierno. Ahora está claro que el análisis del gobierno soviético desarrollado por Trotsky y fundado sobre los conceptos de “centrismo burocrático”, no permitía de ninguna manera sacar a la luz la lucha entre las dos líneas, y por consiguiente, deducir las leyes del desarrollo de una formación social de transición al socialismo. De manera que todas sus predicciones las desmintieron los hechos, una después de la otra.
A
comienzos de la Segunda Guerra Mundial, Trotsky acordó una larga entrevista al “Saint
Louis Dispatch”, en que se le preguntaron si la dictadura del proletariado
significaría el abandono de los derechos civiles de los Estados Unidos. Él dio
la siguiente respuesta: “El socialismo no tendría ningún valor si no aportara
no sólo la inviolabilidad jurídica sino también la plena salvaguardia de todos
los intereses de la personalidad humana. El género humano no toleraría una
abominación totalitaria según el modelo del Kremlin. El régimen político de la
URSS no es una nueva sociedad, sino la peor caricatura de la antigua. Con el
poder de las técnicas y los métodos organizativos de los Estados Unidos, con el
elevado bienestar que la economía planificada aseguraría a todos los
ciudadanos, el régimen socialista en este país significaría, desde el comienzo,
el desarrollo de la independencia, la iniciativa y el poder creador de la
personalidad humana”.