7 de octubre de 2022

Trotsky revisitado (XLV). Críticas y reproches (19)

Kostas Mavrakis: Sus contradictorias críticas de la burocracia
 
En los años ’70,  Kostas Mavrakis fue el animador de la revista maoísta francesa “Théorie et Politique”. En “Du trotskysme. Problèmes de théorie et d'histoire” (Sobre el Trotskismo. Problemas de la teoría y la historia) las comparaciones entre Trotsky y Mao Tse Tung son frecuentes. “Contrariamente a Mao -escribió-, Trotsky nunca supo analizar una coyuntura en su especificidad, determinar la contradicción principal y la consigna principal. Al no haber deducido las leyes de la revolución en una formación social, aplicando en la práctica de la lucha de clases los principios universales del materialismo histórico, su contribución a esta ciencia es nula”. Autor de numerosos artículos, entre ellos “Défendre l'art pour sauver la civilisation” (Defender el arte para salvar la civilización), “Islam et terrorismo” (Islamismo y terrorismo) y “Le pacte migratoire de l'ONU” (El Pacto de Migración de la ONU), también ha publicado los libros “Pour l'art. Éclipse et renouveau” (Por el arte. Eclipse y renovación), “La civilisation et ses ennemis” (La civilización y sus enemigos) y “De quoi Badiou est-il le nom? Pour en finir avec le Siècle XX” (¿Cuál es el nombre de Badiou? Para poner fin al siglo XX). Lo que sigue es la tercera y última parte de los trozos escogidos de su ensayo sobre Trotsky.

 
Trotsky acusaba a Lenin de desconfiar de la clase obrera. Estimaba que ella podía intervenir espontáneamente como tal en la arena política y que no podría tolerar la dirección de un partido unido y centralizado que actuara como su mandatario. Esta denuncia de “sustituismo (calumniosa en lo que a Lenin concierne), tuvo una descendencia triple: los que creían que el proletariado era incapaz de ser la clase dominante adoptaron teorías de la “nueva clase; los que pensaban lo contrario formaron ciertas tendencias anarcotrotskistas, sentenciosas; la posición intermedia, la de los trotskistas, fue que la burocracia es por cierto inherente a la división entre dirigentes y dirigidos, pero que no existe un medio de atenuar sus efectos, a saber, la democracia obrera, es decir, la autorización de las fracciones que reproducen la misma división. Trotsky, sin embargo, no se había contentado con un análisis tan primario del fenómeno burocrático, sino que había tratado de descubrir sus bases sociales, de dar una explicación en términos de lucha de clases con una apariencia marxista.
Así es cómo Henri Weber justifica, según Trotsky, esta posición, en un folleto titulado “Movimiento obrero, estalinismo y burocracia”: “Puede suceder, con todo, que la burocracia de Estado se eleve por encima de las clases, se erija en potencia autónoma e instaure temporalmente su propio poder incontrolado, que se ejerce por medio de un hombre providencial todopoderoso. A primera vista, esta tesis está conforme con el análisis de “El XVIII Brumario de Luis Bonaparte” de Marx, que dice: “Sólo bajo el segundo Bonaparte el Estado parece haberse independizado completamente. De hecho, si parece que el Estado es independiente, es porque en realidad no lo es. A propósito de la “casta burocrática que gobierna Alemania en 1872, Engels nos dice en “Contribución al problema de la vivienda”, que el Estado parece planear por encima de las clases y representar los intereses de la sociedad entera, pero que, en realidad, el Estado tal como existe en Alemania es también el producto necesario de la infraestructura de la cual surgió.
Volviendo sobre la cuestión del bonapartismo en “La lucha de clases en Francia”, Marx dice: “El poder del Estado, que parecía estar tan por encima de la sociedad, era sin embargo el mayor escándalo de esa sociedad. El bonapartismo es la forma más prostituida y a la vez la última de ese poder del Estado en el que la sociedad burguesa desarrollada se había finalmente transformado en medio de esclavizar el trabajo al capital. Está claro que, para Marx, la función del Estado bonapartista era ejercer la dictadura de la burguesía y servir los intereses de esa clase. Mientras que, según Trotsky, el régimen bonapartista-estalinista, aunque fuera “el arma histórica de la clase obrera, oprime a esta última, la roba en provecho de una minoría privilegiada, organiza la producción conforme a los intereses de esa minoría y sigue, en el plano internacional, una política contrarrevolucionaria. La analogía que Trotsky establece entre el “Estado obrero estalinista y el Imperio es, además, artificial e incluso absurda, ya que la naturaleza del aparato del Estado varía radicalmente según las formaciones sociales históricamente determinadas, en las cuales funciona como instrumento de perpetuación de las relaciones sociales, de dominación y de represión de una clase por otra.
Cuando en 1921 los mencheviques calificaron la NEP de “Termidor soviético, asintió e incluso se jactó de ello. Ahora bien, la comparación es absurda. Es normal que la burguesía, una vez en el poder, quiera detener la revolución para gozar en paz de sus conquistas. Los termidorianos representaban a los nuevos especuladores y adquirientes de bienes nacionales que no querían más trastornos. La Revolución de Octubre, al contrario, era la del proletariado. La NEP no era la consolidación de la adquisición de una clase de explotadores. Era, por el contrario, un repliegue que permitía consolidar el poder del proletariado, la clase más explotada, cuya emancipación libera a toda la humanidad. A continuación, y hasta 1935, Trotsky no dejó de prevenir contra el peligro de un Termidor, pero negó (contra algunos de sus partidarios) que ya hubiera sucedido. Es apelando a esta analogía que él y sus amigos analizan las luchas políticas durante todo ese período. Hasta 1928, consideraba termidorianos a Bujarin y Rykov. En octubre de 1928, en la “Carta a unos amigos”, encara la posibilidad de que la etapa termidoriana se haya salteado. La URSS podría pasar directamente a un XVIII Brumario con Voroshilov y Budienny con las botas de Napoleón. Examinaba también la eventualidad de una restauración del capitalismo cuya vía prepararía Stalin.
En 1929, en una polémica con grupúsculos que lo reivindicaban, definió Termidor como una contrarrevolución que necesitaba una guerra civil. Este peligro, por real que sea, no se ha materializado todavía, concluía. En efecto, pensaba en esa época que “Termidor indica una transferencia de poder de las masas a manos de otra clase. Algunos años después, debía efectuar una “revisión desgarradora de todas sus concepciones pasadas. Entonces se da cuenta de que Termidor sucedió en 1923, cuando Stalin derrotó a la oposición de izquierda; como el gobierno de Stalin tenía carácter bonapartista, la Unión Soviética vivía bajo el Consulado. Tal es el análisis presentado en el folleto “El Estado obrero, Termidor y bonapartista”, en 1935.
De manera que Trotsky reconocía que desde doce años atrás la URSS vivía bajo un gobierno termidoriano sin que él se hubiera dado cuenta. Las especulaciones sobre una comparación histórica torpe no podían menos que oscurecer los problemas en lugar de plantearlos correctamente, ya que procedían, como se ha visto, de un error teórico fundamental. Más tarde, en el libro “En defensa del marxismo”, Trotsky reconocerá que la noción de casta aplicada por él a la “burocraciasoviética no tenía carácter científico y no era más que una analogía histórica que lo ayudaba a hacer, provisionalmente, “sociología del presente.
Para Lenin, al contrario, la burocracia y las tendencias al burocratismo estaban enraizadas en el capitalismo y en la mentalidad burguesa y pequeño burguesa. El burocratismo tiene una naturaleza de clase cuyo origen es triple durante la vida de Lenin: el mantenimiento, en la administración del Estado, de burócratas zaristas en tanto que especialistas necesarios por su “conocimiento para gestionar”; las supervivencias ideológicas del capitalismo (burocrático por naturaleza) entre las masas e incluso los dirigentes, aunque fuesen revolucionarios; y el hecho de que las funciones económicas y administrativas de las primeras etapas de la construcción del socialismo permanecen ligadas a la herencia de la sociedad anterior e inducen una ideología correspondiente que conduce a un estilo burocrático de trabajo entre los cuadros.


La lucha contra el burocratismo es, por consiguiente, una lucha entre la ideología proletaria y la ideología burguesa o pequeño burguesa. Es una lucha de clases. Para llevarla a buen término, hay que liberar la iniciativa de las masas, a fin de que se eduquen en el plano político y técnico, para que puedan prescindir de los “especialistasburgueses, para que la clase obrera ejerza su dirección en todo. “Nos importa que todos los trabajadores sin excepción participen en la administración del Estado. Es una tarea extremadamente difícil, pero el socialismo no puede ser instaurado por una minoría, por el Partido. No puede serlo más que por decenas de millones de seres, cuando hayan aprendido a hacerlo ellos mismos.
Las raíces políticas de la burocracia son el reflujo revolucionario en Europa después de 1923; el cansancio de una clase obrera rusa diezmada y dispersa después de la guerra civil; finalmente, los efectos corruptores específicos del poder.
Por todas esas razones, Trotsky considera que el fenómeno burocrático era en cierto modo ineluctable. ¿Qué haría un partido marxista si llegara a imponerse? “Cambiaría, purificaría, domaría a la burocracia por el control de las masas. Por consiguiente, paliativos más o menos, el reino de la burocracia subsistiría. “La burocracia soviética está llamada a terminar con el antagonismo entre el proletariado y el campesinado, entre el Estado obrero y el imperialismo mundial. El régimen ‘personal’ de Stalin es, en último análisis, el producto de una viva lucha de clases entre el proletariado y la burguesía. La función objetiva del ‘salvador’ es salvaguardar las nuevas formas de propiedad usurpando la función política de la clase dominante.
Trotsky afirma así que la burocracia se eleva por encima del pueblo practicando un juego de péndulo entre las clases antagónicas “en equilibrio. Tampoco aquí hay que pedirle que sea coherente. En algunos de sus escritos, dice que el proletariado, ante la ofensiva burguesa, está obligado a poner el poder en manos de la burocracia; en otros, afirma que es esta última quien favorece el ascenso de las fuerzas burguesas. Igualmente, Trotsky tampoco sabe muy bien si la burocracia da rodeos para servir en última instancia al proletariado o para servir a la burguesía (en el caso del verdadero bonapartismo no cabe ninguna duda). Admite dos variantes: sobre las bases sociales del Estado soviético, el impulso económico y cultural debe socavar las bases mismas de la dominación burocrática. Está claro que, en el caso de esta variante histórica feliz, la burocracia no aparece más que como un instrumento, un “instrumento malo y costoso del Estado socialista”.
En “La revolución traicionada”, Trotsky precisa la otra variante hacia la cual se orientó cada vez más hacia el final de su vida: si el partido revolucionario no derroca a la burocracia, lo hará el partido contrarrevolucionario. Si ni uno ni otro se apodera del poder, la burocracia restaurará por sí misma el capitalismo en su propio beneficio. Sin embargo, en la misma obra, Trotsky sostiene que la burocracia es “el instrumento de la dictadura del proletariado porque está obligada a defender la propiedad del Estado, fuente de su poder y de sus ingresos. ¿Está obligada o no está obligada? El misterio sigue intacto. Sea como sea, algunos años más tarde aparentemente se produce un nuevo deslizamiento en las concepciones de Trotsky, ya que declara “en la URSS, el derrocamiento de la burocracia es indispensable para preservar la propiedad del Estado.
Los frecuentes cambios de opinión de Trotsky sobre la naturaleza del gobierno soviético y su permanente vaivén conceptual se explican por el hecho de que, mientras pone el dedo (pero no la mirada) en problemas reales, se muestra incapaz de formularlos correctamente en términos de contradicciones específicas de la transición al socialismo. Confunde las relaciones de producción con las relaciones de propiedad, que son su expresión jurídica superestructural. Aplastando las tres instancias de la formación social (nivel económico, jurídico-político, ideológico-teórico), define la dictadura del proletariado por la propiedad estatal de los medios de producción.


Trotsky no ve que, en un país en que el Estado dispone de los medios de producción, la cuestión decisiva es saber quién detenta el poder. El proletariado no puede detentar el poder económico más que a condición de ejercer el poder político. Si pierde este poder, pierde todo. Sobre este tema, existen textos de Lenin cuyo sentido perfectamente claro fue ocultado durante medio siglo. El dirigente bolchevique había subrayado que la única diferencia entre el capitalismo de Estado en Alemania y el instaurado en la Rusia de 1918 era que, en este último país, “los obreros detentaban el poder en el Estado. Según él, si se combina el capitalismo de Estado según el modelo alemán y el Estado soviético, es decir, proletario, “se obtiene todo el conjunto de condiciones que da el socialismo.
Las tendencias al burocratismo que se manifiestan en el seno del aparato del Estado proletario, es decir, las tendencias de ciertos dirigentes a separarse de las masas, a comportarse como grandes señores despóticos, a adjudicarse privilegios, reflejan la influencia persistente de la ideología burguesa que tiende también a desviar la política económica, educativa e internacional del Estado socialista. Entre los dirigentes que toman así el camino capitalista y los revolucionarios consecuentes que quieren avanzar hacia el socialismo, se desarrolla una lucha, a veces latente, a veces abierta y a veces explosiva. Esta lucha entre las dos líneas, entre los dos caminos, prosigue sin descanso a lo largo de todo el período de transición al socialismo. En todo momento, los elementos camuflados de marxistas-leninistas que siguen el camino capitalista pueden usurpar el poder, o sea, pueden hacer desviar el Partido y el Estado en un sentido no proletario. Esta desviación puede hacerse irreversible y conducir a la restauración del capitalismo. Por eso, la contradicción principal después de la supresión de la propiedad privada de los medios de producción es la que opone a las masas revolucionarias con los dirigentes seguidores del camino capitalista. Si de aspecto principal, las primeras se transforman en aspecto secundario de la contradicción, la naturaleza de clase del Estado cambia, lo que entraña la usurpación del poder por una nueva burguesía. El XX Congreso del PCUS marca un giro semejante, cuyas causas son evidentemente anteriores.
La Gran Revolución Cultural Proletaria permitió resolver en la práctica y en la teoría el problema que plantea la prosecución de la lucha de clases bajo la dictadura del proletariado, liberando la iniciativa de las masas gracias a una amplia democracia, de manera que vigilen los asuntos del Estado y derroquen a los dirigentes reaccionarios. Se sabe que su última etapa tuvo por consigna: “La clase obrera debe ejercer su dirección en todo, o dicho de otro modo, no sólo en las fábricas (lo que ya entraña una lucha) sino también en las instituciones de enseñanza y los organismos del Partido y del gobierno. Ahora está claro que el análisis del gobierno soviético desarrollado por Trotsky y fundado sobre los conceptos de “centrismo burocrático, no permitía de ninguna manera sacar a la luz la lucha entre las dos líneas, y por consiguiente, deducir las leyes del desarrollo de una formación social de transición al socialismo. De manera que todas sus predicciones las desmintieron los hechos, una después de la otra.
A comienzos de la Segunda Guerra Mundial, Trotsky acordó una larga entrevista al “Saint Louis Dispatch”, en que se le preguntaron si la dictadura del proletariado significaría el abandono de los derechos civiles de los Estados Unidos. Él dio la siguiente respuesta: “El socialismo no tendría ningún valor si no aportara no sólo la inviolabilidad jurídica sino también la plena salvaguardia de todos los intereses de la personalidad humana. El género humano no toleraría una abominación totalitaria según el modelo del Kremlin. El régimen político de la URSS no es una nueva sociedad, sino la peor caricatura de la antigua. Con el poder de las técnicas y los métodos organizativos de los Estados Unidos, con el elevado bienestar que la economía planificada aseguraría a todos los ciudadanos, el régimen socialista en este país significaría, desde el comienzo, el desarrollo de la independencia, la iniciativa y el poder creador de la personalidad humana.
Éste es un lenguaje adecuado para tranquilizar a los burgueses más conservadores de Missouri. No se trata más que de los “intereses de la personalidad humana o del género humano, género humano que, por una vez unánime y sin diferencias de clase, condena “la abominación totalitaria, a saber, el régimen político de la URSS. Éste, nos dice, no es una nueva sociedad sino “la peor caricatura de la antigua. Dicho de otro modo, la dictadura del proletariado que construye el socialismo es la peor caricatura del capitalismo, con persistencias feudales de la Rusia zarista. Al final de su vida, el padre de la IV Internacional se encontraba con los anticomunistas más desenfrenados. Abandonando los conceptos marxistas, usaba su lenguaje, cuya función ideológica está perfectamente definida.


¿Por qué hablar de “régimen totalitario, como lo hace no sólo en la citada entrevista, sino también, y largamente, en “La revolución traicionada”? Para tener la posibilidad de elevarse por encima de las clases y de confundir en la misma reprobación virtuosa a los Estados fascistas y los Estados socialistas, “fenómenos simétricos que “se parecen de manera agobiante. Era halagar al imperialismo norteamericano, que en esa época se oponía a estos dos tipos de Estado. Según Trotsky, por lo demás, a los Estados Unidos no les faltaba más que la “economía planificada para que todos los ciudadanos gozaran del mayor bienestar.
Hacia el fin de su vida, Trotsky se había aliado con esa “ideología de la libertad, caballito de batalla de la reacción en la posguerra. Desde 1936, asignaba como principal objetivo a la revolución que debía derrocar al absolutismo burocrático y restablecer las libertades, especialmente las de los “partidos soviéticos.
Por cierto, Trotsky no ha llevado la lógica de su posición hasta las últimas consecuencias. Casi identificó fascismo y comunismo, pero no dio el paso. “Es necesario admitir (es Trotsky quien habla) retrospectivamente que la URSS ha sido la precursora de un nuevo sistema universal de explotación. Si el proletariado debía efectivamente revelarse incapaz de cumplir su misión, sólo habría que reconocer abiertamente que el programa socialista, fundado sobre las contradicciones internas de la sociedad capitalista, se ha disipado como un sueño utópico.
Esto está claro, nos parece, y se hace aún más claro si se considera que, a lo largo de este artículo, Trotsky emplea la expresión “régimen totalitario para designar por igual al capitalismo monopolista de Estado y al “bonapartismo estalinista. En estas condiciones, es posible preguntarse por qué Trotsky llamó hasta el fin a defender incondicionalmente a la URSS. Hay que ver cómo lo entendía. En un artículo póstumo publicado por “Fourth International” escribía: “Contra el enemigo imperialista, defenderemos a la URSS con todas nuestras fuerzas. Pero las conquistas de la Revolución de Octubre no servirán al pueblo más que si éste se muestra capaz de tratar a la burocracia estalinista como trató antaño a la burocracia zarista y a la burguesía.
Durante la guerra de 1914, Lenin llamaba a los pueblos para que volvieran las armas que las clases dominantes habían puesto en sus manos contra el poder de esas clases en sus propios países. Cuando estalla la II Guerra Mundial, Trotsky invitaba a los pueblos de la Unión Soviética a que “trataran a la burocracia estalinista como antaño habían tratado a la burocracia zarista y a la burguesía, lo que es, fundamentalmente, la misma política. Parece que Trotsky quería derrocar la burocracia con la intención de defender mejor a la URSS, pero imaginar que fuera realizable en esa época el acceso al poder de la oposición “bolchevique-leninista sería un delirio. La propaganda trotskista, aunque tuviera una eficacia cualquiera, no podía más que estimular la oposición al poder soviético y debilitar su capacidad de resistencia creando divisiones.
Trotsky casi había identificado el “totalitarismo estalinista y el nazismo, pero a veces el matiz se hace imperceptible. En un artículo titulado “La doble estrella: Hitler- Stalin, pretende demostrar que Stalin es el satélite de Hitler. Un poco más adelante, afirma que en España la finalidad de Stalin había sido probar a Londres y a París que era capaz de eliminar la revolución proletaria de España y de Europa con mucho más eficacia que Franco y sus aliados (Hitler y Mussolini). En el momento en que ya había estallado la Segunda Guerra Mundial, tomar como enemigo principal al PCUS con Stalin a la cabeza, era colocarse del lado de la contrarrevolución. No había un tercer camino. Se puede lamentar que la piqueta del asesino haya impedido a la Historia que ella misma presentara a Trotsky el veredicto de su último fracaso.