El término "revolución industrial" designa generalmente al comienzo del proceso de industrialización dado en Inglaterra entre los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, esta denominación no es aceptada en el campo historiográfico como la más apropiada para definir ese complejo y basto conjunto de fenómenos que, con la transformación de las estructuras económicas y el desarrollo de fuerzas sociales nuevas, así como el de las instituciones políticas del sistema liberal burgués, estuvieron en el origen del mundo contemporáneo.Ya en la definición del contenido y de los mecanismos del proceso de desarrollo aparecen divergencias. Si bien el resultado final -la sustitución de la producción artesanal por el sistema fabril- es indiscutible, su naturaleza y sus condiciones son materia de controversia desde hace mucho tiempo.Mientras para algunos fue una revolución que produjo una ruptura radical con el pasado en los modos de producción y en la organización social, para otros se trató de la evolución o maduración incesante de ciertas condiciones ya creadas en períodos precedentes. Tampoco existe uniformidad de puntos de vista en lo concerniente a la fecha del comienzo de las transformaciones fundamentales, de las modificaciones de tendencia más significativas. Así, por un lado se habla de una sucesión de hechos en el transcurso de un siglo, entre 1750 y 1850, y por otro, se intenta encontrar sus orígenes mucho más atrás del siglo XVIII, en la edad del mercantilismo.Los primeros en hablar de "revolución industrial" -después de que el economista Arthur Young en "Farmer's letters to the people of England" (Cartas de un agricultor al pueblo de Inglaterra, 1768) dijera que entreveía "una revolución en curso"- fueron, entre 1844 y 1848, el filósofo alemán Friedrich Engels (1820-1895) y el economista británico John Stuart Mill (1806-1873). Pero la expresión fue introducida por Karl Marx (1818-1883) y entró en el uso común después de la publicación, en 1884, de "Lectures on the Industrial Revolution of the 18th Century in England" (La Revolución Industrial en Inglaterra), del historiador británico Arnold Toynbee (1852-1883). "Cuando J. Wyatt, en 1735, anunció su máquina para hilar -escribió Marx en 'El Capital'- tuvo comienzo la revolución industrial del siglo XVIII... Es la máquina-herramienta la que inaugura en el siglo XVIII la revolución industrial".Marx no pretendió subrayar simplemente las modificaciones introducidas por el maquinismo en el plano técnico o las variaciones cuantitativas del desarrollo económico, sino caracterizar -sobre todo- los orígenes y la naturaleza del capitalismo moderno, es decir, los modos de propiedad de los medios de producción y las relaciones sociales entre las clases que derivaban de su posición en el proceso de producción inaugurado con la declinación de la manufactura artesana independiente y el advenimiento del nuevo sistema de fábrica, en el que la fuerza de trabajo se había "convertido en mercancía" y se compraba y se vendía en el mercado como cualquier otro objeto de cambio.
Desde este punto de vista, la revolución industrial -con la separación entre propiedad y trabajo y la concentración de la riqueza inmobiliaria- cerró definitivamente la época correspondiente a una sociedad dominada todavía por formas de propiedad y producción de naturaleza feudal, en las que la división del trabajo y el intercambio estaban poco desarrollados.Por otra parte, abrió una nueva fase histórica en la que al desarrollo de la industria le correspondieron nuevas formas de creación y apropiación del "plusvalor" (teniendo en cuenta la diferencia entre el valor de la mercancía producida por el consumo de la fuerza de trabajo y el valor de los medios de subsistencia); este intercambio comenzó a darse entre fuerza de trabajo creadora de valor y salario. Naturalmente, Marx disponía de material histórico ciertamente limitado. De todas maneras, lo que pretendió fue -ante todo- captar la esencia del salto cualitativo del modo de producción feudal al capitalista, y definir el proceso de transformación del dinero en capital, lo que generó la transformación del nuevo sistema económico al configurar una relación entre poseedores de dinero-capitalistas y trabajadores-proletarios.
De manera similar, Toynbee remontó los orígenes de la revolución industrial a las invenciones técnicas de la segunda mitad del siglo XVIII, que "elevaron grandemente la productividad del trabajo". Gracias a éstas, el fabricante capitalista terminó por imponerse al mercader empresario y al artesano empleando en establecimientos apropiados para ello, bajo su control directo, un número más o menos grande de obreros. Pero también es cierto que Toynbee subrayó la incidencia de otros factores: el aumento de la población, las grandes transformaciones en el sector agrícola, y la coexistencia de la destreza inventiva de James Watt (1736-1819) con su máquina de vapor y los nuevos principios de la libre iniciativa individual formulados por Adam Smith (1723-1790).El término "revolución industrial" fue aceptado durante más de treinta años. Pero, el historiador francés Paul Mantoux (1877-1956), en "La révolution industrielle au XVIIIe siécle" (La revolución industrial en el siglo XVIII), una obra clásica de 1905, observó que la invención de máquinas no había sido una prerrogativa del siglo XVIII, ni se había pasado de la manufactura a la gran industria de un solo golpe, sino más bien a través de aproximaciones sucesivas y modificaciones casi insensibles en el curso de por lo menos dos siglos. También el historiador inglés William Ashley (1860-1927), en "The economic organisation of England" (La organización económica de Inglaterra), un trabajo algo posterior, se refirió a la "revolución industrial" como a un período de aceleración del desarrollo económico, que llevó adelante cambios surgidos mucho antes.Pero la obra que ejerció una influencia determinante en el movimiento de investigación y de interpretación histórica que rechazaba una línea divisional neta respecto de las épocas precedentes, fue "Der moderne kapitalismus" (El capitalismo moderno, 1908) del sociólogo alemán Werner Sombart (1863-1941). Cuando afirmó que "en un momento lejano del pasado el espíritu capitalista debe haber existido -en embrión, si se quiere- antes de que pudiera realizarse empresa capitalista alguna", Sombart situó el comienzo de los primeros cambios decisivos en la estructura económica entre los siglos XV y XVI, con los progresos técnicos de la industria minera y metalúrgica, las crecientes necesidades del ejército, la marina y las expediciones coloniales, la progresiva subordinación del artesano respecto del comerciante en cuanto a las materias primas, la conversión de los gobiernos y de los productores mismos, por su voluntad y de acuerdo con sus intereses, al sistema de la gran empresa.Sin embargo, la tendencia a negar toda validez a límites de demarcación demasiado acentuados entre la época feudal y la posterior industria capitalista, se afirmó aún más en el periodo de entreguerras, por iniciativa del historiador norteamericano John U. Nef (1899-1988). "El nacimiento de la civilización industrial en Gran Bretaña -escribía en 1934 en "The rise of the british coal industry" (El auge de la industria del carbón británico)- puede ser considerado más correctamente como un largo período que se extiende desde la mitad del siglo XVI hasta el triunfo final del estado industrial hacia fines del XIX, más que como un fenómeno súbito acaecido hacia fines del siglo XVIII y comienzos del XIX".
Pero antes que Nef, el economista francés Henri Sée (1864-1936) en "Origines du capitalisme moderne" (Orígenes del capitalismo moderno, 1926) sostuvo que el sistema de fábrica no era resultado inmediato de las innovaciones técnicas de mediados del siglo XVIII, sino que la concentración de artesanos en un solo establecimiento había transformado al viejo comerciante -dador de trabajo, que ya existía y operaba- en "patrón industrial".Por otra parte, en "Die protestantische ethik und der geist des kapitalismus" (La ética protestante y el espíritu del capitalismo, 1903) el sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) afirmó que "el capitalismo está presente allí donde la satisfacción industrial de un grupo humano es encarada según el método de la empresa privada, allí donde aparece una actitud de búsqueda racional y sistemática de ganancia". En este mismo sentido, otros investigadores buscaron, siempre en el mismo período, los orígenes del moderno modo capitalista de producción en la primera aparición de procedimientos específicamente comerciales dentro de los limitados objetivos de la economía medieval. Los ingleses John H. Clapham (1873-1946) y Ephraim Lipson (1888-1960), en especial, señalaron la imposibilidad de fractura, de cambios imprevistos en el proceso de desarrollo económico y situaron el punto de inflexión del pasaje de la sociedad inglesa hacia formas económicas modernas en la segunda mitad del siglo XVII, en la época de la Restauración y del mercantilismo.